Queremos la paz definitiva, no treguas temporales.
Hace ya 22 siglos que, en una de sus obras teatrales, Tito Maccio Plauto alertaba a la ciudadanía para que no confiase en quien puede atacarla inopinada y engañosamente, con la frase “En una mano lleva la piedra y en otra enseña el pan”.
Arnaldo Otegi debería comprender que ETA no extiende una mano, sobre la que -en su opinión- los partidos nacionalistas democráticos escupen: ETA realmente sigue esgrimiendo un amenazador puño armado y manchado de sangre inocente. Aquí sólo ETA escupe a la ética, a la inteligencia y a la humanidad: escupe fuego y, al tiempo, escupe al cielo.
ETA lo que debe hacer es presentar sus dos manos abiertas, ambas sin pistolas humeantes, en alto y mostrando las palmas. Este mismo pueblo que clama por la paz desde hace décadas, y a la que Batasuna también debería sumar su voz sin ambages, podrá entonces -y sólo entonces- responder generosamente, como Séneca recomendaba: “Cosa inicua es no tender la mano al caído”. Toda nuestra solidaridad hasta ese momento debe estar reservada para las muchas víctimas de la violencia, incluidos los presos y sus familiares, y que también lo son los mismos agresores como podrá ser reconocido cuando abandonen definitivamente sus actividades de coacción, extorsión y asesinato. Y mucho mejor sería que fuese por su propia voluntad.
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