Atrapados en el tiempo

¿Por qué nos ha correspondido nacer en esta época?

La prensa internacional nos ha anunciado el día 2 de febrero que la marmota Phil ha salido de su guarida y eso significa que quedan seis semanas de invierno. Se supone que la predicción es válida para el pueblo de Punxsutawney (en Pensilvania, EE.UU.), pero la era Internet propaga el evento incluso hasta el hemisferio sur donde está agotándose el verano. La fiesta del “Día de la Marmota” celebrada anualmente, fue popularizada en una original película titulada “Atrapado en el tiempo”.

Los protagonistas, encarnados por Bill Murray y Andie MacDowell, son un periodista gruñón y una encantadora productora encargados de la información meteorológica de una emisora de televisión, quienes son enviados a transmitir esta fiesta folklórica. El cazafantasmas Murray, en su mejor actuación en esta comedia de navidad, revive el mismo día cada vez que se despierta, habiendo quedado inexplicablemente atrapado en el tiempo. Aprende mucho de las personas pudiendo corregir sus errores, al volver a vivir las mismas situaciones día tras día.

Esta sensación de “bucle temporal”, de “déjà vu” (ya visto o vivido), de levantarse tras sonar el despertador y observar por la misma ventana el mismo paisaje es algo que todos hemos percibido, la reiteración rutinaria del mismo día que se repite una y otra vez. En la vida real, ciertamente existen factores que cambian y nuestro esfuerzo permite mejorar el entorno humano y físico que nos rodea.

Pero también presentimos que estamos en un círculo vicioso de difícil salida. Oímos la radio o leemos la prensa y comprobamos cada jornada que continúan las guerras, los conflictos, los enfrentamientos, las políticas basadas en la fuerza y que el planeta prospera muy lentamente en libertad, en igualdad y en solidaridad. Es verdad que puestos a quedar atrapados en una época, en un siglo, lo menos malo es haber nacido lo más tardíamente posible. Quizá es esperanzador que la humanidad ha venido progresando, entendiendo, extendiendo y reconociendo los derechos de las personas y de los pueblos. Lo desesperante es la lentitud de este proceso, así como la contumacia de la maldad o, acaso, sólo necedad de quienes se oponen a este progreso.

Al igual que Murray, únicamente la comprobación de que el odio no conduce a ningún tipo de felicidad y la aceptación sin resentimiento de los errores, ajenos y propios, nos dará la clave altruista para superar la depresión por la inercia de la injusticia: la solución vendrá por una revalorización del perdón, de la tolerancia, del esfuerzo y de la generosidad. Ojalá que pronto el espectáculo retransmitido urbi et orbi (que significa literalmente “para la ciudad y para el mundo”) sea la salida anual de una paloma de la paz desde un pequeño pueblo, que podría ser Gernika, significando que en las próximas décadas todo el universo disfrutará de Paz. Vídeo

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