Dos anécdotas, verídicas y tristes, en homenaje a los educadores y desde la melancolía vacacional que acompaña al entusiasmo laboral.
Hace ya muchos años, unos alumnos que me seguían con gran fidelidad, me hicieron una pregunta que, a un mismo tiempo, me halagó y me desconcertó: “Tú, con lo que vales, ¿qué haces aquí,… enseñando?” Lo más doloroso fue que la pregunta no provenía de físicos o ingenieros en formación, sino de estudiantes de último año de Magisterio y, por tanto, de próximos profesores.
El segundo caso fue más reciente, trabajando en la administración educativa. El padre de un alumno de Educación Especial, un caso de Síndrome de Down, vino a cursar una petición. El padre, creyendo plena y meritoriamente en su hijo, llegó a confiarme sus expectativas máximas, lo que le enaltecía y demostraba que era un padre ideal. Pero lo hizo de un modo que transmitía su valoración de la acción educativa. Literalmente, y en la discreción de una conversación privada sin la presencia de su hijo, me confesó: “Ya sé, que Jon (nombre ficticio) nunca podrá ser médico o abogado. Pero aspiro a que mi hijo haga un trabajo sencillo, algo como lo que hacen ustedes, los funcionarios de educación”.
La docencia no ha encontrado aún la estima profesional y social que merece entre nosotros, comenzando por el propio profesorado. Si un futuro docente no cree que ejerce un puesto crítico para el futuro, probablemente no merezca ser educador. Si una familia no considera trascendental la labor del profesorado, posiblemente esté limitando la educación de sus hijos.
Hace ya muchos años, unos alumnos que me seguían con gran fidelidad, me hicieron una pregunta que, a un mismo tiempo, me halagó y me desconcertó: “Tú, con lo que vales, ¿qué haces aquí,… enseñando?” Lo más doloroso fue que la pregunta no provenía de físicos o ingenieros en formación, sino de estudiantes de último año de Magisterio y, por tanto, de próximos profesores.
El segundo caso fue más reciente, trabajando en la administración educativa. El padre de un alumno de Educación Especial, un caso de Síndrome de Down, vino a cursar una petición. El padre, creyendo plena y meritoriamente en su hijo, llegó a confiarme sus expectativas máximas, lo que le enaltecía y demostraba que era un padre ideal. Pero lo hizo de un modo que transmitía su valoración de la acción educativa. Literalmente, y en la discreción de una conversación privada sin la presencia de su hijo, me confesó: “Ya sé, que Jon (nombre ficticio) nunca podrá ser médico o abogado. Pero aspiro a que mi hijo haga un trabajo sencillo, algo como lo que hacen ustedes, los funcionarios de educación”.
La docencia no ha encontrado aún la estima profesional y social que merece entre nosotros, comenzando por el propio profesorado. Si un futuro docente no cree que ejerce un puesto crítico para el futuro, probablemente no merezca ser educador. Si una familia no considera trascendental la labor del profesorado, posiblemente esté limitando la educación de sus hijos.
Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2007/melancolia.doc
El día que comprendí que el papel de la educación es primordial, esencial y totalmente necesario para la sociedad decidí encauzar mi camino hacia ella. He decidido convertirme en docente porque valoro la educación , porque es ésta la que que hace que la sociedad avance y porque espero transmitir un poquito de ello a mis alumnos actuales y a los futuros (que poco me gusta decir eso de "MIS alumnos" cuando en las clases siempre intento que el aprendizaje sea mútuo y conjunto, bidireccional).
ResponderEliminarLas palabras se quedan cortas para expresar este sentimiento.
Gracias por tus excelentes posts Mikel.
Nika
Se me olvidó decir que lo que pretendo con este comentario es dar cuenta de que hay docentes por vocación, que sí valoran su rol y están ahí justamente porque creen que pueden aportar su granito de arena en esta ardua pero gratificante labor.
ResponderEliminarNika
No hay trabajo más humano que el de formar a otros y la Educación siempre será piedra angular en toda sociedad que se precie de ser valorada y desarrollada.
ResponderEliminarCoincido con Mikel respecto a la trascendencia del docente en su labor educativa, de no ser así nos perderemos en el intento de reconocernos verdaderamente.
"Otra clase de profesores esposible"
ResponderEliminarClaro, pero habrá que distinguir entre educadores y educadores.
Ahora que está tan de moda el maltrato a los profesores y que nos van a llenar los colegios de seguritas sólo puedo decir que:
1º como alumna que he sido...
2º como madre de alumna que soy y que llevo años visitando y hablando con los profesores...
Sólo puedo decirte:
¡Qué pena me dá de los chiquillos!
...Y con estos mimbres ¿qué cestas hacemos?
Seguro que todos esos chicos tan malos que nos ponen por la tele, tan conflictivos en los colegios, tendrían mucho que decir... pero sería igual que en los juicios contra la policía: son ellos quienes tienen la credibilidad, siempre ganan.
Por lo tanto, señor Mikel, hagamos distinciones: hay educadores y educadores.
Todo depende de los valores que tengan ésos educadores y son ésos los que van a transmitir. Y es en base a ésos valores que van a tener una actitud u otra.
Hay profesores que joden mucho y que podrían resultar muy perjudiciales en la vida de los muchachos.
Pero por supuesto "otra clase de profesores es posible"
Hola Mikel, gracias por tu visita a mi modesto blog y por las felicitaciones, se agradecen no sabes cómo.
ResponderEliminarComplejo el tema del desprestigio que están sufriendo ciertas profesiones tan necesarias para el correcto funcionamiento de nuestra sociedad, y el auge de otras tan inútiles como dañinas ( v.g. futbolistas de élite, "periodistas" del corazón, y un largo etcétera).
Me alegro de conocer tu blog, te añado a mi Bloglines.
Saludos y felicitaciones, nuevamente, para Mª José Reina.
ResponderEliminarY ahora, además, mayor agradecimiento...
Estoy de acuerdo con el comentario anterior, hay de profesores a profesores. Durante mi larga vida como estudiante (el año pasado terminé la universidad) he tenido todo tipo de profesores, desde aquellos que me hicieron aprender los libros de memoria como ellos lo hicieron en su tiempo, por cierto este método de memorizar es de lo más nocivo que existe; hasta aquellos profesores que me obligaron a reflexionar y ejercitar mi cerebro, me pusieron a analizar la realidad que me rodea y es gracias a ellos que el día de hoy puedo decir que tengo un pensamiento crítico, estos profesores son los que inculcaron en mí el amor por la lectura y las ganas de seguir estudiando en algún posgrado, espero poder hacerlo, siempre estaré agradecida con aquellas personas que se cruzaron en mi camino durante mi vida escolar y me enseñaron a pensar por mi misma, me enseñaron a reflexionar y nunca me dieron una receta para la vida, si no más bien las herramientas para que yo encuentre por mi misma la respuestas a todas mis dudas.
ResponderEliminarCreo que estos son los verdaderos educadores, los otros sólo son instructores.
Publicado en DEIA, el lunes 30-7-2007.
ResponderEliminarPublicado en Diario de Noticias de Navarra, el martes 31-7-2007.
ResponderEliminarel fallo es de los propios profesores
ResponderEliminarmi experiencia como estudiante me ha llevado a conocer a múltiples profesores/as que poseían 3 grandes defectos:
1-eran unos inútiles desde el punto de vista cultural,educacional..............
2-eran unos desgraciados/as como hombres y mujeres.
3-eran seres absolutamente degradados y degenerados como simples seres humanos.
es imposible que un alumno pueda tener el más mínimo y elemental respeto hacia semejante banda de mafiosos.
Publicado en el Diario de Noticias de Álava, el lunes 13-8-2007.
ResponderEliminarPermítanme una anécdota personal, que creo ilustrativa para ver el cambio que ha dado, con el tiempo, la profesión de educador:
ResponderEliminarCuando hicimos COU (en el Jurásico), antes del final de curso, nos dieron unos panfletos que teníamos que rellenar.
En una de las casillas, teníamos que poner cuáles eran nuestras preferencias en lo que se refiere a los estudios universitarios. Yo haía puesto, por orden de preferencia, como prescribía, los siguientes estudios: "Arte Dramático", "Bellas Artes" y "Magisterio". Llevé el panfleto a casa y se lo enseñé a mi padre, para ver qué le parecía y me contestó lo siguiente:
"Mira hijo, no seré yo quien te obligue a hacer lo que tú no quieras, pero, si pides mi opinión, yo de ti, elegiría algo que me diera de comer a mí y a mi familia.
Siempre podrás ser un maestro actor o un maestro pintor."
Elegí Magisterio, aprendi a ser educador, y luego me licencié en Filología Vasca. Hoy me gano el pan educando, pero esta profesión ya no es lo que era. Ya casi no quedamos vocacionales (o profesionales) y esto está lleno de ganapanes que han estudiado cualquier cosa para luego dar clase de cualquier cosa, de cualquier manera y así nos va.
Y que no echen la culpa al bajo nivel del alumnado, para justificar el fracaso educativo, porque creo, verdaderamente, que el hecho de que el nivel de enseñanza haya bajado, no se debe al alumnado, sino al profesorado, que en algunos casos, doy fe, no sabe leer ni escribir.
Ahora no hay educadores, hay ganapanes a espuertas, que se quejan de tener una hora más a la semana o de retrasar un día sus vacaciones de DOS meses.