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Escuela versus sociedad

Los códigos éticos propugnados en la escuela y los valores imperantes en la sociedad son contrapuestos y antagónicos.

Acudimos Carmen y yo a una entidad bancaria para solicitar un crédito. El motivo es el coste extraordinario de que, mientras nuestro hijo estudia en Navarra, otra hija participe durante un curso académico en un “Programa Erasmus”. Insisto en designarlo como “Programa” y no como “beca Erasmus“, porque la ayuda institucional recibida no alcanza ni para fotocopias, sin cubrir ni viajes, ni manutención, ni alojamiento, ni la matrícula en la universidad de origen. Incluso para los estudiantes vascos, y a pesar de ser la autonomía mejor financiada en otros aspectos escolares, este “apoyo” está a la cola del Estado… que se encuentra a la cola de Europa.

El gestor que nos atiende sigue su protocolo de concesión de préstamos. Aún estando avalada múltiplemente la suma solicitada, ha de cumplimentar un procedimiento que expone claramente lo que se valora socialmente: ¿Son fijos los empleos de los solicitantes?, ¿con qué antigüedad?, ¿cuantía de los sueldos?, ¿disponen de casa propia?, ¿está totalmente financiada?, ¿poseen otras propiedades?,… hasta ¿qué modelo de coche mantienen? Al concluir el cuestionario, ponderando en euros cada partida, sorprendido pregunté: ¿No van a reseñar cuántos hijos hemos criado, qué formación acumulan y de qué expectativas disponen? La respuesta, aunque amable, fue lapidaria: “No, eso no interesa”.

Los educadores pregonamos que las personas, y no las cosas, son las que importan. Creemos que la educación de nuestros hijos es la mejor inversión y la mejor herencia que podemos dejarles. Pero en el mundo real, fuera del intramuros escolar, lo que vale es el dinero y no la sabiduría; lo que rige es la competencia y no la cooperación; lo que manda es la ambición y no la solidaridad. Por eso es tan inverosímil el mensaje docente de utopía al alumnado, que detecta una recomendación que no se practica.

Los mismos dirigentes políticos y sociales caen en una inequívoca hipocresía. Elogian la trascendencia de la educación con grandes panegíricos de identidad europea, mientras no favorecen estudiar fuera. En Irlanda, un modelo de regeneración socio-económica, Leire y todos los alumnos cuentan con un carné de estudiante que ofrece un importante descuento generalizado en todos los medios de trasporte, acceso a la cultura e incluso en las tiendas comerciales. Allí el status de estudiante está históricamente más valorado y soportado colectivamente. Aquí, habría que recordar que obras son amores,… y sobran muchas declaraciones.

Versión final: mikel.agirregabiria.net/2005/escuela.htm

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