“Prematuros”, acusó el descompuesto corrupto
Aznar, en su última entrevista por muchos años dedicada a su incondicional COPE, acusó a Rodríguez Zapatero de “falta de madurez”. El noqueado ex-presidente ha vuelto a su improperio preferido: inmaduro. Antes así acusó a la ciudadanía vasca tras las elecciones de Euskadi en 2001, luego a Catalunya y ahora injuria del mismo modo a su sucesor en Madrid, ya que no puede ultrajar a todo el electorado.
Miquel Roca Junyent acertó, hace ya muchos años, al vaticinar que “los gobernadores civiles caerán como fruta madura”. Del mismo modo, por su propio peso, ha caído Aznar y su intolerante PP. El trasnochado y anacrónico “líder que quiso pasar a la historia” nunca alcanzó la lucidez política, ni en su despedida, porque la madurez se define como aquella edad en que uno ya no se deja engañar por sí mismo.
Dos reflexiones, la primera de William Shakespeare para el tenebroso pasado crepuscular: “De hora en hora maduramos y maduramos, y luego, de hora en hora también, pudrimos y pudrimos... y aquí se acaba el cuento”. La segunda de Federico García Lorca para quienes respiramos aliviados tras la aurora del nuevo siglo: “Esperando, el nudo se deshace y la fruta madura”.
Los gorriones no disparan
Casi nos convencen de que los jilgueros son peligrosos
La comunidad estaba harta de disparos y fusiles. Todos querían desterrar las armas. Era un sueño pacifista: una utopía de paz. Pero no pudo ser, tampoco entonces.
El patrón, el de la escopeta más grande, advirtió que -aniquiladas las bestias más feroces- proseguiría las cacerías, porque eran ahora los pájaros quienes desafiaban el silencio con sus trinos amenazadores. Urdió una inicua patraña: “Las avecillas del bosque se están armando, sus gorjeos son cantos de guerra”. Ordenó exterminar a las malhadadas criaturas aladas, tergiversando con una “última cruzada para acabar con los trabucos… de los petirrojos”.
El embustero matón pidió escopeteros voluntarios para luchar contra los ruiseñores. Algunos serviles acudieron prestos en auxilio del seguro vencedor de tan desigual batalla. Allá marcharon, a la arboleda. Las descargas y los tiroteos fueron estruendosos. Mataron por millares alondras, mirlos y estorninos, pero no pudieron volver triunfantes del todo. Siempre quedaba alguna golondrina viajera para cagarles en la cabeza. Ello reafirmaba que las almas inocentes volarán eternamente por encima de los malvados culpables, quienes nunca podrán mirar al cielo sin temer su merecido castigo. ¿Cuándo entenderán los fantoches espantapájaros el secular proverbio: No pidas un cañón para matar un gorrión?
La comunidad estaba harta de disparos y fusiles. Todos querían desterrar las armas. Era un sueño pacifista: una utopía de paz. Pero no pudo ser, tampoco entonces.
El patrón, el de la escopeta más grande, advirtió que -aniquiladas las bestias más feroces- proseguiría las cacerías, porque eran ahora los pájaros quienes desafiaban el silencio con sus trinos amenazadores. Urdió una inicua patraña: “Las avecillas del bosque se están armando, sus gorjeos son cantos de guerra”. Ordenó exterminar a las malhadadas criaturas aladas, tergiversando con una “última cruzada para acabar con los trabucos… de los petirrojos”.
El embustero matón pidió escopeteros voluntarios para luchar contra los ruiseñores. Algunos serviles acudieron prestos en auxilio del seguro vencedor de tan desigual batalla. Allá marcharon, a la arboleda. Las descargas y los tiroteos fueron estruendosos. Mataron por millares alondras, mirlos y estorninos, pero no pudieron volver triunfantes del todo. Siempre quedaba alguna golondrina viajera para cagarles en la cabeza. Ello reafirmaba que las almas inocentes volarán eternamente por encima de los malvados culpables, quienes nunca podrán mirar al cielo sin temer su merecido castigo. ¿Cuándo entenderán los fantoches espantapájaros el secular proverbio: No pidas un cañón para matar un gorrión?
[Actualización: Una de nuestras fotos de gorriones.]
Lo mejor de Jaume Perich (1941-1995)
Algunas de sus mejores frases:
La mejor prueba de que en Estados Unidos qualquiera puede ser presidente la tenemos en su presidente.
Nadie ha sabido jamás lo que refleja un espejo cuando no hay nadie delante.
Si Francia fuera Espanya, el himno nacional "la Marsellesa" se llamaría "la Parisina".
Recibe el nombre de "Mundo Libre" aquella parte del mundo que está en poder de Estados Unidos.
Resulta bastante deprimente el que la suposición de que se pueda celebrar una tercera guerra mundial sea una esperanza.
Aunque parezca que no, tenemos bastante mala opinión de nosostros mismos. Para demostrarlo basta con salir a la calle y gritar: "eh, gilipllas" y ver cuántos se vuelven.
Yo, la verdad, hubiera preferido que me educaran sexualmente a que me enseñaran logaritmos. Porque de los logaritmos hago tan poco uso...
Eso de que "todo depende del color del cristal con que se mire" no me convence, porque de algún color será el cristal, se mire como se mire...
Encender un cigarrillo por el filtro es una experiencia que todo el mundo debería pasar alguna vez. Curte.
La religión sirve para resolver una serie de problemas que no tendríamos si no existiera la religión
A la palabra "democracia" cuando se le añade algo detrás es como la palabra "whisky" cuando se le añade "español"
Hay que amar a nuestros enemigos... llevarles flores a su tumba, tenerles presentes en nuestro recuerdo y celebrar cumplidamente el aniversario de su muerte
El inventor del supositorio quiso permanecer hasta el fin de sus días en el anonimato
Actualmente la televisión posee una enorme ventaja sobre cualquier otro medio de comunicación de masas: se oye y no necesita pensarse
Una de las principales acusaciones que se hacen a los "hippies" es que no hacen nada para cambiar una sociedad que no les gusta. Claro que si hicieran algo, las acusaciones se las lanzarían desde un Tribunal
A pesar de lo que diga el refrán, si vestimos una mona de seda es muy posible que pueda entrar en el Liceo una noche de gala
Cuando nos peguen una bofetada en una mejilla es aconsejable poner la otra, porque si nos vuelven a dar en la misma de antes, duele más
Un científico es el único individuo que puede explicar una teoría sobre el mundo, demostrarse años más tarde que no acertó ni una y sin embargo pasar a la historia como un genio
Un pacifista muerto en la guerra es la prueba más palpable de que tenía razón
Es mucho más fácil ser un valiente muerto que un cobarde vivo
Educar a un niño requiere mucha paciencia. En especial por parte del niño
Hay que pedir las cosas con educación. Por lo menos mientras no dispongamos de un método más rápido y eficaz de conseguirlas.
Que no se deje a las mujeres ser curas lo encuentro tan estupido como que ellas quieran serlo
El Ministro de Cultura tiene dos problemas, le sobra ministerio y le falta cultura
El dinero no da la felicidad. Se puede ser pobre y feliz a la vez, eso sí, hay que hacerse pajas
Mis amigos me dicen que soy muy agresivo, pero me lo dicen a gritos
Para saber más recomendamos estos links.
La mejor prueba de que en Estados Unidos qualquiera puede ser presidente la tenemos en su presidente.
Nadie ha sabido jamás lo que refleja un espejo cuando no hay nadie delante.
Si Francia fuera Espanya, el himno nacional "la Marsellesa" se llamaría "la Parisina".
Recibe el nombre de "Mundo Libre" aquella parte del mundo que está en poder de Estados Unidos.
Resulta bastante deprimente el que la suposición de que se pueda celebrar una tercera guerra mundial sea una esperanza.
Aunque parezca que no, tenemos bastante mala opinión de nosostros mismos. Para demostrarlo basta con salir a la calle y gritar: "eh, gilipllas" y ver cuántos se vuelven.
Yo, la verdad, hubiera preferido que me educaran sexualmente a que me enseñaran logaritmos. Porque de los logaritmos hago tan poco uso...
Eso de que "todo depende del color del cristal con que se mire" no me convence, porque de algún color será el cristal, se mire como se mire...
Encender un cigarrillo por el filtro es una experiencia que todo el mundo debería pasar alguna vez. Curte.
La religión sirve para resolver una serie de problemas que no tendríamos si no existiera la religión
A la palabra "democracia" cuando se le añade algo detrás es como la palabra "whisky" cuando se le añade "español"
Hay que amar a nuestros enemigos... llevarles flores a su tumba, tenerles presentes en nuestro recuerdo y celebrar cumplidamente el aniversario de su muerte
El inventor del supositorio quiso permanecer hasta el fin de sus días en el anonimato
Actualmente la televisión posee una enorme ventaja sobre cualquier otro medio de comunicación de masas: se oye y no necesita pensarse
Una de las principales acusaciones que se hacen a los "hippies" es que no hacen nada para cambiar una sociedad que no les gusta. Claro que si hicieran algo, las acusaciones se las lanzarían desde un Tribunal
A pesar de lo que diga el refrán, si vestimos una mona de seda es muy posible que pueda entrar en el Liceo una noche de gala
Cuando nos peguen una bofetada en una mejilla es aconsejable poner la otra, porque si nos vuelven a dar en la misma de antes, duele más
Un científico es el único individuo que puede explicar una teoría sobre el mundo, demostrarse años más tarde que no acertó ni una y sin embargo pasar a la historia como un genio
Un pacifista muerto en la guerra es la prueba más palpable de que tenía razón
Es mucho más fácil ser un valiente muerto que un cobarde vivo
Educar a un niño requiere mucha paciencia. En especial por parte del niño
Hay que pedir las cosas con educación. Por lo menos mientras no dispongamos de un método más rápido y eficaz de conseguirlas.
Que no se deje a las mujeres ser curas lo encuentro tan estupido como que ellas quieran serlo
El Ministro de Cultura tiene dos problemas, le sobra ministerio y le falta cultura
El dinero no da la felicidad. Se puede ser pobre y feliz a la vez, eso sí, hay que hacerse pajas
Mis amigos me dicen que soy muy agresivo, pero me lo dicen a gritos
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Pasión Pigmalión
El milagroso “Efecto Pigmalión” en la convivencia cotidiana
Relata Ovidio en su obra “Metamorfosis” la historia de Pigmalión, un monarca chipriota que destacó por su sabiduría como regente. Su tiempo libre lo dedicaba a la escultura. Un día comenzó un ambicioso proyecto: crear una figura femenina de marfil tan perfecta como ninguna mujer real podría serlo. Trabajó incansablemente hasta lograr su objetivo. Cuando hubo acabado, la vistió con las mejores galas y le impuso el nombre Galatea.
Pigmalión comprendió que se había enamorado de la estatua, pidiendo a la diosa Afrodita que infundiese vida a Galatea para adorarla. La deidad se lo concedió diciendo: “Mereces la felicidad que tú mismo has moldeado. Ahí tienes a la compañera que has elegido”. Pigmalión advirtió que uno de los dedos marmóreos se movía y palpitaba. Ante sus atónitos ojos, Galatea adquirió los primeros rubores en sus mejillas e inició un grácil movimiento, bajando del pedestal para sonreír a su creador. Éste le rogó que se desposase como reina de Chipre. Ella indicó que le bastaba ser su amante esposa.
Las variantes de la leyenda griega de Pigmalión y Galatea son múltiples en la historia del arte y la cultura, naciendo con el precedente bíblico de Eva como costilla de Adán. Ha inspirado a pintores y músicos, a dramaturgos y psicólogos. Destaca la obra del Premio Nobel de Literatura George Bernard Shaw, “Pigmalión”, llevada al cine en dos oscarizadas ocasiones, la última por George Cukor como “My fair lady” (Mi bella dama). Allí una inolvidable Audrey Hepburn da vida a “Eliza”, descarada florista barriobajera a quien el lingüista profesor Rex Harrison convierte en aristocrática dama. Para no extendernos con derivaciones en obras pictóricas y partituras, citemos una sola oración cervantina como referencia concluyente: “El Quijote sí creyó y trató a Dulcinea... como a una reina”.
Filtrando los matices sexistas y paternalistas, los educadores hemos aprendido mucho del “síndrome Pigmalión” para el desarrollo pleno de todas las potencialidades del alumnado. Olivier Reboul condensa la tarea pedagógica, como la de redimir la preciada estatua ignota y presa en un bloque amorfo: "Educar no es fabricar adultos según un modelo, sino liberar en cada persona lo que le impide ser él mismo, permitirle realizarse en su 'genio' singular”. En la búsqueda del máximo desarrollo de las variadas capacidades de todo ser humano, se encontrará la irrepetible identidad personal y la elección singular del destino vital. Para ello conviene aplicar generosa y generalizadamente el patrón Pigmalión: creer en cada uno de los estudiantes, manteniendo docentes y progenitores altas expectativas en cuanto a las aptitudes de sus pupilos e hijos, sobre todo en el caso de los más desfavorecidos.
Los familiares y toda la comunidad educativa deben creer en los inconmensurables talentos de cada joven, especialmente en la etapa en la que la maduración evolutiva origina inseguridades. “Creer para crear” posibilidades ciertas en todos los escolares con independencia del recorrido anterior y de los fatalismos estadísticos. Afirmando sus formidables facultades se logra el prodigio de vencer el fatídico determinismo del “fracaso escolar” darwinista que una buena educación puede superar.
Está demostrado que cuando un padre, un tutor o un responsable creen y transmiten elevadas expectativas a sus hijos, discípulos o personal, logran de éstos el máximo rendimiento, al límite de sus inexploradas capacidades. Se configura así un círculo virtuoso que mejora esperanzas y resultados, creciendo eficazmente todos por la armónica interacción.
Moraleja: “Mantengamos las más altas ilusiones en aquellos con quienes convivimos; si sinceramente creemos en sus posibilidades, las veremos cumplidas”. Difundamos en nuestro entorno este optimista mensaje de fe en nuestros familiares y amistades, en colegas y convecinos. El éxito se construye en una atmósfera positiva que presupone bondad y capacidad en las personas. Las expectativas que proyectan nuestros personajes de referencia, a quienes queremos y en quienes confiamos, repercuten y determinan decisivamente nuestra vida. Si ellos creen en nosotros, su consideración se nos transmitirá y mejoraremos. Todos cumplimos las profecías que nos predicen porque las asumimos. La confianza obra prodigios: Si creemos en nuestra fortaleza, creamos nuestro poder. Ésta es la Poción Pigmalión o la Ley del Espejo: “Tratadme como alguien excepcional y lo seré”. Así funciona con cada uno de nosotros. Probadlo en los demás y veréis sus maravillosos efectos.
Versión para imprimir.
Relata Ovidio en su obra “Metamorfosis” la historia de Pigmalión, un monarca chipriota que destacó por su sabiduría como regente. Su tiempo libre lo dedicaba a la escultura. Un día comenzó un ambicioso proyecto: crear una figura femenina de marfil tan perfecta como ninguna mujer real podría serlo. Trabajó incansablemente hasta lograr su objetivo. Cuando hubo acabado, la vistió con las mejores galas y le impuso el nombre Galatea.
Pigmalión comprendió que se había enamorado de la estatua, pidiendo a la diosa Afrodita que infundiese vida a Galatea para adorarla. La deidad se lo concedió diciendo: “Mereces la felicidad que tú mismo has moldeado. Ahí tienes a la compañera que has elegido”. Pigmalión advirtió que uno de los dedos marmóreos se movía y palpitaba. Ante sus atónitos ojos, Galatea adquirió los primeros rubores en sus mejillas e inició un grácil movimiento, bajando del pedestal para sonreír a su creador. Éste le rogó que se desposase como reina de Chipre. Ella indicó que le bastaba ser su amante esposa.
Las variantes de la leyenda griega de Pigmalión y Galatea son múltiples en la historia del arte y la cultura, naciendo con el precedente bíblico de Eva como costilla de Adán. Ha inspirado a pintores y músicos, a dramaturgos y psicólogos. Destaca la obra del Premio Nobel de Literatura George Bernard Shaw, “Pigmalión”, llevada al cine en dos oscarizadas ocasiones, la última por George Cukor como “My fair lady” (Mi bella dama). Allí una inolvidable Audrey Hepburn da vida a “Eliza”, descarada florista barriobajera a quien el lingüista profesor Rex Harrison convierte en aristocrática dama. Para no extendernos con derivaciones en obras pictóricas y partituras, citemos una sola oración cervantina como referencia concluyente: “El Quijote sí creyó y trató a Dulcinea... como a una reina”.
Filtrando los matices sexistas y paternalistas, los educadores hemos aprendido mucho del “síndrome Pigmalión” para el desarrollo pleno de todas las potencialidades del alumnado. Olivier Reboul condensa la tarea pedagógica, como la de redimir la preciada estatua ignota y presa en un bloque amorfo: "Educar no es fabricar adultos según un modelo, sino liberar en cada persona lo que le impide ser él mismo, permitirle realizarse en su 'genio' singular”. En la búsqueda del máximo desarrollo de las variadas capacidades de todo ser humano, se encontrará la irrepetible identidad personal y la elección singular del destino vital. Para ello conviene aplicar generosa y generalizadamente el patrón Pigmalión: creer en cada uno de los estudiantes, manteniendo docentes y progenitores altas expectativas en cuanto a las aptitudes de sus pupilos e hijos, sobre todo en el caso de los más desfavorecidos.
Los familiares y toda la comunidad educativa deben creer en los inconmensurables talentos de cada joven, especialmente en la etapa en la que la maduración evolutiva origina inseguridades. “Creer para crear” posibilidades ciertas en todos los escolares con independencia del recorrido anterior y de los fatalismos estadísticos. Afirmando sus formidables facultades se logra el prodigio de vencer el fatídico determinismo del “fracaso escolar” darwinista que una buena educación puede superar.
Está demostrado que cuando un padre, un tutor o un responsable creen y transmiten elevadas expectativas a sus hijos, discípulos o personal, logran de éstos el máximo rendimiento, al límite de sus inexploradas capacidades. Se configura así un círculo virtuoso que mejora esperanzas y resultados, creciendo eficazmente todos por la armónica interacción.
Moraleja: “Mantengamos las más altas ilusiones en aquellos con quienes convivimos; si sinceramente creemos en sus posibilidades, las veremos cumplidas”. Difundamos en nuestro entorno este optimista mensaje de fe en nuestros familiares y amistades, en colegas y convecinos. El éxito se construye en una atmósfera positiva que presupone bondad y capacidad en las personas. Las expectativas que proyectan nuestros personajes de referencia, a quienes queremos y en quienes confiamos, repercuten y determinan decisivamente nuestra vida. Si ellos creen en nosotros, su consideración se nos transmitirá y mejoraremos. Todos cumplimos las profecías que nos predicen porque las asumimos. La confianza obra prodigios: Si creemos en nuestra fortaleza, creamos nuestro poder. Ésta es la Poción Pigmalión o la Ley del Espejo: “Tratadme como alguien excepcional y lo seré”. Así funciona con cada uno de nosotros. Probadlo en los demás y veréis sus maravillosos efectos.
Versión para imprimir.
Nuevos estilos políticos
El siglo XXI comienza a imponer innovadores talantes en política
El siglo XXI ha sido adelantado por intelectuales y futurólogos como el centenario que será ético o será el último, la época de la igualdad real de hombres y mujeres, la era del conocimiento, el tiempo de la sociedad civil, la centuria de las migraciones y la interculturalidad, o como el siglo de la paz. Muchos creemos firmemente que este periodo está destinado a convertirse en el siglo de los derechos humanos, porque este anhelo ha prendido en el corazón de la humanidad.
La ruta hacia esa utopía circula por veredas políticas, regidas por seres humanos y sometidas, allí donde la democracia existe, al sentir colectivo de las ciudadanías. El advenimiento del nuevo milenio amanece con leves, pero apreciables, cambios en los modos de hacer política que despuntan a escala autonómica, estatal e internacional. Los matices novedosos despuntan lenta pero palpablemente en cada convocatoria electoral. Los electorados en su transición hacia sociedades más justas y solidarias escogen, en procesos similares a los de la evolución natural descrita por Darwin, aquellas opciones que adoptan formas y fondos más aptos para la supervivencia colectiva en un nuevo tiempo donde nacientes creencias van extendiéndose.
Destaquemos únicamente dos ejes de modernización política, que marcan tendencias ganadoras: humanización e integración.
La humanización implica una voluntad política menos machista y más acorde con un mundo de mujeres y hombres, donde deben compartirse los valores de energía y afecto como universales y compatibles. La política es todavía un reducto donde predomina la testosterona belicosa, con graves efectos indeseables de arrogancia y prepotencia que abundan y reproducen estilos políticos rancios. Sólo una incorporación masiva de mujeres al debate político permitirá superar la agotada noria de la confrontación y de la violencia como único sistema de resolución de conflictos. Todas aquellas personas con vocación política harían bien en suavizar las formas, favorecer el entendimiento mutuo, crecer en generosidad y desplegar ese sentido extensivo de “familia humana” que tanto bien haría aplicado a la gestión de lo público.
La integración supone un giro copernicano en la dinámica política, significando un vuelco en los sistemas de alianzas necesarios para lograr las mayorías. Supone renunciar a la simple agregación de agentes parecidos para derrotar a los contrarios, para preferir acuerdos más fructíferos entre representantes contrapuestos que se articulan sobre aspectos comunes, para difuminar diferencias extremistas y alzarse con pactos fecundos de interés general. La integración construye puentes entre orillas, respetando voluntades legítimas, frente a obsoletas tácticas de trincheras y muros en vanos intentos de subyugar o ignorar a las minorías.
No nos detendremos en una revisión de las últimas modas impuestas, del estilo Bambi frente al Doberman, sea en versión tejana o en adaptación ibérica. La política del futuro requiere más progesterona, más inteligencia, cambio del paso de la oca al vals de opuestos, cambios de parejas, más bailes de conjunto que cabriolas a lo suelto, más pistas de baile, búsqueda de soluciones y no de culpables, más diálogo sin condiciones, más temperancia partidista, más democracia interna y externa, menos militarización y más civilización. En definitiva, la victoria de las almas sobre las armas.
El siglo XXI ha sido adelantado por intelectuales y futurólogos como el centenario que será ético o será el último, la época de la igualdad real de hombres y mujeres, la era del conocimiento, el tiempo de la sociedad civil, la centuria de las migraciones y la interculturalidad, o como el siglo de la paz. Muchos creemos firmemente que este periodo está destinado a convertirse en el siglo de los derechos humanos, porque este anhelo ha prendido en el corazón de la humanidad.
La ruta hacia esa utopía circula por veredas políticas, regidas por seres humanos y sometidas, allí donde la democracia existe, al sentir colectivo de las ciudadanías. El advenimiento del nuevo milenio amanece con leves, pero apreciables, cambios en los modos de hacer política que despuntan a escala autonómica, estatal e internacional. Los matices novedosos despuntan lenta pero palpablemente en cada convocatoria electoral. Los electorados en su transición hacia sociedades más justas y solidarias escogen, en procesos similares a los de la evolución natural descrita por Darwin, aquellas opciones que adoptan formas y fondos más aptos para la supervivencia colectiva en un nuevo tiempo donde nacientes creencias van extendiéndose.
Destaquemos únicamente dos ejes de modernización política, que marcan tendencias ganadoras: humanización e integración.
La humanización implica una voluntad política menos machista y más acorde con un mundo de mujeres y hombres, donde deben compartirse los valores de energía y afecto como universales y compatibles. La política es todavía un reducto donde predomina la testosterona belicosa, con graves efectos indeseables de arrogancia y prepotencia que abundan y reproducen estilos políticos rancios. Sólo una incorporación masiva de mujeres al debate político permitirá superar la agotada noria de la confrontación y de la violencia como único sistema de resolución de conflictos. Todas aquellas personas con vocación política harían bien en suavizar las formas, favorecer el entendimiento mutuo, crecer en generosidad y desplegar ese sentido extensivo de “familia humana” que tanto bien haría aplicado a la gestión de lo público.
La integración supone un giro copernicano en la dinámica política, significando un vuelco en los sistemas de alianzas necesarios para lograr las mayorías. Supone renunciar a la simple agregación de agentes parecidos para derrotar a los contrarios, para preferir acuerdos más fructíferos entre representantes contrapuestos que se articulan sobre aspectos comunes, para difuminar diferencias extremistas y alzarse con pactos fecundos de interés general. La integración construye puentes entre orillas, respetando voluntades legítimas, frente a obsoletas tácticas de trincheras y muros en vanos intentos de subyugar o ignorar a las minorías.
No nos detendremos en una revisión de las últimas modas impuestas, del estilo Bambi frente al Doberman, sea en versión tejana o en adaptación ibérica. La política del futuro requiere más progesterona, más inteligencia, cambio del paso de la oca al vals de opuestos, cambios de parejas, más bailes de conjunto que cabriolas a lo suelto, más pistas de baile, búsqueda de soluciones y no de culpables, más diálogo sin condiciones, más temperancia partidista, más democracia interna y externa, menos militarización y más civilización. En definitiva, la victoria de las almas sobre las armas.
El huevo y la gallina
Ya sabemos cuál fue… después
La bizantina polémica de cuál fue antes, el huevo o la gallina, se remonta al siglo IV cuando la planteó Aurelio Teodosio Macrobio. Parecía ser un debate irresoluble, porque debe haber un huevo para que nazca una gallina y sólo una gallina puede poner huevos. Actualmente, y según noticia de última hora transmitida por REUTERS, la ciencia cubana parece haber resuelto el enigma… invirtiendo sus términos. Cuando el huevo es un récord mundial, no hay gallina que resista su puesta: la gallina debe ser antes, porque el huevo es después.
Un huevo normal pesa aproximadamente 65 gramos. El último registro mundial de 2003, cifraba un máximo de 148 gramos de huevo puesto por una gallina que sobrevivió en la provincia oriental cubana de Las Tunas. Se supone que se trataba de “la gallina de los huevos de oro”, pero lo cierto es que aquel huevo se rompió y no subsistió a su puesta. El último huevo de gallina reconocido como el más grande hasta el momento, en Costa Rica también en 2003, pesó 110 gramos, resultando vivas tanto la madre como la criatura.
Ahora, desde la provincia de Pinar del Río, la más occidental de Cuba, nos llega la nueva del huevo grandioso de 12 cm. y 168 gramos, nacido póstumamente por cesárea tras la autopsia de su clueca progenitora que no alcanzó a ponerla en el mundo a pesar de sus ímprobos esfuerzos imaginables. “Manda huevos”, que diría algún ministrillo en funciones.
Este acontecimiento ha provocado un terremoto en el mundo de las ideas. La cruel naturaleza parece confirmar la cita machista de Samuel Butler, “Una gallina es sólo la vía de un huevo para hacer otro huevo”, reafirmado por Mark Twain para significar que la estridencia no prueba nada, “Una gallina que acaba de poner un huevo cacarea como si hubiese puesto un asteroide”.
Son preferibles otras inspiraciones que provienen de los libros de proverbios, a propósito de universales gallinas y omnipresentes huevos. Dicho castellano: Cacarear y no poner huevos, cada día lo vemos. Aforismo alemán: La gallina pone donde ve un huevo. Refrán chino: Hasta la gallina inteligente sabe poner los huevos fuera de su nido. Nuestro favorito es un adagio judío, que por nuestros lares alguien transformó sustituyendo la gallina por el jamón de York: Si un pobre come gallina, o está enfermo él o lo está la gallina.
La bizantina polémica de cuál fue antes, el huevo o la gallina, se remonta al siglo IV cuando la planteó Aurelio Teodosio Macrobio. Parecía ser un debate irresoluble, porque debe haber un huevo para que nazca una gallina y sólo una gallina puede poner huevos. Actualmente, y según noticia de última hora transmitida por REUTERS, la ciencia cubana parece haber resuelto el enigma… invirtiendo sus términos. Cuando el huevo es un récord mundial, no hay gallina que resista su puesta: la gallina debe ser antes, porque el huevo es después.
Un huevo normal pesa aproximadamente 65 gramos. El último registro mundial de 2003, cifraba un máximo de 148 gramos de huevo puesto por una gallina que sobrevivió en la provincia oriental cubana de Las Tunas. Se supone que se trataba de “la gallina de los huevos de oro”, pero lo cierto es que aquel huevo se rompió y no subsistió a su puesta. El último huevo de gallina reconocido como el más grande hasta el momento, en Costa Rica también en 2003, pesó 110 gramos, resultando vivas tanto la madre como la criatura.
Ahora, desde la provincia de Pinar del Río, la más occidental de Cuba, nos llega la nueva del huevo grandioso de 12 cm. y 168 gramos, nacido póstumamente por cesárea tras la autopsia de su clueca progenitora que no alcanzó a ponerla en el mundo a pesar de sus ímprobos esfuerzos imaginables. “Manda huevos”, que diría algún ministrillo en funciones.
Este acontecimiento ha provocado un terremoto en el mundo de las ideas. La cruel naturaleza parece confirmar la cita machista de Samuel Butler, “Una gallina es sólo la vía de un huevo para hacer otro huevo”, reafirmado por Mark Twain para significar que la estridencia no prueba nada, “Una gallina que acaba de poner un huevo cacarea como si hubiese puesto un asteroide”.
Son preferibles otras inspiraciones que provienen de los libros de proverbios, a propósito de universales gallinas y omnipresentes huevos. Dicho castellano: Cacarear y no poner huevos, cada día lo vemos. Aforismo alemán: La gallina pone donde ve un huevo. Refrán chino: Hasta la gallina inteligente sabe poner los huevos fuera de su nido. Nuestro favorito es un adagio judío, que por nuestros lares alguien transformó sustituyendo la gallina por el jamón de York: Si un pobre come gallina, o está enfermo él o lo está la gallina.
Predicciones fallidas
Futurología sobre antiguos vaticinios de hace 40 años
Los pronósticos fallados abundan desde que se inició la prospectiva como arte-ciencia. Son recordados con sarcasmo algunos errores gruesos en las previsiones pioneras, tales como el cálculo de cuándo el estiércol de las caballerías alcanzaría una altura equivalente al primer piso en Manhattan, o la bendición que supondría la invención del automóvil en 1900 para la seguridad de las vías públicas, pues “liberaría a la sociedad de jinetes borrachos y caballos desbocados”. Incluso en 1914 al aprobarse la ley de impuestos sobre ingresos en los Estados Unidos, un cronista comentó que “los contribuyentes por este concepto constituyen un selecto círculo privilegiado, al que nunca podrá aspirar la simple ciudadanía”.
Releo hoy un viejo artículo de hace 40 años que ilustraba cómo sería el mundo en 2004. Este mismo escrito lo leí con 10 años y entonces creí que viviría para contemplar aquel maravilloso futuro… que todavía no ha llegado, ni de lejos. Los autores consultaron a los mejores especialistas mundiales de 1964 para avanzar las características y desafíos que muy probablemente tendría la vida en el presente año 2004. Se pronosticaba que si continuase la tendencia a reducir la jornada de trabajo, la mayoría de los “obreros” disfrutaría de una semana laboral de veintiocho horas y un "fin de semana" de tres días, porque las “máquinas” permitirían mantener la productividad. La mitad de la energía sería probablemente atómica y algunos investigadores científicos conjeturaban que para ahora se habría dominado la inagotable fusión termonuclear, definida como fuerza superplutónica de la “Bomba H”.
Se suponía que hoy día, la tecnología permitiría construir rápidos vehículos de transporte, como trenes levitando sin fricción, aviones combinados de despegue vertical desde pequeños aeropuertos municipales y pasando a vuelo horizontal para efectuar viajes de corto o largo recorrido. Los aviones de propulsión a chorro serían de triple velocidad sónica, cruzando el Atlántico en una hora. Los camiones deberían ser piezas de museo, pues las cargas se moverían por tuberías neumáticas con dispositivos electrónicos para trasladarlas a su destino. El transporte privado sería con automóviles silenciosos impulsados por electricidad. Para los trayectos cortos en la ciudad o cercanías, creían que se habrían difundido los cinturones-cohete para dar saltos…
La ciudad según los urbanistas estaría dotada de espacio, aire, torres soleadas, avenidas arboladas, fuentes de alegres surtidores y parques de verde césped. En la zona central metropolitana estaría prohibido el tránsito de vehículos e instalado un sistema subterráneo de cintas transportadoras para llevar las mercancías dentro y fuera de la ciudad. Con arreglo a esos planes, los moradores de los suburbios llegarían a la urbe en grandes trenes provistos de neumáticos o en "racimos" transportados por helicópteros capaces de volar en cualesquiera condiciones atmosféricas. Después, los monorrieles les llevarían al centro, donde las aceras movibles les acercarían a su punto de destino en la metrópoli prevista para hoy.
En comunicaciones los expertos prometían adelantos asombrosos, cumplidos en parte: televisión mundial, máquinas traductoras para conversar en cualquier idioma, teléfonos con pequeñas pantallas para verse los interlocutores y mecanismos para seleccionar por voz el número que se desea, y que "todos los automóviles llevarían teléfonos”. En el hogar, la telefonía respondería a las llamadas hechas desde la puerta y haría que el visitante sea visto desde cualquier lugar de la casa. El teléfono manejaría los utensilios domésticos, cocinaría las comidas, pondría en marcha la calefacción o el aire acondicionado, todo ello a distancia.
En medicina se anunciaba la total victoria contra el catarro y las infecciones respiratorias, que habrían pasado a la historia médica. Los facultativos se ocuparían más tiempo de prevenir que curar las enfermedades. Una simple inyección o una sola píldora bastarían para inmunizar contra todas las dolencias transmisibles, contando incluso con vacunas anticancerosas. Suponían que hacia fines del siglo XX se habría descubierto la curación para las enfermedades cardíacas, la arteriosclerosis y la mayoría de las afecciones nerviosas. Los progresos de la inmunología permitirían vencer la resistencia al trasplante de tejidos, haciendo posible el trasplante de órganos lesionados por "piezas de recambio" humanas y hasta animales. Habría pastillas para retardar el envejecimiento y una cirugía a indolora e incruenta con una "varita mágica" ultrasónica para anestesiar tejidos y cauterizarlos con un “pegamento” quirúrgico, en vez de las actuales suturas.
El ímpetu en aquellas décadas dirigido hacia la conquista espacial produjo los mayores desvaríos sobre el futuro. El mismo Dr. Wernher von Braun sostenía que "habrán pasado apenas tres años- cuando tres norteamericanos vuelen en torno a la Luna y regresen a la Tierra (profecía cumplida en 1969 con 2 años de retraso)”. Su optimismo se desbordó para las décadas siguientes: “Para 2004, los viajes a la Luna se habrán convertido en cosa de todos los días. Nuestras más audaces aventuras, que tendrán como escenario el espacio que rodea al planeta, acaso se realicen antes de lo que pensamos. Creo que dentro de cuarenta años habrá astronautas que explorarán los rincones más remotos de nuestro sistema solar”. Otros científicos acertaron al indicar que circularían por el espacio satélites artificiales de todo tamaño, empleo y nacionalidad, a poca altura para captar mensajes y a mayor distancia como puestos de enlace para las redes mundiales de teléfonos y de televisión. Supusieron ilusoriamente que transportarían tripulaciones y pasajeros humanos en laboratorios de investigación científica, talleres de servicio interplanetarios o estaciones terminales para viajes a la Luna, Venus, Marte y quizá más lejos. Concluían, sin advertir que los presupuestos se redirigirían nuevamente a financiar la guerra y no a invertirse en justicia, solidaridad, educación y ciencia, que “el hombre se encuentra ya en plena conquista del sistema solar”.
Quizá más que errar los expertos de los años ’60, ha sido la Humanidad quien se ha entretenido demasiado en campañas militares en lugar de construir un planeta más pacífico, más fraternal y más feliz. Tal vez podamos recuperar las décadas perdidas. Víctor Hugo previno que “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles, es inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido; para los valientes, la oportunidad”, y Simone de Beauvoir nos alertó: “Interésate por el futuro porque ahí es donde pasarás el resto de tu vida”.
Bajo los nombres de previsión y de tradición, el futuro y el pasado, que son perspectivas imaginarias, dominan y limitan el presente. Dicen que el futuro es de los desilusionados… pero optimistas. Muchos creemos que este mundo es una profecía de futuros mundos. El porvenir es preparar a la Humanidad para lo que no ha sido nunca. El futuro no es un regalo, es una conquista, y la educación es el factor dominante para la esperanza.
Si nunca pensamos en el futuro, nunca lo tendremos. Un hombre sin un sueño y un plan, es un hombre sin futuro. Una Humanidad regida por una Ética de Paz reconstruirá la Utopía. El futuro está en nuestras manos. El futuro es ahora. Nosotros somos el futuro.
Los pronósticos fallados abundan desde que se inició la prospectiva como arte-ciencia. Son recordados con sarcasmo algunos errores gruesos en las previsiones pioneras, tales como el cálculo de cuándo el estiércol de las caballerías alcanzaría una altura equivalente al primer piso en Manhattan, o la bendición que supondría la invención del automóvil en 1900 para la seguridad de las vías públicas, pues “liberaría a la sociedad de jinetes borrachos y caballos desbocados”. Incluso en 1914 al aprobarse la ley de impuestos sobre ingresos en los Estados Unidos, un cronista comentó que “los contribuyentes por este concepto constituyen un selecto círculo privilegiado, al que nunca podrá aspirar la simple ciudadanía”.
Releo hoy un viejo artículo de hace 40 años que ilustraba cómo sería el mundo en 2004. Este mismo escrito lo leí con 10 años y entonces creí que viviría para contemplar aquel maravilloso futuro… que todavía no ha llegado, ni de lejos. Los autores consultaron a los mejores especialistas mundiales de 1964 para avanzar las características y desafíos que muy probablemente tendría la vida en el presente año 2004. Se pronosticaba que si continuase la tendencia a reducir la jornada de trabajo, la mayoría de los “obreros” disfrutaría de una semana laboral de veintiocho horas y un "fin de semana" de tres días, porque las “máquinas” permitirían mantener la productividad. La mitad de la energía sería probablemente atómica y algunos investigadores científicos conjeturaban que para ahora se habría dominado la inagotable fusión termonuclear, definida como fuerza superplutónica de la “Bomba H”.
Se suponía que hoy día, la tecnología permitiría construir rápidos vehículos de transporte, como trenes levitando sin fricción, aviones combinados de despegue vertical desde pequeños aeropuertos municipales y pasando a vuelo horizontal para efectuar viajes de corto o largo recorrido. Los aviones de propulsión a chorro serían de triple velocidad sónica, cruzando el Atlántico en una hora. Los camiones deberían ser piezas de museo, pues las cargas se moverían por tuberías neumáticas con dispositivos electrónicos para trasladarlas a su destino. El transporte privado sería con automóviles silenciosos impulsados por electricidad. Para los trayectos cortos en la ciudad o cercanías, creían que se habrían difundido los cinturones-cohete para dar saltos…
La ciudad según los urbanistas estaría dotada de espacio, aire, torres soleadas, avenidas arboladas, fuentes de alegres surtidores y parques de verde césped. En la zona central metropolitana estaría prohibido el tránsito de vehículos e instalado un sistema subterráneo de cintas transportadoras para llevar las mercancías dentro y fuera de la ciudad. Con arreglo a esos planes, los moradores de los suburbios llegarían a la urbe en grandes trenes provistos de neumáticos o en "racimos" transportados por helicópteros capaces de volar en cualesquiera condiciones atmosféricas. Después, los monorrieles les llevarían al centro, donde las aceras movibles les acercarían a su punto de destino en la metrópoli prevista para hoy.
En comunicaciones los expertos prometían adelantos asombrosos, cumplidos en parte: televisión mundial, máquinas traductoras para conversar en cualquier idioma, teléfonos con pequeñas pantallas para verse los interlocutores y mecanismos para seleccionar por voz el número que se desea, y que "todos los automóviles llevarían teléfonos”. En el hogar, la telefonía respondería a las llamadas hechas desde la puerta y haría que el visitante sea visto desde cualquier lugar de la casa. El teléfono manejaría los utensilios domésticos, cocinaría las comidas, pondría en marcha la calefacción o el aire acondicionado, todo ello a distancia.
En medicina se anunciaba la total victoria contra el catarro y las infecciones respiratorias, que habrían pasado a la historia médica. Los facultativos se ocuparían más tiempo de prevenir que curar las enfermedades. Una simple inyección o una sola píldora bastarían para inmunizar contra todas las dolencias transmisibles, contando incluso con vacunas anticancerosas. Suponían que hacia fines del siglo XX se habría descubierto la curación para las enfermedades cardíacas, la arteriosclerosis y la mayoría de las afecciones nerviosas. Los progresos de la inmunología permitirían vencer la resistencia al trasplante de tejidos, haciendo posible el trasplante de órganos lesionados por "piezas de recambio" humanas y hasta animales. Habría pastillas para retardar el envejecimiento y una cirugía a indolora e incruenta con una "varita mágica" ultrasónica para anestesiar tejidos y cauterizarlos con un “pegamento” quirúrgico, en vez de las actuales suturas.
El ímpetu en aquellas décadas dirigido hacia la conquista espacial produjo los mayores desvaríos sobre el futuro. El mismo Dr. Wernher von Braun sostenía que "habrán pasado apenas tres años- cuando tres norteamericanos vuelen en torno a la Luna y regresen a la Tierra (profecía cumplida en 1969 con 2 años de retraso)”. Su optimismo se desbordó para las décadas siguientes: “Para 2004, los viajes a la Luna se habrán convertido en cosa de todos los días. Nuestras más audaces aventuras, que tendrán como escenario el espacio que rodea al planeta, acaso se realicen antes de lo que pensamos. Creo que dentro de cuarenta años habrá astronautas que explorarán los rincones más remotos de nuestro sistema solar”. Otros científicos acertaron al indicar que circularían por el espacio satélites artificiales de todo tamaño, empleo y nacionalidad, a poca altura para captar mensajes y a mayor distancia como puestos de enlace para las redes mundiales de teléfonos y de televisión. Supusieron ilusoriamente que transportarían tripulaciones y pasajeros humanos en laboratorios de investigación científica, talleres de servicio interplanetarios o estaciones terminales para viajes a la Luna, Venus, Marte y quizá más lejos. Concluían, sin advertir que los presupuestos se redirigirían nuevamente a financiar la guerra y no a invertirse en justicia, solidaridad, educación y ciencia, que “el hombre se encuentra ya en plena conquista del sistema solar”.
Quizá más que errar los expertos de los años ’60, ha sido la Humanidad quien se ha entretenido demasiado en campañas militares en lugar de construir un planeta más pacífico, más fraternal y más feliz. Tal vez podamos recuperar las décadas perdidas. Víctor Hugo previno que “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles, es inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido; para los valientes, la oportunidad”, y Simone de Beauvoir nos alertó: “Interésate por el futuro porque ahí es donde pasarás el resto de tu vida”.
Bajo los nombres de previsión y de tradición, el futuro y el pasado, que son perspectivas imaginarias, dominan y limitan el presente. Dicen que el futuro es de los desilusionados… pero optimistas. Muchos creemos que este mundo es una profecía de futuros mundos. El porvenir es preparar a la Humanidad para lo que no ha sido nunca. El futuro no es un regalo, es una conquista, y la educación es el factor dominante para la esperanza.
Si nunca pensamos en el futuro, nunca lo tendremos. Un hombre sin un sueño y un plan, es un hombre sin futuro. Una Humanidad regida por una Ética de Paz reconstruirá la Utopía. El futuro está en nuestras manos. El futuro es ahora. Nosotros somos el futuro.
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