El uso de los dispositivos electrónicos por parte de los pasajeros en vuelo comercial es una temática interesante. Comienza a haber algunas compañías que autorizan (Emirates de Dubai desde 2006), o incluso facilitan, la utilización de smartphones durante el vuelo, e incluso en los despegues y aterrizajes.
En nuestro entorno, lo habitual es que no se autoricen ningún teléfono durante todo el vuelo, pero sí el uso de otros dispositivos electrónicos tras el despegue y hasta el proceso de aterrizaje. Y eso incluye el uso de tablets con 3G. Justamente eso es lo que hemos probado estos días en vuelos de ida y vuelta entre Bilbao (Aeropuerto de Loiu) y Madrid (Aeropuerto de Barajas).
Así que unos minutos después de despegar de Loiu encendimos un iPad mini y tras arrancar hicimos un primer FourSquare en vuelo, sobre Legutiano (Araba) a las 8:27 del 21-3-13. Ello implicaba que contábamos con cobertura 3G, que pronto desapareció al pasar a zonas más rurales del trayecto seguido. El GPS funcionó perfectamente estando junto a la ventana del avión (asiento 32A de un Airbus 321). Sin embargo, a la vuelta en pasillo de la última fila (posición 35C de un Airbus 321), ya no pudimos encontrar 3G y el propio GPS fue más irregular (sin la variación progresiva y continuada del primer viaje).
Resultó ameno e instructivo saber en todo momento dónde estábamos, al tiempo de comprobar que se pasa casi igual tiempo esperando, rodando y volando en una aeronave grande en un ruta corta. Acomodar a 210 pasajeros y luego desalojarlos supuso unos 30', en rodadura por ambos aeropuertos casi 20' (especialmente en Barajas) y el vuelo en sí apenas 30' (si descontamos el abordaje por el sur de Madrid para acceder a la T4 y luego la salida al mar para aterrizar en Loiu).
Así que unos minutos después de despegar de Loiu encendimos un iPad mini y tras arrancar hicimos un primer FourSquare en vuelo, sobre Legutiano (Araba) a las 8:27 del 21-3-13. Ello implicaba que contábamos con cobertura 3G, que pronto desapareció al pasar a zonas más rurales del trayecto seguido. El GPS funcionó perfectamente estando junto a la ventana del avión (asiento 32A de un Airbus 321). Sin embargo, a la vuelta en pasillo de la última fila (posición 35C de un Airbus 321), ya no pudimos encontrar 3G y el propio GPS fue más irregular (sin la variación progresiva y continuada del primer viaje).
Resultó ameno e instructivo saber en todo momento dónde estábamos, al tiempo de comprobar que se pasa casi igual tiempo esperando, rodando y volando en una aeronave grande en un ruta corta. Acomodar a 210 pasajeros y luego desalojarlos supuso unos 30', en rodadura por ambos aeropuertos casi 20' (especialmente en Barajas) y el vuelo en sí apenas 30' (si descontamos el abordaje por el sur de Madrid para acceder a la T4 y luego la salida al mar para aterrizar en Loiu).
Verificamos claramente que se vuela por aerovías establecidas (primero hacia Burgos, luego hacia Valladolid, y luego rodeando por el Sur a Madrid) y que el camino más corto entre dos puntos de una superficie esférica (como es la Tierra, más o menos) se logra con una trayectoria ortodrómica. Su representación sobre un mapa plano (normalmente hechos según la proyección de Mercator) no es exactamente una línea recta, por lo que en las rutas largas (como las transoceánicas) "no se vuela siguiendo un segmento sobre el mapa".
Actualización con una visualizació de vuelos Europe 24 from NATS on Vimeo.
Algunas imágenes copiadas del iPad con las ubicaciones GPS.
Más posts sobre los siempre inspiradores vuelos.
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