El camino de la paz encuentra dificultades. Aquí se aporta una modesta sugerencia para componer las mesas de negociación.
A algunos nos gusta pasear por los cementerios. Para recordar a nuestros seres queridos y para reconocer la que será nuestra morada, más pronto o más tarde, pero con certeza inexorable. El cementerio de Derio, cerca de Bilbao, es un hermoso camposanto, que aporta serenidad y trascendencia a quien lo visita. Allí hemos visto duelos y otras reuniones familiares, como unos recién casados en una visita rápida en el mismo día de su boda.
En una ocasión, nos impresionó una conversación que pudimos entreoír al pasar camino de nuestro panteón. Se trataba de un grupo de 6 ó 7 adultos, hombres y mujeres que parecían hermanos. Estaban resolviendo alguna herencia. Obviamente era una cita posterior al entierro de algún antepasado, y se habían reunido ante su nicho para hablar con calma y sinceridad entre ellos, gracias al respeto compartido hacia la persona enterrada.
Seguramente se trataba de alguna cuestión espinosa, conflictiva pero terrenal. Y habían convenido que ante su padre o madre muertos nadie trataría ni de aprovecharse, ni de mentir, ni de dejar de pensar con altura de miras. Nunca supimos si llegaron a un acuerdo, porque una hora después seguían susurrando entre ellos, pero no había resentimiento en sus rostros.
Ahora en vacaciones hemos ido a visitar otros cementerios. Verificamos que en ningún otro lugar se manifiestan mejores sentimientos (y peor gusto). Después, Carmen y yo hemos comentado que quienes negocian temas políticos graves y que han causado tantas y tantas víctimas, obtendrían mejores resultados si eligiesen un lugar de encuentro como Derio. Para no olvidar el sufrimiento ajeno y, en lo propio, recordar que todos los cementerios del mundo están llenos de gente que se consideraba imprescindible.
A algunos nos gusta pasear por los cementerios. Para recordar a nuestros seres queridos y para reconocer la que será nuestra morada, más pronto o más tarde, pero con certeza inexorable. El cementerio de Derio, cerca de Bilbao, es un hermoso camposanto, que aporta serenidad y trascendencia a quien lo visita. Allí hemos visto duelos y otras reuniones familiares, como unos recién casados en una visita rápida en el mismo día de su boda.
En una ocasión, nos impresionó una conversación que pudimos entreoír al pasar camino de nuestro panteón. Se trataba de un grupo de 6 ó 7 adultos, hombres y mujeres que parecían hermanos. Estaban resolviendo alguna herencia. Obviamente era una cita posterior al entierro de algún antepasado, y se habían reunido ante su nicho para hablar con calma y sinceridad entre ellos, gracias al respeto compartido hacia la persona enterrada.
Seguramente se trataba de alguna cuestión espinosa, conflictiva pero terrenal. Y habían convenido que ante su padre o madre muertos nadie trataría ni de aprovecharse, ni de mentir, ni de dejar de pensar con altura de miras. Nunca supimos si llegaron a un acuerdo, porque una hora después seguían susurrando entre ellos, pero no había resentimiento en sus rostros.
Ahora en vacaciones hemos ido a visitar otros cementerios. Verificamos que en ningún otro lugar se manifiestan mejores sentimientos (y peor gusto). Después, Carmen y yo hemos comentado que quienes negocian temas políticos graves y que han causado tantas y tantas víctimas, obtendrían mejores resultados si eligiesen un lugar de encuentro como Derio. Para no olvidar el sufrimiento ajeno y, en lo propio, recordar que todos los cementerios del mundo están llenos de gente que se consideraba imprescindible.
Versión final: mikel.agirregabiria.net/2006/cementerio.htm
Es curioso, pero este post me ha recordado cierta tetería de Sultanahmet, barrio de Estambul, que está construida en un cementerio. La gente toma sus tés charlando alrededor de las tumbas.
ResponderEliminarEfectivamente, se crea un ambiente curioso, al menos al principio; pero pronto le absorbe a uno la actividad del momento y se olvida el medio.