Tretas de tregua

Una farsa para digerir una tragedia

El drama del terrorismo de ETA ha sido analizado desde todas sus perspectivas éticas, políticas y sociales. Sus perversos efectos desde la suprema vertiente moral hasta el prosaico plano económico son de tal magnitud que poco puede añadirse para reprobar su actividad. Quizá una dosis de sátira ácida, cínica y procaz sea un último intento de abordaje de un problema infinitamente tratado, pero fatídicamente inconcluso.

La ridiculización de la “lógica” etarra resulta especialmente asequible, si no fuese porque el absurdo se une con la repulsión para evitar entrar en tal exploración. ETA en su evolución por las circunstancias externas de todo tipo que han provocado su debilitamiento, especialmente el rechazo social hasta de sus postreros simpatizantes, ha entrado en una fase terminal donde, junto a sus aborrecibles crímenes consumados o sin consumar, ha comenzado a gestionar sus “treguas”. Con el máximo desapasionamiento que cabe ante semejante calvario, hay que reconocer que siempre será mejor que la noticia que ETA busca, y que algunos medios y partidos le conceden, sea por motivos de ceses de violencia que por asesinatos.

Las variantes de paréntesis ensayadas por ETA han sido dos hasta el momento. La tregua indefinida, pero no definitiva, del 16-9-1998 y la tregua para Catalunya anunciada el 18-2-2004. Le restan aún numerosas opciones, que serán bienvenidas siempre que no se alternen con crímenes. Podrían sugerirse a los “estrategas” de ETA armisticios por sexo, edad, horario, calendario, colectivos o lugares, además de los aplazamientos por territorios o tiempos. Qué bendición sería, por ejemplo, que se descartasen como víctimas a las mujeres: ¡cuántas buenas docentes que conozco, así como sus familias y amigos quedaríamos tranquilizados! O que se apartasen como víctimas a los menores de 21 años y mayores de 60. También podría evitarse atentados fuera del intervalo de 8:00 a 20:00 del horario de Greenwich, quedar exentos los sábados y domingos, así como los tres meses del verano. ¡Cuántas personas amenazadas y escoltas descansarían, por no mencionar el ahorro generado! Igualmente se podrían recortar el número de gremios atemorizados, descartando por tipo de actividad a los concejales no liberados, a los periodistas sin columna o a los políticos sin escaño. Algunos lugares, o incluso localidades, podrían quedar como zonas con derecho de asilo, como iglesias, universidades y centros escolares, hospitales, playas,… O incluso Getxo podría ser zona neutral, como lo fue Las Arenas en la guerra civil, para negociaciones y diálogo sin miedo.

Todas estas proclamas de restricciones en la matanza darían publicidad a ETA, e incluso podrían venir precedidas de entrevistas (que serían luego portadas de prensa) con interlocutores en algún escondrijo conocido y donde los espías de todas las partes pudiesen grabar con facilidad. Por allí desfilarían consecutivamente todo tipo de personajes interlocutores: un presidente de fútbol que negociaría la tregua en todos los estadios; algún irlandés para solicitar la exención para todos los extranjeros no vascos ni españoles; o determinado magistrado para pactar la exclusión de jueces y abogados; obispos, rectores, artistas, sindicalistas,…

Este desarme a plazos podría venir acompañado de una “entrega por partes”. En etapas sucesivas se retirarían de ETA las féminas, o se prejubilaría a los mayores de 45 años sin permitir el acceso a las armas a menores de 25 años. Así mismo se podría rendir el material bélico más pesado, como bombas inmanejables por su tamaño y lanzacohetes de escasa precisión. Todo ello sería paliado con rebajas en el impuesto revolucionario a las clases medias y reducción de la persecución a los colectivos más desfavorecidos: agricultores, habitantes de zonas rurales o suburbanas,…

Toda esta sarcástica comedia de crítica sardónica sólo pretende descarnar la inmensa monstruosidad y aberración que significa la violencia. Acaso sólo sea desdeñable ironía melancólica que destila el ansia la paz. Ahora que estamos en plena campaña electoral, el verdadero campanazo que ETA podría provocar sería la declaración de una tregua total y final. Ése es el único y verdadero servicio que pueden prestar a los ideales que dicen defender y, sobre todo, a la Humanidad.

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