Funcionarios consuetudinarios

Los socialistas están acabando con el Estado español… No por el Estatut catalán, sino por poner en entredicho la estabilidad del funcionario.

Para empezar, señalemos que todos los que trabajamos lo hacemos para el Gobierno: Lo que sucede es que algunos, los funcionarios, hemos hecho oposiciones y los demás se han quedado en la categoría de contribuyentes.

Los funcionarios somos como los libros de una biblioteca: los que están en lugares más altos son los que menos sirven. Y esto rige especialmente para esos falsos funcionarios-kleenex, desechables de corta duración, que se llaman cargos políticos. Porque nadie negará la afirmación de Víctor Hugo: “Los dos primeros funcionarios del Estado son la nodriza y el maestro de escuela”. Ahora refundidos aparecen en la educación infantil, destinados a los nuevos ciudadanos desde su nacimiento, donde fueron atendidos por otros funcionarios sanitarios.

Los funcionarios tenemos mala fama, no tanto por el decimonónico “¡Vuelva usted mañana!” de Larra, sino por economistas como el Nobel Milton Friedman, al sostener que “El principal problema para cualquier Gobierno que llega al poder es el control de los funcionarios. Todos ellos tratarán de explicar por qué es prácticamente imposible hacer las cosas de manera distinta a como se vienen haciendo”, o que “No hay duda de que si fueras por todos los ministerios [del Reino Unido] y despidieras a uno de cada seis funcionarios, la productividad de los otros cinco aumentaría en lugar de descender”.

La mala prensa llega hasta el terreno literario de autores consagrados. Heinrich Heine arremete contra los funcionarios, incluyendo a sus equivalentes religiosos: “Respecto al bien de la república se podría citar la prueba que cita Boccaccio para la religión: existe, a pesar de sus funcionarios”. Charles Baudelaire opina: “Un funcionario cualquiera, un ministro, el director de un teatro o de un periódico, pueden ser a veces seres estimables, pero jamás son divinos. Son personas sin personalidad, seres sin originalidad, nacidos para la función, es decir, para la domesticidad”.

Se nos ha dicho de todo a los funcionarios: rutinarios, revolucionarios, contrarrevolucionarios, reaccionarios, sanguinarios, cuaternarios, estacionarios, ordinarios, extraordinarios, interdisciplinarios, legionarios, mercenarios, milenarios, millonarios, multimillonarios, valetudinarios,… En plena carrera armamentista un político ya olvidado dijo: “Hemos desarrollado un nuevo tipo de misil: se llama funcionario público, y… ni funciona ni puede ser disparado”.

En todo caso, si alguien envidia a los funcionarios de cualquier escala y categoría, desde administrativos a notarios, dispone de un recurso infalible: Que estudie, prepare y gane el correspondiente concurso-oposición para acceder a tan selecto y privilegiado clan. Ent
Versión .DOC para imprimironces comprenderá que los funcionarios somos trabajadores y necesarios en un Estado moderno.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/funcionarios.htm

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