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Contempla la templanza

En la destemplada época que vivimos, conviene predicar la oportunidad de la templanza, semilla de la que nace el vigor del cuerpo y del alma.

La templanza es una cualidad que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. Forma parte del cuarteto de virtudes cardinales, junto con la prudencia, la justicia y la fortaleza. La templanza es sinónimo de moderación, sobriedad, continencia y justicia. Se representa gráficamente como una joven que, para moderar lo que es demasiado extremo, traspasa con sabiduría y paciencia el agua de un recipiente a otro que contiene vino (o agua fría en caliente, entibiando la mezcla).

Propone considerar nuestro ser como un templo, término del que proviene. Los griegos edificaban sus templos o lugares sagrados en las cimas de las montañas para contemplar una visión completa del paisaje. El temple se aplica también al proceso que sufren los metales al ser sometidos a variaciones extremas de temperatura, calentándolos y enfriándolos bruscamente para mejorar su dureza.

La templanza es un proceso por el que pasamos en nuestro aprendizaje y crecimiento, en las sucesivas etapas de nuestra vida. La templanza nos permite someter nuestras capacidades a retos en las que se manifiesta nuestro carácter emocional, intelectual, físico y espiritual. Así se afina y templa la personalidad, ayudándonos a encontrar el punto del justo equilibrio. Cada acto y situación puede ser considerado una prueba de templanza, que nos prepara para desafíos crecientes, cuando las circunstancias y las opciones cada vez más difíciles. Sólo la experimentada templanza nos ayuda a acumular la fuerza interior que necesitaremos en el futuro.

En los avatares de la vida, la templanza se afianza y revalida tanto en los éxitos como en los fracasos. Ante un pasajero triunfo, la templanza asegura piedad y grandeza. Frente a un revés, la templanza ayuda a la superación, con perseverancia y constancia. La templanza, ejercitada como hábito, se transforma –en toda ocasión- en el más fino y delicado de los placeres. La tenaz templanza contempla, emplaza y completa un planeta reemplazado y ejemplar.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/templanza.DOC

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