Sobran desfiles y jactancias, coreografía falsa o vana, tanto de escuálidas muchachas, como los de tropas armadas.
Los desfiles, en fila india o en fila de a nueve, vestidos con gruesos uniformes o de anoréxicas desvestidas, sólo pretenden imponer un orden externo por la fuerza de los cañones o por el frívolo poder de las marcas comerciales establecidas. Quieren asignarnos el adulterado gusto de ver cómo se pavonean famélicas anoréxicas esqueléticas o fornidos milicos marciales por pasarelas y por ciudades.
Bertolt Brecht señaló: “Cuando los hombres dejen de desfilar, sus sueños se harán realidad”. Lo cierto es que si la mitad de la riqueza empleada en estúpidos desfiles se aplicara a la solidaridad y la fraternidad, no habría necesidad ni de modas pasajeras ni de arsenales perpetuos. El supremo William Shakespeare concluyó: “Hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y no uno delante del otro”. Definitivamente, rompamos el paso impuesto. Todos sabemos que desfilar no es avanzar, sino retroceder en el tiempo.
Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/desfiles.htm
Publicado en Diario de Noticias de Navarra, el 15-10-06.
ResponderEliminarY en Noticias de Álava el 26-11-06.
ResponderEliminarDale a un tonto un uniforme y se creerá que es Dios...
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