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¡Adiós, profe!

Acabó el curso, y ellos, los alumnos y las alumnas, se despiden con un alegre “¡Adiós, profe!”. Y los educadores nos vamos también de vacaciones, a descansar,… y a echarles de menos. Sobre todo, cuando les has visto crecer, madurar (hasta un cierto hervor no definitivo) y luego, romper amarras, y seguir el curso de cada una de sus vidas, tan frescas, tan centelleantes, tan por escribirse. Pasan los años, y te reencuentras con ellos, tan mayorcitos, tan formales, tan respetuosos… que añoras aquella insolencia fervorosa y obstinada que surgía, quiero pensarlo, de cuánto te apreciaban ocultamente y de cómo habían de negarte ante los demás por tu ascendencia sobre su vida, todavía antes necesitada de referencias.

Los profesores debemos invertir tiempo, mucho tiempo, hablando con los niños y con los jóvenes, con la excusa de nuestra asignatura o en las tutorías, animándoles a hablar de sus intereses y preocupaciones ante los demás y ante ese adulto representativo que significa cualquier profesor que ame la docencia.

Los estudiantes pueden llegar a descubrirse, a comentarte sus inseguridades. Se preguntan y les aterra ¿qué hacer con su vida? Lo viven con un problema insoluble, para el que no se sienten preparados. Y te escriben un e-mail, ya terminado el curso, con pocas frases pero mucha angustia. Y debes contestarles en unos minutos, porque ellos son los verdaderos “minute-(wo)men” surgidos del Messenger…

¡Ah, mi entrañable A. (nombre de pila), CoCo (su pseudónimo por ella elegido)!

Estaba a punto de cerrar el ordenador, y por pura rutina lanzo el Outlook. Et voilà! Un mensaje del más allá, nada rutinario, con una pregunta final como un piano. ¡Ah, c'est la vie! Faltan años para que sepáis cuánto recuerdo el foro que representaba tu grupo, pero tu vivificante cuestión es un bálsamo para mi nostalgia.

A. del alma, con tus “casi” dieciséis años preguntas nada menos que por la “inseguridad”. Si hubiese que elegir la gran pregunta en tu etapa vital, la atormentada adolescencia, ésa sería la incógnita clave. Debo meditar (diría que incluso rumiar una respuesta de la altura de tu pregunta), y que alcance todo el calado que encierra. Pero también debo contestarte con premura una primera aproximación. Y quiero señalarte, A. (prefiero tu nombre verdadero), que lo que quizás vivas como un problema (la inseguridad, en ti, en los demás, en lo que te rodea, en los apoyos que crees tener o no,...), todo eso, creo que es UNA GRAN VENTAJA, UNA GRAN OPORTUNIDAD, y te hablo desde la experiencia que dan los años, que no la sabiduría (que de ésa tú posees mucho más). Y te trataré de explicar por qué. La seguridad, que sí es completamente necesaria para una niña, porque debe sentirse arropada, incondicionalmente querida por ‘todo el mundo’, y que sólo en un contexto de cariño puede desplegarse plenamente, luego PUEDE SER UN LASTRE.

A. vas a cumplir 16 años la próxima semana. Tú estás comenzando a sentir, seguramente más precozmente que otros condiscípulos y amigos, que te estás enfrentado con otro concepto de peso, LA LIBERTAD. Estás sintiendo, interna y tal vez dolorosamente, que la emancipación puede asustar inicialmente. La libertad de quien es consciente, no es algo trivial, es algo desconcertante, que asusta o, al menos, despierta recelo. Tú lo estás percibiendo, y eso me demuestra que estás en el mejor camino, el de la madurez personal que no todos ni todas recorren con valentía.

Yo tengo la completa certeza de que tú, apreciada A., sabrás superar esta transición. Sólo te pido algo que quizá te resulte paradójico ahora: “NO PIERDAS NUNCA UNA DOSIS DE INSEGURIDAD”, o dicho sin tantas negaciones, “GUARDA SIEMPRE EN TU ALMA UNA PORCIÓN DE INCERTIDUMBRE”.

Para mañana igual se me ocurre algo más. Ahora sólo queda decirte desde la perspectiva de mi edad, parecida a la de tus padres, cómo se puede llegar a envidiar aquello (la inseguridad de la adolescencia) que se vivió con desasosiego en su momento.

(Y a la mañana siguiente, otro mensaje casi consecutivo, tras su segundo e-mail)

Mi inefable CoCo – A.:

Te debía una contestación al último emilio y ahora con tu segundo envío paso a dar cumplida respuesta a ambos, como se merece tu disciplinada pertinencia. Y debo aplicar un tono profesoral en la respuesta, aún a riesgo de requerir con ello que debas aplicarte a acudir al diccionario para mejor consulta de sus siempre rigurosas clarificaciones.

¡Ah! La hondura de sus acertadas interpelaciones, perennemente enmascaradas en formulaciones ilusoriamente simples por su palmaria apariencia, me supera y debo repensar con extrema circunspección la respuesta. Por otro lado, el mismo epígrafe de encabezamiento Mikel vs. Aristóteles sólo puede aturdirme ante la sola posibilidad de que tú, incluso como chanza, puedas enfrentarme a tamaño cíclope de la filosofía.

Pero... ¡acepto el envite! Y SÍ, tú tienes razón, si TÚ estás conmigo, ambos nos enfrentaremos al molino aristotélico para combatir contra tan insuperable adversario. Las disquisiciones metafísicas no son blancas o negras. La fijación de una meta puede conducir a la infelicidad, que no es sino la medida de la distancia entre lo anhelado y lo conquistado, pero los SERES HUMANOS, quienes como tú aspiran a VIVIR, no pueden triunfar en tal hazaña sin METAS, que son el alma, las entrañas de la vida. Sin objetivos, no se vive, se muere meramente.

Pero la fortaleza no reside en imponerse metas, sino en el firme propósito de superar los desmayos, los inevitables errores, las continuas caídas, los avatares de la vida. ¡Imponte metas, CoCo-A.! Puede que otros sean más infelices con ello, por no alcanzarlas plena y puntualmente. Pero tú estás llamada a proponértelas, seguro que a intentarlas porfiadamente y a conseguirlas. En ello consiste el reto y la consecución gradual que es la verdadera vida.

Tu profe, Mikel

Nota final: Si has llegado a leer hasta aquí sin dormirte, es que ya colmas todas mis esperanzas en ti depositadas, que no pueden ser mayores.

Más que una persona

La playa es un lugar único, donde todavía se entremezclan todas las personas, sin distinción de clase, raza o religión. Vivimos en un mundo cada día más segregado, con barrios, escuelas e iglesias donde no se producen encuentros humanos imprevistos. Pero siempre nos quedará la playa. Representantes de tres continentes, venidos de muy lejos en tumbonas señoriales con lugareños arracimados bajo una sombrilla, ancianos y bebés, muchos descansando y unos pocos vendiendo alfombras de Bagdad que ya no vuelan. Todo tan exuberantemente humano que resulta insólito, pero nunca demasiado humano.

En medio de esta muchedumbre que diariamente se agolpa voluntariamente, resulta imposible entender y relacionar lo que cuentan los periódicos con lo que sucede alrededor. Por mucha escandalera que produzca el borrador del plan Ibarretxe, aquí los vascos hablan con los madrileños sin que parezca importarles nada el tema, ni a unos ni a otros. Los conceptos y las ideologías políticas, casi siempre ocultando turbios intereses económicos, quedan eclipsados ante la presencia masiva de esta humanidad espléndida en una playa. Aquí las entelequias de la unidad nacional (española) o la dignidad parlamentaria (vasca) se posicionan donde deben: muy detrás de las personas reales. Aquí no caben los voceros salvapatrias ni los falsos profetas que, con graves palabras vacías, sólo sirven para encrespar los ánimos y conducir a enfrentamientos que sólo son deseados por quienes esperan vivirlos de lejos.

En un día con dos noches (porque la siesta es obligatoria), bajo este sol común para todos, y viendo a unos críos mientras comen un bocadillo y balancean despreocupadamente las piernas desde las sillas en las que están sentados, aquí y ahora sólo cabe reflexionar sobre las personas. La magnificencia humana demuestra que, siendo iguales en derechos, somos muy diferentes. Sin duda, los mejores seres humanos son los más desvalidos: los niños y los mayores, los enfermos y los incapacitados, ellos son el mejor modelo de referencia humana por el testimonio que nos brindan con su alegría infantil, con su sabia experiencia y con su valentía vital, en definitiva, con esa voluntad de superar las dificultades de la existencia.

Pero hay un tipo de personas con un aura especial, que brillan con más colores que el resto de los mortales. Algunos nunca podremos pertenecer a este selecto grupo, de permanencia limitada a unos meses. Es fácil distinguir a estas personas en la playa: ellas valen por dos, o por tres, raramente por cuatro, pero a veces hasta por cinco o seis individuos. Su doble valor, como coraje y como valía, nos asegura el futuro a la humanidad, y ejercen la actividad más humana que conocemos. Demuestran que el hombre es mucho más que cerebro y corazón. Estas máximas maravillas del universo son las mujeres embarazadas, cuyo seno materno es la obra maestra de la creación. Este estado humano nunca será debidamente reconocido por nosotros, todos nacidos del vientre de una mujer, donde por primera vez escuchamos la lengua materna. ¿Cumplimos debidamente con el artículo 25 de los derechos humanos, que declara que la maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencias especiales?

Cuando desde ese océano de líquido amniótico primigenio que es el Mediterráneo se observa el bullir de la playa, no se puede asimilar las cifras recientemente publicadas de embarazos indeseados y abortos. Desde el máximo respeto hacia todas las creencias, y desde la plena convicción de que son las mujeres las primeras o segundas víctimas, resulta muy doloroso comprobar cómo hemos fracasado como humanidad cuando todavía se dan las circunstancias para que una madre se crea obligada a matar a su criatura. ¡Cuánto tarea nos queda a los educadores!

¿Sentiría la Sirenita?

Era la suma musa souvenir del universo, la inmaculada calumniada, briosa y sobria marioneta monetaria danesa de adanes, pero en volandas unos vándalos sin temperancia y pícaramente la arrojaron a las aguas con guasa para que solamente el salmonete sorteador soterrado espaciare y apreciase su linda figura en el submarino urbanismo. Con tenso tesón en un tierno trineo de su resumido sumidero como muestra del neutralismo y luteranismo con un presupuesto superpuesto de su ácida caída la han recuperado entera y eterna. El anecdótico acontecido no ha acortado ni coartado de acotar el atraco acreditado en el atardecido.

¡Pardiez, qué rapidez de patria pirata! Tras reanimar a la marinera y operar sin reparo con maestría de Artemisa su mutilación o ultimación, tras un penúltimo pulimento el pragmático pictograma pasa a su escenario necesario, donde con rutina de nutria, afición de oficina y refinamiento de enfriamiento queda como piropo propio de paraje sin pareja, mentidero mordiente maternal de lamentar la valentía de Leviatán.

Irónicamente es el renacimiento imperdonable e imponderable de su incesante sentencia de magia amiga o fiasco sáfico de flirteo de fieltro, friolera de florería, dualismo simulado egocéntrico y geocéntrico de maldición dominical. Un adiposo piadoso cree que amagarán un anagrama. ¿Prefacio o profecía de erotismo isotermo, la sirenita lo sentiría?

23-F, con F de Fachas

El reciente reportaje emitido por el Antena 3 sobre el 23-F nos ha permitido revivir nuestros recuerdos de aquellos acontecimientos. Las conversaciones telefónicas que el fantoche de opereta García Carrés mantuvo con Tejero y con Miláns del Bosch nos retrotraen al estilo cuartelero con sus abundantes ‘co*ones, co*os y por España’. Sus grotescos diálogos no debían ser de tan trasnochado patrioterismo cuando prácticamente todos los participantes en tan espeluznante ‘hazaña’ salieron de ‘rositas’. Todavía un guardia civil que intervino en el golpe y presente en el plató de A3 comentó que Tejero, aparte de dos incidentes aislados –Operación Galaxia y el 23F- tenía un historial envidiable. Con ese argumento se podría discurrir que Hitler, antes de provocar esa guerra mundial con 150 millones de muertos, fue un admirable bohemio amante del arte. 

En aquella aciaga tarde-noche de tricornios y de vergüenza ajena, muchos que habíamos cumplido obligatoriamente el servicio militar nos preguntábamos qué tipo de disciplina seguían aquellos asaltantes que apuntaban con sus armas a la representación popular, y qué tipo de cultura política vivíamos (y vivimos) que les exculpó porque actuaban a las órdenes de un mando, ante todo el gobierno, el congreso, y la cúpula militar. Allí nadie demostró verdadero patriotismo defendiendo con su vida la democracia, ni los guardaespaldas ni algún verdadero miembro de la Benemética que se opusiese a lo planeado y por inteligencia y valentía –al menos- desertase. Quiero pensar que la mayoría de nosotros nunca entendimos, no ya que tres fascistas montasen ese circo, sino que una nutrida troupe les siguiese, porque no se nos ocurriría ni secuestrar a parlamentarios, ni retener a persona alguna contra su voluntad, sólo porque nos lo ordene un impresentable déspota en nombre de… España o de lo que sea. Porque creemos en la responsabilidad personal que debe ajustarse a valores como democracia, ética, libertad, derechos humanos, respeto a la voluntad popular,…

Técnicas para amargarse

Llegar a ser un perfecto depresivo exige toda una vida de dedicación (Oír en entrevista radiofónica)

Quizá seas tú de esas personas vocacionales que decidieron amargarse la vida. Seguramente habrás logrado ya una buena dosis de aflicción, culpa y remordimiento, pero todo puede empeorarse con modernas técnicas que aporta la psicología. Se reseñan algunas recetas infalibles que aseguran el pleno fracaso vital a quienes las sigan sistemáticamente.

1. SIEMPRE TIENES RAZÓN. Amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende: no se nace atormentado, se hace. Para ello piensa que todo es blanco o negro, y que sólo existe una verdad absoluta: la tuya. Rechaza por norma lo que te digan los demás, sobre todo cuando puedan aportarte algo positivo. Pide que los demás cubran el mundo de alfombras, porque tú no piensas ponerte zapatos.
2. MÉTETE EN PROBLEMAS. Un verdadero resentido no se excusa diciendo que sufre problemas: los tiene realmente. Gradualmente vete complicándote la vida hasta poder decir, "me veo envuelto en una situación desastrosa". Si no tienes bastantes contrariedades, absorbe las de los demás. Llena tu vida con complicaciones graves y magnifica las menores, procurando otorgar gran trascendencia a cualquier suceso negativo.
3. VIVE TU OBSESIÓN. Elige algo trivial que te haya dolido, subráyalo permanentemente y no lo apartes de tu pensamiento, hasta que sólo vivas para mantener esa monomanía perturbadora. Además así incrementarás tu inutilidad para resolver las dificultades diarias y tus problemas ciertos crecerán contigo. Cuando tengas un disgusto, no te distancies, haz que perdure. Y si la situación cambia, muévete de tal forma que el problema continué con la misma o superior intensidad.
4. NUNCA TE PERDONES. Si perdonar a los demás es difícil, perdonarse a uno mismo lo es más, así que no te esfuerces. Llegarás pronto a la autocompasión. Puedes echar la culpa a los demás, o incluso peor: carga con toda la responsabilidad tú mismo, porque puedes imaginar que todo lo que acontece depende de ti, sin aceptar que hay situaciones que escapan a tu control.
5. RODÉATE DE QUEJUMBROSOS. Evita a esos inconscientes que -con voluntad y valentía- han superado sus desgracias, sobre todo si pretenden cambiar tu destino de mártir. Reconocerás que la vida sólo es un valle de lágrimas, donde los supuestos alegres son simples estúpidos inconscientes. Frecuenta deprimidos como tú, que comparten que “el mundo va de mal en peor”, para desmotivarte a fondo.
6. AFÉRRATE AL PASADO. Si quieres ser un desdichado evita que el tiempo sane las heridas con tres métodos. A) Sublima el pasado, pensando que fue la época bella y perdida que ya no regresará, recordando especialmente las relaciones felices cuando ya no tengan arreglo, si bien pueden aportar mucha pesadumbre, esperando por ejemplo esa llamada que sabes que jamás se producirá. B) Haz como la mujer de Lot y conviértete en auténtica estatua de sal, rememorando lo pretérito con nostalgia para impedir que el presente te traiga novedades o felicidad. C) Arrepiéntete de cualquier mínimo error que creas haber cometido, sobre todo si no fue tu culpa, para deprimirte aún más al saber que ya no puedes reparar la actual desdicha.
7. FRÚSTATE CON EL FUTURO. Aplaza los placeres y las alegrías cotidianas pensando que sólo en el lejano futuro las cosas mejorarán. Por supuesto, hasta entonces no debes disfrutar en absoluto. Confórmate con lo malo conocido y no pruebes lo bueno por conocer. Incluso puedes torturarte pensando en todo lo malo que probablemente te ocurrirá y que frustrará el incierto porvenir en el que pusiste tus vanas esperanzas.
8. EVITA EL ÉXITO. Así como los pequeños logros conduce a triunfos crecientes, sólo si tu camino está plagado de continuos tropiezos y desventuras llegarás a la desdicha total. Plantéate utopías imposibles de forma que tu autoestima no encuentre salida, a fin de que todo apunte a un rosario de fiascos encadenados. Nunca disfrutes con nada, sino que debes buscar infatigablemente qué te falta todavía y por qué sigues siendo un fracasado.
9. BUSCA LA DESGRACIA AUTOCUMPLIDA. Predice el peor de los temores posibles y convéncete de que los hados te conducirán inexorablemente a su encuentro. Piensa que nadie te aprecia y verás cómo lo consigues. La sola sospecha no debes verla como contingencia posible, sino como un probado hecho inminente. Una buena maldición si te la crees, la crearás y de este modo lograrás un destino fatídico.
10. NO CAMBIES NADA. Un verdadero amargado es fiel a su condena. Mantén intacto tu resentimiento generalizado, sin permitir que se disipe por consejo de amistades o vecinos, movidos seguramente por malas intenciones. Obcécate con las repetidas y comprobadas estrategias inútiles e ineficaces, evitando adaptarte o evolucionar. Supón que sólo existe “tu” fórmula de solución, y aplícala en más cantidad para cosechar con profusión la misma miseria.

Hay muchas más recomendaciones: Cultiva tus defectos; nunca preguntes a nadie cómo se encuentra, porque podría pedirte algo; no concedas favores, así evitas llevar la cuenta de lo que te deben; busca culpables y no soluciones; si discrepas de alguien, mejor retírale la palabra para evitar discusiones; di “no” a todo; llévate todos los pro­blemas domésticos al trabajo y viceversa; frunce el ceño para que sepan que desconfías de todos; no seas altruista porque nadie ha hecho nada por ti; las críticas que recibes son porque te odian; en tus relaciones que prime el ojo por ojo y el diente por diente; y si algo parece que va bien, desconfía, porque lo que sube baja, o porque tú serás la excepción de las buenas noticias.

¿Haces todo lo necesario para ser un perfecto desgraciado? Amárgate la vida, y así lograrás amargársela a quienes te rodean.

El milagro del trabajo

Si hubiese que elegir la historia humana real más épica, lírica y dramática sin duda sería una con dos heroínas: Anne Sullivan y Helen Keller.

La “Historia de la Humanidad” está tejida con millones de semblanzas personales, con héroes y heroínas cotidianos cuyo esfuerzo, fe, valor y voluntad crean un universo ético de valor incalculable. Son casi infinitas las acciones y las vocaciones que diariamente se despliegan por todo el mundo, para que la vida funcione tal y como la conocemos. Siempre son noticias de primera plana las desgracias y los males que aquejan a nuestro tiempo, pero por cada acto de maldad humana existe montañas de heroicidad, valentía y ternura de los grandes seres humanos anónimos que construyen animosamente la verdadera realidad.

Los ídolos que habitualmente se ensalzan en los medios de comunicación generalmente son hombres, con gran preparación, que alcanzan fortuna y prestigio, y cuyas vidas se exhiben como modelo social del triunfo. Casi siempre parece que fueron elegidos y señalados desde su cuna de nacimiento, disponiendo de posibilidades únicas por su origen singular y por sus extraordinarias dotes personales. Por todo ello, al leer sus vidas ejemplares puede parecer que estaban predestinados para el éxito sin mayor ahínco por su parte.

La mejor historia real de todos los tiempos, en opinión compartida por muchos, fue la odisea de la maestra Anne Sullivan y su alumna ciega y sorda Helen Keller. Justamente porque sus dos modestas protagonistas parecían sentenciadas irremediablemente al fracaso y por construirse su doble conquista personal con el único material del que están forjados todos los sueños: el milagro del trabajo esforzado, continuado y perseverante.

El relato de sus vidas es universalmente consabido por textos y películas, por lo que no lo repetiremos aquí. Sólo resaltaremos que Anne Sullivan provenía de un ambiente pobre, se había quedado casi ciega los 5 años y fue enviada a un orfanato donde su hermano murió. Helen Keller perdió la vista y el oído a los 19 meses, convirtiéndose en una niña salvaje y agresiva a quien su desesperada familia pensó en internar. El 3 de marzo de 1887, Anne llegó a la casa de Helen y comenzó su comunicación en lenguaje de signos trazada con sus manos. Tras una ingente labor, llegó el día en el que Anne llevó a Helen a la bomba de agua, y tras mojar su mano deletreó varias veces A-G-U-A en la palma de la niña. Al fin Helen comprendió que todo en el mundo tiene un nombre. Helen, acompañada hasta 1911 por su maestra y amiga Anne, aprendió a leer y escribir en el sistema creado por Louis Braille, se instruyó para ‘oír’ de los labios de las personas, tocando con sus dedos y sintiendo las vibraciones, llegó a hablar, sostener conversaciones y dictar conferencias en público, obtuvo un título universitario con mención Cum Laude, escribió libros y viajó con gran celebridad por todo el mundo hasta su muerte en 1968.

Cuando nos encontramos con situaciones domésticas o escolares difíciles para familias, alumnado o profesorado, siempre es oportuno recordar estas dos biografías de dos personajes con una cualidad insuperable al alcance de todos nosotros: el empeño voluntarioso que todo lo vence. Quizá lo más difícil entre estas dos fabulosas mujeres sería destacar a una preferida entre ambas: A los docentes permítasenos que distingamos a la "maestra milagrosa", porque ella hizo posible -con el esfuerzo de su alumna- la hazaña de Helen Keller.

Para concluir, oigamos una reflexión final de Helen: "Quien dispone de una mente que pueda ser educada y una mano que pueda ser entrenada, poseerá ideales realizables. El trabajo de la gente es ayudarle a que pueda ser mejor por sí mismo y pueda ganar méritos a través de su trabajo”.
[Abajo, foto de Helen Keller]

El deseo de Teseo

La leyenda del Minotauro es muy esperanzadora para niños y adultos, que compartimos con Teseo el deseo de Paz.

El mito de Teseo, Ariadna, Fedra y el Minotauro procede de la cultura minoica de hace 40 siglos, si bien fue recogido literariamente por el poeta latino Publio Ovidio Nasón en el inicio de nuestra era, poco antes del nacimiento de Jesucristo. Esta compleja tragedia de célebres personajes ha sido objeto de atención continuada por autores como Nietzsche, Freud, Cortázar o Borges.

La crónica comienza en Creta cuando reinaba el poderoso rey Minos. Cnosos, la capital de la isla, era famosa por el laberinto de intrincados corredores, en cuyo interior vivía el cruel Minotauro, un engendro con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de la Reina Pasifae con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. Minos recibió la noticia de que su hijo Androgeo había sido asesinado cuando se dirigía a participar en unos juegos olímpicos. El monarca reunió un ejército y cercó Atenas que se rindió, aceptando la condición de que cada nueve años enviaría siete jóvenes y siete doncellas a Creta para que ser arrojados al Minotauro. Sólo si alguno de los atenienses mataba al Minotauro y salía del laberinto, Atenas sería eximida de la condena.

Teseo, hijo único del rey de Atenas Egeo, se ofreció como candidato cuando por tercera vez hubieron de pagar tan ominoso tributo, embarcando con las víctimas en una nave de velas negras. El monarca y su heredero convinieron en que si Teseo lograba la hazaña, el navío retornaría con velas blancas. Estando ya en la prisión cretense, Teseo fue visto por Ariadna y Fedra, hijas de Minos. Cautivada Ariadna por la valentía del príncipe, decidió ayudarle a derrotar al Minotauro, indicándole un ardid sugerido por el constructor Dédalo: un hilo tendido para encontrar la salida cuando acabase la lucha.

Teseo exterminó al temible Minotauro y pudo regresar hasta la puerta, salvando la vida de sus compañeros y liberando a su ciudad de tan horrible condena. Al reembarcar Teseo, también subieron a bordo en secreto Ariadna y Fedra, que acompañó a su hermana mayor. Durante la travesía se refugiaron en la isla de Naxos para protegerse de una pavorosa tormenta. Vuelta la calma, emprendieron el viaje sin Ariadna, al haber desaparecido tras dormirse en el bosque, extenuada por el cansancio. Dionisio, o Baco dios del vino, la rescató y le ofreció casamiento e inmortalidad.

En Atenas cundía la angustia por la tardanza y diariamente el anciano Egeo acudía a la orilla, esperando el retorno de su hijo. Cuando el barco apareció en el horizonte, traía las velas negras. El rey desesperado se suicidó arrojándose al mar, que desde entonces lleva su nombre. Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar el signo de su éxito, las velas blancas. Teseo fue elegido nuevo soberano, rigiendo los destinos atenienses por largos años, y casándose con Fedra (lo que originó nuevos dramas épicos).

Esta leyenda exhibe un torrente de enseñanzas sobre las cualidades y los defectos humanos. Destaca atributos como el altruismo y el valor de Teseo, o el amor y la inteligencia de Ariadna, junto a yerros como el abandono de Ariadna, el olvido de Teseo o la desesperación de Egeo. Las metáforas también son innumerables: un ideal con estrategia, la confianza en uno mismo, la superación del miedo a lo desconocido, la fe depositada por otra persona, la validez de un buen consejo, la salida por amor del laberinto, la descuidada gestión de la victoria,…

La Humanidad se ve reflejada en Teseo y Ariadna. Con amor, resolución y talento podemos superar al monstruo de la guerra (Minotauro), que reclama una continua matanza de víctimas inocentes. Sólo cuando la violencia desaparezca de nuestras vidas, saldremos del laberinto histórico de muerte y desolación. No desesperemos nunca, ni abandonemos nuestras convicciones, porque algún día, nosotros también, avistaremos las velas blancas de la paz.

Charlie y la familia de chocolate

Tenemos la capacidad de construirnos (en) una amorosa familia para recibir todo el afecto, cariño y comprensión que merecemos y donde podremos ser nosotros mismos.

La película “Charlie y la fábrica de chocolate” de Tim Burton está fielmente basada en un popular cuento de Roald Dahl escrito en 1964. Estrenada el 15 de julio de 2005 ha merecido un notable éxito de difusión, que incluye una amplia reseña en la Wikipedia. El imaginativo libro es un clásico de la literatura infantil (tras un film de culto titulado "Un mundo de fantasía" que no llegó a estrenarse en muchos países) se encomienda una segunda adaptación cinematográfica al aclamado director Tim Burton, quien aporta su estilo marcadamente soñador a la entrañable obra original.

El producto es una aleccionadora comedia sobre niños y para niños, que recuerda la esencia de lo que auténticamente significa ser un niño. Se destina, oportunamente, a una infancia demasiado mimada en una época donde algunas familias parecen hechas de mal chocolate, pero no por su dulzura, sino por derretirse ante la menor calentura, como el palacio del sultán que aparece en la película.

La historia narra la vida de Charlie Bucket, un bondadoso niño de familia pobre que vive, junto a sus padres y cuatro abuelos en una vieja casa diminuta y destartalada, pero un verdadero hogar lleno de amor a la sombra de una descomunal fábrica de chocolate. Desde hace casi quince años, nadie ha visto entrar o salir de la fábrica a un solo trabajador, y tampoco han visto a su extravagante propietario Willy Wonka. A pesar de ello, incomprensiblemente, siguen elaborando grandes cantidades de chocolate que se exportan a todo el mundo. Un día aparece un trascendental anuncio, invitando a la famosa fábrica a cinco afortunados niños que encuentren unos cupones dorados escondidos entre las chocolatinas,…

Se describen, en forma de fábula caricaturesca, cuánto y cómo han malcriado algunos padres a sus repelentes hijos, tan ridículos como poseídos de sí mismos que apenas aprecian la maravilla de las alucinantes creaciones de Wonka. Uno a uno, por su grosera personalidad glotona, competitiva, mezquina o sabelotodo adicto a los videojuegos abandonan la visita antes de que haya terminado. Cuando sólo queda el pequeño Charlie, Willy Wonka le ofrece ser su único heredero con una condición imposible que obliga a renunciar a Charlie. Pero finalmente ambos descubrirán que Charlie ya era un afortunado por algo, como la familia, que faltaba a Willy, quien recibe un regalo aún mucho más generoso que el mayor emporio comercial.

La moraleja de la película, quizás demasiado explícita pero apropiada para el público infantil, es un canto al hogar y al tesoro de una familia unida que, frecuentemente, florecen mejor entre los menos pudientes. Son sublimes las escenas iniciales y finales. En las primeras puede verse el hogar de Charlie, donde la madre espera a su marido para ver si ha conseguido algo que mejore la aguada sopa de repollo. En las últimas, Wonka puede apreciar el valor de una familia reunida, donde tres generaciones comparten la magia de un menú lleno de amor. Quizá el momento supremo es cuando hasta el más pequeño de la casa, Charlie, reconoce con decidida valentía que nada es más sagrado que la familia. Decididamente el chocolate atesora un regusto de familiar a ternura.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/charlie.htm

La más bella profesión: Aprender juntos a tratar con el incesante universo

La más bella profesión: Aprender juntos a tratar con el incesante universo
5 de octubre de 2020 – Día Mundial de los Docentes – 
Docentes: líderes en tiempos de crisis, reinventando el futuro. Posts del 5 de octubre de años anteriores.
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