Mientras nos bombardean con noticias de muerte en Virginia, pasan desapercibidas grandes noticias que provienen de todas las universidades.
Esta misma semana hemos vivido la fiesta de graduación de nuestro hijo en la Universidad de Navarra. Hemos acudido a esta celebración no sólo sus padres, hermana y primas, sino otros tíos, parientes y amigos. Ha sido muy emocionante y, sin embargo, ocurre con tal frecuencia que no suele ser noticia.
Nuestra sociedad, por este criterio informativo de destacar sólo las excepciones negativas, está perdiendo referencias de excelencia. Asistir a una sobria y tradicional ceremonia, escuchar el Gaudeamus Igitur, y reunirse para ritualizar la madurez de uno de nuestros jóvenes es algo grandioso y memorable. El himno universitario glosa ideas a transmitir: ¡Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes! ¡Viva nuestra sociedad! ¡Viva la Universidad! ¡Vivan los que estudian! ¡Que crezca la única verdad, que florezca la fraternidad!
Ha sido un día que nos ha rejuvenecido a todos, hasta a los abuelos del nuevo titulado. Nos hemos felicitado mutuamente toda la comunidad que ha logrado un éxito tan notable: Convertir a unos desmañados adolescentes en adultos maduros, competentes y cabales. Ellos han agradecido a sus familias y a sus profesores la esperanza y el empeño que hemos puesto en su formación; los padres hemos elogiado la labor de esta Universidad que ha transformado a nuestros hijos como profesionales y como personas; y los profesores nos han reconocido por la confianza que depositamos en ellos. Y todos les hemos agasajado a ellos, a los protagonistas, a los nuevos graduados que han entendido cómo los días y las noches estudiando les han otorgado seguridad y se han demostrado cuánto más podrán hacer por sí mismos y por los demás.
Cuando vemos a nuestros hijos convertirse en aparejadores, en profesoras, en médicos,… ratificamos lo que siempre supimos: Que la educación es fuente de vida, de sabiduría, de felicidad y de progreso personal y social. Que merece la pena estudiar, en primaria, en secundaria, en formación profesional, en la universidad,…
Señores Directores de Periódicos: Basta de detalles escabrosos sobre un caso aislado de un enajenado. Envíen sus periodistas y sus fotógrafos a entrevistar a estos nuevos titulados universitarios. Háganles fotos con sus trajes recién estrenados, con los que apenas se reconocen entre ellos. Pregúnteles cómo vislumbran el futuro, siempre inquietante. Pero, ¡cómo han crecido, qué paz da verles seguros, satisfechos del esfuerzo realizado y llenos de ánimo para seguir trabajando duro! Enhorabuena a todos los que hemos colaborado para aprender cómo perpetuarnos y cómo perdurar.
Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/universidad.DOC
Mikel
ResponderEliminarAntes que nada mis felicitaciones por la graduación de tu hijo. Siempre es un hecho a recordar y valorar lo que ha significado como esfuerzos de todo el entorno la graduación de un estudiante.
Comparto contigo en el hecho que parece que por momento fuera más relevante lo enfermo, lo dañino, lo anormal, que la normalidad del fruto del esfuerzo.
No obstante, salvando la excesiva y por momentos brutal difusión del hecho en Virginia, este episodio de Navarra sirve como contraste de dos sociedades, en la que en una se alcanzan objetivos de superación, de agradecimiento al entorno que posibilitó dicha superación y el reconocimiento de los docentes que nunca serán lo suficientemente reconocidos en una labor indelegable y que hace que nuestra sociedad avance y no en el sentido estrictamente económico sino y fundamentalmente en el humano, mientras que en el otro modelo, donde una sociedad enferma que valora y presume de su armamentismo está condenada al fracaso como sociedad.
Vaya mi brindis por esta nueva promoción de estudiantes en Navarra y por los de toda España, por su empeño en mejorar y aprender y porque la sociedad apoye y estimule estos ejemplos de superación.
Publicado en DEIA el 24-3-2007.
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