Apuntes de una conversación con una profesora vasca recién llegada de impartir clase durante varios años en la enseñanza secundaria francesa.
La diversidad del alumnado en las aulas de Paris o Burdeos es notablemente superior a la que encontramos en nuestras clases, y proceden de flujos migratorios menos recientes. El rigor de los centros públicos es superior al nuestro en aspectos tradicionales como la puntualidad o el silencio. ¡Cuánto apreciaría nuestro profesorado el respeto que manifiesta un grupo de escolares que se pone en pie al entrar el profesorado o que, simplemente, agradece con una palabra el gesto de recibir una hoja de apuntes!
La autoridad se desprende de esos pequeños detalles, como que en la entrada la dirección reciba y salude con un apretón de manos al profesorado o que controle estrictamente el horario de entrada o de cambio de clase. La carrera docente que aquí hicimos desaparecer, cobrando prácticamente lo mismo los docentes recién llegados que quienes llevan décadas, contrasta con el importante plus que durante toda su jubilación puede cobrar el profesorado que ha acumulado más méritos.
El prestigio docente emana de las mismas direcciones, con una autoridad equivalente a la de la alcaldía de municipios medianos. El acceso a un cuerpo docente diferenciado, con su propia carrera profesional proporciona permanencia y estímulo para permanecer cinco o seis años con estabilidad en cada centro y progresar hacia liceos mayores si los resultados lo merecen. Igualmente destaca la presencia de una figura de gestión económica, que se ocupa con su personal administrativo de toda la intendencia aportando apoyo al equipo directivo.
[Post que quedó semielaborado en febrero de 2009, y que sin completarlo se publicó en febrero de 2012. Son ideas para la regeneración de la educación pública que es la predominante en Francia.]
La diversidad del alumnado en las aulas de Paris o Burdeos es notablemente superior a la que encontramos en nuestras clases, y proceden de flujos migratorios menos recientes. El rigor de los centros públicos es superior al nuestro en aspectos tradicionales como la puntualidad o el silencio. ¡Cuánto apreciaría nuestro profesorado el respeto que manifiesta un grupo de escolares que se pone en pie al entrar el profesorado o que, simplemente, agradece con una palabra el gesto de recibir una hoja de apuntes!
La autoridad se desprende de esos pequeños detalles, como que en la entrada la dirección reciba y salude con un apretón de manos al profesorado o que controle estrictamente el horario de entrada o de cambio de clase. La carrera docente que aquí hicimos desaparecer, cobrando prácticamente lo mismo los docentes recién llegados que quienes llevan décadas, contrasta con el importante plus que durante toda su jubilación puede cobrar el profesorado que ha acumulado más méritos.
El prestigio docente emana de las mismas direcciones, con una autoridad equivalente a la de la alcaldía de municipios medianos. El acceso a un cuerpo docente diferenciado, con su propia carrera profesional proporciona permanencia y estímulo para permanecer cinco o seis años con estabilidad en cada centro y progresar hacia liceos mayores si los resultados lo merecen. Igualmente destaca la presencia de una figura de gestión económica, que se ocupa con su personal administrativo de toda la intendencia aportando apoyo al equipo directivo.
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