Más se sabe de una persona por lo que dice de los demás, que por lo que los otros opinan de ella. Antes de contar un solo defecto de los demás, comencemos a repasar y enumerar mentalmente los nuestros. Así, seguramente, nos faltará tiempo, no ya para anunciar, sino incluso para advertir los fallos ajenos. A fin de cuentas, ¿quién puede vanagloriarse de no tener defectos? Examinando los nuestros, aprendemos todos a excusar los de los demás.
Entretenerse en buscar defectos al prójimo es prueba suficiente de no ocuparnos apenas de los nuestros propios. Dado que no somos perfectos nosotros, descubramos en los demás preferentemente bondades y virtudes. De este modo, comprobamos que todos poseemos grandes cualidades que nos hacen merecedores de aprecio y estima.
Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2006/defectos.htm
Leído en el Diario de Noticias de Navarra del 27 de agosto.
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