Cuando Gus Van Dyk era ecologista en el Parque Nacional Pilanesberg, Sudáfrica, estaba preocupado por una serie de ataques al rinoceronte de aquella enorme reserva sudafricana. Como se describe en el BBC Earth Podcast, se descubrieron cadáveres de rinocerontes gravemente mutilados, más de 50 en total, con heridas en la parte superior de los hombros y el cuello, lo que sugirió, de manera preocupante, elefantes.
Los ataques de los elefantes a los rinocerontes no son desconocidos y los empujones en los abrevaderos son bastante comunes, pero este volumen de ataques fue inusual. Una investigación adicional de Gus Van Dyk reveló que los sospechosos eran un grupo de elefantes machos adolescentes (sus años de adolescencia son los mismos que los humanos, entre 12 y 20 años) que claramente estaban experimentando una agresión intensificada.
Esta pandilla de elefantes fuera de control, de entre 15 y 18 años, parecía estar en "estado must" (ver en Wikipedia) caracterizado por un comportamiento altamente agresivo
. Este es una etapa única de los elefantes, en el que los machos jóvenes, están inundados de hormonas reproductivas. Es básicamente una forma de “aquí estoy, estoy en forma y saludable y estoy buscando pareja”, así como una promoción en el orden jerárquico de los elefantes.
La parte aterradora es que, además de la necesidad de aparearse, los machos se vuelven muy agresivos hasta el punto de que dos machos en must lucharán hasta la muerte, volteándose entre sí para poder apuñalar a su adversario con los colmillos. El mecanismo de salvaguardia es cuando un elefante en must se encuentra con un elefante más fuerte, inmediatamente pierde ese estado porque sabe que no puede competir. Un macho joven puede estar en must solo unos días. A medida que envejece, la duración de sus períodos must aumenta hasta que cuando tiene cuarenta años, puede manejarlo y su período must podría ser de semanas.
Van Dyk identificó la causa probable; a finales de la década de 1970, el Parque Nacional Pilanesberg había sido sembrado con elefantes de otros parques nacionales, como el Kruger. Trasladaron a 40 ejemplares jóvenes de un lugar en que habían muchos para intentar generar una nueva manada en ese lugar despoblado.
Pero sucedió se convirtieron en inusualmente violentos entre ellos, con los demás animales y con los turistas. Después de mucha investigación se descubrió que esta violencia desenfrenada era debida a la ausencia de ejemplares añosos en la manada. Bastó incorporar a media docena de “viejos de la manada” , que se acercan bramando y rezongando en el modo elefante, consiguiendo de esa manera bajar la violencia.
Otra hallazgo semejante surgió hace tiempo en África del este, donde extremas sequías suceden cada 45 años aproximadamente. En cada período difícil, los grupos que tenían integrantes de más edad eran los que más sobrevivían: ellos tenían la experiencia de salir a buscar agua y alimentos, sabían hacerlo y guiaban a los demás. Todo esto nos lleva a pensar en el rol social de los veteranos en la crianza y en la vida de las familias y las sociedades.
En tiempos en que se sobrevalora la juventud al mismo tiempo que se la culpa de casi todos los males, qué importante es acordarnos que somos los menos jóvenes quienes somos necesarios para enseñar a vivir en tiempos difíciles para armonizar los impulsos de los más jóvenes cuando se salen de cauce.
Parece que puede establecerse similitudes con la inmadurez propia de la adolescencia humana y el rol de los seniors para establecer límites, estableciendo un patrón colectivo de buen comportamiento social. Si aprendemos del final feliz para los elefantes en Pilanesberg, tal vez podamos acomodarnos mejor en la sociedad.
Aprendiendo de la etología (insistir en animal sería redundante): Cuando entre las diferentes generaciones se pierde este rol de los mayores, el equilibrio social desaparece. La sociedad precisa el impulso y la energía de los jóvenes, pero igualmente necesita la experiencia y sabiduría acumulada de los mayores. No solamente es solidaridad recíproca, es necesidad: necesitamos a los y las veteranas para mantener la armonía en el mundo.
Quizá otra lección sea que la ciudadanía intergeneracional vuelva a actuar en persona aplaudiendo las conductas sociales y recriminando lo insolidario. ¿Cuándo comenzamos a inhibirnos, con la excusa de que esa función es de otros (autoridades,...) antes excesos depredadoras del bien común? La infancia y la adolescencia son las etapas de implantación de un software mental propio para adquirir la capacidad de pensar antes de actuar. Y en todas las etapas de la vida hemos de seguir aprendiendo y aportando.
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