Esperando un esperanto

El Esperanto es una lengua universal que no se habla en ningún sitio: Ésa es su mejor cualidad.

El Esperanto es un idioma inventado cuyo propósito es servir de lenguaje de comunicación entre personas que hablan diferentes lenguas maternas. Fue desarrollado entre 1877 y 1885 por el médico judío Lázaro Luis Zamenhof, nacido en Bialistok, una zona donde Polonia y Lituania era un solo país bajo el dominio de Rusia.

Zamenhof creció en una sociedad donde se hablaba el polaco, el alemán, el lituano y el ruso, además del yiddish propio de los judíos, así como el hebreo y arameo que empleaban los rabinos. Cada barrio tenía su propio idioma y la incomprensión entre las gentes era absoluta. Pensó que una lengua común evitaría aislamientos, enemistades y conflictos. Descartó las lenguas hegemónicas de su tiempo (francés, alemán, inglés y ruso), porque eran difíciles de aprender y otorgarían ventaja a sus hablantes nativos con respecto a quienes las aprendiesen como segunda lengua. También rehusó las lenguas "muertas" con las que estaba familiarizado, el latín y el griego, porque eran complicadas y con pocos hablantes.

Dos son básicamente las ventajas de un lenguaje artificial como el esperanto: 1ª) Es un idioma neutral, que no siendo nativo de ningún grupo o etnia “pertenece” por igual a todas las personas. 2ª) Es relativamente fácil de aprender, e indudablemente mucho más asequible que cualquier idioma natural. Toda su gramática con todas sus reglas, y sin excepciones, se reduce a una sola página.

Las terminaciones indican el carácter de cada término: ~O, sustantivo; ~A, adjetivo; ~E, adverbio; ~J, plural; ~N, acusativo (complemento directo). En los verbos indican el tiempo: ~AS, presente; ~IS, pasado; ~OS, futuro; ~US, condicional; ~U, imperativo; ~I, infinitivo. Los prefijos son: BO~, parentesco por matrimonio (bopatro = suegro); DIS~, la diseminación (doni = dar; disdoni = repartir); EK~, el comienzo de la acción (iri = ir; ekiri = partir); GE~, la reunión de los dos sexos (gepatroj = ambos padres); MAL~, lo contrario (facila = fácil; malfacila = difícil); RE~, repetición (fari = hacer; refari =rehacer). Los principales sufijos son: ~AD, duración (paroli = hablar; paroladi = dar un discurso; ~ET, diminutivo (dometo = casita); ~IN, femenino (bovino = vaca);… Con esto, y un poco de vocabulario, ya es posible hablar en esperanto.

¿Por qué no ha triunfado aún esta utopía que cualquier niño podría imaginar, un lenguaje común con el que todo el mundo se entendiese, sin renunciar a los idiomas propios de cada cultura y de cada comunidad? Todos nos lo preguntamos, pero quizá algún día este ideal será posible. Esperanto significa en este idioma "el que tiene esperanza". Muchos confiamos, porque el esperanto no es sólo una lengua, sino un vehículo de amistad (Esperanto estas ne nur lingvo, sed vehiklo de amikeco).

Mikel Agirregabiria Agirre.
Esperantista desde 1970

La abeja de todas las flores se aprovecha

"Aprovecha la vida, sólo hay una y una no es ninguna".
Dicen...
[Última foto de Anne Frank y de su hermana Margot tomada en 1942]

Arguiñano hasta en la sopa

El famoso showman vasco es un filósofo, humorista y cantante que entretiene… mientras cocina.

El niño grande que es Arguiñano nos demuestra cada día que la cocina es, al mismo tiempo, un juego de niños y un placer de adultos, porque cocinar con cariño es un acto de amor, al alcance incluso de los hombres.

Surgió de ETB, la televisión vasca, y ahora surca las ondas hertzianas de medio continente europeo y americano. Arguiñano ha logrado ¡con fundamento! que en la parrilla televisiva sus programas sean como las lentejas: O las tomas o las dejas.

Mientras el polifacético Arguiñano ameniza las mañanas cocinando casi todo, las alternativas de programación son telenovelas o prensa del corazón. Arguiñano reparte consejos dietéticos tales como que lo que engorda es… el sofá, al tiempo que nos cuenta sus peripecias personales o invita a otros cocineros como Arzak, sin arrimar el ascua a su sardina.

Y pensar que todavía hay quien cree que el genial Karlos Arguiñano es sólo cocinero. Quizá no sea el mejor cocinero del mundo, pero indudablemente es el mejor comunicador. ¡Gracias, Arguiñano!

Política de cine

Paralelismos entre cine y política, destinados al mismo público espectador y votante.

Una antigua idea me ronda la cabeza, ahora que comienza el Festival de Cine de San Sebastián, como siempre al inicio del curso académico y político. La ciudadanía –mayoritariamente- somos gente variada que vemos incontables películas que nos han habituado al lenguaje audiovisual y que ejercemos como votantes esporádicamente.

La política puede ser vista como una película más. Seguramente es un filme pesado, que se repite mucho, inacabable, con poca lógica y que no siempre acaba bien. Los electores queremos que los políticos nos expliquen sus programas para que podamos entenderlos con facilidad, al igual que un guionista se esfuerza en interesar a los espectadores, de los que sólo espera en el cine el esfuerzo mínimo de comer palomitas. Sin embargo, no somos tontos ni queremos que se nos trate como estúpidos, ni como espectadores ni como votantes.

En política frecuentemente falta un guión que estructure el programa propuesto por cada partido para hacerlo accesible al conjunto de la sociedad. Un argumento, desde Aristóteles hasta el cuento corto de Allan Poe, debe reunir tres componentes fundamentales: Logos, un discurso inicial; Pathos, el conflicto o el dilema a resolver; y Ethos, un mensaje claro con los valores o las soluciones que se pretende transmitir.

Al igual que en el esquema cinematográfico, en la política cada elector elige su “protagonista”, con un “objetivo” a conseguir y un obstáculo en forma de “antagonista”. Habitualmente suele haber una historia paralela, una historia de amor con “la chica”, que puede acabar bien o mal. Además aparecen actores secundarios, “un amigo” por ejemplo, que puede convertirse en “el traidor” y complicar la aventura al personaje principal.

Los políticos, como los directores de cine, deben conseguir que el votante se identifique con el protagonista, y para ello desde el teatro clásico griego se conocen los mecanismos para generar esa complicidad. En definitiva, se trata solamente de provocar en el espectador una "catarsis", una purificación, bien en el caso de la Tragedia a través de la piedad y el miedo por compasión de lo que padece el protagonista, o bien en el caso de la Comedia mediante la risa y el humor, sublimando y gozando del esfuerzo del personaje en su lucha.

Por último, la estrategia de la comunicación regula el manejo de la información con dos fórmulas complementarias. Normalmente los espectadores se van enterando de la trama al mismo tiempo que el protagonista, viviendo las mismas sorpresas inesperadas del argumento, por ejemplo cuando el problema se complica y parece imposible resolverlo. Pero, a veces, los espectadores saben más que el protagonista: Alfred Hitchcock recuperó con el suspense el ingenio propio de los teatrillos de marionetas, donde los chiquillos gritan más cuando la bruja aparece por el extremo opuesto mientras el protagonista distraído mira en dirección opuesta.

En la política actual parece predominar el suspense sobre la sorpresa. Casi todos sabemos lo que sucederá finalmente, porque parece que manejamos más datos que los políticos sonámbulos, que insisten en ignorar lo obvio. No cabe enumerar aquí demasiadas profecías seguras que los políticos al uso parecen desconocer, pero somos muchos quienes creemos que la paz se logrará, que el terrorismo desaparecerá, que no será vencido por ejércitos sino con justicia, que sobra el ingente gasto en la industria militar, que el mundo será solidario y que la maldad será derrotada por la Humanidad. Lo malo es que la intriga y la incertidumbre de cuándo lograremos todo esto sigue doliéndonos por el sufrimiento de tantos inocentes.