Se acabó el curso y los más pequeños disfrutan del descanso estival. Los adultos también hemos bregado lo nuestro y el cansancio se ha acumulado. En el trabajo nos permitirán un mes de ausencia, pero -para que la recuperación sea máxima y nos encontremos pletóricos en septiembre- podrían darnos vacaciones en otros aspectos. Para empezar sería una gran ayuda que “cierta organización” dejase sus bombas en reposo, y cesase de acosar a los perseguidos, quienes podrían pasearse tranquilamente con sus familias, y los escoltas harían lo propio. Podríamos seguir sin más “perturbaciones callejeras” que las derivadas del ruido producido por las numerosas fiestas locales encadenadas. Finalmente se agradecería una ausencia total de descalificaciones e insultos entre políticos, porque los más vociferantes ya se han desprestigiado bastante.
Este ambiente festivo podría aprovecharse para que se encontrasen en alguna playa y amistosamente charlasen entre sí los políticos de diferentes partidos, y ojalá que hasta los pertenecientes a sectores enfrentados del mismo partido, lo que siempre es más peliagudo. Comentarían como “personas en bañador y con la barriga al aire” lo difícil de que está que nuestros jóvenes encuentren trabajo fijo y vivienda pagable, o los problemas para educar a nuestros menores y cuidar a nuestros mayores, procurando que todos disfrutemos esta corta existencia terrenal. Con suerte, después de un mes en este plan, todos comprenderíamos que nos complicamos innecesaria y mutuamente la vida, que ya de por sí comporta demasiadas tristezas y penas. Volveríamos con las pilas cargadas para, en lugar de aporrearnos recíproca y nuevamente, aprestarnos a socorrer entre todos a los más desvalidos, dialogando y aunando criterios para resolver democrática y pacíficamente tantas necesidades humanas insatisfechas.
Ha llegado el verano: ¡Dennos un respiro, por favor! Todos lo agradeceríamos, incluidos los más empecinados peleones. Recuerden que Ortega decía que “los únicos que no descansan jamás, son los necios”.
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