Una sociedad o invierte suficientemente en educación o camina hacia su decadencia. Aznar pretende situar a España como potencia mundial, pero escoge el camino erróneo: más armas y menos profesores. Se embarca en una guerra colonial remota, con gastos militares y “donaciones de reconstrucción de lo destruido” que no se permiten ni Alemania, mientras sigue a la cola de Europa en educación. ¿Alguien cree que un país asegura su futuro porque su presidente se fume un puro con los pies sobre la mesa en Cap David o se “crezca” en Las Azores? La España triunfal del PP repatría cadáveres de una “guerra humanitaria”, mientras sigue marcando cotas de ineficacia laboral y formativa. Señalemos solamente tres datos significativos:
1º España sigue siendo el país de la Unión Europea con la tasa de paro más elevada, 11,2%, cuando en la media de los Quince de la UE es del 8,0% y ningún otro país supera el 10%, con cifras de 3,9% Luxemburgo, 4% Holanda, 4,5% Austria ó 4,6 % Irlanda.
2º El recientes fracaso acallado del ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), ganado por Francia debido a su vitalidad científica muy superior a la española. Fueron patéticos los esfuerzos económicos de última hora, doblando la inversión de 450 a 900 millones de euros para una aventura tecnológica de 10.000 millones de euros y que creará miles de empleos permanentes de alta cualificación pata toda una generación de científicos. La capacidad investigadora y la potencialidad industrial no se improvisan con apresuradas maniobras diplomáticas de última hora, ni se alivian con premios de consolación como la Copa del América.
3º El porcentaje del 4,9% del PIB español destinado a educación es notoriamente insuficiente y decreciente. Más aún si se consideran los desequilibrios por autonomías. Sin desglosar por regiones debido a la ausencia de detalles que el Ministerio de Educación (MECD) no se atreve a publicar, el Estado no sólo dedica muy poco, a pesar de partir del gravísimo déficit educativo crónico, sino que además gasta menos desde que gobierna el PP: En 1995 era del 5.6% (4,6% público y 1% familiar) pasando en 2000 a 4,9% (4,3% público y 0,6% familiar). Insuficiente y completamente exiguo para las regiones más pobres, con peores infraestructuras escolares. Frente a esta raquítica inversión educativa, Corea del Sur dedica el 7,1% (4,3% y 2,8% familiar), y los países referenciales cifras como EE.UU. 7% (4,8% y 2,2%), Dinamarca 6,7% (6,4% público y 0,3%),… Incluso países en desarrollo como México, o de la nueva Europa como Polonia, Hungría,… superan la media española. En síntesis: la administración Aznar ha dedicado un esfuerzo educativo irrisorio y menguante, con un misérrimo capítulo de financiación pública.
El resultado obvio es el primer puesto… por la cola con Portugal e incluso el tercero peor si se incluyen los países candidatos a ingresar en la UE. El fracaso escolar de la Enseñanza Secundaria Obligatoria arroja cifras escandalosas: promedio del Estado español 28,6 %, OCDE 21%, UE 19,4%, países nórdicos con valores entre 9% y 5% en Finlandia, Dinamarca, Noruega,… Un análisis comparado denota el dramático “fracaso español“: abandono precoz de los estudios entre los jóvenes de 18 a 24 años, bajo nivel de la población adulta española con educación secundaria o superior (peor puesto con Portugal con un 42,4%, muy por debajo de la media europea del 65,7%) o educación permanente (sólo el 4,9% de los adultos españoles (25-64 años) frente a una media comunitaria de 8,4%). Justamente las únicas autonomías con valores educativos superiores a la media europea son la Comunidad Autónoma Vasca y la Comunidad Foral Navarra, en todos los parámetros educativos cualitativos y cuantitativos. Sólo un dato, la población graduada en COU-Bachillerato LOGSE es del 46,2% en la media española, pero oscilando entre el 65% en la CAV y el 35% en Canarias.
Los medios de comunicación debieran centrarse más en los temas educativos, por su trascendencia decisiva y por el interés profundo que despierta en la sociedad, en la ciudadanía y en las familias. No nos distraigan con éxitos ficticios de guerras lejanas, ni con estériles enfrentamientos con autonomías como Euskadi que apostaron por la calidad educativa como la mejor profecía de futuro. Basta de leyes limitadoras de las competencias educativas y sin partidas económicas, cuyo pésimo ejemplo es la Ley Orgánica de Calidad Educativa que uniformiza por abajo (como las minúsculas pensiones). Menos triunfalismo y más esfuerzo inversor en recursos humanos y materiales para la educación, las universidades y la investigación.
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