Un plan escolar llamado Jokin

El suicidio de Jokin merece una reflexión colectiva y un urgente programa educativo anti-bullying.

Jokin era un chaval de 14 años que se arrojó desde la muralla de Hondarribia el aciago martes 21 de septiembre después de sufrir el acoso de un grupo de compañeros de clase. La autopsia demostró claros signos de haber sido golpeado días antes del suicidio. Ocho condiscípulos de Jokin fueron expulsados temporalmente del instituto.

A Jokin le fallamos todos, los educadores (verdaderos), los adultos (verdaderos), los amigos (verdaderos),… todos los que no previmos y atajamos un caso tan cruel que estaba aconteciendo en un espacio protegido como debe ser el entorno educativo. A Jokin le persiguieron sistemática e impunemente una “banda” de adolescentes de 4º de la ESO con reiteradas amenazas, humillaciones, vejaciones y palizas, conocidas por una parte del profesorado y alumnado del centro.

A sus verdugos adolescentes sin escrúpulos morales, no supimos enseñarles valores humanos suficientes para rechazar semejante conducta despiadada y mafiosa. Al mismo Jokin no supimos educarle para pedir ayuda a su familia o a un tutor vocacional, ni para rechazar ese falso concepto de cuadrilla que protege a los explotadores. Tampoco supimos inculcarle a Jokin el valor y el apoyo que evitase la ceguera de un martirio que le llevó a la desesperación.

La muerte de Jokin es un monstruoso fracaso de ingentes dimensiones familiares, educativas, sociales y éticas. La deriva de una sociedad que no se revuelva inmediatamente ante el sacrifico de Jokin no merece sino el calificativo de culpable por acción y por omisión. Nada nos define a todos nosotros mejor que el mensaje desgarrador de un compañero de Jokin en su mismo chat: "Cuanto más tiempo pasa peor me siento. Es como un gusano que come mi interior por no haberte defendido".

La muralla de Hondarribia se ha llenado de velas, flores y mensajes. La dirección del instituto ha comentado que "Quizás hemos actuado con demasiada lentitud". Se ha abierto una doble investigación escolar y policial. Pero todo ello no basta si no aseguramos que ningún otro Jokin esté sufriendo la misma tortura. Hemos de reaccionar inmediatamente desde la indignación de que sucesos así acontezcan entre nosotros.

La historia de Jokin debe ser contada y comentada, hoy mismo, en todas las aulas de la ESO. Y luego preguntar: ¿Algo así sucede entre nosotros? Hemos de instaurar un programa educativo generalizado “anti-bullying”, de prevención de las agresiones verbales o físicas entre condiscípulos, con terapias y prevención activa para “intimidados” en primer lugar y, también, de reeducación y rescate para los “agresores”. Se ha estimado, en una reciente tesis doctoral de José María Avilés, que el abuso entre condiscípulos alcanza episódicamente al 5,6% del estudiantado, y que el 1,5% del alumnado (una cifra inmensa de niños y jóvenes) padece esa intimidación cotidiana y persistente.

El acoso entre iguales es un serio problema educativo velado y poco estudiado. El término “abusón” siempre ha formado parte del vocabulario escolar. Causa un indecible sufrimiento entre las víctimas, que pueden llegar al suicidio, y efectos nefastos en agresores y espectadores. Suele pasar desapercibido entre el profesorado y las familias o provocar su impotencia, al no saber cómo afrontar un tema que puede tener gravísimas consecuencias sociales. Son características de este tipo de acoso la desigualdad física o de poder entre agresores y víctima, las acciones repetidas en lugares y tiempo, con intencionalidad de atemorizar. Existen componentes físicos, verbales, sociales y psicológicos que marcan a las personas protagonistas en su futuro social, más allá del periodo escolar. La práctica consiste en ejercer violencia repetidamente contra alguien que no puede o no sabe defenderse: golpes, empujones, insultos, robos de bocadillos o tareas, que atemorizan y aíslan a la víctima, generándole además anticipada angustia. Antes de salir de casa ya sufre lo que le puede pasar.

El agresor, más frecuentemente varón, habitualmente es más fuerte físicamente o de carácter y sin sentimiento de culpabilidad ("el otro se lo merece"). Se acostumbra a la extorsión sin consecuencias, pudiendo evolucionar en el futuro hacia la delincuencia o la agresión familiar. La víctima, también más frecuentemente varón, suele ser de baja autoestima, con dificultades de relación, no manteniendo tras de sí un grupo que le proteja y trata de escaparse de la agresión, protegiéndose con enfermedades imaginarias o somatizadas. Los espectadores o espectadoras que no intervienen y se acostumbran a ver como normales las situaciones injustas, llegan a inmunizarse ante el sufrimiento ajeno. Cualquier lugar donde no haya personas adultas observando es susceptible de ser el escenario de la intimidación: patios, alrededores,...

En la etapa escolar, los responsables de la prevención y corrección del acoso somos tanto los familiares de agresores, de espectadores o de víctimas, como el profesorado y el resto del personal adulto de los centros de enseñanza. Por ello es apremiante que los diferentes estamentos de la comunidad escolar tomemos el tema con la prioridad que merece y elaboremos un plan propio de detección y corrección del problema. Se propone que todos los centros escolares, y fundamentalmente en los niveles de Enseñanza Primaria y Secundaria, elaboren un plan 'antibullying' específico, con terapias para el alumnado víctima y victimario, en su caso recurriendo a profesionales o siquiatras colaboradores. Estos planes podrían seguir protocolos innovadores, como el denominado Preconcimei propuesto por el citado Avilés para evaluar el grado de presencia del acoso escolar a través de cuestionarios entre el alumnado, el profesorado y los progenitores, así como una guía para planificar la actuación y las terapias en cada centro, incluyendo el método desarrollado en 1989 por el psicólogo sueco Anatol Pikas, con fórmulas combinadas incluyendo los ‘bully courts’ o tribunales escolares creados en el Reino Unido. Los resultados en los centros británicos o nórdicos donde se ha intervenido con el sistema Pikas han sido muy satisfactorios con un índice de víctimas reducido al 40%.

El nombre de Jokin podría servir para intitular un programa 'antibullying' de aplicación inmediata en nuestro sistema educativo. Así reconoceríamos su sacrificio para conmover nuestros corazones de adultos, y materializaríamos el deseo último que horas antes de tomar la fatal decisión escribió Jokin en su chat: "¡Libre, oh, libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies!".

Clave educativa

Una lección magistral impartida por una niña de cinco años.

Hace unos años, debí realizar un corto viaje para dictar una conferencia sobre la trascendencia de la educación. Mi hija Leire me acompañó. Antes de ir a cenar en el hotel, hube de repasar mis apuntes mientras la niña jugaba explorando la habitación. Pero se aburría y reclamaba mi atención. Sobre la mesa había una revista, con una página donde aparecía un mapamundi con el panorama planetario de hambre y guerra.

Para entretenerla rompí la hoja en pedacitos y le sugerí que recompusiera el rompecabezas. Aceptó el reto y creí que dispondría de una hora. En pocos minutos había armado la hoja e incluso la había pegado con cinta transparente.

Le pregunté: “¿Cómo has reparado el mundo tan pronto?".

Ella respondió: "No me fijé en el mundo. Detrás del mapa venía la foto de un niño en su aula; puse bien la escuela y el mundo quedó arreglado".

Simbólicas aldeas Potemkin

Existen metáforas ideológicas muy arraigadas que enturbian nuestra convivencia.

Grigori Alexándrovich Potemkin fue un político y mariscal de campo ruso. La emperatriz Catalina II (La Grande) lo eligió como amante y favorito de su corte, nombrándole conde y finalmente príncipe. Destacó por sus victorias administrativas y militares (muriendo en la segunda guerra ruso-turca), construyéndose en su honor un siglo después el “Acorazado Potemkin”, cuyos marinos se amotinaron en 1905, episodio que Sergei M. Eisenstein inmortalizó en su película cumbre de la cinematografía mundial.

Potemkin urdió uno de los engaños más famosos de la historia universal. Mientras Rusia se convertía en una potencia, para que la zarina no viera la miseria en la que vivía el pueblo, cuando viajó en carruaje durante una visita a Crimea en 1787, su ministro le mostró únicamente las tristemente famosas “aldeas Potemkin”, pura fachada de madera y lienzo en una farsa convincente. Había encargado a un ejército de artesanos pintar hermosos e idílicos decorados con casas hermosas y jardines rebosantes de flores delante de los misérrimos poblados para que taparan la indigente penuria en la que vivían los campesinos.

El engaño de las "aldeas felices” ha seguido vigente hasta la actualidad, potenciado por el vasto mundo del poder mediático. El séquito del poder sigue instituyendo frontispicios de engaño con propaganda que embaucan nuestros sentidos y nuestras mentes. No sólo hablamos de pantallas y muros que se erigen por doquier para que nos veamos cómo viven más allá de los barrios elegidos, en Israel o en China, en Europa o en América. Además nos muestran fotos de la “inteligencia militar” con ciudades Potemkin donde los iraquíes supuestamente fabricaban armamento nuclear.

El artificio moderno es más sutil y ha cambiado de protagonistas. Ya no hay que encandilar solamente a un monarca, sino a millones de ciudadanos. Tampoco bastan los espectáculos visuales solamente. Hay que nublar el pensamiento colectivo, con metáforas de aparente simplicidad pero muy elaboradas para mantener el ardid. Son muchas las abstracciones que ya confundimos con cosas reales. Veamos solamente dos, tan trágicas como actuales: el ‘imperio del mal’ o el dinero.

¿Qué pasaría si hubiesen dicho que Estados Unidos fue a la guerra de Vietnam a robar sus mujeres jóvenes más bellas? En realidad, el logro final, y el menos malo, fue el de los matrimonios mixtos de soldados con nativas. Pero para ello se destruyeron millones de vidas y se mantuvo el dolor de varias generaciones de la humanidad entera. Nos contaron que se fue a “combatir al comunismo en una guerra fría”. Hoy nos apuntan que hay que mantener el Primer Mundo contra el Tercer mundo para “luchar contra el terrorismo”. Iconografías, sólo símbolos, que actúan como “aldeas Potemkin”, sin permitirnos ver a la gente de carne y hueso que viven tras esas barreras de “países enemigos”. No es de extrañar en una época donde es más delito quemar una bandera (un trapo a fin de cuentas), que envenenar la tierra de una comunidad con contaminantes inextinguibles.

Junto a las ideologías enfrentadas, otra de las peores falsedades de hipocresía es el dinero. Nos han inculcado que es como el oro. El metal, aparte de su uso odontológico, sólo se almacena en cámaras acorazadas. Obviamente no es ilimitado. Por tanto, se nos dice que “no hay dinero para acabar con el hambre en el mundo”. Esto es tan absurdo como decir que no hay “metros cuadrados para hacer viviendas para todos”. El dinero, en sal o en oro, es un medio de medida que permitió superar el sistema de trueque en el comercio de la antigüedad. El dinero no se manipula como una materia: En cada crisis de recesión mundial el dinero desaparece súbitamente, pero el oro planetario, descubierto o no, siempre es constante salvo transmutaciones. Aportando e intercambiando nuestro esfuerzo podemos conseguir un planeta dichoso.

La riqueza y la felicidad pueden crecer, como el amor, la inteligencia o la justicia. No existe una cantidad fija de modo que si los demás tienen más a nosotros nos queda menos. Con un sistema justo, todos podríamos vivir prósperamente, sin pasar necesidad nadie en ningún lugar. Olvidemos las metáforas limitativas. Creamos más en la pura realidad: el bienestar puede ser mundial, la libertad es compatible con la equidad, los que piensan de modo distinto sienten y necesitan lo mismo que nosotros, todos podemos ser hermanos, el bien no necesita del mal, el derecho se puede imponer con la fuerza de la razón y del corazón,...

Somos como la criatura que cae en su cochecito por las escaleras de Odessa, sin control en medio del aplastamiento popular que narra el Acorazado Potemkin. Necesitamos que todos olvidemos las arcaicas “aldeas Potemkin” de símbolos absurdos para dejar de luchar y vernos cara a cara: el soldado y la madre que pide pan. No son un zarista y una insurgente; son dos personas que comparten la misma desesperación. Entonces, cuando traspasemos el decorado de los emblemas y nos reconozcamos como seres humanos, sólo nos quedará la solución de arreglar conjuntamente nuestros mutuos problemas.

Lista a la vista

Recordatorio para distraídos olvidadizos antes de salir de casa.

Les revelo la “lista del tonto” que compruebo antes del momento fatídico de salir de casa, para que no se me olvide nada importante. Cuatro elementos son los decisivos:

1º “Lleva llave”. Consejo básico que resuelve todo, pues con esta pieza podrás volver a entrar para recoger lo que te faltase.
2º “Dinero dentro”. En metálico o en plástico (tarjetas) lo necesitarás casi siempre. En caso de viaje de larga duración, un buen consejo es llevar la mitad del equipaje previsto y el doble del dinero.
3º “Documentos en aumento”. Todos aquellos carnés, DNI, pasaporte, pasajes, billetes, contratos, mapas, apuntes,… que precisas siempre o en cada caso concreto. A fin de cuentas si sales de casa, será para algo. Llevas todo aquello que te puedan requerir o que debas presentar.
4º “Instrumentos de incremento”. Las innumerables prótesis que necesitamos en mayor o menor medida, desde el teléfono móvil hasta las gafas, de sol o graduadas, de cerca o de lejos. La gama de aparatos es inmensa, comenzando por el reloj. Desde el libro para el Metro hasta el ordenador portátil, pasando por bolígrafos y papel, cámara de fotos (integrada en el móvil con el PDA), grabadora (en el pendrive con reproductor MP3), pilas,… Para viajes largos no olvidar cargadores y cables, neceser con afeitadora, cepillo de dientes y pasta, pijama, toalla, mudas, pañuelos, ropa adicional (bata, zapatillas, bañador,…), despertador, transistor, prismáticos, navaja universal, candado,… Pueden incluirse las alianzas y joyas, juegos de bolsillo (máquina de ajedrez, en el PDA), lectura y música.

Como regla nemotécnica puede usarse un acrónimo fácil de recordar: LLEVA, formado por las iniciales de Llaves, Euros (dinero), Visados (documentos) y Aparatos o ayudas. No olvidemos tampoco el equipamiento interior, basado en salir de casa siempre Llenos de buen humor, con Energía, Vitalidad y Alegría.
Imagen descubierta e incluida el 1-4-2011.

Cuento cruento

Historia de un hombre tan invisible que nadie se percató de que existía.

Era un soñador utópico, que conocía amargamente el eterno ahora de la soledad. De esa soledad llena de distancias. La rutina de su vida le llevaba al exilio de la incomunicación. Incluso viajaba en el metro para apretar su soledad con otros cientos de soledades. Bien sabía que la soledad almuerza con la tristeza, come con el abatimiento y cena con la desesperación.

Necesitaba una dieta de cariño. Una amiga a quien contra sus soledades. Una mujer que le liberara de los monstruos que nos devoran en la soledad. Una compañera que le ayudase a romper la asimetría de su pequeñez frente al colosal mundo exterior. Intuía que era sólo un Adán que soñaba con el paraíso, pero que siempre despertaba con todas sus costillas intactas.

Se encerró en casa, resuelto a no regresar a las hostiles calles. Apagó para siempre la televisión, donde sólo monologan gentes sin escucharse. Cuando se le acabaron los víveres, decidió tirarse por la ventana de su cuarto piso. Llevaba tantos días sin hablar con nadie, ni oír las noticias, que no supo de la huelga de limpieza. Cayó sobre una montaña de bolsas de basura. En pijama repasó sus desperfectos. Comprendió que había sobrevivido sin daños; apenas una gota de sangre en una rozadura. Pero, quizá con el batacazo, su soledad se hizo añicos.

No tenía llaves para volver a su hogar. Pidió ayuda a unos transeúntes. Le socorrieron con amabilidad. Desde aquel incidente su soledad, que había crecido más y más como un cerdo obeso, fue consumiéndose. Eligió abandonar el elegido destino de una mezquina soledad. La tristeza desapareció cuando descubrió que nunca conviene llegar al fondo de la soledad. Quienes le rodeaban se alegraron de su vuelta, tras aquel destierro de soledad.

Ahora que estamos vivos...

Es urgente que no olvidemos vivir lo que verdaderamente vale la pena de ser vivido.

Hoy debe ser el mejor día de nuestra vida. Seguro que hace tiempo nos preguntamos si llegaríamos a esta edad, a poder vivir una fecha como la de hoy. Ha llegado esta jornada, y ello es motivo de celebración: otro día más para compartirlo con los nuestros. Seguro que nos acompañan muchas adversidades y algunas alegrías, si sabemos apreciarlas. La vida ronda a nuestro alrededor en forma de estrella, de nube, de árbol, de pájaro y de gente. Hoy vamos a sonreír a todas esas creaciones para pregonar que somos felices porque aún estamos vivos.

Hoy vamos a ser bondadosos y generosos con quienes nos rodean. Diremos bellas palabras como “te amo”, “te necesito”, “eres especial”, “significas mucho para mí”, “¿te puedo ayudar?”,… Hoy es un día para reír, para escribir una carta, para enamorarse más, para disfrutar de una comida en compañía de una amistad que hace tiempo no vemos,… Hoy es el día apropiado para abrazar y besar a nuestra familia, a nuestros mayores, a nuestra pareja,… Hoy es un día apropiado para jugar con los pequeños, para escuchar a los colegas, para atender a los necesitados, para dar la mano a quienes lo necesitan. Hoy es el mejor día para pedir perdón, para rectificar nuestros errores, para comunicarlo y dar una sorpresa agradable a quienes nos aprecian y nos quieren. También es un día idóneo para trabajar fuerte, porque sólo con mucho esfuerzo se solucionan las necesidades propias y ajenas.

La muerte nos ha enviado a todos una carta certificada para notificarnos que pronto no estaremos aquí. Pero todavía nos resta todo un día... Y un día aprovechado puede ser más que toda una vida despilfarrada... No posterguemos lo urgente y lo importante, ahora que estamos vivos. Tenemos todo un día para ser más niños, para ser más sabios, para ser más felices.

Ahora que estamos vivos, es preferible que compartamos con los nuestros unos cuantos minutos y no una noche entera cuando ellos o nosotros hayamos muerto. Es mejor prodigar pequeñas muestras de cariño ahora que estamos vivos, que no grandes manifestaciones de duelo cuando hayamos muerto. Regalemos una sola flor ahora que estamos vivos, en lugar de enviar una gran corona a un funeral. Demos aliento en una breve visita o con una rápida llamada, sin esperar a escribir un largo poema póstumo o un conmovedor epitafio cuando ya no estemos vivos.

Ahora que estamos vivos, procuremos dejar a nuestros allegados una huella amable de nuestra existencia. Dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontramos, con un poco más de paz y de ternura. Es urgente que hagamos un alto en nuestra ajetreada vida y nos preguntemos: ¿Tiene sentido todo lo que haremos hoy? Es perentorio que apreciemos que nuestras vidas pueden ser grandes en servicio a los demás, siendo verdaderamente hermanos todos los seres humanos. Es inaplazable que miremos a nuestro alrededor y apreciemos cuánto amor nos brindan los nuestros y cuánto amor podemos ofrecer a los demás.

Ahora que estamos vivos, es muy urgente que no nos olvidemos de vivir lo que verdaderamente vale la pena de ser vivido. ¡Que tengamos un buen día! ¡Sólo depende de todos nosotros!

Floridización invisible

Tercera Edad en el Primer Mundo: El envejecimiento de nuestra sociedad como reto y oportunidad.

La “Floridización”, semejanza con Florida, es un neologismo no aceptado aún por la Academia de la Lengua. Proviene del término estadounidense “Floridization”, expresando que según el censo de 2000 la población norteamericana mayor de 65 años era 12,4%, mientras que en el Estado de Florida alcanzaba un 17,6%, y sigue creciendo. La razón básica es que este destino es el preferido de muchos jubilados de Estados Unidos.

El fenómeno, del rápido incremento de la ciudadanía de la tercera (y cuarta) edad se está produciendo igualmente en Europa y en todo el denominado “Primer Mundo”. Ya no puede hablarse de determinados territorios (como la costa mediterránea) ocupados por jubilados de la tercera edad, con dinero y tiempo en busca de calidad de vida, a la espera de entrar en la cuarta. Hoy todo el continente europeo y todo Occidente se “floridiza”. Según el último informe del Fondo de Población de Naciones Unidas, que constata la desaceleración del crecimiento de la población mundial, la Floridización del Primer Mundo se extenderá a la mayoría de los países en desarrollo entre 2000 y 2050, duplicándose la proporción de población de 65 años o más. Según las proyecciones -fáciles de elaborar porque tratan de gente que ya ha nacido-, en 2020 habrá más de mil millones de mayores, un 70% de ellos en países en vías de desarrollo. El crecimiento de esta tercera edad está generando un planetario problema no paliado de ancianos en la pobreza. Si las diferencias entre habitantes del Primer y Tercer mundo son abrumadoras, todavía se agravan entre los ancianos de los países más avanzados y de los más pobres. En el campo de la solidaridad entre los mayores queda mucho por hacer.

Los “mayores”, seniors es de difícil traducción, configuran una realidad social con múltiples aspectos de diferenciación que no siempre han sido debidamente atendidos. Podría destacarse sus requerimientos de salud, obviamente más perentorios y exigentes que en otras etapas de la vida en razón de la edad, pero igualmente son reseñables otros tipos de servicios sociales orientados a atender su mayor tiempo de ocio o sus legítimas aspiraciones de seguir contribuyendo con su valiosa experiencia al bienestar común.

Si nuestra sociedad ignora la capacidad de la tercera edad, peor aún ha abordado el problema de la cuarta edad. De ahí señales como el abandono de ancianos en hospitales que suele producirse cuando llega la época del veraneo para sus descendientes. Además, las familias no están estructuradas para acoger a sus ancianos. Ni siquiera la arquitectura de las viviendas está proyectada para ello, por lo que proliferan las residencias. Por otra parte el trato y la relación con los ancianos nos diferencian de muchas sociedades asiáticas, donde no sólo se respeta al anciano y se le cuida desde la familia, sino que además sigue cumpliendo funciones sociales importantes, algo que está desaparecido en la Europa del bienestar.

Aquí surgen fenómenos sociales innumerables que requieren una profunda reflexión de justicia, como el descrito por Arlie R. Hochschild en un relevante estudio (Global care chains and emotional surplus value). Parte de una realidad conocida por todos: las y los sudamericanos (filipinos y otros) emigran al Primer Mundo para cuidar niños o ancianos de familias acomodadas. Con lo que ganan, mantienen a sus familias en sus países de origen, e incluso pagan a cuidadoras para que se ocupe en su país de origen de sus propios hijos y ancianos. Así, las mujeres más pobres asisten a ancianos o niños de los más ricos, mientras que otras mujeres aún más pobres, ancianas y rurales cuidan a sus propios niños y ancianos. El resultado son las "familias transnacionales": Una faceta sórdida del nuevo orden económico, que no podemos aceptar sin más, aunque permita que se beneficien muchos elementos de la cadena humana. La razón de fondo radica en la creciente y legítima integración laboral de las mujeres occidentales, conviviendo con hombres que no asumimos las responsabilidades hogareñas y de cuidado de nuestros dependientes, labor que subarrendamos a inmigrantes.

Los problemas de la ancianidad nos atañen a todos y sus carencias deberían preocuparnos a todos, dentro del entorno familiar y del escenario social. Nuestra esperanza de vida está cercana a los 80 años, y continúa creciendo. Nuestra mejor opción es llegar en el futuro a “ser (más) mayores”.

Sorprendentemente los políticos, que en nuestro entorno y en su mayoría ya no pertenecen a este colectivo, han descuidado tanto la atención sobre las necesidades propias de los retirados y de la ancianidad, así como del formidable impacto general que sobre el conjunto de la sociedad provoca su apreciable existencia. Por ejemplo, si ya existen Ministerios de la Juventud, ¿para cuando un Ministerio de la Tercera Edad? Y ello a pesar del peso electoral que pueden representar los mayores, quizá insuficientemente movilizados en cuestiones políticas. De la mano de las urnas puede lograrse lo que no se ha conseguido por ética desde un concepto genuino de familia, que no aparte a los abuelos. Los más mayores empezarán a ser una cuestión central en la política europea y estadounidense, si se mantienen las actuales tendencias. Para 2030 los ‘veteranos’ serán la mayoría, no de la población, pero sí de los votantes reales en Estados Unidos y casi en Europa. Incluso el mundo económico, y es un dato revelador de lo inadvertido de la situación, no ha respondido con suficiente agilidad a esta tercera edad numerosa y con medios financieros superior a la media. El potencial de nuestros mayores parece seguir adormecido a la espera de ser descubierto por la mayoría de ellos mismos y reconocido por todos los demás.

Procrastinación: Un mal actual

Esta denominación es designación de la dominación por la indeterminación: No perezca en la pereza.

Una grave enfermedad contemporánea es la procrastinación, la actitud de postergar los problemas o de aplazar las tareas que se imaginan dificultosas. El descriptivo término es un anglicismo reconocido por la Academia de la Lengua, derivado del latín pro (para) y de cras (mañana), que matiza el atávico pecado capital de la pereza como esa demora e inactividad provocada por el temor y la comodidad.

La procrastinación conduce a evitar o aplazar consciente o inconscientemente lo que se percibe como desagradable o incómodo. Es el caso del ejecutivo que eterniza una reunión para evitar un conflicto o el estudiante que sistemáticamente demora estudiar. Se enmascara la ociosidad desviando la atención hacia otras tareas más asequibles. La Biblia dice que “El perezoso quiere y no quiere al mismo tiempo”. Los perezosos tienen siempre deseos de hacer algo, pero no aquello que deberían afrontar. La procrastinación deja para mañana lo que debe hacerse hoy. Se complica más cuando se justifica con excusas y más excusas. Escudándonos tras disculpas huecas sólo nos engañaremos a nosotros mismos.

La procrastinación crónica origina incluso trastornos psicológicos, y en cualquier caso actúa como un ladrón de tiempo. El “déjalo para mañana” realmente es el arte de “vivir en el ayer”. Los perezosos siempre encuentran razones para esperar. Siguen la ley del mínimo esfuerzo: Pueden estar ocupados en intrascendentes aficiones, pero son incapaces de cumplir sus obligaciones con esmero metódico. Deberían saber que si el trabajar duro frecuentemente sólo rinde con el tiempo, en cambio la holgazanería se paga al contado.

El laborioso gana su vida; el perezoso la roba y cree suerte el éxito del trabajador. Ante la misma situación responden muy distintamente. Quién no ha visto a un albañil cantando alegremente mientras dispone ladrillos, junto a otro amargado que realiza la misma tarea con desgana. Y lo mismo en las aulas o en las familias. Hay padres y profesores que se recrean en las tareas del hogar y en la educación, y quienes parece que sólo saben quejarse del trabajo y de los quebraderos de cabeza que les proporcionan sus hijos o sus alumnos.

Una persona con pereza es un reloj sin cuerda que se fatiga de su propia vagancia. La holganza hace caer en profundo sueño que disgrega la voluntad. Basta de excusar nuestra pereza so pretexto de la dificultad. Liberémonos de la esclavitud de la pereza, que conduce inevitablemente a la pobreza y a la tristeza. El diablo tienta a todos, pero el perezoso tienta al diablo. Sócrates incluso amplía el concepto de indolencia y señala que “No es perezoso únicamente el que nada hace, sino también el que podría hacer más y mejor lo que hace”.

Huyamos de la procrastinación. Muchas veces nos lamentamos de las oportunidades que se escaparon de nuestras manos por diferirlas o aplazarlas. Tranvías que pasaron y no volverán. Los estudios que no acabamos, las amistades que no cultivamos, la ayuda que no prestamos… La diferencia entre un sueño y una meta es la acción. La meta tiene un objetivo, una línea de tiempo y unas etapas intermedias; el sueño es... una fantasía. No dejemos que nuestros ensueños nos roben nuestra realidad. Si de verdad deseamos algo empecemos, movámonos, actuemos. Todos podemos si queremos; además nos lo debemos a nosotros mismos... y a quienes nos necesitan.

El mito de Ofelia

Un drama descrito en un cuadro favorito de muchos que somos románticos corregibles.

La desdichada Ofelia de la tragedia "Hamlet", es hija literaria de Shakespeare, como la gentil Desdémona o la dulce Julieta. Ofelia, prometida del atormentado príncipe Hamlet, se vuelve loca cuando éste, por confusión, mata a Polonio, chambelán de Hamlet y padre de Ofelia. En su desvarío, Ofelia vagabundea junto a un lago, recogiendo flores, y muere ahogada en las fangosas aguas. El nombre "Ofelia" parece estar inspirado en el griego "he ofeleía" (el socorro, la ayuda). Se ignora si Shakespeare se basó en algún precedente literario, como la novela pastoril Arcadia, publicada por el italiano Sanazzaro en 1504.

La mejor imagen de Ofelia puede verse en la londinense Galería Tate, en un famoso óleo del precoz pintor John Everett Millais, considerado como el sucesor de Turner. Es la obra emblemática en el más puro estilo del romanticismo inglés. Millais deseó realizar este tema inspirado en Shakespeare, si bien una joven ahogada no era muy habitual en los cuadros de mediados del siglo XIX. Ello brindó al artista innumerables posibilidades de experimentar lo relacionado con la ausencia de gracia y equilibrio. Como modelo posó Elizabeth Siddal, una bella doncella que trabajaba en una sombrerería y que se convirtió en la modelo favorita de los artistas del momento, casándose posteriormente con Rossetti. Lizzy posó en incómodas condiciones permaneciendo durante horas sumergida en un baño de agua tibia. El resultado es una obra hipnotizadora y escalofriante cargada de poesía, en la que encontramos el realista naturalismo de los prerrafaelitas, alejado de las tendencias académicas del arte oficial de su época.

Cuando Ofelia muere, pasando "de su melodioso canto a su turbia muerte" ("from her melodious lay to Muddy death"), se convierte en un imposible objeto de deseo. Ofelia cae cual estrella fugaz en un cielo de tragedia. Sentimos su sufrimiento y la vemos morir tan pronto, alejándose agua abajo con la luz de su sonrisa en los labios, como se desvanece cielo abajo la luz de los cometas fugitivos. Queremos quejarnos como ella en el único instante en que se lamenta: "To have seen what I have seen, see what I see!" (Haber visto lo que he visto, ver lo que veo). Porque hay un Hamlet en el fondo de todo corazón humano, y en la oscuridad de la conciencia de ese Hamlet, resta siempre el centelleo de alguna luz que no supimos recoger. La luminaria pasó, pero su estela queda, y jamás volverá aquella sonrisa a inundar con su hechizo nuestra existencia.

El primer amor es la forma genuina de la felicidad, quizá la única: Ánima vaga, impalpable, huidiza, como Ofelia. Momentánea en cada vida, eterna en la memoria. Como Ofelia, un cielo que se nos ofreció y desdeñamos. Podemos pensar que Shakespeare, al dar vida mental a la divina hechura de su alma, presintió que en ella fundía para siempre las eternas aspiraciones del sentimiento ideal de todo corazón humano en todos los países y en todas las edades. Nunca produjo el arte una creación más pura, ni divinizado una realidad más humana, ni concebido una verdad más esplendente. El arte no demuestra, pero el arte presiente.

¿A qué aspira el ser humano? A todo cuanto ofrece Ofelia: sencillez, candor, sinceridad, inocencia en deseos y en pensamientos, delicadeza en sentimientos y en actos, capacidad para todos los afectos, desde temblar ante la presencia de su amante hasta tambalearse en su delirio de huida.

El cadáver de Ofelia, ¡ay!, todavía sigue muriendo. Perecer como sucumbe Ofelia, nos sigue susurrando una belleza mágica, arrebatadora y sublime en el bosque sombrío donde aún habitan seres solitarios. Ojalá supiéramos encontrar los amores posibles, esas pasiones enfrenadas que posibilitan amores realizables y resistibles. Si nos moviésemos por buenos instintos, hallaríamos con facilidad querencias finitas, propias de amantes mortales que se atrevieron a amar.

Cómo hacerse rico

"Mi consejo es que haga lo mismo que hicieron sus padres: ¡consiga un trabajo, señor!".
El Gran Lebowski, aleccionando al Nota.

Amor se escribe siempre con mayúscula

No lo llames Amor, si no lo puedes escribir con mayúscula.

Amor se escribe con mayúsculas porque no hay amores pequeños; toda clase de amor verdadero es grandioso e imperecedero. La vida mancha, pero el Amor salva. El Amor es una caja de herramientas que puede transformar el universo. El Amor es un caballo de Troya que desde dentro abrirá las puertas de la ciudadela y nos salvará del odio.

Amor se escribe con A de almas anidadas, de aventura y de altruismo, de audacia y de aceptación, de arrebato y de alegría, de amistad y de ayuda, de afirmación y de agradecimiento, de atención y de apoyo, de ánimo y de acompañamiento. Amor se escribe con M de mocedad y de madurez, de mesura y de modales, de maestría y de modestia, de melancolía y de magia de misterio musical. Amor se escribe con O de optimismo y de oportunidad, de originalidad y de observación, de obstinación y orgullo. Amor se escribe con R de rebeldía y rigor, de recato y reflexión, de respeto y de rectitud. Amor se escribe sin E de egoísmo, sin I de ingratitud y sin U de urgente. Amor, a veces, se escribe con H de humor, con una H superflua, porque lo nimio y el detalle son importantes en el Amor.

Hay muchas clases de Amor: a la pareja, a los padres, a los hijos, a Dios, a los hermanos, a la familia, a los amigos, a los necesitados, a la Humanidad, a un oficio, a una dedicación,… Pero todo Amor se escribe con letras de oro, porque el Amor es lo mejor de la vida. Todo lo que vale la pena es, al fin y al cabo, Amor. Al final, sólo perduran los frutos del Amor. El recuerdo y las obras de quienes amamos o nos han amado.

La vocación de vivir no es sino la profesión de amar. Los niños, y en toda casa debiera haber un niño, nos enseñan que vivir es tan sencillo como amar y ser amado. En la sociedad de adultos adustos, donde sólo la maldad es noticia y donde la ternura viaja en trenes rigurosamente vigilados, el puzzle de almas difícilmente encaja. Convirtámonos en ciudadanos del Amor proclamando: "Mi patria es el Amor". El Amor es contagioso, al igual que la falta de Amor. ¡Amémonos! ¡Sólo por hoy! ¡Sólo por ti, Amor! ¡Cuánto te quiero, Amor!

Duelo a tres

Una paradoja matemática aplicable a la belicosa política contemporánea.

Pierre Fermat, coetáneo de Descartes en el siglo XVII, es reconocido como fundador de la Teoría de Probabilidades junto con Pascal, si bien no fue matemático sino jurista. Fermat no publicó nada en vida, ni dio exposición alguna de sus descubrimientos. El resultado de sus estudios se encontró tras su muerte en hojas sueltas y en el margen de su ejemplar de la Aritmética de Diofanto. Decía que había descubierto una maravillosa demostración, pero que no le cabía en aquel exiguo espacio. Durante siglos los matemáticos, e incluso las computadoras, intentaron demostrar o refutar el denominado “Último Teorema de Fermat”. Se refiere a las ecuaciones del tipo xn + yn = zn, que según Fermat son irresolubles si n es un entero superior a 2 (para n=2, x2 + y2= z2 es el teorema de Pitágoras, con infinitas soluciones como 32 + 42=52).

El 22 de junio de 1993, Andrew Wiles expuso la prueba definitiva de la validez de este “último teorema”, como quizá dedujo Fermat tres siglos antes. Un fascinante libro de Simon Singh, “El enigma de Fermat”, relata la archifamosa historia de Fermat y de Wiles de modo comprensible para profanos. Este célebre divulgador, doctor en física y asesor del programa Horizon de la BBC, describe en su obra un ilustrativo acertijo estadístico.

Problema: Supongamos un duelo a pistola entre tres contendientes: A, B y C. El peor tirador, A, sólo acierta una de cada tres veces; el tirador B dos de cada tres, mientras que C acierta siempre. Para equilibrar las opciones, primero dispara A, luego B y luego C. ¿Cuál es la mejor estrategia para A? ¿Tirar hacia B? ¿Quizá hacia C? ¿Hay alguna otra alternativa?

Solución: La teoría de probabilidades demuestra que, sorprendentemente, lo óptimo es disparar al aire. Después B disparará hacia C, por ser el oponente más peligroso. Si falla, C entonces le devolverá el disparo, por ser B más certero que A. Como es un tirador perfecto, lo eliminará. Total, que uno de los dos, B o C, habrá desaparecido antes de que el turno le vuelva a A. De esta modo, A logra que, en vez de ser el primer tirador de un “truelo a tres”, lo sea de un “duelo a dos”.

En el belicoso mundo que nos ha correspondido vivir, extrapolando este trivial ejercicio metafórico, también parece muy recomendable la sutileza de evitar intervenir en los conflictos de los más poderosos y agresivos. Frecuentemente para aumentar las probabilidades de supervivencia lo mejor es… no disparar.

Esperando un esperanto

El Esperanto es una lengua universal que no se habla en ningún sitio: Ésa es su mejor cualidad.

El Esperanto es un idioma inventado cuyo propósito es servir de lenguaje de comunicación entre personas que hablan diferentes lenguas maternas. Fue desarrollado entre 1877 y 1885 por el médico judío Lázaro Luis Zamenhof, nacido en Bialistok, una zona donde Polonia y Lituania era un solo país bajo el dominio de Rusia.

Zamenhof creció en una sociedad donde se hablaba el polaco, el alemán, el lituano y el ruso, además del yiddish propio de los judíos, así como el hebreo y arameo que empleaban los rabinos. Cada barrio tenía su propio idioma y la incomprensión entre las gentes era absoluta. Pensó que una lengua común evitaría aislamientos, enemistades y conflictos. Descartó las lenguas hegemónicas de su tiempo (francés, alemán, inglés y ruso), porque eran difíciles de aprender y otorgarían ventaja a sus hablantes nativos con respecto a quienes las aprendiesen como segunda lengua. También rehusó las lenguas "muertas" con las que estaba familiarizado, el latín y el griego, porque eran complicadas y con pocos hablantes.

Dos son básicamente las ventajas de un lenguaje artificial como el esperanto: 1ª) Es un idioma neutral, que no siendo nativo de ningún grupo o etnia “pertenece” por igual a todas las personas. 2ª) Es relativamente fácil de aprender, e indudablemente mucho más asequible que cualquier idioma natural. Toda su gramática con todas sus reglas, y sin excepciones, se reduce a una sola página.

Las terminaciones indican el carácter de cada término: ~O, sustantivo; ~A, adjetivo; ~E, adverbio; ~J, plural; ~N, acusativo (complemento directo). En los verbos indican el tiempo: ~AS, presente; ~IS, pasado; ~OS, futuro; ~US, condicional; ~U, imperativo; ~I, infinitivo. Los prefijos son: BO~, parentesco por matrimonio (bopatro = suegro); DIS~, la diseminación (doni = dar; disdoni = repartir); EK~, el comienzo de la acción (iri = ir; ekiri = partir); GE~, la reunión de los dos sexos (gepatroj = ambos padres); MAL~, lo contrario (facila = fácil; malfacila = difícil); RE~, repetición (fari = hacer; refari =rehacer). Los principales sufijos son: ~AD, duración (paroli = hablar; paroladi = dar un discurso; ~ET, diminutivo (dometo = casita); ~IN, femenino (bovino = vaca);… Con esto, y un poco de vocabulario, ya es posible hablar en esperanto.

¿Por qué no ha triunfado aún esta utopía que cualquier niño podría imaginar, un lenguaje común con el que todo el mundo se entendiese, sin renunciar a los idiomas propios de cada cultura y de cada comunidad? Todos nos lo preguntamos, pero quizá algún día este ideal será posible. Esperanto significa en este idioma "el que tiene esperanza". Muchos confiamos, porque el esperanto no es sólo una lengua, sino un vehículo de amistad (Esperanto estas ne nur lingvo, sed vehiklo de amikeco).

Mikel Agirregabiria Agirre.
Esperantista desde 1970

La abeja de todas las flores se aprovecha

"Aprovecha la vida, sólo hay una y una no es ninguna".
Dicen...
[Última foto de Anne Frank y de su hermana Margot tomada en 1942]

Arguiñano hasta en la sopa

El famoso showman vasco es un filósofo, humorista y cantante que entretiene… mientras cocina.

El niño grande que es Arguiñano nos demuestra cada día que la cocina es, al mismo tiempo, un juego de niños y un placer de adultos, porque cocinar con cariño es un acto de amor, al alcance incluso de los hombres.

Surgió de ETB, la televisión vasca, y ahora surca las ondas hertzianas de medio continente europeo y americano. Arguiñano ha logrado ¡con fundamento! que en la parrilla televisiva sus programas sean como las lentejas: O las tomas o las dejas.

Mientras el polifacético Arguiñano ameniza las mañanas cocinando casi todo, las alternativas de programación son telenovelas o prensa del corazón. Arguiñano reparte consejos dietéticos tales como que lo que engorda es… el sofá, al tiempo que nos cuenta sus peripecias personales o invita a otros cocineros como Arzak, sin arrimar el ascua a su sardina.

Y pensar que todavía hay quien cree que el genial Karlos Arguiñano es sólo cocinero. Quizá no sea el mejor cocinero del mundo, pero indudablemente es el mejor comunicador. ¡Gracias, Arguiñano!

Política de cine

Paralelismos entre cine y política, destinados al mismo público espectador y votante.

Una antigua idea me ronda la cabeza, ahora que comienza el Festival de Cine de San Sebastián, como siempre al inicio del curso académico y político. La ciudadanía –mayoritariamente- somos gente variada que vemos incontables películas que nos han habituado al lenguaje audiovisual y que ejercemos como votantes esporádicamente.

La política puede ser vista como una película más. Seguramente es un filme pesado, que se repite mucho, inacabable, con poca lógica y que no siempre acaba bien. Los electores queremos que los políticos nos expliquen sus programas para que podamos entenderlos con facilidad, al igual que un guionista se esfuerza en interesar a los espectadores, de los que sólo espera en el cine el esfuerzo mínimo de comer palomitas. Sin embargo, no somos tontos ni queremos que se nos trate como estúpidos, ni como espectadores ni como votantes.

En política frecuentemente falta un guión que estructure el programa propuesto por cada partido para hacerlo accesible al conjunto de la sociedad. Un argumento, desde Aristóteles hasta el cuento corto de Allan Poe, debe reunir tres componentes fundamentales: Logos, un discurso inicial; Pathos, el conflicto o el dilema a resolver; y Ethos, un mensaje claro con los valores o las soluciones que se pretende transmitir.

Al igual que en el esquema cinematográfico, en la política cada elector elige su “protagonista”, con un “objetivo” a conseguir y un obstáculo en forma de “antagonista”. Habitualmente suele haber una historia paralela, una historia de amor con “la chica”, que puede acabar bien o mal. Además aparecen actores secundarios, “un amigo” por ejemplo, que puede convertirse en “el traidor” y complicar la aventura al personaje principal.

Los políticos, como los directores de cine, deben conseguir que el votante se identifique con el protagonista, y para ello desde el teatro clásico griego se conocen los mecanismos para generar esa complicidad. En definitiva, se trata solamente de provocar en el espectador una "catarsis", una purificación, bien en el caso de la Tragedia a través de la piedad y el miedo por compasión de lo que padece el protagonista, o bien en el caso de la Comedia mediante la risa y el humor, sublimando y gozando del esfuerzo del personaje en su lucha.

Por último, la estrategia de la comunicación regula el manejo de la información con dos fórmulas complementarias. Normalmente los espectadores se van enterando de la trama al mismo tiempo que el protagonista, viviendo las mismas sorpresas inesperadas del argumento, por ejemplo cuando el problema se complica y parece imposible resolverlo. Pero, a veces, los espectadores saben más que el protagonista: Alfred Hitchcock recuperó con el suspense el ingenio propio de los teatrillos de marionetas, donde los chiquillos gritan más cuando la bruja aparece por el extremo opuesto mientras el protagonista distraído mira en dirección opuesta.

En la política actual parece predominar el suspense sobre la sorpresa. Casi todos sabemos lo que sucederá finalmente, porque parece que manejamos más datos que los políticos sonámbulos, que insisten en ignorar lo obvio. No cabe enumerar aquí demasiadas profecías seguras que los políticos al uso parecen desconocer, pero somos muchos quienes creemos que la paz se logrará, que el terrorismo desaparecerá, que no será vencido por ejércitos sino con justicia, que sobra el ingente gasto en la industria militar, que el mundo será solidario y que la maldad será derrotada por la Humanidad. Lo malo es que la intriga y la incertidumbre de cuándo lograremos todo esto sigue doliéndonos por el sufrimiento de tantos inocentes.

Redundancia en abundancia

Rebuznamos como burros cuando enfatizamos con innecesarios pleonasmos.

Les propongo un reto desafiante: Identifiquen cuántas redundancias repetidas aparecen en este documento escrito. Les advierto por adelantado, y no se lo volveré a repetir, que será un juego divertido en mi opinión personal. Pueden usar un bolígrafo con tinta de color rojo para subrayar por debajo las duplicaciones reiteradas, pero no deben subir arriba para releer otra vez el artículo.

Para resolver el pasatiempo dispondrán de un breve lapso de tiempo. Si aciertan con la máxima excelencia recibirán una carta por correo con un obsequio completamente gratis. Si lo quieren recibir en su propia casa, pagarán el precio de los portes. La otra alternativa es presentarse en persona para que lo recojan ustedes personalmente. Si les parece totalmente perfecto, no habrá más sorpresas inesperadas con la garantía absoluta de que no pagarán nada al erario público.

Resumo brevemente cómo comenzó todo al principio. Fue una pasada historia, basada en el hecho real de una experiencia vivida. Les diré toda la verdad. No recuerdo de memoria ni qué hora del día fue, ni qué día de la semana, ni siquiera qué mes del año, pero ocurrió hace cuatro años atrás hacia la hora del mediodía. Nunca antes había sucedido. Escuchaba en la radio de sonido estereofónico una partitura musical y luego seguidamente las novedosas noticias de un nuevo récord olímpico de una joven promesa para el futuro, que no se alcanzaba el quórum mínimo en el parlamento y que el mercado de divisas extranjeras se hundía hacia abajo por no prever de antemano las importaciones desde el exterior.

Decidí apagar completamente el transistor y mirar hacia la línea del horizonte. Con mis propios ojos vi volar por el aire un gorrión, a quien di un saludo de bienvenida al acercarse hacia mí. Advertí, aunque se hallaba a una distancia de varios metros, que la pequeña avecilla tiritaba de frío mientras comía con su pico un mendrugo de pan. Allí estábamos ambos dos como protagonistas principales, intuyendo algún peligro potencial en nuestros planes futuros sin ninguna coordinación entre sí. Bajo una constelación de estrellas, dos seres vivos se miraron por un fugaz instante: un pájaro completamente desnudo con una hemorragia de sangre en un ala y una persona humana completamente segura de vencer una difícil crisis con nueva iniciativa y asiendo con sus manos el libro de la Biblia. Me juré a mí mismo no aceptar falsos pretextos como vacunas preventivas. Me comprometí personalmente con un proceso de aprendizaje durante un periodo de tiempo para crecer como persona individual sobre la base fundamental de que es mejor es salir afuera, aunque nos acosen regimientos de soldados con jaurías de perros, que permanecer encerrado dentro de uno mismo.

Antes de proseguir adelante y leer la conclusión final, recordemos que el antiguo proverbio, “no te fíes de las apariencias visibles”, sigue vigente en la actualidad. Dado que este texto manuscrito en el mes de septiembre en un campus universitario está completamente lleno de reiteraciones y es un pleonasmo puro al 100% con correcta ortografía, daremos un pequeño atisbo de la solución: Las redundancias inútiles superan por arriba el número de un centenar.

Lección de Atxaga

La sobrepresencia mediática de la disputa política ha sofocado y desviado el debate social sobre los temas verdaderamente decisivos, como familia o educación.

La aparición de la última novela de Bernardo Atxaga, 'El hijo del acordeonista', nos ha permitido deleitarnos con las múltiples entrevistas concedidas por el escritor vasco contemporáneo más reconocido. Cada entrevistador y cada medio de comunicación orientan sus preguntas con intencionalidades propias, no sólo culturales sino también políticas, pero la sabiduría un genio literario como el de Atxaga sobrevuela muy por encima de los planteamientos pedestres de gran parte de la prensa actual.

En un periódico local, Joseba Irazu (el escritor que se esconde bajo el seudónimo de Atxaga) concluye un diálogo con unas recomendaciones para los lectores, que al tiempo son un reproche al mundo de la comunicación escrita y audiovisual sobre el mal uso que hacen de su único pero inmenso poder: La capacidad de elegir los temas sobre los que enfocar la atención pública. Atxaga señala que “tenemos que cambiar de conversación pública, no ser tan reiterativos. Esas reiteraciones esconden un montón de hechos y de vidas que tú palpas cuando sales a la calle, pero de las que no se habla”. Y continúa apuntando lo que, a su juicio, debiera ser con mayor propiedad el centro del debate social: “Debiera opinarse más lo que hay que hacer en las escuelas para mejorar la educación de nuestros hijos, de qué pasa con los adolescentes, de cómo se van a integrar los inmigrantes. A veces vengo de dar una charla, paso por un pueblo y veo una cuadrilla de chavales. Me parece asombroso que nadie hable de ellos, que no haya artículos, columnas, una reflexión constante sobre estos fenómenos. Los padres están desconcertados con lo que ocurre en su casa. Están esperando a que pase el tiempo y las cosas cambien. Pero pongo la radio y oigo la trifulca política, que me aburre soberanamente”.

Atxaga pone el dedo en la llaga: ¿Estamos respondiendo debidamente a los retos contemporáneos en medio de la bronca política? Quizá ha llegado el tiempo de focalizar nuestros esfuerzos y recursos en los problemas esenciales del tiempo que nos ha tocado vivir. ¿Cómo son las familias actuales? ¿Qué queda hoy en día de la “educación familiar” anterior y previa a cualquier forma de escolarización? ¿La generación que nos sucederá, incluida la nueva y creciente ciudadanía de origen extranjero, están debidamente atendidas en su formación? ¿Qué futuro se ofrece a los adolescentes? ¿Cada uno de nosotros hemos asumido la necesidad de una enseñanza permanente durante toda la vida por razones profesionales y de desarrollo personal?

A mediados del siglo XIX, Gustave Flaubert manifestó que “la vida debe de ser una incesante educación”. Ojalá que siguiendo el consejo de Atxaga, los periódicos, radios, televisiones e Internet recojan secciones más nutridas y documentadas sobre educación, familia y sociedad. Una pregunta reveladora: ¿Cuántos periodistas están especializados en educación o familia comparados con los innumerables dedicados a política, deportes o prensa del corazón?

Un mundo más justo

En la encrucijada de un mundo donde parece que sólo cabe matar o morir, debe nacer una nueva ciudadanía comprometida con la justicia y con la paz.

Son estremecedoras las trágicas noticias del colegio de Osetia del Norte, donde un cruel e inhumano secuestro ha provocado la muerte de centenares de escolares. Mientras, en el Madison Square Garden de New York, Bush promete que “hará todo lo posible por garantizar la seguridad de su país” entre globos multicolores. Ambos sucesos ocurren simultáneamente en el mismo planeta.

El actual panorama mundial de “guerras preventivas” reincide en la aciaga receta bárbara de “una última guerra para conseguir la paz”. Sinceramente, ¿queda algún ser racional que no comprenda que un mundo más seguro sólo puede ser un mundo más justo y solidario? Tomás de Aquino señaló que “la justicia elimina los obstáculos para la paz”. Sr. Bush: No nos prometa un mundo más seguro para algunos, sino un mundo más justo para todos.

¿Por qué no nos implicamos en un urgente proyecto de respeto de los derechos humanos de toda la humanidad, con una generosa cooperación internacional que elimine la pobreza y la desigualdad, para conseguir un nuevo Orden Mundial basado en la Justicia y la Paz? Despertemos de la pasividad social y política que nos atenaza en este “primer mundo” acomodado y amodorrado. Superemos el desencanto y la medrosa percepción de impotencia frente a los graves problemas de justicia y seguridad de nuestros hermanos y hermanas, tan terrícolas como nosotros mismos.

Trucos de persuasión

Tres técnicas infalibles para hacer triunfar una idea: Método válido incluso para políticos.

¡Cuán difícil es que los demás nos entiendan y compartan nuestras convicciones! Al proponer nuestras iniciativas, a todos nos sucede que recibimos escaso apoyo. Muy frecuentemente, el error no radica en nuestro proyecto, sino en cómo pretendemos inculcarlo agresivamente con tácticas equivocadas. Para que nuestras ideas despierten entusiasmo en nuestros interlocutores, existen tres recomendaciones fiables.

Primera regla: Hagamos que nuestra idea sea de ellos. Aprendamos del pescador, que pone tentadoramente la mosca al alcance de la trucha, sin obligar al pez a tragarse el anzuelo por la fuerza. Cuando nos proponen un plan nuevo, adoptamos instintivamente una actitud defensiva porque sentimos que es necesario defender nuestra personalidad, y casi todos creemos que nuestras ideas son más acertadas que las del prójimo. Dado que a todos nos desagrada que nos impongan ideas externas, es preferible explicarlas y ponerlas donde los otros puedan analizarlas sin premuras ni presiones. Los demás sólo aceptarán plenamente nuestros planteamientos cuando puedan considerarlos como si fueran resoluciones suyas. Un parlamentario, maestro en esta técnica, suele permanecer silencioso durante las discusiones en comisión. Una vez que todos han dado su parecer, manifiesta el suyo diciendo: "Creo que las opiniones expuestas aquí serán muy útiles. Pueden resumirse en estos términos..." Y entra a presentar sus propias opiniones, que por lo general son bien recibidas. "He estado pensando en algo que dijeron ustedes hace unos días", es un buen preámbulo.

Evitemos formas imperativas como "esto es lo que les conviene" o "debe hacerse así”. Suena mejor, y es mucho más efectivo, sugerir "¿no les parece que esto daría resultado?", para que nuestros interlocutores se apropien de nuestras concepciones. Una vez que, atribuyéndoselas, hacemos partícipes de nuestras ideas a quienes nos escuchan, ya somos más quienes compartimos los mismos objetivos.

Segunda regla: Permitamos que sean ellos quienes aboguen por nuestra idea. En el primer momento, ante una opinión innovadora tendemos instintivamente a oponer algún reparo, por el qué dirán y para remarcar nuestra identidad. Para que nuestros interlocutores sean nuestros aliados, facilitémosles la ocasión de disentir de nosotros presentando abiertamente los puntos flacos que adolezca nuestra propia idea. "La mejor manera de persuadir a otro -según Benjamín Franklin- es exponer nuestro caso con moderación. Hecho esto, manifestemos que, por descontado, podríamos estar equivocados, lo cual predispondrá favorablemente al que nos escucha, y hasta es muy probable que lo incline a… tratar de convencemos de aquello que nosotros mismos ponemos en duda. En cambio, si nos dirigimos a nuestro interlocutor en tono afirmativo y arrogante, sólo conseguiremos convertirlo en adversario".

En su alegato ante un jurado, Abraham Lincoln presentaba el pro y la contra, aunque no sin insinuar muy sutilmente que la razón estaba de su lado. "Lincoln expuso mi caso al jurado mejor de lo que hubiera podido hacerlo yo mismo", observó en cierta ocasión el abogado de la parte contraria. Cuando nuestros planteamientos se efectúan ecuánimemente y desde una certidumbre relativa, se obtienen más adhesiones que hablando ex cátedra.

Tercera regla: Interroguemos en vez de afirmar. Al valernos de la interpelación, la paternidad de nuestra idea se traspasa a las personas a quienes deseamos convencer. Patrick Henry, un orador magistral de la Guerra de Secesión norteamericana, sabía inspirar una conclusión. Leamos algunos párrafos de su célebre discurso "Libertad o muerte", en el que para convencer a sus oyentes preguntaba en lugar de aseverar: "Nuestros hermanos se lanzaron ya al campo. ¿Por qué hemos de permanecer inactivos?" "¿Habremos de tumbarnos en ociosa indolencia? ¿Tan valiosa es la vida, o la paz tan amable, que deban comprarse a precio de cadenas y de esclavitud?" Si intentásemos expresar lo anterior en forma afirmativa, veríamos cuánto antagonismo despertaríamos.

Nunca demos una cuestión totalmente resuelta, sino que preguntemos cómo ha de resolverse. De este modo, y con las oportunas pistas para facilitar el recorrido, les ofrecemos a los demás la oportunidad de llegar por sí mismos a la solución que mantenemos en nuestro pensamiento. La próxima vez que queramos dar un buen consejo o proponer una idea a nuestra pareja, a nuestros hijos, amigos o jefes, recordemos estas tres reglas áureas.

Fraga naufraga

Razones por las que Galiza merece que Fraga no sea investido Presidente de la Xunta en 2005.

Desde Euskadi, con el máximo respeto hacia el pueblo gallego, quisiera aportar una reflexión sobre el contumaz “candidato Fraga” a la Presidencia de la Xunta de Galicia. Lo peor de don Manuel no es su edad octogenaria (87 años si acabase la siguiente legislatura), sino su pesado pasado en la dictadura (ministro desde 1962) y su actuación manipuladora y represora, cuando tenía muchos años menos, incluida la etapa de la transición donde personificó en Alianza Popular a toda la extrema-derecha franquista.

Tampoco lo peor es que Fraga haya reiterado desde 1989 que no repetiría mandato, y que siempre se haya desdicho de su palabra, que tampoco cumplió cuando advirtió que jamás legalizarían la ikurriña. Lo lastimoso y ridículo es que el PP considere, incluso en boca del moderno Ruiz-Gallardón, que no existe mejor candidato para Galicia que Fraga, lo que resulta un penoso reconocimiento que sólo retarda las pugnas sucesorias.

Lo pésimo es que el PP de Rajoy (quien, por cierto, debería ser el candidato gallego) sigue siendo el mismo que con Aznar: Un partido autoritario donde nadie puede cuestionar ni internamente las decisiones de sus caudillos, aunque sean tan disparatadas e incoherentes como reducir a dos mandatos una presidencia mientras otra se prorroga 20 años, por no contar los 40 que lleva Fraga dirigiendo la derecha española (aunque sea honoríficamente).

Lo mejor es que actualmente ni es cierto aquello de “la calle es mía” que dijo Fraga, ni menos aún que Galicia sea una sociedad rural condenada a ser gobernada por la derecha más recalcitrante de la península. El panorama político gallego permite pronosticar que, si el BNG y la izquierda evitan sus traspiés habituales, es deseable y muy posible una nueva mayoría progresista para la ciudadanía gallega.

Aunque parece obvio que Fraga quiere “morir con los votos puestos”, sería mucho más humanitario, para él y para toda la sociedad gallega, jubilarle lo antes posible. El futuro de Galiza necesita olvidar el pasado que representa don Manuel. ¡Nunca máis!