Políticas contradictorias

"1. Queda decidido, por este Ayuntamiento, que se construya una nueva cárcel.
2. Queda decidido que esa nueva cárcel se construya con los materiales de la vieja cárcel.
3. Queda decidido que se utilice la vieja cárcel hasta que se construya la nueva cárcel".


Resolución del Concejo Municipal de Canton, Mississippi.
Leído en "La trama oculta del universo", de John D. Barrow.
Libro sugerido por mi buen amigo José Mari Mauleón

Chiringuitos carpetovetónicos

©Mikel AgirregabiriaUn apunte sobre el retraso tecnológico: el todopoderoso monopolio de Telefónica que elude la más mínima forma de competencia con el beneplácito administrativo.

Un sitio de veraneo alcanza la categoría de semicivilizado cuando se instala la segunda peluquería de señoras, a menos de 3 kilómetros a la redonda. Eso ha sucedido en Mil Palmeras (Pilar de la Horadada, Alicante) tras 18 años de expansión sostenida. Ese leve vestigio de competencia dignifica toda la actividad turística y comercial en una zona con millares habitantes de hecho durante los meses estivales. Resulta encomiable el afán de unas jóvenes que arriesgan su capital en alquilar un local céntrico para satisfacer una demanda existente, pero desatendida.

El dinamismo de una microempresa que entra a competir con su rival establecida es el contraejemplo del mercado de las telecomunicaciones en manos de un monopolio absoluto en lo que se refiere a la línea básica de telefonía. Aquí podemos elegir la peluquería, pero Telefónica abusa de su exclusividad. Tratar de conectarse a Internet exige pasar bajo las horcas caudinas del exclusivista. Telefónica exige pagar todo el año el teléfono fijo a menos que sea también suya tu línea habitual, ésa que finalmente lograste redimir. Además factura por motivos inauditos, tal como el número de conectores internos de los que dispongas. Algo así como si el proveedor de agua, además de por la toma y el consumo, gravase el número de grifos disponibles, información que dispone Telefónica sólo porque ya cobró los enchufes en una primera instalación. Un ejemplo real: tras acudir a una “oferta” de alta y cuotas gratis en marzo, al llegar en julio la línea estaba cortada porque se debía 150 € de gastos de conexión.

Dado que es inútil discutir con un monopolio que campa sin control político, sólo cabe pagar sin rechistar en su único banco (Banesto), el único que permite que tengas línea antes de que se acabe el veraneo, por los generosos plazos que se autoatribuyen: una semana para revisar la reclamación (que no han contestado tras 20 días), otra para darse aviso a sus técnicos,…

Luego viene la batalla del proveedor de Internet. Me quedaba probar con Ya.com en el oligopolio levemente liberalizado. Con un mes de antelación solicito el router wifi y la máxima velocidad posible sin compromiso de permanencia. Total, un ADSL a 512 Kb. Dichosamente el router lo entrega un mensajero con sólo 3 llamadas a móvil, algún despiste y una semana de retraso sobre el mes de plazo. Pero la central, es decir Telefónica, no lo ha conectado. Al final, en 3 días adicionales lo acopla y, por dos felices días, navego a 420 Kb. Luego, coincidiendo con una tormenta la velocidad baja a 80 Kb., e inmediatamente a 50 Kb. Menos de la décima parte de lo contratado, pero la factura de 72 € por un mes no se ve rebajada en esa proporción. Las llamadas al centro de asistencia no surten ningún efecto, que si son las líneas de Telefónica, que si mida la velocidad y llámenos mañana,...

Sólo queda para perder los nervios escuchar la próxima regañina por el retraso tecnológico que el Gobierno de turno dirija a… la ciudadanía. Ahora trataré de enviar esta carta por e-mail, pero si se resiste esta línea tercermundista, a velocidad de módem, creo que iré a cortarme el pelo en alguno de los establecimientos que sí se ven obligados a competir. Ojalá Telefónica recordase lo que le pasó a SEAT, tras décadas de imponer su yugo. Muchos usuarios sólo esperamos cualquier alternativa que nos independice del último monopolio que se carcajea no ya del gobierno español, sino de las más elementales normas europeas de libre mercado.

Mikel Agirregabiria Agirre. Getxo
http://mikel.agirregabiria.net

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/timofonica.htm

Lunáticos y fanáticos

©Mikel AgirregabiriaMe he prometido no escribir de política este verano, pero puedo contar mis encuentros y compartir mis sentimientos.

Me recomendaron un experto pintor, con gran experiencia, para barnizar las ventanas de nuestra casa costera. Llegamos a un rápido acuerdo sobre plazos y precios antes de que iniciara su tarea con profesionalidad. Charlamos sobre temas anodinos, hasta que él me contó su gran descubrimiento científico. Todo comenzó cuando le sugerí que el fuerte sol directo y la salina brisa marina eran los causantes del deterioro en la madera. Él lo rebatió y me confió su secreto, susurrando en voz baja: “El peor enemigo [de la pintura] es la luz de la luna”.

Nada dije en aquel momento, ni después. Me sorprendió que perviviesen entre gentes del gremio creencias que son tamaños disparates. De inmediato comprendí que los desatinos abundan aún más en las mentes de muchos políticos, de alto o bajo postín. ¿Acaso en pleno siglo XXI no quedan todavía personas que creen que la paz se alcanza poniendo o lanzando bombas de pequeño o gran tamaño?

La blanca luna sólo gobierna las mareas y no es culpable de los males que le atribuyen algunos lunáticos. Con todo, aún es más inocente la población de Londres o de Bagdad. A todos los fanáticos de los explosivos, y a quienes les excusan o votan, les recordaría aquel verso de García Lorca que previene de la desmesura y de la ambición: “El que quiere arañar la luna, se arañará el corazón”.

Los lunáticos eran quienes se volvían locos en determinadas fases de la luna, como creyeron advertir los romanos antes de Julio César, cuando regía un estricto calendario lunar. Posiblemente la locura de la violencia sea transitoria y pronto veamos amanecer una nueva era para la Humanidad donde el fanatismo y la guerra sean meras antiguallas anacrónicas.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/lunaticos.htm

Te recuerdo joven

Un consejo para la juventud, quizá en desacuerdo con la tendencia actual, sobre la conveniencia de hallar pronto el amor.
 

Hace unos días, conversando con una familiar con padres nonagenarios, discrepábamos sobre cómo recordamos a nuestros mayores. Ella se lamentaba de la última etapa vital, ahora tan extendida y -en muchas ocasiones- con dependencia total durante muchos años. Concluía que uno de los peores efectos es que terminamos recordando a nuestros antecesores sólo en su última fase, olvidando cómo eran de jóvenes o en su madurez. 

Para alguien como yo, que perdió a su madre siendo un niño, el desacuerdo no podía ser mayor. Ciertamente que con nuestros abuelos o bisabuelos, a quienes sólo hemos conocido en su ancianidad, su memoria nos evoca únicamente sus últimos años. Pero de mis padres, recuerdo con precisión todo el recorrido que he podido compartir con ellos, desde que mis dos hermanos y yo éramos niños. De todas las reminiscencias paternas me quedo con una de las más tempranas, cuando nos cobijábamos bajo su amplia gabardina al caminar bajo la lluvia hacia la parada del trolebús número 4 en el Arenal bilbaíno. De las remembranzas maternas, prefiero aquélla de cuando, siendo muy pequeños, nos llevaba de la mano desde nuestra casa en Indautxu al Colegio de los Escolapios. 

Ahora, para nuestros hijos jóvenes saliendo de la adolescencia, el consejo de mi esposa Carmen y el mío propio es que encuentren a su amor definitivo lo antes posible, para convivir desde sus mejores edades con la persona que elijan. Anoche, cuando nos quedamos “de novios” por unas horas sin hijos, al despedirse el menor para ir a estudiar lejos y esperar a su hermana que venía de trabajar en el extranjero, nos sorprendió una exuberante tormenta nocturna a las tres de la madrugada. Carmen y yo salimos a recoger los enseres del patio, y nos quedamos a sentir el efecto del aguacero. La observé, mientras ella miraba por una ventana enrejada, y vi exactamente a la misma muchacha de 18 años que era cuando la conocí, a pesar de que median 32 años desde aquel verano. 

Ella me devolvió la mirada, con la misma complicidad y el mismo encanto. No sé cuánto más viviremos, no sé cómo seremos cuando uno de los dos muera; sólo sé que ella para mí siempre será la misma chica que encontré allá por 1973 en San Miguel de Basauri, la misma con la que me casé en agosto del 1977 cuando sólo éramos dos jóvenes de 22 (ella) y 24 años, y la misma que era cuando tuvimos a nuestros hijos. Te recuerdo joven, Carmen; siempre, porque no ha cambiado nuestro amor. 

Y a ti, lector o lectora, joven o no tan joven, te recuerdo que la felicidad está construida con dulces recuerdos y bellas esperanzas. Que nunca te falten ni unas, ni otros. Además, Unamuno advertía que “con maderas de recuerdos armamos las esperanzas”. Este verano (re)encuentra a tu amor o, al menos, colecciona recuerdos felices y construye grandes esperanzas, que son la base del equilibrio personal y la pértiga para superar las dificultades presentes y futuras.