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Laika: La primera astronauta en el Sputnik 2

Se está cumpliendo medio siglo de la carrera espacial. Ya celebramos el pasado 4 de octubre el lanzamiento del Sputnik 1, y hoy recordamos a su sucesor que llevaba vida al espacio exterior. El 3 de noviembre de 1957 Laika fue el primer ser vivo en orbitar la Tierra. Su aventura duró sólo unas horas, porque la cápsula no disponía de un control de temperatura fiable debido a las prisas por conmemorar el cuadragésimo aniversario de la Revolución de Octubre. Vídeos: Una animación y según Mecano. Abajo: Jonathan Coulton - Space Doggity.

Primeras impresiones del iPad 3 (el nuevo iPad)

Comprando el iPad 3 en el Apple Center de Beverly Hills
El mismo mismo que amanecimos en EE.UU., llegados con nuestros iPhone y el viejo iPad (foto buscando un wi-fi no prohibitivo), ante la dificultad de contratar ninguna tarjeta de datos móviles prepago que funcione en un Apple nos decidimos a comprar un nuevo iPad 3. Contratamos con Verizon un paquete que permitía utilizar 5 GB por 50$ (casi 60 por las tasas adicionales). Tenía que alimentar, actuando como un hotspot y trasmitiendo wi-fi para cuatro móviles) durante 14 días.

El trato en un Apple Center, estuvimos en el más cercano de Beverly Hills, fue inmejorable. Atención personalizada, sin colas, sin prisas, con casi una hora de duración hasta que por la rapidísma wi-fi preparamos el iPad para su inmediato funcionamiento (ver instalaciones en la foto inferior).

Es una delicia la velocidad del 4G o LTE (Long Term Evolution) que encontramos en Los Angeles y Las Vegas, pero no así en otras localidades menores de California y Nevada. Hasta que poco antes de despegar lo dimos de baja del contrato mes a mes, pero sin obligación de continuidad, disfrutamos de 15 MB de bajada y más de 5MB de subida (ver imagen con la medición tercera). Velocidades sólo comparables a las líneas por cable que se contratan (ver la segunda medición), sin teléfono fijo (¿para qué servían?) por precios del orden de 60$ mensuales con canales de TV para quien siga usando aquellos artefactos.

El iPad fue nuestro navegador secundario, con NavFree GPS Live USA, y lo llevamos constantemente en una pequeña bolsa. Hicimos fotos y vídeos, que inmediatamente subíamos por Instagram, PicPlz,... a Flickr, YouTube,... Para el vicio del geoposicionamiento era imprescindible disponer de datos móviles, porque un viaje se hace para contarlo... en el momento y desde el lugar.

Respecto al iPad de tercera generación, y como ya se ha escrito, la resolución es su gran baza. Tarda un poco más en cargarse, no hemos apreciado calentamiento excesivo y con los 16 GB de memoria, lo que más hemos agradecido respecto al primer iPad son sus cámaras, la trasera graba aceptablemente vídeo en 1080p, y la opción 3G (que ofrece actuar como hotspot, si el proveedor lo permite).
Beverly Hills y Hollywood
Prometemos una crónica más detallada y comparativa del iPad 3, pero el iPad 1 que nació con nuestro nieto ya tenía que estar a su disposición. Una foto adicional con el nuevo iPad ante un anuncio, había muchos, de su reciente comercialización.

Disculpen mi ausencia de este blog,...

Esperando a los nietos y a la nieta
Durante unos días hemos sido demasiado felices para poder dedicar ni siquiera un minuto a este blog de encuentro con quienes nos leen. Nietos y nieta, hija e hijo, playa, piscina y nuevamente playa,desayunos, comidas y cenas,  amistades y labores de hogar, junto al espíritu de la AlicanTerapia (ver en fotos) nos han ocupado tan plena como maravillosamente.
Julen y Mateo
Ya en septiembre recobraremos el ritmo de publicación, pero ya sin prisas,...

Una terraza con wifi

Una terraza con wifi 
Una terraza con wifi
una terraza con brisa, 
una terraza que brilla,
una terraza con vistas.

La felicidad es una terraza,
soleada, abierta y en compañía,
una costa visible en lontananza, 
un amanecer vivo cada día.

Ver pasar la vida pausada
tan lejos y tan cerca, tan rica,
profunda es la paz que se alcanza. 
al huir de esas tristes prisas.

El secreto del éxito de IKEA

Montando un mueble de IKEA
El secreto del éxito de IKEA es múltiple y complejo (precio respecto a calidad, globalización planetaria, publicidad eficiente, diseño ergonómico, simplicidad de embalajes planos,...), pero se basa en una razón psicológica elemental: IKEA nos convierte en arquitectos que interpretan planos, ingenieros de diseño y artesanos del montaje, cuando en realidad estamos jugando a un mecano infantil.

IKEA sabe hacernos felices al hacernos creer que somos capaces de realizar cosas que no sabíamos que estaban enteramente a nuestro alcance, en lo más básico de nuestras competencias. La felicidad consiste en proponernos retos que están a la altura de nuestras condiciones y en el camino de lograr dichos desafíos con un esfuerzo proporcional al placer de lo logrado.

IKEA nos pide un poco de fuerza para transportar, un mínimo de habilidad para ensamblar et voilà... ahí esta la felicidad al disfrutar de lo conseguido y recordarlo mientras usamos esos muebles que hemos contribuido a crear.
Muebles montandos de IKEA
Post tras una visita a IKEA en Barakaldo, y sorprendernos por la buena atención de un joven personal sin prisas, con buen humor y atento a la clientela incluso en un sábado como hoy.

En "El País" no saben matemáticas...

Esta luctuosa noticia venía acompañada de un error imperdonable: Confundir 1,35 horas con una hora y 35 minutos. Dado que una hora tiene 60 minutos (no cien minutos), 1,35 horas son una hora y 21 minutos. Con lo que el titular quita 14 (35-21) minutos a la espera de la ambulancia. Será por las prisas... que mejor si se hubiesen aplicado en la asistencia médica. Enviamos una rectificación en sus comentarios (a la espera de su reacción, si se publica o no). Minutos después, a las 16:34, sin publicar el comentario (que debía haber sido el 4º), ni agradecer privadamente vía e-mail la corrección, enmiendan el titular (véase abajo). Son unos desagradecidos, y eso que la nota era cortés y meramente explicativa. Por todo ello, se merecen este post.

Materia con tendencia a morirse

Recientes sucesos nos han evidenciado, una vez más, que sólo somos sujetos hechos de substancias con una inexorable inclinación a perecer… Ustedes, estimados lectores y yo mismo, el señor Ibarretxe y el señor Aznar, hasta el mandamás Bush e incluso el arrogante Charlton Heston, el Ben-Hur olímpico, el Moisés que separó mares, el Cid Campeador, el Simio del planeta, el defensor de Pekín durante 55 días, con su todopoderoso rifle… se nos muere, y aparece vencido por el mal de Alzheimer.

Los más diversos acontecimientos, ya sean felices o luctuosos, demuestran una decidida predilección a la baja de todos los sistemas y tejidos mortales, una ineluctable propensión de la carne humana a descomponerse más o menos vertiginosamente, con una irrefrenable predisposición y querencia de expiración que resulta harto preocupante. La vida no es sino un complejo cúmulo de fenómenos que se oponen a la muerte... sublimemente. Basta una única excepción de un solo eslabón aislado en tan prolija y milagrosa cadena, para determinar el final... de otro infinitesimal... ser vivo... que creyó... que vivía.

Ante tan infalibles leyes de la prosaica coexistencia en un espacio vacío fruto de un “big bang”, afanosamente nos debatimos en sociedad de socorro mutuo para abordar la quimera de la supervivencia antes de la axiomática extinción individual y colectiva. Sólo con la máxima clarividencia superaremos los avatares del odio siempre innecesario que amarga la injusta, infausta y trágica (¿pre?)existencia terrenal, durante un lapso temporal siempre demasiado efímero. Por tan fastidiosas razones resonando bajo los sones del postrero juicio final, acepten el consejo de este quejumbroso bufón: ¡Tómense unas dulces vacaciones y a la vuelta hablaremos de la política y otras menudencias! ¡Ah, cuídense de no precipitar la gran transición propia o ajena por las prisas de conducir impulsivamente para tratar de huir de la misma realidad que les espera allí donde vayan! Y, por favor, ¡no pierdan nunca esa lánguida costumbre de… vivir!

Sensaciones laborales

Dejemos las prisas a los esclavos”, dijeron. “Ahora lo entiendo”, susurró uno de aquellos.

El trabajo, al igual que el ocio, ofrece diversidad de emociones. Frecuentemente, evocamos una imagen que representa nuestra tarea a la perfección: La del mago de los platillos rotatorios. Es un espectáculo que siempre nos fascinó a algunos, de pequeños y de mayores. El artista comienza pausadamente poniendo un primer plato sobre la varilla, y le imprime un giro que lo mantiene en el aire. Sigue añadiendo platos, con pausas para rotar a aquéllos que –al frenarse- parece que van a caer. Y continúa, con veinte o treinta discos en equilibrio precario, hasta que superado por la situación se le cae alguno. Entonces, confiando en que la primera rotura marque su récord, va recogiendo los restantes con la esperanza de minimizar los fallos y optimizar la función.

Habitualmente así empieza una jornada laboral. Al inicio, parece que será tranquila. Uno, dos o cinco temas (o platillos) bien vigilados y bajo control. Entonces, comienzan las llamadas, las urgencias y las sorpresas sobrevenidas. Manteniendo todo en vilo, evitamos las caídas estrepitosas. Casi siempre se consigue. A veces, no. Claro que las sensaciones extremas, cuando se prolongan, acaban por no sentirse. Ésa es nuestra esperanza. Al final, casi se le coge gusto a la celeridad, a la aceleración. Así aprendemos a diferenciar el vicio de la prisa respecto de la virtud de la actividad.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/sensaciones.htm

¿Por qué es mejor el verano?

Aunque podrían ser muchas más, enunciamos quince razones por las que preferimos veranear a trabajar,…

Tras la súbita transición entre la pausa veraniega y la rutina laboral conviene elaborar una lista de motivos concretos por los que somos dichosos en vacaciones, incluso más que un fin de semana de descanso en período no estival.

Lo primero es por todo aquello de lo que nos desprendemos. Despojarnos y quedarnos SIN:

1. Reloj, despertador, horario, agenda,...
2. Teléfono, ni llamadas o e-mails de trabajo.
3. Zapatos (descalzos o en chanclas se vive mejor).
4. Necesidad de coche, atascos, metro, transportes públicos,…
5. Prisas, urgencias, asuntos pendientes, problemas irresolubles,…

Y sobre todo, lo esencial que cambia nuestro entorno y percepción,… es vivir CON:

1. Luz, más horas de sol y más claridad durante todo el día.
2. Una meteorología favorable, de agradable temperatura diurna y nocturna.
3. La siesta, y un mayor número de horas (semi)dormidas, en tumbona a poder ser.
4. La piscina, el mar, el contacto con el agua, la arena, el césped,...
5. Sentirnos al aire libre, en el porche, el jardín, el campo, la naturaleza,...
6. El mero espectáculo de la gente despreocupada, sonriente y feliz.
7. Los viajes y las comidas y las sobremesas con los familiares y las amistades.
8. Momentos para reflexionar, sosegarnos, serenarnos, analizar con mayor perspectiva,…
9. Ocasiones de cuidar y agasajar a los seres queridos que no podemos ver todos los días.
10. Más tiempo compartido y disfrutado con las personas más amadas.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/verano2.htm

Menos es más

¡Alto! ¿Adónde vamos con tanta precipitación?

Antecedido por profusas apelaciones de las diferentes religiones al ascetismo y a la sobriedad, fue el poeta Robert Browning quien acuñó la frase: "Less is more” (menos es más). Recientemente desde el vanguardista universo cultural californiano, la revista “Coevolution” de híbrida influencia budista-hippie mantuvo que la gran sabiduría era coexistir con simplicidad voluntaria y austeridad franciscana. El redescubrimiento postmoderno de los bíblicos lirios del campo y las aves del cielo. Así nació el neologismo “downshifting” (­que podría traducirse por cambiar a menos o desacelerar), con la fuerza de que sólo un término anglosajón sabe condensar y propagar.

Fue un movimiento de reacción contra la cultura yuppie de los “workcoholics”, adictos al trabajo. La resurgida pintada del mayo del ‘68: “No consumáis, no trabajéis”, como respuesta a la estresada vida del trabajador contemporáneo, regida por lo que Max Weber definió como el espíritu protestante generador del capitalismo, según el cual para que Dios nos quiera y acepte en el cielo previamente hemos de demostrar el triunfo en la tierra. Dos autores, Vicki Robin y Joe Domínguez, aportaron su grano de arena en la lucha contra el consumismo con un libro-guía de título sugerente, “La bolsa o la vida”, best-seller durante años. Se convirtieron en portavoces de una forma de vida más sencilla, en busca de la frugalidad, renunciando a caprichos y, en su caso, proponiéndose literalmente vivir de las rentas. Con esta fórmula detectaron de cuánto se puede prescindir, en sueldo y horas de trabajo. Buscaron un equilibrio vital más satisfactorio, si bien la fórmula americana no es trasplantable a la mentalidad europea, donde lo laboral cumple funciones de autoafirmación y de contribución al desarrollo social.

Desde el empacho de la abundancia inventamos el “lujo” de prescindir, de vivir con modestia para pensar con grandeza. Renunciando a competitivos puestos de inacabable jornada laboral, para descubrir recónditas vocaciones idílicas de bajo rendimiento económico, pero alta gratificación personal. Incluso los hábitos más simples de alimentación cambian drásticamente, para ganancia de salud y tiempo. El giro nutricio pasa del rojo al verde, del sangrante filete de búfalo al verdor de la huerta ecológica, renunciando a la pesada dieta chamuscada de cancerígena barbacoa, rebozada en colesterol y endulzada con azúcares industriales. O la parquedad del hogar con espacios vacíos frente a la opulencia sobrecargada de cachivaches tan suntuosos como inútiles. La existencia relajante requiere silencios en estancias desiertas, como la arquitectura minimalista de Mies van der Rohe, para dar cabida a la vida humana.

El dinero no da la felicidad, decimos los pobres… y es verdad. Sólo tenemos una vida, que está sazonada de pequeñas alegrías. Nuestra existencia merece algo más que diez horas de trabajo, dos de atasco, una de engullir, otra para arreglarse (eso quienes tengan arreglo) y, con suerte, ocho de sueño, que suman veintidós horas diarias. Apenas restan 120 minutos de “vida” por jornada. El mandato se decanta hacia “vivir más con menos dinero”, cambiar nivel de vida por calidad de vida. En definitiva, la versión modernista del hombre feliz que no tenía camisa o de las comunidades fundadas sobre la pobreza.

Un consejo: Limpiemos nuestra vida de lo superfluo. Un método simple es la mudanza ficticia. Imaginamos que cambiamos de vivienda, y empaquetamos las pertenencias de un cuarto, dejando el aposento "lleno de aire, como vino al mundo". Entonces recuperamos sólo lo indispensable, desembarazándonos de lo sobrante. Es muy recomendable esta limpieza cada año. Librémonos de viejos papeles y trastos, que están obstruyendo nuestro ambiente.

Felices los que tienen tiempo para sonreír, o para ir a casa y jugar con sus hijos creciendo. Menos horas de trabajo significan más tiempo con la familia. Seamos como niños sorprendidos que se detienen para observar algo nuevo en cada paseo, sin prisas. Levantemos ligeramente el pie del acelerador de nuestra vida para oír música, leer por placer, meditar un poco, escuchar y acompañar a los demás. Vivir es un arte donde al final descubrimos un axioma: “Sufro lo que negué y lo que guardé, perdí. Tuve lo que gasté, pero siempre tendré lo que di”.

Odias y amas

El desarrollo de la inteligencia emocional era una de las áreas básicas de aquel innovador proyecto educativo que significó el Centro KIDEAK. Una prometedora metodología para su aprendizaje fue la redacción por parte del alumnado de sus preferencias y animadversiones, a fin de conocerse mejor a sí mismos y a sus compañeros. Se les pedía una rápida introspección escrita en apenas cinco minutos, sin pensárselo demasiado, de aquello que más odiaban, más les displacía, más les gustaba, más amaban y más les encantaba. En ese orden, desde el odio al amor. He aquí, tres resúmenes verídicos de tres alumnas.

Soy Y. (14 años). ODIO PROFUNDAMENTE... que el profesor de euskera nos mire a las tres que estamos en la esquina como si quisiera que le diéramos el visto bueno a lo que ha dicho; las comparaciones entre las personas; las mentiras; que la gente sea impaciente; hacer daño; la deslealtad; la política; la espera; las discusiones por tonterías; las injusticias; la alergia; que la gente crea que no es capaz de hacer algo; el ir andando con alguien que lleva el paraguas en el brazo que te va dando en la pierna; las generalizaciones. Odiaría ser minero; la humedad; renunciar a algo antes de intentarlo; los contestadores; el sonido del teléfono.

AMO APASIONADAMENTE... que la gente escuche y sea leal; conseguir los objetivos; las cristaleras; la luz; los colores; comparar los jardines; viajar; aprender; los niños; la naturaleza; el silencio; las fresas; el atardecer; el olor a mar; los olores agradables, como el del pan; levantarme por la mañana con el canto de los pájaros; oír ruidos; asomarme por el balcón; la noche; la luz de la luna; mirar el cielo oscuro en las noches calurosas de verano; advertir las formas de las nubes blancas con el azul celeste de fondo; recordar momentos agradables; imaginar; el ambiente por las mañanas primaverales; el silencio del autobús de la mañana cuando todos van dormidos; observar a un niño mientras duerme; mirar por la ventanilla de un avión; que todo salga como se había esperado; la sonrisa; la amabilidad; el compañerismo; la alegría; el no sentirte solo; sacar fotos; recordar viajes o lugares visitados mediante las fotos; escuchar música significativa; ver a la gente contenta; ver a extranjeros o gente de otros sitios visitando el lugar donde vives; la curiosidad; las buenas sorpresas; comprar regalos,…

Soy I. (16 años). LO QUE MÁS ODIO: Odio profundamente sentirme impotente; que los profesores de este año exijan muy por encima de lo que explican; que la gente pida a otros lo que no está dispuesta a cumplir; madrugar; el no poder confiar en alguien; la hipocresía; la sobrevaloración de las matemáticas; a las señoras que van de cuatro en cuatro por la acera y jamás se apartan para que; los actores/actrices y cantantes que basan toda su fama y fortuna en su físico. No me gustaría ser forense, enterrador, empleado de funeraria, carnicero, pescador, juez... No me gusta hablar por teléfono.

LO QUE MÁS ME GUSTA: El olor del mar; pasear por la orilla del mar; ver un puesto de frutas; los amigos; la coherencia; la seguridad en una misma; el ser consecuente con las ideas; los crepes de mantequilla y azúcar; ver muchos chupa-chups juntos; la niebla que se levanta entre las montañas; las casas con mucha luz; vivir en un ático; la diversidad de personas en el metro; preguntarme qué hacen y de dónde vienen las personas con las que me cruzo; ver reír a un bebé; el David de Miguel Ángel; las mujeres embarazadas; los padres con niños en la bici; los libros antiguos; la pasta italiana. Me gustaría conducir sin rumbo, recorrer Europa en coche con amigos. Me gusta leer; oler algo y recordar un lugar en el que has estado. Recibir cartas. La lluvia. El sol. El anochecer. El silencio. Tumbarme en la hierba. Los ríos. La luna. El cielo. La filosofía. Sorprenderme. El cine. Groucho Marx. Ver que todo encaja, que todo tiene sentido. Mirar por las ventanas. Volar. Llegar a otro país. Imaginar. Encontrarme con alguien que hacía mucho que no veía. Discutir ideas. Poder ayudar a alguien.

Soy L. (16 años). ODIO ponerme roja; las mentiras y los incumplimientos; las prisas; el insomnio; la soberbia y la hipocresía; las generalizaciones. Odiaría ser cobrador de autopista, veterinario, enterrador o marinero. Odio que me chillen al oído; los prejuicios y la incoherencia; dejar mensajes en el contestador; los espacios pequeños; el alboroto; estar quieta.

ADORO la lealtad, el dulce, el amanecer y el crepúsculo, el mar, la luna, el sol, las olas, el cielo; viajar, las ventanas grandes. Me gustaría vivir frente al mar y poder tener las cortinas descorridas. Me gusta observar a la gente, hablar, mirar a los ojos de un bebé, ver a los niños sentados en los carros de la compra. Quiero conducir ya. Me gusta relajarme y pensar. Reconocer olores. Recibir cartas. Me gusta la niebla, acompasarme a la respiración de quien está dormido; andar; el agua. Adoro las estrellas. Me gusta aprender cosas útiles y ayudar a los demás. Me gusta mirar por la ventana del coche y ver las hileras de los huertos (encaja, no encaja...). Me gusta soñar despierta. Me encanta hablar en otros idiomas y conocer gente distinta; encontrar la relación entre los fenómenos, las personas, las cosas,…

¿Por qué no escribimos también nosotros estas sensaciones? Empecemos por aquellas cosas que nos desagradan, para ir dando paso a todo aquello que nos hace felices. Después podremos tirar a la basura los odios, y dedicarnos toda la vida a aquellas tareas que nos placen y que, seguramente, son también las que hacen dichosos a quienes conviven con nosotros.