El Papa Francisco reflexiona sobre la parábola del buen samaritano; esta reflexión es el núcleo teológico de la encíclica. El Papa Francisco dice que esta parábola es un llamado "siempre nuevo" de Jesús que "nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social". Invita al lector a una introspección de su lucha interior entre la propia seguridad y los sacrificios personales requeridos por la caridad. La parábola "Nos revela una característica esencial del ser humano, tantas veces olvidada: hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor". El Papa Francisco agrega que "Todos tenemos responsabilidad sobre el herido" y que "No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones."
El Papa Francisco también critica a aquellos que creen que adorar a Dios es suficiente y no son fieles a lo que su fe les exige. Además, Francisco señala a aquellos que "usan y engañan a la sociedad" y a quienes "viven de ese sistema y de sus recursos". También enfatiza la importancia de reconocer a Jesucristo en los abandonados o excluidos y agrega: "A veces me asombra que, con semejantes motivaciones, a la Iglesia le haya llevado tanto tiempo condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia".
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