Una anécdota real que nos demuestra cuánto podemos aprender de los más pequeños y humildes,… que -en definitiva- son los más sabios.
Ayer fuimos Carmen y yo de visita, y al entrar en el portal de la casa vimos a una joven mujer sudamericana fregando las escaleras. En el primer rellano estaba un niño de unos siete años, sentado en un escalón y con una camiseta del Athletic de Bilbao. Al pasar junto a él, se apartó y nos saludó muy simpático. Le pregunté si era del Athletic, y me contestó que sí. Luego añadió su nombre, que no citaré, y concluyó manifestando algo tan evidente como grandioso:
- “Y ésta, es mi mamá”, orgullosamente señalando a su madre, quien sonrió.
Pocas veces hemos escuchado en labios de un hijo, como somos todos, refiriéndose a sus padres con tanto amor, contento, confianza, optimismo, gozo, estimación,… ¡Gracias, madre e hijo, por la lección que nos brindáis! Algunos sólo verán en vosotros a unos inmigrantes más; nosotros, la inmensa mayoría, os reconocemos como maravillosos seres humanos, de la mejor calidad que en el mundo pueda existir.
Recorte de periódico. Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/amor-de-hijo.DOC.
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8 comments:
El amor de un hijo/a a su madre es incomparable.
¡Completamente de acuerdo, RBC!
qué bonito texto...
gracias
Una de las pruebas que tendremos que pasar en el futuro será cómo algo tan visceral como el Athletic es capaz de asumir que haya personas "de fuera" que sienten lo mismo que "los de aquí" y vistan esa camiseta.
Lo del chavalín, cariño en estado puro. Ojalá fuera epidemia.
¡Gracias por los comentarios, a Teófrates ya Julen!
Hace tiempo que opino como Julen en su criterio de incorporar refuerzos de fuera en el Athletic, básicamente porque cada día reconozco menos eso de fuera o dentro, y nunca he aceptado aquello de NOSotros y VOSotros... Todos somos otros, es decir, NOSOTROS...
Publicado en DEIA, el lunes 10-9-2007.
Publicado en El Correo, el miércoles 12-9-2007.
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Guardado en: Artículos 2007, Artículos en La Opinión — 15 Septiembre 2007 @ 6:00
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El comienzo de un curso nuevo es siempre una excelente ocasión para reavivar la reflexión y el entusiasmo compartido. Un curso nuevo es una invitación al análisis, al compromiso y, en definitiva, a la controlada alegría. La educación es una tarea de todos y de todas. Para todos y para todas. A las puertas de la nueva experiencia institucional de la educación, quiero dirigirme a uno de los personajes que suele mantenerse en el más estricto anonimato. Voy a escribir una carta, como se verá, no a la señora ministra, no a un inspector o a una directora. No a una profesora ni a un alumno. Voy a escribir a una señora de la limpieza. Se verá por qué... (sigue)
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