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Lección de Atxaga

La sobrepresencia mediática de la disputa política ha sofocado y desviado el debate social sobre los temas verdaderamente decisivos, como familia o educación.

La aparición de la última novela de Bernardo Atxaga, 'El hijo del acordeonista', nos ha permitido deleitarnos con las múltiples entrevistas concedidas por el escritor vasco contemporáneo más reconocido. Cada entrevistador y cada medio de comunicación orientan sus preguntas con intencionalidades propias, no sólo culturales sino también políticas, pero la sabiduría un genio literario como el de Atxaga sobrevuela muy por encima de los planteamientos pedestres de gran parte de la prensa actual.

En un periódico local, Joseba Irazu (el escritor que se esconde bajo el seudónimo de Atxaga) concluye un diálogo con unas recomendaciones para los lectores, que al tiempo son un reproche al mundo de la comunicación escrita y audiovisual sobre el mal uso que hacen de su único pero inmenso poder: La capacidad de elegir los temas sobre los que enfocar la atención pública. Atxaga señala que “tenemos que cambiar de conversación pública, no ser tan reiterativos. Esas reiteraciones esconden un montón de hechos y de vidas que tú palpas cuando sales a la calle, pero de las que no se habla”. Y continúa apuntando lo que, a su juicio, debiera ser con mayor propiedad el centro del debate social: “Debiera opinarse más lo que hay que hacer en las escuelas para mejorar la educación de nuestros hijos, de qué pasa con los adolescentes, de cómo se van a integrar los inmigrantes. A veces vengo de dar una charla, paso por un pueblo y veo una cuadrilla de chavales. Me parece asombroso que nadie hable de ellos, que no haya artículos, columnas, una reflexión constante sobre estos fenómenos. Los padres están desconcertados con lo que ocurre en su casa. Están esperando a que pase el tiempo y las cosas cambien. Pero pongo la radio y oigo la trifulca política, que me aburre soberanamente”.

Atxaga pone el dedo en la llaga: ¿Estamos respondiendo debidamente a los retos contemporáneos en medio de la bronca política? Quizá ha llegado el tiempo de focalizar nuestros esfuerzos y recursos en los problemas esenciales del tiempo que nos ha tocado vivir. ¿Cómo son las familias actuales? ¿Qué queda hoy en día de la “educación familiar” anterior y previa a cualquier forma de escolarización? ¿La generación que nos sucederá, incluida la nueva y creciente ciudadanía de origen extranjero, están debidamente atendidas en su formación? ¿Qué futuro se ofrece a los adolescentes? ¿Cada uno de nosotros hemos asumido la necesidad de una enseñanza permanente durante toda la vida por razones profesionales y de desarrollo personal?

A mediados del siglo XIX, Gustave Flaubert manifestó que “la vida debe de ser una incesante educación”. Ojalá que siguiendo el consejo de Atxaga, los periódicos, radios, televisiones e Internet recojan secciones más nutridas y documentadas sobre educación, familia y sociedad. Una pregunta reveladora: ¿Cuántos periodistas están especializados en educación o familia comparados con los innumerables dedicados a política, deportes o prensa del corazón?

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