Claves vulnerables

Recomendaciones para elegir contraseñas alfanuméricas casi inexpugnables hasta que llegue la identificación biométrica por técnicas de reconocimiento digital o facial.

El reciente caso de la controvertida millonaria modelo Paris Milton demuestra lo extraordinariamente fácil que puede ser conseguir las contraseñas informáticas de los usuarios de Internet. La hija del magnate hotelero norteamericano, célebre por diversos escándalos y, a pesar de ello, un icono de la juventud norteamericana, ha protagonizado el último suceso de intromisión y espionaje de su agenda telefónica, que contenía datos personales de numerosos famosos como Stephen King, Christina Aguilera, Eminem, o Anna Kournikova. La frágil clave que protegía su acceso era el nombre de su mascota, un perrito chihuahua que se perdió y por el que ofreció una recompensa de 50.000 dólares... facilitando su nombre. Horas después, todos los datos de la singular agenda, además de sugerentes fotos tomadas con su teléfono móvil, circulaban profusamente por la red telemática.

No fue necesaria ninguna habilidad especial en la intervención del hacker, Nicolas Jacobsen, un joven de 22 años. La mayoría de usuarios informáticos utilizamos contraseñas muy sencillas para facilitarnos su memorización. En 2001 un estudio de CentralNic con 1.200 administradores británicos demostró que el 40% recurría a nombres de allegados, un 32% a nombres de famosos, un 11% a palabras con resonancia erótica y sólo un 9% se escudaba con fórmulas garantizadas. Incluso las cuentas bancarias en línea apenas están protegidas por cuatro dígitos, por lo que conviene seguir algunos métodos para crear contraseña que sean improbables de adivinar por desaprensivos, pero simples para que las recordemos nosotros.

Cuatro consejos prácticos para crear “llaves” seguras:

· Mezcla de letras mayúsculas y minúsculas, números y signos, con un mínimo de 8 caracteres. Los números y signos deben estar ubicados en medio, y no sólo al principio o final.

· Nunca usar nombres o números relacionados o asociados con el titular, como familiares, mascotas, fechas, apodos, matrículas, o el mismo login (identificador). Menos aún la palabra "contraseña" (o password), ni un nombre propio, ni siquiera ninguna palabra alguna que aparezca en diccionarios de cualquier idioma.

· Elegir una contraseña diferente e individualizada para cada cuenta, por ejemplo agregando a la clave básica el carácter $ en las cuentas bancarias.

· No anotar nunca las claves, ni remitirlas por e-mail; menos aún guardarlas escritas en lugares accesibles.

Dos ejemplos para construir una sigla que cumpla todos los requisitos elementales: Tome un conocido refrán, cita o poema, como “Volverán las oscuras golondrinas,…” y con sus iniciales forme “Vlog”. Añada la inicial de la web a la que entra en cada caso para personalizarla, por ejemplo si es el banco B adjunte su letra inicial en mayúscula al inicio, y el signo $ al final. Cambie las letras “O”, “I”, “E” y “U” por los números parecidos 0, 1, 3 y 4. Así quedaría “BVl0g$”, todavía demasiado corta, por lo que puede completar con signos de interjección hasta 8 caracteres, resultando: “BVlOg$!!”. También se pueden unir dos palabras cortas, como ministro más político, y con el cambio de letras a números quedaría “M1n1str0+P0l1t1c0”, que protege mucho más convenientemente.

En Internet existen algunos sitios muy útiles para verificar la seguridad de una contraseña, como SecurityStats. Basta introducir la clave y esperar su veredicto. Analizamos en línea la robustez de “Vlog”, que todavía es débil; “BVlOg$!!”, se muestra fuerte; y “M1n1str0+P0l1t1c0” es tan efectiva que incluso nos felicita. Para concluir, siga fórmulas y pautas “similares” a las aquí descritas, pero nunca exactamente iguales.

¿Qué deseas hacer con tu vida?

Resulta gratificante analizar las aspiraciones de otros para reordenar nuestras propias metas.

Una website en Internet, http://www.43things.com/, recoge y sugiere posibles objetivos vitales para los seres humanos. Permite crear con facilidad un registro personal, que recogerá nuestras aspiraciones, quedando expuestas para poder ser compartidas por otros lectores. Resulta vivificante el ejercicio de tratar de disponer con franqueza y rapidez nuestros afanes individuales… Cuando la imaginación se nos agote, porque hasta para soñar mostramos poca ambición, podremos recurrir a copiar los anhelos de otros, que muchas veces han sido más clarividentes que nosotros.

Desde 1.085 ciudades de todo el mundo, 14.460 personas han sugerido ya 52.187 propósitos. Los deseos de tanta gente se agrupan en categorías por frecuencia, según la recopilación de este sitio web, cuya traducción es “Quiero hacer 43 cosas”. Es significativo de nuestro tiempo, y de la tipología de internautas que transcriben sus metas, que los principales temas sean disfrutar de viajes pendientes, conseguir canciones o cualidades musicales, cambiar estilos de vida, practicar más ejercicio o deporte para mejorar la salud, avanzar en programación o conocimiento del ordenador, escribir más libros, diarios personales o weblogs, continuar la formación anteriormente recibida, mejorar en actitudes personales, estudiar arte y humanidades, estrechar los lazos familiares, ganar más dinero, renovar o avanzar en el trabajo, desarrollarse como personas y ganar en amor.

Algunas de las bellas intenciones que abiertamente se expresan, para deleite de todos, son viajar por el mundo, aprender a tocar un instrumento musical, vivir apasionadamente, tener hijos, perder peso, aprender a navegar mejor por Internet, escribir diariamente, perfeccionar un idioma, ir de nuevo a la universidad, superar la pereza, gastar menos tiempo ante la televisión, pasear más, hacer más y mejores fotografías, dejar de fumar, ahorrar más, hallar una profesión más interesante, meditar un rato cada día, comer alimentos más naturales, llamar más a los familiares, no preocuparse por lo que piensen los demás, leer más periódicos y libros, ir a más conciertos, mantener un contacto más cercano y regular con las amistades, o enamorarse más cada día… Y tú, ¿qué quieres hacer?

La fecha de la Pascua

Explicando porqué siempre hay luna llena en los días primaverales de la Semana Santa.

Cada año nos preguntamos cuánto se adelantará o retrasará la Semana Santa. La razón de su ubicación en el calendario se justifica por motivos históricos, religiosos,… y astronómicos. Lo único seguro, en cualquier año, es que entrada la primavera (21 de marzo), la Pascua será el primer domingo tras la luna llena.

En el mundo occidental, el calendario vigente se basa en la liturgia cristiana, que celebra la Pascua, en memoria de la resurrección de Jesucristo. La última cena, el jueves santo según los cuatro evangelios, los apóstoles celebraron con su Maestro la “Pascua Judía”, conmemorando el éxodo de los israelitas de Egipto, conducidos por Moisés a través del mar Rojo. Según el judaísmo, los hebreos deben renovar cada año esta celebración el día 15 del mes de Nisan, que empieza con la primera luna nueva de primavera: es decir, el primer plenilunio de primavera, con independencia del día de la semana.

El cristianismo, a través de los siglos fue unificando la fecha de su Pascua, no sin diferencias internas entre sus iglesias, porque en Asia Menor hasta el siglo V los cuartodecimanos mantuvieron la coincidencia exacta de fecha con los judíos. Roma paulatinamente impuso que la Pascua fuese en domingo, y además el progreso en astronomía detectó el movimiento de precesión, con el consiguiente retraso de 50 segundos por año en la entrada de los equinoccios. El cómputo judío se guiaba por la constelación de Aries, adelantándose la fecha sin esperar a la observación del equinoccio (misma duración del día y de la noche). Así pues, al inicio del siglo IV había protopasquistas, que prescindían del equinoccio y seguían el cálculo judío, y equinoccialistas; pero incluso dentro de éstos, los romanos tomaban como referencia del equinoccio el 18 de marzo y los alejandrinos el 21. El concilio de Arlés del año 314 ordenó su primer canon que la Pascua se celebrase en todas partes el mismo día, pero hubo de esperarse hasta el Concilio de Nicea en 325 para solventar la cuestión.

Convocado por el emperador Constantino, que todavía no era cristiano, se destinó a combatir la herejía arriana, pero también fijó la fecha de la Pascua. Instituyó que sería en domingo, tras el equinoccio real (olvidándose de la entrada en Aries), y que jamás coincidiría con la pascua judía, por lo que si caía en plenilunio se retrasaría al domingo siguiente. Quedó fijada la superioridad en Astronomía de Alejandría, y se decretó que su iglesia comunicase a Roma el día de la Pascua, para ser transmitida toda la cristiandad. Todavía perdurarían las discrepancias astronómicas, hasta que en 525 el respetado cronologista Dionisio el Exiguo convenció a los romanos de las ventajas del cómputo alejandrino.

Así pues el Domingo de Pascua acontece en un paréntesis de 35 días, entre el 22 de marzo y el 25 de abril, ambos inclusive. El cálculo de la Pascua por fórmulas no es demasiado difícil, mediante el algoritmo de Butcher o con el ideado por el insigne matemático Karl F. Gauss (1777-1855), pero su descripción sería aburrida. Las fechas de Pascua se repiten en idéntica sucesión en un periodo de 5.700.000 años y en ese intervalo de tiempo la fecha más frecuente es el 19 de Abril, si bien la mayoría de las veces, la Semana Santa cae durante la primera o segunda semana de Abril. Este año, 2005, nos viene bastante adelantada, lo que quizá sea un inconveniente para los planes de vacaciones, pero resulta sumamente agradable comprobar que todavía el calendario no se rige por criterios comerciales, sino por el movimiento del Sol y la Luna. Sólo el Cielo ordena el tiempo y las estaciones…

Aniversario de Mafalda

El 15 de marzo en 1962 en Argentina, Joaquín Salvador Lavado, "Quino" crea a Mafalda, la chica del flequillo inconfundible y las ideas contestatarias. Technorati tags: |

Secretos que se comparten, eso es un blog

"Un blog es un cofre de tesoros, donde guardamos recuerdos y aprendizajes que preferimos compartir con quien nos lee..."
Queremos pensar muchos...
Mikel Agirregabiria

Hijos criados en el cálculo de la pensión

Una elemental idea de justicia que puede solventar simultáneamente los dos más graves problemas sociales: la regresión de natalidad y el envejecimiento poblacional.

Parafraseando a Karl Marx, un nuevo espectro recorre Europa, y a todo Occidente,… “el espectro de la quiebra del sistema público de jubilaciones”. Es universal la preocupación por la sostenibilidad del sistema fiscal de pensiones. Desde Japón, con el elevado aumento de las cotizaciones obligatorias a partir de 2005 para cubrir el severo déficit en la caja de retiro, pasando por Estados Unidos donde Alan Greenspan considera insostenible la actual política para garantizar las pensiones, nos llega a la Unión Europea el debate sobre cómo evitar a medio plazo el desplome financiero público derivado del envejecimiento de la población, con su consiguiente crecida de gastos sanitarios y en pensiones.

El sostenimiento del sistema vigente de retiro, creado hace 70 años, ha funcionado aceptablemente (con pensiones mínimas insuficientes en muchos casos) mientras se mantuvo la alta tasa de trabajadores respecto a los pensionistas. En 1935 había 42 empleados por cada jubilado; hoy, en Europa, no hay ni 3. Si la escalada de esperanza de vida y la edad de retiro se mantienen, junto a la regresión demográfica, cada cotizante y medio deberán ocuparse de un jubilado antes de 2030.

O se retira el voto a los pensionistas para abandonarlos a su suerte, o algo habrá que reformar urgentemente. La primera opción queda descartada, no ya por un básico sentido de ética filial con quienes nos dieron la vida y a quienes les debemos todo, sino por razones más prosaicas. Los jubilados se han convertido en la nueva y creciente mayoría social. Los políticos, que administran recursos limitados, cada año se arriesgan menos a yugular el gasto en pensiones para los mayores, porque su porcentaje en el censo electoral crece ininterrumpidamente.
Otra solución fácil, pero desechable por el rechazo democrático que suscita, es la sustitución (que no complementación) del fondo público de pensiones por aportaciones a cuentas privadas, tal y como impulsa Bush. Esta privatización parcial del sistema de jubilación, aunque se enmascare con la opción de auto-aumentar voluntariamente la presión fiscal para incrementar la aportación en una cuenta pública personal, sería repudiada por un inmenso “lobby”, no sólo de los pensionistas actuales, sino incluso de todos aquellos que nacimos antes de 1970, porque nos situaría en desventajosa inferioridad.

El “Estado de Bienestar” que hemos construido, junto a tasas de natalidad menores de 1,3 hijos por mujer (o pareja), pone seriamente en riesgo a todo el sistema de previsión social en un plazo de apenas 15 ó 20 años. Son precisas reformas drásticas para mejorar la solvencia presupuestaria del sistema de pensiones, con efectos inmediatos y a medio y largo plazo.
El cálculo final de la pensión de cada jubilado se establece sobre la cuantía y años de la base cotizada, lo que mide su esfuerzo solidario de contribución a la sociedad. Una sugerencia que siempre nos rondó la cabeza a algunos, y que comienza a aparecer en algún sesudo informe de sabios economistas aunque no puedo hallar su referencia, señala que la descendencia criada por cada jubilado, hombre o mujer, con o sin experiencia laboral, debería formar parte del cálculo de su pensión.

Quizá simplemente lo hayamos soñado, pero seguro que muchos compartirían la opinión de que una madre que ha sacado adelante a varios hijos e hijas, nietos y nietas (todos ellos cotizantes potenciales), ha cooperado decisivamente con el futuro de una sociedad y merece una pensión digna. Las familias con prole, y quienes lo consideren justo, deberíamos formar un grupo de presión para que el número de hijos cuidados durante su infancia y juventud sea un factor valorado en el cálculo de las futuras pensiones de retiro. Además, de este modo, muchas (y muchos) que renuncian a los hijos o que limitan su número por razones económicas, descubrirían la grandeza y la felicidad de la maternidad (o paternidad) responsable.