El susodicho “programa televisivo” cuyos irremediables ecos asuenan por doquier, merece títulos alternativos más fidedignos con su inmundo contenido: gran retrato sesgado, gran retraso gestado, gran mercado medrado, gran descaro seriado, gran mengano pelmazo, gran bellaco mermado, gran verraco herrado, gran peldaño reptado, gran reclamo mellado, gran cercado cerrado, gran mediano restado, gran rebaño tentado o gran rechazo pensado.
Habría que corregir a Orwell: “El Gran Hermano” no nos vigila, nos define como una civilización que consume telebasura. ¿Dónde hemos llegado para convertir la intimidad de los seres humanos en un espectáculo? No existe ni experimento sociológico, ni ninguna polémica porque en este tema sólo hay detractores o borregos. Ni "reality show", ni moda mundial porque la inteligencia remanente también desprecia universalmente a “Big Brother” como “Big Bother” (la gran molestia… de la vulgaridad).
Seguro que una mayoría cabal de televidentes preferiríamos algún espacio con una fórmula que mereciese denominarse Gran Humano Sensato o Gran Hermano Versado, con situaciones reales vividas por héroes cotidianos: amas de casa, educadores, sanitarios, asistentes sociales, voluntariado,... Los telespectadores tenemos la última palabra. Queremos conocer y aplaudir a las muchas personas que se alzan sobre la miseria humana y luchan por un mundo mejor para todos.
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