39 años con la MEJOR ESPOSA: CARMEN
HUMAN, tres películas sobre el amor, la paz, la felicidad,...
¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Qué es lo que amamos, por qué luchamos, de qué nos reímos, por que lloramos? ¿Cuál es la curiosidad que nos mueve? ¿La búsqueda de descubrimientos? Dirigido por estas preguntas, el cineasta y artista Yann Arthus-Bertrand pasó tres años recogiendo historias de la vida real de 2.000 hombres y mujeres de 60 países. Trabajando con un equipo de traductores, periodistas y cámaras, Yann captura temas muy personales y profundos que nos unen a todos: la lucha contra la pobreza, la guerra y la homofobia y el futuro de nuestro planeta. Todo ello mezclado con momentos de amor y felicidad.
Pensamientos de Bertrand Russell
Disfrutemos de sus grandes ideas, aunque estén resumidas en apenas unas citas:
- Los educadores, más que cualquier otra clase de profesionales, son los guardianes de la civilización.
- Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas.
- Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad.
- Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos.
- El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto de interés y el afecto de otros muchos.
- Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar.
- En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras.
- Una buena vida es aquella inspirada por el amor y guiada por la inteligencia.
- ¡Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía y poesía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna!
- El mundo necesita mentes y corazones abiertos, y estos no pueden derivarse de rígidos sistemas ya sean viejos o nuevos.
- Para llevar una vida feliz es esencial una cierta capacidad de tolerancia al aburrimiento. La vida de los grandes hombres solo ha sido emocionante durante unos pocos minutos trascendentales. Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de hombres de escasa valía.
- Tres pasiones, simples pero abrumadoramente fuertes, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad.
- Uno de los defectos de la educación superior moderna es que hace demasiado énfasis en el aprendizaje de ciertas especialidades, y demasiado poco en un ensanchamiento de la mente y el corazón por medio de un análisis imparcial del mundo.
- El secreto de la felicidad es darse cuenta de que la vida es horrible, horrible, horrible.
- Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos.
Chris Gardner, o el dilema entre desistir o insistir
Además de escuchar la entrevista en Colombia, vale la pena ver la escena estrella de la película, y cómo y por qué se grabó así, contado por Chris Gardner en este vídeo no anexado al post.
Divagaciones geniales de Tim Minchin
2. No busquéis la felicidad.
3. Recordad: todo es suerte.
4. Haced ejercicio.
5. Sed severos con vuestras opiniones.
6. Sed profesores.
7. Definíos por lo que amáis.
8. Respetad a la gente con menos poder que vosotros.
Twitter para la Felicidad
¡Disfruta tus triunfos! pic.twitter.com/IqU95rhqHp— Humanitas (@UHumanitas) 11 de julio de 2015
Cuánto nos sobra para ser felices... pic.twitter.com/jwzlnHzbzC— MartaEme (@martamj32) 19 de abril de 2018
Anthony de Mello y la felicidad pic.twitter.com/KkwJHJnMcR— Cultura Inquieta (@culturainquieta) 21 de abril de 2018
— Cristina Caro (@Caro69cr) 21 de abril de 2018
Poesía y literatura en Twitter
Potente metáfora sacada de la cotidianeidad, para aprovechar cada día y cada minuto. Carpe diem,... La vida no es "para llevar", sino para "comer aquí" y con todo.Nota del día vía @paito_b13 pic.twitter.com/kXHNeWWfmH
— Dr. Alberto Blázquez (@Dr_Blazquez) October 2, 2021
— literland (@literlandweb1) September 27, 2021Tres tuits de @Literland, una imprescindible dieta de aprendizaje y literatura para alegra cada día,... La literatura es el modo más elegante de ignorar la vida.
Y el amor, siempre el amor como el secreto de la felicidad, la esencia de la vida,... La felicidad es amor, no otra cosa. Quien sabe amar. es feliz."Alicia en el País de las Maravillas"
— literland (@literlandweb1) September 30, 2021
Lewis Carroll pic.twitter.com/isRxTYMCrt
Por último: el amor no necesita ser perfecto; basta que sea verdadero.“La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz”.
— literland (@literlandweb1) October 2, 2021
Hermann Hesse pic.twitter.com/pJ21DWaZWT
El amor no necesita ser perfecto, sólo necesita ser verdadero. #BuenosDias #BuenosDiasATodos #BuenosDiasMundo #FelizDomingo #3Oct pic.twitter.com/t8Mc68N2kl
— Imma Badia🌷 (@63imma) October 3, 2021
Curva sigmoidea: El secreto de la vida y la felicidad
De forma que si nos encontramos por mitad de la curva vivimos un momento de crecimiento continuado y máxima serenidad, llegando al punto (a) donde vivimos nuestro mejor momento en este proyecto. Poco después, en el punto (b) sentimos que entramos en una situación de declive. Un truco para evitar este decadencia sería renacer una vez llegados al punto (a) en el que nuestra euforia y confianza es total. Ese es el momento adecuado de cambiar de rumbo y comenzar una nueva curva sigmoidea.
Puede parecer contraproducente o arriesgado desprenderse en tan buen momento para empezar de nuevo y seguir creciendo, pero seguro que es más fácil abordar nuevos retos cuando se está en la cumbre que en situaciones de depresión. Arrancar aprovechando la inercia del éxito en nuevos proyectos personales y profesionales es lo óptimo, aunque no tiente el dejarnos llevar por el ascenso que se muestra aparentemente sin fin. Lo esencial es que empezar una nueva singladura no suponga abandonar todo lo vivido (incluido el aprendizaje del fracaso), sino proseguir la senda del crecimiento.
Nuevos conceptos de felicidad, riqueza,...
Cinco buenas razones para ir feliz a un hospital
- Para nacer uno mismo. Fue la primera vez que "nos llevaron" a un hospital, dado que ahora es muy infrecuente venir al mundo en otro tipo de lugar.
- Para ver a recién nacidos, siempre de la familia o de amistades muy cercanas.
- Para trabajar o ir formándose como sanitario, en medicina, enfermería, servicios auxiliares, docentes en aulas hospitalarias,... y contribuir a mejorar la salud de nuestros conciudadanos.
- Para colaborar como donante vivo de sangre, médula,... que será un regalo vital para otros seres humanos.
- Para apoyar, asistir o colaborar en alegrar la vida a quienes están hospitalizados,... en esas visitas a pabellones infantiles, o de acompañamiento de enfermos,... como los limpiacristales de hospitales del vídeo inferior.
- ¿A alguien se le ocurren alguna más, otra fuente de felicidad en un hospital? Seguro que nos dejamos muchas en el tintero. Podéis completarlas en los comentarios.
Pequeñas alegrías
Cada día está preñado de pequeñas alegrías, que hacen muy grande a la vida. Te levantas de madrugada, bebes un vaso de agua y piensas: ¡Ésta sería la mejor bebida si nos faltasen todas! Lo mismo sucede con los alimentos: ¿Cuál añoraríamos más si todos desapareciesen? ¿El pan, el tomate, cualquier fruta por modesta y común que sea como la manzana o la naranja? ¿Y el contacto diario con la naturaleza o la observación del firmamento? Y los olores… ¿El aroma de la medianoche, la fragancia del amanecer, el bálsamo del anochecer, o el aliento de un ser querido?
Porque lo más importante son las personas. Sí, ésas con las que convivimos, que tantas veces nos desquician: los hijos, los suegros, la pareja, los cuñados, las sobrinas, los vecinos, los conductores, los peatones, los gamberros, los cretinos,… Todos somos necesarios e imprescindibles. ¿Cómo podríamos apreciar la quietud pacífica de la noche si un desvergonzado no nos desvelase con un berrido intempestivo, que nos obliga o a acurrucarnos nuevamente o, a los insomnes, a escribir estas líneas? ¿O esos hijos adolescentes que te atruenan continuamente la casa con músicas estrepitosas, y que cuando se van al extranjero no te dejan concentrarte por el clamoroso silencio de su ausencia y el inquietante orden de sus cuartos? Y ¿qué me dicen de las reiteradas “batallitas” de los suegros, que el día menos hablador te preocupan y comentas con tu cónyuge: “Me parece que el abuelo está un poco mayor…”? ¿Acaso podríamos vivir sin ese beso descuidado que te da tu hija cuando sale cualquier tarde, tras pedirte una extensión de la paga? Y la “parienta” que te ha aguantado treinta años y que todavía cree que eres especial y único: ¡Ella sí que es excepcional!
Hay tesoros muy valiosos, pero ninguno tan preciado como la familia, que lo es todo. Y todos disponemos de una familia de la que preocuparnos y que se ocupa también de nosotros: se llama Humanidad. A menudo, no apreciamos lo obvio, lo gratis, lo cercano, lo nuestro,… ¡Qué ciegos podemos llegar a ser! ¡Levanta la mirada de este periódico, mira a tu alrededor y sonríe! Comprobarás que la vida es un espejo que siempre devuelva la sonrisa a los más risueños…
Nada y Mucho
El día comenzó extraño. Una ardilla, con el mismo increíble descaro de los gorriones y los gatos, se coló en nuestro pequeño jardín-patio, se paseó entre dos ficus y se quedó casi una hora descansando y mirándonos con curiosidad antes de escapar.
Luego en la piscina recordé súbitamente una melodía y dos titulares. Nadaba en mi particular estilo braza, modalidad rompehielos, para evitar que las briznas de hierba que flotaban sobre el agua fuesen mi primera ensalada sin aliñar. Me sentí dichoso, como uno más de "los esclavos felices”. Evoqué la obertura de dicha ópera, del célebre bilbaíno Juan Crisóstomo de Arriaga, nacido hace casi dos siglos en la calle Somera donde tantas veces jugué en mi infancia.
El malogrado "Mozart vasco" la compuso cuando sólo tenía 13 años. Moriría prematuramente en París sin haber cumplido los 20 años. Su primera obra la tituló "Ensayo de Octeto". Se la entregó para que la juzgara a José Luis de Torres, que anotó en la primera página de la partitura "Nada y Mucho", indicando que no valía demasiado en sí, pero que significaba mucho que un niño de 11 años la compusiera.
Con el paso de los años he aprendido la vida es eso: "Nada y todo". Un autor de éxito, Martín Seligman, redescubre en su último libro de autoayuda “La felicidad auténtica”, el nombre y la vieja receta de Aristóteles (eudaimonia). Resume la plenitud sentida ejerciendo nuestras capacidades como "mi perro que corre y persigue ardillas, luego existe”. Concluye que la felicidad consiste en poner nuestros talentos personales (aunque sean escasos como en mi caso) al servicio de una causa más grande que uno mismo, para dar sentido a la vida.
Muchos sabios aconsejan hacer diariamente por lo menos una cosa que nos desagrade. Dicen que así se hace la vida más provechosa y significativa. Yo, modestamente, me permito recomendar que también hagamos una cosa que nos agrade: así valdrá la pena vivirla. ¡Eso es lo que he aprendido en una vida que duplica la de Arriaga! He aprendido... que todo lo que una persona necesita es una mano que sostener y un corazón que entender. He aprendido... que el dinero no compra la felicidad. He aprendido... que es el amor y no el tiempo el que cura todas las heridas. He aprendido... que esas pequeñas cosas que suceden diariamente, son las que hacen fascinante cualquier vida. Sigo nadando, pero los hierbajos ya no me incomodan.
Podemos ser felices
La existencia, demasiado frecuentemente, nos hace sentirnos como David enfrentándose a los gigantes filisteos, sabiendo que sólo una vez en la Historia David ganó a Goliat. Nos abruma el sentimiento del mítico Sísifo, que cada jornada subía su roca a la cima para verla caer cada anochecer.
Somos fallidos perdedores, émulos del Hamlet de Shakespeare, del Fausto de Goethe y del Raskolnikov de Dostoievsky. Nos debatimos atormentados entre lo mímico mínimo y lo típico lícito, entre lo nítido físico y lo cívico lívido, entre lo tímido lírico y lo cínico rígido. Hemos vivido el ricino de lo finito y, quizá con sigilo, un pellizco del divino infinito.
Merecemos ser felices: Si no podemos abrazar a un ser querido, al menos evoquemos su recuerdo. Si no podemos oír una voz amiga, escuchemos una canción de amor. Si estamos solos, advirtamos el palpitar de nuestro corazón que late acompasadamente con otros. Si no podemos escapar de las preocupaciones, démonos un minuto de descanso. Si no podemos ver la esperanza cerca, cerremos los ojos. Si no podemos dormir sin pesadillas, soñemos despiertos. Si hoy no podemos ser dichosos, esperemos un nuevo mañana. Si la muerte nos ronda, confiemos en el más allá. Si no podemos ser felices, siempre nos queda el recurso de ser… inocentes.
La única fórmula de la alegría es sentirnos livianos, como ángeles capaces de volar al tomarse a sí mismos muy a la ligera. Kierkegaard nos dio un consejo: "La puerta de la felicidad se abre hacia fuera". Sólo olvidándonos de nuestro yo y pensando en los demás podremos ser dichosos. La felicidad es para quien la busca… en los demás. Vivamos tan intensa y altruistamente como podamos. No podremos ser felices sino regalando felicidad.
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Primera derivada
La “primera derivada” de una función mide su crecimiento, no su valor en un momento dado. La mayor parte de los elementos que valoramos en nuestra vida cotidiana, la felicidad, el amor, la familia, la amistad, la salud, el éxito, el dinero, la democracia,… condicionan nuestra existencia, pero más que por su medida concreta por su variación o “primera derivada”. Sólo comprendemos la importancia de la salud, por ejemplo, cuando la recuperamos o salimos de un trance angustioso. Aporta más bienestar mejorar nuestra posición social o económica (crecer), que mantenerse o disminuir desde una situación superior. Para expresarlo con claridad: un multimillonario que pierde la mitad de su fortuna, y se queda con sólo mil millones de euros puede ser más infeliz que un joven que duplica su modesto salario al progresar en su trabajo.
Esto también sucede a escala colectiva: las sociedades más felices y satisfechas no suelen ser las que más tienen, sino las que mejoran más sus condiciones de vida colectiva. Igualmente, se produce una gran depresión social cuando una ciudadanía ve estancado su progreso, o el de sus generaciones siguientes. Una fábula muy descriptiva demuestra el valor del crecimiento, más que el punto de partida. Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente muy feliz. El rey estaba indignado y no conseguía explicarse por qué su paje era feliz viviendo casi en la miseria. Llamó al sabio de la corte, quien le pidió una bolsa con 99 monedas de oro para una prueba. Pusieron al alcance del criado el dinero, con una nota que decía: "Este tesoro es tuyo. Disfrútalo". El sirviente lo recogió y contó las piezas: 99. “No puede ser”, se dijo, y las recontó varias veces. Escondió aquel capital, al tiempo que calculaba cuánto tiempo debería trabajar para conseguir su moneda número cien. Su optimismo, propio de quien había ido mejorando con el servicio al rey, desapareció para siempre: Había entrado en el “círculo del 99%”, de quienes tienen casi todo y se agobian intentando la plenitud. Antes, había ido progresando del 1 al 2%, al 3%,… pero ahora se enfrentaba a una mejora imposible. Todos hemos sido educados en esa necia suposición, de que siempre nos falta algo para estar completos, y sólo así gozar de lo que se tiene. Nos enseñaron que la felicidad debe esperar a completarse... Y como siempre falta algo, nunca se disfruta de la vida. Cambiemos para saborear nuestros tesoros presentes y para incrementarlos modestamente con gozoso entusiasmo.
Tres conclusiones prácticas:
1ª Cuanto mayor nivel de infelicidad, más fácilmente podemos comenzar a mejorar lo que nos reportará un alto grado de felicidad. Aprendamos de las gentes sencillas, de los pueblos felices que avanzan sobre sus desventuras.
2ª Valoremos lo que ya tenemos y por las mejoras accesibles, sin obsesionarnos por lejanas metas inalcanzables.
3º Sólo existe un camino infalible para actuar sobre la primera derivada y crecer imparablemente como personas y como sociedades: la propia educación en todos los campos de lo humano y de lo divino, formándonos y desarrollando nuestras inmensas capacidades físicas, emocionales, intelectuales, culturales, sociales, económicas y espirituales.
Artículo ilustrado en: http://mikel.agirregabiria.net/2004/primeraderivada.htm
Límites personales
Todo tiene sus límites. La madurez no es sino la penosa constatación de nuestro fracaso relativo en casi todo lo que hemos intentado durante nuestra vida. Perseguimos muchas metas, pero sólo alcanzamos algunas y a medias. Al fin descubrimos que todo tiene un límite, incluso la melancolía. Sólo con demasiados años juzgamos finalmente que la felicidad consiste en reconocer nuestros propios límites,… y amarlos.
La infancia y la juventud poseen como cualidades más preciadas la ilimitada esperanza en sus propias aspiraciones y la gloriosa sobreestimación de sus capacidades. La desbordante imaginación no tiene límites. La experiencia humana no toma conciencia de su ser sino en las situaciones límite. El aprendizaje, especialmente durante la adolescencia, va marcando los hitos de nuestra realidad personal. La naturaleza, que enseña la vía de los placeres, señala también sus intraspasables límites.
Pronto descubrimos que el progreso vital no consiste en ampliar los límites, sino en conocerlos mejor. El juego de ponerse límites a uno mismo es el mayor de las delicias secretas de la vida. Por ello, la “educación de la permisividad” ha hecho entrar en crisis al modelo escolar. La falta de capacidad de los adultos para poner límites a la juventud es el gran problema de nuestro tiempo. Todos hablamos de la necesidad de imponer límites, pero nadie se encarga de responsabilizarse: la tarea siempre le corresponde a otros. El profesorado dice: «Si en los hogares no les ponen límites, ¿qué podemos hacer nosotros?» Las familias responden: «La escuela ya no educa, nuestros hijos "se desatan" allí y en la calle.»
El establecimiento de límites contribuye a lograr la madurez psicológica y a formar la identidad personal. Alguien está bien definido cuando sabe lo que es y lo que no es; cuando ha elegido lo que piensa, siente y quiere. Los límites indican asimismo lo que no piensa, lo que no siente, lo que no puede y lo que no debe y lo que no quiere. Saber quién es, qué lo diferencia de los otros. Esto nos da conciencia de nuestra identidad. Esto nos da unidad y nos permite reconocernos y movernos adecuadamente en nuestro ámbito.
Los límites no recortan nada, sino que nos permiten distinguir entre lo real y la fantasía. Nos ubican en la realidad y nos definen como personas. Así descubrimos quiénes somos, con toda la riqueza y la pobreza que acompaña a este descubrimiento. Supone una agridulce sensación de desdicha y felicidad. Tristeza, porque siempre quedan expectativas defraudadas; bienestar, al comprender que somos totalmente originales, únicos e irrepetibles. Además, la condición de únicos da paso al amor, que sólo es posible entre personas diferentes que se complementan.
Los límites son altamente educativos porque la realidad es necesariamente limitativa. Mal que nos pese, no nacimos omnipotentes. Hemos de ir vislumbrando esto desde la niñez con la socialización. La realidad no es manipulable como el pensamiento mágico de la infancia egocéntrica. La vida muchas veces nos dirá no y habremos de aceptarlo o viviremos resentidos. La tolerancia a la frustración es un rasgo básico de la personalidad madura.
Toda genuina educación supone una racionalización, reducción o demora del deseo, que distinga el caprichoso antojo de la exigible necesidad. Si permitiésemos una satisfacción plena e inmediata de todas las continuas demandas de cualquier ser humano, sólo crearíamos un despótico monstruo ególatra. Ha de haber medida en las cosas, y ciertos límites, allende de los cuales el bien no puede subsistir. La libertad de cada uno tiene por límite lógico no provocar la opresión de los demás; al igual que existe un frontera al buscar la felicidad, el dolor ajeno.
Lo más difícil es establecer los correctos límites personales, sin caer en los dos errores extremos: sobrepasarlos o cercenarlos en demasía. Todo poder que no reconozca límites, crece, se eleva, se dilata, y por fin se hunde por su propio peso. Si el medio más seguro de ocultar nuestros límites es no traspasarlos, también es un profundo error creer que no hay nada por descubrir; equivale a tomar el horizonte por el límite del mundo. Sepamos que el espíritu humano se extiende a medida que el universo se despliega.
Para concluir y resumir nos quedamos con la narración insuperablemente del gran escritor portugalujo Juan Antonio de Zunzunegi: “Todo lo bueno se acaba y... / Y ésa es su delicia, que se acabe antes de terminar en la monotonía. / Sí...; sólo lo que tiene límites es hermoso”.
Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/limites.htm
El Misterio de Roseto o cómo ser una comunidad longeva
Roseto Valfortore se encuentra al pie de los Apeninos, en la provincia italiana de la Foggia, a unos 160 kilómetros al sureste de Roma. Como villa medieval que es, está organizada alrededor de su plaza mayor. Durante siglos, los paesani de Roseto trabajaron en las canteras de mármol de las colinas circundantes, o cultivaron los campos en terraza del valle, caminando unos ocho kilómetros montaña abajo por la mañana y haciendo el viaje de vuelta monte arriba por la tarde. Era una vida dura. La gente era en su mayor parte analfabeta y desesperadamente pobre. Nadie albergó demasiadas esperanzas de mejora económica hasta que a finales del siglo XIX llegaron a Roseto nuevas de una tierra de promisión al otro lado del océano.
En enero de 1882, un grupo de once rosetinos —diez hombres y un muchacho— se embarcaron para Nueva York. En su primera noche en América durmieron sobre el suelo de una taberna de la calle Mulberry, en Little Italy (Manhattan). De allí se aventuraron al oeste, y acabaron por encontrar trabajo en una cantera de pizarra 144 kilómetros al oeste de la ciudad, cerca de la localidad de Bangor (Pensilvania).
Los rosetinos comenzaron a comprar tierra de una ladera rocosa unida a Bangor por un escarpado camino de carretas. Levantaron casas de dos pisos estrechamente arracimadas, y construyeron una iglesia y la llamaron Nuestra Señora del Monte Carmelo. Al principio, bautizaron su pueblo Nueva Italia; pero pronto lecambiaron el nombre por el de Roseto, pues les pareció muy propio, dado que casi todos procedían de aquel pueblo italiano.
En resumen: Los rosetinos estaban sanos por ser de donde eran y por estar rodeados de quienes estaban rodeados. Habían creado su propio mundo, donde el poder del clan de arropamiento y el concepto de felicidad era distinto al concepto de felicidad que existía una vez salías de Roseto. Si quieres cumplir muchos años, elige vivir entre gente que quieres y que te quieren,...
Cuando el tiempo se desliza... es señal de felicidad
Feliz se es... cuando se deja de contar, de calcular, de aguardar,... Cuando aceptamos que las cosas se suceden con naturalidad, fruto de la semilla sembrada, conclusión lógica de lo inicial y de lo intermedio... Quien cultiva y cuida, recoge -en algún momento- la cosecha.
/ Si no quieres que la vida,/ Vaya más rápida ni más lenta.
Trata sólo de sentirla, / Cuando se te viene y se te acerca,/
como el pudor que ansía,/ la única feliz existencia.
Agradecer es la clave de la felicidad
Muchos más posts que nos enseñan a ser agradecidos.Millones de GRACIAS a todos por estar ayudando a compartir nuestro mensaje de Navidad sobre el AGRADECIMIENTO y así, entre todos, intentar hacer un mundo mejor. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS desde el corazón #reilusionarsehttps://t.co/yQFdwCxrBl— Luis Galindo (@luisgalindo_lg) December 27, 2019