Ya no podemos ignorarlo. Ahora al consultar el tiempo, cada vez más frecuentemente nos aparece un mensaje de ICA DESFAVORABLE. El Índice de Calidad del Aire (ICA) es un indicador genérico de la calidad del aire y sus efectos sobre la salud en un lugar determinado. Indica el nivel de contaminación existente en un lugar, sus potenciales efectos para la salud y las recomendaciones que se deben seguir para protegerla. Nuestro viaje entre Alicante, Murcia y Almería ha estado condicionado por este indicador, porque la situación ha oscilado entre Desfavorable y Muy Desfavorable.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene muy claro que la contaminación atmosférica supone el mayor riesgo medioambiental para la salud de las personas de la Unión Europea. No en vano, es la causante de unas 400.000 muertes prematuras en el territorio europeo cada año a lo que hay que añadir la ingente cantidad de enfermedades que provoca a muchas personas -las mayores son más propensas- el hecho de estar respirando en todo momento aire contaminado.
Según esta organización esa cifra de mortalidad es diez veces superior a la que arrojan los accidentes de tráfico. Desde Ecologistas en Acción (@ecologistas) apuntan además que “el coste económico de la mortalidad prematura y de la pérdida de días de trabajo por la contaminación del aire ambiente y en el interior de las viviendas ha sido cuantificado por el Banco Mundial en 38.000 millones de euros en 2013, equivalentes al 3,5% del Producto Interior Bruto (PIB) español, sin considerar los daños provocados a los cultivos, los ecosistemas naturales u otros bienes de cualquier naturaleza”.
¿Cuál es el límite máximo de contaminación que se puede permitir? Como es obvio, quienes habitan en las grandes ciudades son quienes corren un mayor riesgo, dado que la contaminación es más acusada. No en vano, en muchas urbes se tienen que poner en marcha los protocolos anticontaminación cuando la calidad del aire desciende por debajo de unos mínimos que pueden resultar muy peligrosos para la salud. Estos límites los marcan las normas que tanto los gobiernos de cada país como la propia Unión Europea han aprobado.
En lo que se refiere a las normas que ha promulgado la Unión Europea referidas al límite de partículas en suspensión y al tamaño de las mismas, están recogidas en la Directiva de 2008 relativa a la calidad del aire ambiente (denominada 2008/50/CE), que venía a sumarse a la Directiva marco de 1996 sobre evaluación y gestión de la calidad del aire ambiente (96/62/CE).
Es una buena muestra de la preocupación existente en el continente con respecto a la contaminación medioambiental. De hecho, quizás sea uno de los lugares del mundo más concienciados con este problema que, de no atajarse, provocará problemas muy graves en la habitabilidad de muchas zonas del planeta.
Deteniéndonos en las partículas contaminantes que se miden para delimitar la calidad del aire, hay que señalar que cuentan con el hándicap de que no es algo visible como sí los son los restos de plástico que se acumulan en el mar, por poner un ejemplo. Más allá de la famosa “boina” que se puede ver sobre las ciudades en ocasiones, el ser humano no puede ver la contaminación ambiental, por lo que hay que confiar en los medidores y en las decisiones que las autoridades deben tomar para no superar el límite.
Este, por cierto, se ha de situar en una concentración media anual de 10 μg/m3 o menos cuando hablamos de las partículas PM2.5, las más peligrosas, tal y como recomienda la OMS. Sin embargo, la mayoría de las ciudades superan los 35 μg/m3.
La contaminación del aire, generalmente se presenta con dos medidas: PM10 y PM2.5. Estas se refieren al diámetro de las partículas contaminantes. Las primeras ocupan 10 micras o menos y tienen la capacidad de llegar a nuestros pulmones y alojarse allí con las consecuencias negativas que esto conlleva para la salud.
Sin embargo, las más peligrosas son las que tienen un diámetro de 2,5 micras o menos, ya que esas además pueden introducirse en el torrente sanguíneo, multiplicando las posibilidades de sufrir enfermedades tanto del aparato respiratorio como cardíacas. Por esta razón la OMS pautó en el año 2005 que los seres humanos debían evitar estar expuestos a niveles medios de PM2.5 que superen 25 microgramos por metro cúbico de aire durante 24 horas.
La Agencia Europea de Medio Ambiente situó en un preocupante 90% la población del Viejo Continente que está expuesta a “concentraciones de contaminantes atmosféricos a niveles altos considerados nocivos para la salud”. Y además se refiere a cómo pueden perjudicar a la salud. “Se calcula que las partículas finas (PM2.5) presentes en la atmósfera reducen la esperanza de vida en la UE en más de ocho meses. El benzo(a)pireno es un contaminante cancerígeno que suscita mucha preocupación y cuyas concentraciones superan el límite establecido para proteger la salud humana en varias zonas urbanas, especialmente en Europa Central y Oriental”.
La situación en España también dista mucho de ser la ideal. No en vano, según el Informe anual de calidad del aire de Ecologistas en Acción, en el año 2018 el 97% de la población y el 92 % del territorio español superaron los niveles de contaminación recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Eso sí, al menos hubo una reducción de los niveles de contaminación atmosférica por partículas en suspensión, dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre.
Hoy me han diagnosticado EPOC. No he fumado en mi vida. El médico me recomienda como pauta que reduzca la exposición a la contaminación. Vivo en Plaza Elíptica, el punto negro de la contaminación en Madrid. Mensaje para aquellos que se piensan que la contaminación es un chiste.
— Alberto Comeche (@comechenator) August 12, 2021
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