Si tienen la fortuna de convivir con un niño pequeño, habrán observado como, desde muy temprana edad, intentan ampliar infructuosamente la cara de Doraemon (es un ejemplo) haciendo pinza con sus dedos sobre la pantalla de la televisión. Es, para ellos, un gesto tan natural como lanzar una pelota, garabatear en un papel o construir torres con piezas de madera. Parece como si vinieran con ello incorporado. Así es como se maneja una cuchara y así es como se interactúa con una pantalla. Gestos como tocar un icono para abrir una aplicación, deslizar los dedos para pasar imágenes o hacer scroll en una web son realizados por niños de todo el mundo con soltura. Sin necesidad de muchas explicaciones. Se trata de las primeras generaciones de seres humanos en nuestro Planeta que viven inmersos en un mundo conectado y digital.
Marc Prensky, escritor y educador estadounidense, bautizó a estos niños como “nativos digitales” en un artículo publicado en 2001. Una ocurrencia que creció y se popularizó hasta convertirse en un término usado de forma habitual para referirse a las generaciones que han crecido rodeadas de smartphones, ordenadores, tabletas y consolas de videojuegos. Prensky, que comenzó su carrera como profesor en el neoyorquino barrio de Harlem, ha impartido clases en todos los niveles, desde educación primaria hasta la universidad. En la actualidad -gracias a sus numerosos artículos y libros sobre el tema- está considerado un experto en la influencia de las nuevas tecnologías en la enseñanza.
Aquel famoso artículo comenzaba: “Me resulta sorprendente que en todo el alboroto y el debate generado estos días acerca del declive de la educación en Estados Unidos, estemos ignorando la más fundamental de sus causas. Nuestros estudiantes han cambiado radicalmente. Los estudiantes de hoy ya no son el tipo de personas para las que fue diseñado nuestro sistema educativo”. El pensamiento de Prensky pivota alrededor de la idea central de que los “inmigrantes digitales” -la mayoría de profesores- deberían cambiar sus métodos y discursos para satisfacer la forma de aprender y pensar de las nuevas generaciones que han crecido con la presencia constante de Internet en sus vidas. Polemista apasionado, Marc Prensky no elude el debate y, a pesar de algunas críticas recibidas por quienes defienden un modelo más tradicional, se considera un optimista empedernido: “Veo lo que desean hacer los niños, lo que pueden hacer, lo que serán capaces de hacer (…) Este podría ser un mundo muy, muy, muy positivo”.