Este desvarío ha sido un sueño, de ahora mismo. Preocupado por las máquinas que nos observan y analizan nuestro lenguaje, este personaJe decidió ir eliminando letras de su vocabulario. Las dos primeras que eliminó del abecedario fueron la Jota y la Ge, que quedaron sustituidas por simples asteriscos.
- La a*u*a de la brú*ula nos *uz*a en este *ue*o de la *er*a.
- A *oo*le ni a*ua, que no es *au*a su *ula* de *an*a.
Cuando prosi*uió eliminando consonantes, esas superfluas de de igual pronunciación como la Be y la uVe, los textos se fueron haciendo más crípticos. Iba consumando su *ul*ar *en*anza de *uz*ado de *uardia. Para concluir la noche de pesadilla, quedaba desprenderse de las redundantes Ce, Ka, Q (cu) y Zeta.
Fue el final. Ni él mismo entendía sus es*ritos. Apenas eran una *a*a de estrellas que a*o*ia*a, a pesar de su *a*a*e por los mútiples posibles si*nifi*ados de cada pala*ra.
Despertó y volvió gozoso a recuperar todas las 27 letras del alfabeto del español, una vez que la RAE descartó la CH y la LL como letras, considerándolas simples dígrafos, esto es, conjuntos de dos letras o grafemas que representan un solo fonema.
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