“Prematuros”, acusó el descompuesto corrupto
Aznar, en su última entrevista por muchos años dedicada a su incondicional COPE, acusó a Rodríguez Zapatero de “falta de madurez”. El noqueado ex-presidente ha vuelto a su improperio preferido: inmaduro. Antes así acusó a la ciudadanía vasca tras las elecciones de Euskadi en 2001, luego a Catalunya y ahora injuria del mismo modo a su sucesor en Madrid, ya que no puede ultrajar a todo el electorado.
Miquel Roca Junyent acertó, hace ya muchos años, al vaticinar que “los gobernadores civiles caerán como fruta madura”. Del mismo modo, por su propio peso, ha caído Aznar y su intolerante PP. El trasnochado y anacrónico “líder que quiso pasar a la historia” nunca alcanzó la lucidez política, ni en su despedida, porque la madurez se define como aquella edad en que uno ya no se deja engañar por sí mismo.
Dos reflexiones, la primera de William Shakespeare para el tenebroso pasado crepuscular: “De hora en hora maduramos y maduramos, y luego, de hora en hora también, pudrimos y pudrimos... y aquí se acaba el cuento”. La segunda de Federico García Lorca para quienes respiramos aliviados tras la aurora del nuevo siglo: “Esperando, el nudo se deshace y la fruta madura”.
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