"Los poetas jóvenes se lamentan del paso del amor; los viejos, del paso del tiempo. La diferencia es sorprendentemente pequeña", señaló el aforista Mason Cooley. Temas eternos para la literatura y la poesía son el amor, el tiempo, la edad, el discurrir de la vida,...
Estas largas vacaciones de casi cinco meses, los paseos por la playa desde el final de la primavera y hasta el otoño, otorgan tiempo y espacio para algunas deducciones que seguramente serán comunes y compartidas. Hoy recogemos dos ideas sobre el paso del tiempo (the passing of time).
Lo peor del paso del tiempo es la gradualidad, esa leve erosión de nuestras capacidades y talentos, casi imperceptible en el día a día, pero que llega a advertirse a medida que los años van pasando. La naturaleza opera así, con infinitesimales cambios hacia el desorden, una ínfima pérdida que se va acumulando y nos termina alcanzando,... No es vano, Noah Chomsky nos advirtió que ese mecanismo humano de gradualidad es la tercera de las diez estrategias de manipulación mediática en la propaganda y la comunicación (véase en este otro post), imitando un fenómeno habitual de la vida.
Lo mejor del paso del tiempo es su carácter validador, porque nada mejor que el tiempo para verificar la calidad de lo más importante de la vida: El amor, la familia, el trabajo, el legado,... Una pareja puede ser para la eternidad en un día, pero la duración temporal de una relación amorosa o amistosa es un parámetro inmejorable. Lo mismo sucede con nuestras vocaciones o aficiones, con nuestras lealtades y compromisos, con el legado de nuestra vida en forma de personas que nos recordarán: el tiempo es el gran notario de nuestra existencia, del paso de generación en generación.
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