Acabo de leer una iniciativa que nos propone una médico, Cristina Marín Campos (facilito su email para este proyecto), del Hospital de la Princesa (Madrid). En un emotivo audio(escuchad aquí o bajo este párrafo), ella cuenta cómo uno de los mayores problemas que tienen los pacientes ingresados con coronavirus es que están en un “aislamiento brutal, completamente solos, separados de sus familias, muchos de ellos saben que sus familiares también están en otras habitaciones solos, o intubados en la UCI o que incluso se están muriendo y tienen que hacer frente a esa soledad de que los médicos pasemos, porque es la norma, sólo una vez al día a verles”. Hace hincapié en el aislamiento, explicando que incluso los que se curan pasan por un “estrés postraumático por todo el aislamiento”.
Cristina Marín nos invita a que la gente escriba cartas anónimas que les harán llegar a estas personas enfermas, como forma de acompañarles. Los médicos se las entregarán en la única visita diaria que les realicen.
Se propone identificarnos, con nuestro nombre de pila, hablándoles de nosotros, para que nos imaginen y contarles en mensajes de ánimo todo aquello que queramos. La idea es hacerles más llevadera su estancia en estas circunstancias.
Acepto el reto, muy fácil para quienes sólo hemos de cumplir con el #YoMeQuedoEnCasa, y con brevedad escribo una primera misiva que os comparto a continuación.
Estimada amiga o amigo:
Quiero escribirte, necesito trasladarte mis sentimientos, aunque no nos conozcamos aún. Me han asegurado que esta carta llegará a tus manos.
Ante todo, ¿cómo estás, cómo te sientes, cómo llevas esa reclusión, que supongo es dolorosa y angustiante, aunque necesaria para tu curación y la de toda la sociedad a la que pertenecemos?
Para entretenerte te contaré cómo imagino que estaría yo en tu situación,... A mí me atemorizan los hospitales, aunque en ellos nos curan tantos y tan excelentes profesionales que van desde quienes limpian el hall de entrada hasta quienes resuelven nuestras peores enfermedades. Lo sé, lo aprecio, lo admiro, lo aplaudo estos días, toda esa labor médica, pero a un hospital solamente me gusta acudir cuando ha nacido un hijo o hija, un nieto o nieta, como en la foto que te adjunto arriba.
Seguro que el proceso de tu enfermedad ha sido descorazonador, y quizá te haya conducido a la tristeza. Acepta, aceptemos que la tristeza nos arrastra a veces, pero apóyate en la mágica alegría. Recuerda los buenos momentos del pasado, evoca a las personas que has amado y que te han amado, piensa en ellas, y cree -porque es verdad- que la vida siempre nos depara alguna agradable sorpresa en el futuro.
Yo quiero ser tu amigo. Si salimos de esta crisis, que pasará como todo pasa, te invito a que nos reunamos tan pronto como sea posible. Pero para ello, hemos de superar este trance, tanto tú -de quien se están ocupando como te mereces- como yo mismo. Aunque, de momento parece que estoy bien, mi edad -casi 67 años en unos días- como las bronquitis que pasé en la niñez, no me auguran nada bueno,... Todos los seres humanos somos tan frágiles, tan vulnerables, incluso quienes no lo advierten,...
¡Maldito coronavirus! Nos atacas despiadadamente, pero nos está obligando a re-aprender a amarnos, a apoyarnos, a reconocernos como seres capaces de todo, grandiosos y generosos, sobre todo en los momentos críticos que ahora vivimos.
Como decía el Quijote, ... "Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible". Este virus es maligno y poderoso, pero a ti y a mí, a la buena gente y a los sanitarios, jamás nadie nos arrebatará la dignidad de combatirlo,... y de vencerlo.
Quedamos emplazados a encontrarnos, para abrazarnos y reírnos del COVID-19 cuando sea un mal recuerdo,... Recuperemos ese ánimo que ya demostramos en ocasiones anteriores, y si fuera posible, escríbeme tú también,... Estas circunstancias nos están conectando, a ti y a mí, a tu familia y a la mía, a toda la humanidad,...
Me despido con un saludo cordial, de corazón. ¡Ya somos, tú y yo, dos hermanos!
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