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Belleza a la que amar

No comprendo cómo se puede pasar junto a un árbol y no ser feliz de verlo; hablar con una persona y no ser feliz de amarla. Y cuántas cosas hermosas hay a cada paso: mirad la infancia, mirad la aurora de Dios, mirad los ojos que os miran y os aman.

Fiódor Dostoyevski

En defensa de los vascos y de… la humanidad

Leo con estupor, y rebotado a través de la web, un “artículo” bajo el título de “El silencio de los corderos”, de José Luis de Vilallonga, publicado en LA VANGUARDIA el pasado 10/06/2002.

No puedo reproducir todo el contenido del artículo, ni menos aún el rebosante odio que destila, no ya hacia determinados políticos democrática y legalmente elegidos (a quienes califica de esperpénticos, escurridizos, de llevar pintado en el rostro el parentesco genético con las ratas de alcantarilla, asesinos, instigadores de crímenes…), sino sobre todos y cada uno de los vascos, simple y llanamente por ser ciudadanos nacidos en una tierra de la Tierra.

Los epítetos, literalmente reproducidos, califican a todos los vascos, nacionalistas o no, de gente cobarde, sin ninguna hombría (ni en las palabras ni en los actos) e, incluso, de pelmazos. Añade, que no son ni noblotes, ni honrados ni buena gente. Y termina con una máxima xenófoba “El Rhesus negativo del que tanto presumen los vascos es verdaderamente negativo”.

Mi intención no es descalificar este inaceptable artículo, y menos a su autor, que únicamente me provoca lástima y a quien sinceramente le deseo una rápida recuperación de su estado mental, anímico y espiritual.

El objetivo es denunciar que opiniones de esta catadura puedan ser publicados sin rubor, incluso en un periódico que, hasta esa fecha, hubiera catalogado como riguroso. “Rebuznos” (como dice el enfermizo que escribió esa soflama) de esta calaña actúan como “Opinion Makers” para la propagación de ideas violentas, racistas, fascistas, muy poco acordes con los valores éticos exigibles en una democracia.

Exijo una rectificación de este periódico, por atentar contra los vascos, y no sólo contra los vascos, sino con ello contra los españoles, los franceses, los europeos y la humanidad. No es admisible la descalificación genérica por razón de “raza” (sesgo en el que debe creer mucho este personaje). Le recuerdo el artículo 2, punto 1º, de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.”

Si se me permite, relataré una experiencia personal que, en alguien poco viajado como yo, me abrió los ojos sobre esta temática de comprensión del fenómeno del “terrorismo vasco” en función de la distancia. Por mi condición de educador tuve oportunidad de viajar por toda Europa hace ya algunos años. Por tratarse de visitas comunitarias lo habitual era reunirse en Madrid, desde diversas comunidades autónomas, y viajar luego al país de destino. Lo frecuente era, en Madrid, recibir como vasco la pregunta de ¿qué hacéis los vascos para solventar el problema del “terrorismo vasco”? Tratábamos de explicar nuestros esfuerzos. Pero luego, en Alemania o Bélgica, la pregunta era a toda la comitiva “española” en los términos de ¿qué hacen ustedes para solventar el problema de la violencia en España? Porque allí, el problema era de los “españoles”, no de los vascos, no de los nacionalistas, no de los fanáticos,… Al menos, allí nadie nos insultaba llamándonos cobardes por la mera condición de provenir de un determinado Estado.

Yo creo que los problemas y su solución, en este mundo globalizado, interconectado, y en este siglo XXI depende de todos nosotros. Nunca he comprendido que “a juicio de algunos” sólo los problemas son vascos. La única vasquidad que algunos nos reconocen se circunscribe a lo negativo, a lo problemático. Este perverso juego -de lo que para algunos es la parte y el todo- se aplica sin excepción: el terrorista, o incluso el político u obispo si es “malo”, resulta ser vasco (nunca español). Pero el filósofo, deportista,.. o lo que sea, si es “bueno” resulta “español”. Esto es racismo de 24 quilates.

Por último, un comentario sobre otra opinión vertida por el político y ex ministro de Educación Mariano Rajoy diciendo que la “educación vasca es lETAl”. Hasta el adjetivo letal, intencionadamente o no, pretender vincular la educación vasca con una organización criminal. ¿Esto es tolerable?

¿Un vicepresidente español puede deshonrar y difamar a más de un millón de progenitores y familias vascas, que por lo visto acuden y envían a sus hijos e hijas a un servicio público letal?

¿Se puede ultrajar a más de 40.000 miembros del profesorado y a medio millón de alumnos vascos?

¿Somos los profesores y profesoras vascas letales, mortíferos, nocivos?

Pero, como dice el Lehendakari, nosotros a lo nuestro, a educar por la Paz, la Tolerancia y la Convivencia. ¡Que Dios nos ayude!

Carne Humana

Todos somos de la misma materia. El que se cree el hombre más poderoso del planeta y el niño despanzurrado bajo sus bombas, el capitalista petrolero y el desventurado cabrero, el político hipócrita y el soldado forzado, el asesor belicista y el que se ve mutilado, la madre inconsolable y el huérfano anonadado, todos de la misma sangre. El que dispara y el que muere, el que mata y el que sana, el que protesta y el que excusa o calla, todos de la misma raza. El musulmán pacifista y el maniqueo adventista, el norteamericano osado y el iraquí desdichado, en nuestra Euskadi cercana o en la Chechenia lejana, el del PP impasible y el ingobernable de Batasuna, todos de carne humana. Carne hija de carne. Vida suspendida de un hilo frágil, hálito que milagrosamente sobrevive. Somos de una esencia capaz de besarse, de abrazarse, de amarse, de multiplicarse y… de matarse.

Si todos somos uno, todos de la misma casa, todos de la misma familia, si a todos la muerte alcanza, ¡por Dios!, cuando el mundo estalla, ¿cómo algunos canallas justifican las matanzas de sus hermanos y hermanas?

El rapto de la democracia

La guerra no acabará… porque mueren los primeros mil niños y niñas, o porque se aniquile un país o porque se produzca la mayor catástrofe humanitaria del siglo XXI.La guerra no acabará… porque sufran el desplazamiento más de tres millones de refugiados iraquíes, de un país de 20 millones asolado por el embargo.

La guerra quizá no hubiese empezado… si la opinión pública norteamericana no hubiese sido impúdicamente alimentada de fervor patriótico por sus dirigentes ultraderechistas con la excusa del 11-S, si valorase igualmente una vida estadounidense o cualquier otra vida humana, y si supiese realmente por la memoria de sus antepasados qué fue Gernica, Londres, Dresde, Hiroshima, Nagasaki y ya no pudiera creerse la hipocresía grotesca de los “bombardeos precisos y humanitarios”.

La guerra quizá no hubiese empezado… si el pueblo norteamericano comprendiese que ellos fueron los primeros creadores del armamento atómico, y los únicos que lo han utilizado; que ellos inventaron la tecnología de las “armas de los pobres”: las bombas de guerra química y biológica, de quienes no acceden a la guerra total regida por la física nuclear.

La guerra quizá no hubiese empezado… si el obsceno militarismo americano capaz de aniquilar despiadadamente a un pequeño país, subdesarrollado y exánime, no rebosase flaqueza ética. La supuesta omnipotencia militar norteamericana, exhibiéndose con la superproducción de su espectáculo de ultra tecnología para matar,… sólo acredita su impotencia democrática. Desalmados con mucho músculo y poco cerebro… en sus cabecillas.

La guerra quizá no hubiese empezado… si los cuatro “halcones”, el vicepresidente, Cheney, el secretario de Defensa, Rumsfeld, el número dos del Pentágono, Wolfowitz, y el presidente del Defense Policy Board, Perle (apodado El príncipe de las tinieblas) no contasen con la paradójica particularidad de que ninguno ha participado nunca en ninguna guerra; todos se las arreglaron para evitar ir a Vietnam, al igual que Bush. Aznar, y Trillo, también se escabulleron de cumplir, simplemente, el servicio militar.

La guerra quizá no hubiese empezado… si los dirigentes hubiesen escuchado al Papa cuando se refirió a la paz, como “don de Dios y humilde y constante conquista de los hombres, afirmando que “cuando la guerra, como en estos días en Irak, amenaza el destino de la humanidad, es más urgente proclamar que sólo la paz es el camino para construir una sociedad más justa y solidaria. Nunca la violencia y las armas pueden resolver los problemas de los hombres”.

La guerra quizá no hubiese empezado… si Aznar no aspirase a un puesto en la Historia (“pinche de genocidas”, será ya para siempre), o si su “Aznarazo” no hubiese superado al “Tejerazo”, ridiculizando a las Cortes y al Rey que pudo intervenir el 23F de 1981.

La guerra quizás acabe… cuando los belicistas no puedan soportar el coste electoral de sus crímenes, y cuando quienes les excusaban les abandonen. La guerra quizás acabe… cuando la opinión pública mundial se manifiesta con tal intensidad y presencia que su voz no pueda ser ignorada.

La guerra acabará… cuando se agoten los arsenales y deban reponernos los contribuyentes estadounidenses… y los expoliados del mundo entero. La guerra acabará… cuando el negocio del petróleo esté controlado, y el beneficio de la reconstrucción sea mayor que el de la devastación.
La guerra acabará… cuando la sangre de la inocencia masacrada apeste en nuestros cuartos de estar porque las imágenes de televisión no muestren complacientemente las mortíferas armas de los asesinos, sino los cadáveres de las víctimas.

La guerra acabaría para siempre… cuando convenzamos a la mayoría de votantes norteamericanos para que pongan fin a “la era de barbarie” y de “nuevo desorden mundial”. Para que admitan la civilización de quienes aborrecemos la pena de muerte, repudiando tan bárbara legislación, y que para regir el gigante militar que representan no elijan a un enano moral de sádico historial en ejecutar convictos.

La guerra acabaría para siempre… cuando Estados Unidos prefiera un mundo multipolar, renunciando a su egocéntrica superioridad que les permite ignorar la legalidad internacional, las Naciones Unidas y el Tribunal Penal Internacional (y el Protocolo de Kioto, los convenios de desarme o de minas antipersonal,…). La guerra acabaría para siempre… si se votase en referéndum abierto a toda la ciudadanía la participación de un gobierno en un conflicto militar.
La guerra acabaría para siempre… cuando todos los seres humanos reprobemos y desterremos de nuestra mente y de nuestro corazón esa insensata fruición por matarnos los unos a los otros.
La guerra acabaría para siempre… si ya no fuera posible el rapto de la democracia, el secuestro de la verdad por los sempiternos “señores de la guerra”, déspotas y falsarios, serviles esclavos del poder económico, que prenden fuego al mundo sembrando regueros de encarnadas amapolas de sangre, que algún día florecerán.

George Bush y sus ‘‘aislados’’

Los tres ‘‘halcones’’ de las Islas de las Azores han apretado ya el botón de la guerra. Su autismo bélico resulta extemporáneo en el siglo XXI, pero el matón de George W. Bush, el cortesano Tony Blair y el bufón José María Aznar muestran alguna diferencia: el presidente de Estados Unidos cuenta con cierto respaldo de su ciudadanía -desgraciadamente-­, pero los otros dos ‘‘aliados’’ se han quedado solos en sus países, y quizá pronto hasta en sus partidos.

¡Deteneos, por Dios, por favor antes de matar a más inocentes!

El voto de Evarista

Cuando se produjeron las primeras elecciones democráticas en 1977 pudimos asistir a un espectáculo familiar que, entonces, nos pareció divertido. Nuestras ancianas tías abuelas de Ubidea (a quienes Dios tenga en su gloria), nos pidieron consejo para votar porque, además de olvidar el procedimiento, ciertamente no seguían de cerca la efervescencia política del momento. Nosotros, que jamás les habíamos oído hablar directamente de política, les indicamos que debían elegir entre la jungla de incontables siglas del momento, a lo cual ellas respondieron que querían votar "a los de aquí". Les preparamos la papeleta del PNV, pero no dejamos de sonreírnos por su simplicidad desde nuestra pretendida superioridad de jóvenes y presuntos intelectuales metidos gozosamente en complejos análisis electorales. Ahora sabemos que mis tías, también en esto, tenían razón. Ellas, en su ingenuidad pero desde su experiencia con vivencias como la batalla de Otxandiano (donde escucharon de los "rojos" españoles aquello de primero contra ellos –los fascistas- y luego contra éstos, -los nacionalistas-), sólo tenían un infalible criterio: los de aquí querrán lo mejor para todos nosotros. Puede aducirse que este voto con el corazón, más que con la cabeza, es primario, pero en la mayoría del electorado los sentimientos pesan y, aunque son más manipulables desde el exterior, no dejan de formar parte esencial de una decisión cabal, que satisfaga interiormente.

Obviamente es legítima cualquier opción política, pero la ciudadanía vasca que ha recuperado el autogobierno en los últimos 25 años, es dudoso que quiera perder su autonomía política cediendo poder a partidos que son gobernados desde sedes en calles céntricas de Madrid, ya sean Génova o Ferraz, y que –ciertamente- son más de allí que de aquí. Es la hora de votar. Votemos por adhesión, por simpatía, por proximidad, eligiendo a quienes más y mejor se preocupan de nosotros. Abramos entre todos un camino a la paz y a la libertad.

Luz sin TEA

Escrito todo el texto adjunto sin las letras E,T y A... Si los rubicundos unicornios y los insumisos niños subscribimos sin conformismos y con compromiso un voluminoso libro inconcluso, por un próximo mundo limpio, sin sinuosos orgullosos, ni mordiscos insidiosos, sin molinos ilusorios, ni fríos homicidios ignominiosos infligidos por sordomudos,.. Si lo difícil hicimos, y si dirigimos un sinfónico mundo curioso sin división ni corrupción, con jurisdicción y sin proscripción, con un sincronismo mimoso,… Si coincidimos cómodos, y vivimos un novilunio hoy mismo con principios y como hijos con un Dios común,… ¿Vimos cómo somos dichosos y convivimos sin discurridos polimorfismos, con irrumpidos condominios y sin moribundos monopolios?

Como soy un minucioso y ridículo microbio gordinflón, conmovido por mis policromos domicilios y municipios, os doy mi proposición y conclusión, con un rumoroso susurro, mínimo y microscópico, sin circunloquios líricos ni sinónimos sonoros, con posibilismo psicológico y sociológico: Vivir un cosmos luminoso urdido sin E, ni T, ni A.

¡Viva el Tío Gilito!

El Pato Donald fue un personaje de personalidad cambiante a lo largo de su existencia. Apareció como un individuo familiarizado con la derrota y el fracaso, pero su artífice, el dibujante Carl Barks de los estudios Walt Disney, le acentuó sus malas pulgas y le convirtió en un gruñón, capaz de obrar absurdamente con tal de lograr una victoria. En sus peripecias siempre le acompañaba la coqueta e inseparable Daisy, conocida por su afán de querer figurar. Al final surgieron los tres temibles sobrinos del pato, Juanito, Jorgito y Jaimito. Pero, sin duda, la mayor aportación de Barks al cómic fue el Tío Gilito, inspirado en la obra "Cuentos de Navidad" de Charles Dickens. Este personaje llegó a tener tanta fama que, cinco años después de su creación, acabó protagonizando su propia serie.

En Marbella el Gil auténtico ha relevado al Gil heredado en la concejalía de Urbanismo (el resto poco importa). Pero la legitimidad y limpieza democráticas, cuyas ausencias tanto añoramos en las tramas económicas, se ha cobrado una dimisión… en Madrid. Al menos el secretario general del Partido Popular, Romero de Tejada, ha presentado su renuncia… como fotocopiador en esa oscura empresa MIC Servicios de Copias y otras entretelas, a la que sus competidores denuncian por trato de favor desde el Gobierno, y donde en "unas horillas" cumplía la "jornada a tiempo completo" (¡éste sí que sabe de orillas y de hornada a tiempo completo!). Mientras y nada extrañamente, el gasto de las familias en la vivienda creció desmesuradamente según un estudio de Caixa Catalunya, que destaca a Madrid como la región donde las familias dedican a las viviendas una mayor proporción de su presupuesto, hasta el 35% total en 2000 frente al 26% en 1990.

Los personajes de la vida política comienzan a presentar una alarmante similitud con las rancias caricaturas de los dibujos animados. Quizá sólo sea un nocivo efecto televisivo de aparición retardada. Las actitudes, caracteres y diálogos de los políticos parecen más propias de tiras cómicas que del mundo real, en el que nos movemos la ciudadanía de a pie. Díganme si no reconocen a un malhumorado y graznante presidente Donald, a una encopetada concejala Daisy, a los alborotados sobrinos sucesores (sólo Jaimito coincide en nombre), y a los múltiples tíos Gilitos que aparecen por doquier en Marbella, Madrid,… Todos creados por la misma mano que bosquejó al Patoso Donald. A propósito, ¿dónde están Mickey Mouse, Goofy, Pluto, Bambi,...? ¡Viva Disney, viva Dickens, pero que Dios nos asista!

Jardinería urbanita

He aquí los primeros consejos para el osado principiante que en vacaciones cuida un pequeño jardín, de esos que parecen una maceta grande. El arte de la jardinería comienza por saber distinguir las plantas malas de las buenas: las primeras son las que crecen espontáneamente. Por tanto, tu inicial e interminable labor consistirá en extirpar los florecientes hierbajos y zarzas, mientras abonas el escuálido seto que no progresa. Cuando prolifere finalmente, y a diferencia del jardinero, crecerá en vertical pero no en horizontal, por lo que deberás podarlo hasta que aprenda. Pronto lograrás interpretar el sublime lenguaje del bosque e identificarás esos sutiles indicios, tales como comprender que el arbolito plantado hace meses y que muestra un aspecto alicaído en horizontal, con las raíces más altas que la copa, indica inequívocamente que ya está listo… como leña para la barbacoa. La más moderna Botánica ha descubierto que las únicas especies florales perennes y resistentes, aptas para cualquier sustrato, son las de plástico.

Una buena instalación de riego automático te funcionará perfectamente, si lo supervisas diaria y manualmente. En cualquier caso comprobarás que es compatible que las plantas se sequen mientras el murete se agrieta por exceso de agua. El abono artificial que venden debe ser magnífico, porque se lo comerán los gorriones antes que la tierra lo absorba. El instrumental conviene que sea abundante, pero siempre necesitarás pedir prestada la última herramienta que era exactamente la que precisabas este año. El tamaño de los aperos nunca será el apropiado, o bien son demasiado pequeños o excesivamente grandes. Asegúrate de prever un almacén de utillaje que duplique al jardín, para no quedarte sin espacio.

Recuerda que la flora siempre viene acompañada de fauna, y que los insecticidas demuestran una alta cualidad como herbicidas, mientras que los herbicidas son manjar exquisito para esos seres animados que científicamente se denominan "bichos". La fumigación sólo conseguirá eliminar las escasas hojas sanas, mientras se duplican los gorgojos. Acéptalos como demostración de la biodiversidad de tu ecosistema, y hazte amigo de ellos. Cualquier intento de exterminarlos sólo provocará su hostilidad, profusión y engorde.

Definitivamente las posibilidades de que un ciudadano urbanita controle un jardín son inferiores a las de un aldeano dirigiendo la Gran Manzana de New York. El mítico jardín del Edén estaba supervisado por Dios, y Caín sólo acertó a crear la primera ciudad. Aunque compartas nuestra creencia de que la felicidad consiste en una casa llena de libros y un jardín lleno de flores, pronto deducirás que es preferible que el vergel sea competencia municipal.

¡Hagan algo!


Todo el mundo habla de lo mismo, pero nadie hace nada. Los periódicos y las televisiones dedican secciones enteras, todos los días, pero nada parece mejorar. Realmente es obvio que nadie, ninguna institución, ningún responsable, ningún político propone medidas para atajar este problema, que nos afecta a todos, pero es en el Norte donde el tema está más agudizado, lógicamente. Nadie tiene toda la culpa seguramente, pero lo cierto es que nadie lo resuelve ni parcialmente. ¡Ah, quizás si el gran Mariano, el hombre de su tiempo, estuviese en el Poder…!
En verano parece que todos, al menos cuando estamos de vacaciones, y si no tenemos mala suerte, nos olvidamos por completo. Pero el mal está ahí, acechando para dar sus zarpazos. Cuando se despliega con toda su maligna naturaleza, comprendemos que nunca cambiará. A menudo pensamos: lo dejamos todo y nos largamos al Caribe o a Tahití. Y que les den morcilla… que se queden con lo que han elegido por vivir donde viven, que siempre seguirá rondando, con sus ciclos, sus momentos buenos y malos, con sus periódicas catástrofes, pero sin solventarse el tema de fondo: la inestabilidad, la falta de calidez de nuestras vidas, lo crudo de la situación general, el frío de cada amanecer borrascoso cuando la radio te adelanta las malas noticias de la jornada.

Nadie quiere emprender alguna fórmula de solución que nos facilite la vida diaria. Se hace muy duro salir de casa, cada mañana, comprobando que las cosas están parecidas al año pasado, al decenio pasado y hace un siglo tampoco era muy diferente. Te encuentras en la calle con los amigos, lo comentas, hablas de qué sucederá mañana, y te despides para ir a ver el noticiario donde siempre te dan buenas palabras, a veces malos augurios, pero las predicciones raramente se cumplen. No aciertan en sus pronósticos casi nunca, ninguno de los supuestos expertos. Sinceramente creo que no tienen ni idea, y eso lo dice alguien de la profesión. Siempre promesas: Algún día podremos adelantarnos suficientemente, cuando los ordenadores sean más potentes y calculemos con suficiente anticipación. La sociedad demanda urgentemente que se destinen más recursos para prevenir estos sucesos. Más profesionales, más medios. Porque este tema lo solucionarán, en un futuro lejano, las computadoras. Los humanos hemos sido incapaces, a pesar de que desde los albores de la Historia siempre ha habido hechiceros, nigromantes, adivinos, profetas y agoreros.

¡Hagan algo, por Dios! ¡Ya está bien! ¡Todo el mundo habla y habla, pero nadie hace nada por mejorar el mal… tiempo! (En homenaje a Mariano Medina).

Escaños infantiles

EN MI PUEBLO DE VACACIONES INFANTILES, UBIDE (ANTES UBIDEA), DE DONDE PROCEDÍA MI ABUELA PATERNA.Esta propuesta surge de una antigua idea adaptada a los tiempos modernos desde la perspectiva de un educador. La anécdota original fue de Theodore Hoover, primer decano de la Escuela de Ingeniería de Stanford y hermano del Presidente norteamericano Herbert Hoover. En cierta ocasión dibujó de memoria un plano de la herrería de su padre en Iowa y puso un círculo pequeño cerca de la fragua. Al preguntársele qué significaba indicó: "Un asiento para niño", donde podía sentarse un muchacho a observar el trabajo del herrero, escuchar la conversación de los mayores y soñar mientras centelleaba la forja ante sus ojos.

Muchos recordamos ese asiento que ocupamos de niños, y que bien pudo ser un saco en la trastienda del almacén único del pueblo, como la tienda de "Margari" llena de provisiones y con cajones de cereales diversos en mi inolvidable Ubidea. Desde ese ángulo situado en los confines del mundo todopoderoso de los mayores, los niños atendíamos, escuchábamos y aprendíamos. De vez en cuando nos encomendaban algún recado. "Muchacho, trae esa caja", ordenaba alguien, y nuestras manitas torpes y frágiles se tornaban cuidadosas y firmes para no derramar el contenido. Desde aquel asiento los niños espiábamos los chismorreos del pueblo y decidíamos cuáles creer y cuáles desechar. A veces habladurías y temas que no eran adecuados para nuestros oídos, pero todo era parte del emocionante proceso de aprendizaje y de criterio entre lo bueno y lo malo. Lo cierto es que el número de asientos para niños ha desaparecido de forma alarmante a través de los años. Fueron sustituidos por la imperfecta televisión, aparte del dilatado tiempo escolar. Algunos añoramos aquel "escaño infantil", como inmejorable observatorio donde se captaban los infinitos matices del humano razonamiento y del humano sentir, y cuyas enseñanzas nunca olvidaremos. El proverbio dice "Allá va el niño, donde le tratan con cariño". Y desde aquel asiento vivimos una serie de "desilusiones felices" que acabaron con nuestra infancia.

Solicitamos recuperar esos escaños infantiles en todos los foros públicos actuales, y que dupliquemos su efecto mágico entre niños y adultos: Que la infancia recupere sus butacas en las barreras de la experiencia, y que la presencia de los niños regule la conducta de los adultos en los escenarios más decisivos. Que se oiga una advertencia que parece olvidada: ¡Que hay niños delante! De este modo, la función de regulación puede ser recíproca. Imaginemos que en los Parlamentos y en los Ayuntamientos se disponga una Fila Cero en las sesiones plenarias, con veinte o treinta niños observando atentamente qué hacen sus mayores. Seguro que desaparecerían muchos espectáculos improcedentes de nuestros prebostes, enfrentándose e insultándose con nunca lo harían los chiquillos. Víctor Hugo dijo que "Cuando un niño nos mira, se siente que Dios nos sondea". Sólo un docente puede comprender lo que es "saltar a la pista" de un(a) (j)aula, ante varias decenas de pares de ojos que todo lo escrutan. Seguro que con más escaños infantiles, los niños aprenden a comprender a los adultos, y que ante la presencia de los niños los adultos aprenden a no comportarse como. adultos, porque los niños adivinan qué personas les aman (don natural que con el tiempo se pierde), y aprecian no lo que somos, sino lo que queremos ser (de ahí su reputación como fisonomistas intuitivos).

Esta sugerencia va muy en serio, como todo lo relacionado con los niños de quienes hemos de reaprender. casi todo lo que olvidamos al inflarnos con la edad. Abramos las escuelas para que el fermento de los niños se desborde por toda la sociedad. Así seremos más concientes en todas nuestras actuaciones de que existen niños, acreedores del máximo respeto y que enlazan el pasado con el futuro. La ancestral sabiduría china proclama: "De niños todos hermanos, de mayores todos enemigos". Seamos niños. Las grandes personas son aquéllas que no pierden ni su corazón inocente, ni su poder de crecer, ni su insurrección genuina por la que dicen: lo "único que quiero es todo". El niño es el padre del hombre, porque siempre habrá un niño en el hombre verdadero.

Prisa adolescente

Ha sido noticia recientemente que un niño de 13 años, José Francisco M. B., se escapó de su casa de Alhaurín de la Torre (Málaga) y 18 días después fue encontrado sano y salvo en Móstoles (Madrid), tras haber viajado y sobrevivido sin problemas después de llevarse 400 euros de su hogar. No se ha indicado cuánto dinero le quedaba cuando fue hallado tras su fuga. Este chaval ha elevado la categoría de “hacer novillos” hasta el nivel de “hacer turismo”, en toda regla aunque prematuramente. Ni las familias ni el profesorado entendemos esta contemporánea aceleración infantil y juvenil por querer llegar al estatus de adultos, con lo bien que se puede subsistir en las primeras etapas vitales, como tardíamente ellos también descubrirán.

Como padres o educadores, muchos conocemos algo de la premura por vivir y por crecer de los hijos o alumnos adolescentes. “Son” magníficos hijos y alumnos, pero “están” en una fase que domina su existencia, intentando adivinar quién es cada uno de ellos. Ese “estado” transitorio no debe confundirse con su “esencia”. Los jóvenes exhiben todo tipo de peculiaridades propias de la pubertad: son más listos que nadie, o al menos eso se creen ellos, y aman la libertad, entendida como hacer lo que les dé la gana. Ciertamente son muy capaces, activos, dispuestos, despiertos, creativos, y… apresurados. Porque si algo caracteriza a la adolescencia es la prisa, junto al aburrimiento del que hablaremos en otra ocasión. Mientras aún (aunque no lo reconozcan) añoran las certidumbres de la infancia, demuestran gran prisa por llegar a mayores, por ser independientes y por… aprender cometiendo sus propios errores. Desde su perspectiva como protagonistas, los adolescentes definen la pubertad como “la etapa de la vida en la que te acuerdas todo el rato de la infancia, mientras tus padres viven una época de crisis porque nos hacemos mayores”.
¡Aprisa, deprisa! Prisa o brisa adolescente. Que nos contagien su entusiasmo y no su prisa. Con el paso de los años, los jóvenes aprenden aquello de Vicente Aleixandre: “Aquí tú y yo sentado, alma, vamos a jugarnos la existencia sin prisa”, y que incluso por economía de tiempo la calma es más expeditiva, como decía Stravinsky: “¿Prisa? Nunca tengo prisa, no tengo tiempo”. O como canta Renato Teixeira: “Ando despacio porque ya tuve prisa”. Algún día comprenderán que el secreto de la longevidad consiste en no darse prisa.

En el fondo, los adolescentes son una fuente inagotable de alegrías para sus padres, siempre que sepamos interpretar sus actuaciones. Por ejemplo, sus tranquilizadoras notas acreditan que no han copiado en el examen, o sus interminables horas de farra cada fin de semana prueban que no están débiles como nos pensamos cuando el lunes no conseguimos despertarlos. Diariamente comprobamos que saben discutir con propiedad, aunque no dispongan ni por asomo de argumento válido alguno, pudiendo ser perseverantes y tenaces en sus objetivos… pidiendo algún tipo de vehículo. Ni por un momento los progenitores debemos pensar que nos ha tocado un hijo difícil: ellos mismos enumerarán innumerables amigos de su misma cuadrilla que desobedecen o trasnochan muchísimo más, según ellos.

No existen manuales, que funcionen, para combatir el estrés de padres desesperados con hijos adolescentes…. Sólo podemos recomendar remedios paliativos como grandes dosis de paciencia, en definitiva “agua y resina”, aguantarse y resignarse. Ya sabemos que dar la vida por los hijos sería mucho más fácil que el cotidiano hecho de compartir el cuarto de baño con un o una adolescente. Seamos positivos: Los problemas para la adolescencia de los 16 años se curan, de golpe, el día de su siguiente cumpleaños, cuando empiezan las dificultades de la adolescencia de los 17 años. Y así hasta los 20, 25, 30, o… Dios sabe cuántos años. Es sólo cuestión de lustros…

En todo caso, conviene evitar errores graves como pretender ser amigo de los hijos. Los hijos nos quieren, y nos necesitan, como padres y no como amigos. Hace muchos años, un día de verano en que me tocaba cargar con una enorme balsa y todos los trastos camino de la playa se me ocurrió decirle a mi hijo que parecíamos dos buenos amigos. Él, con esa inteligencia de los 7 años, me pidió, sin darle demasiada importancia: “Aita (papá): ya tengo muchos amigos, ¿te importa ser sólo mi aita?

No son

¿Quiénes no son? ¿Qué no son? Ellos no son nunca niños, casi nunca son mujeres, no suelen ser muy jóvenes ni muy ancianos. Ellos nunca son pobres, nunca son bondadosos, nunca son creyentes sinceros. No son humanitarios, no son pacifistas, no son inocentes. Ellos no son los que mueren. No son los que lloran, no son los que sufren. Ellos no son los que aman la paz. No son humanos.

Ellos son los mandan a otros a las guerras, a morir para una bandera, a matar por una patria, a civilizar por la fuerza militar. Ellos son quienes dicen: “We got him” (lo tenemos), cuando apresan a sus gemelos contrarios. Son quienes se enriquecen mientras perpetúan el hambre de los demás, la enfermedad de los otros, la ignorancia y la miseria de los alejados. Ellos son los que venden armas, los que envían bombarderos a pacificar con bombas. Ellos son quienes no quieren convertir en amigos a sus enemigos, porque no les conviene. Ellos son los poderosos que creen que una guerra puede ganarse. Ellos son los que salen en la televisión con grandes palabras para mentir sobre las conquistas que acabarán con las guerras, mientras les aplauden los cortesanos interesados y los necios confundidos. Ellos son los cobardes que no saben afrontar la paz. Ellos son quienes creen que se puede matar por Dios o por Alá, con la conciencia limpia. Ellos son los que construyen la Historia sobre montañas de cadáveres masacrados.

Ellos son los que luchan a muerte, de persona a persona, de familia a familia, de petrolera a petrolera, pero a través de tropas interpuestas, con innumerables víctimas civiles colaterales en conflictos interminables. Sadam trató de matar a Bush padre; Bush hijo encarcela a Sadam. Los mismos leviatanes de la misma hidra del Apocalipsis. Ellos son los mismos bárbaros desalmados, los eslabones perdidos de la Humanidad que siguen encadenándonos. No permitamos su engaño: desenmascaremos a todos los belicistas, a todos sus aliados, a todos sus cómplices, a todas sus patrañas de guerras como pretexto para la paz.

Tiempo de ser

¿Elegiremos ser personas o autómatas?

Corren tiempos extraños: Lo “políticamente correcto” es no ser demasiado radical, no ser demasiado religioso, no ser demasiado de izquierdas ni de derechas, no ser demasiado sindicalista ni empresarial, no ser demasiado defensor de ninguna cultura, de ninguna lengua,… En definitiva, se “lleva” no ser casi nada. Incluso los “sabios” reunidos por Chirac recomiendan no excesivas cruces, ni exagerados velos, ni innecesarios “kippa” (gorro judío).

Muchos no aceptamos nunca que se decrete la muerte de Dios y el fin de la Humanidad, marginando todas las creencias, todas las identidades en pro de una monótona uniformidad propia de autómatas clónicos. Nunca permutaremos las inmensas esencias y los plurales matices de cada ser humano por la neutral indiferencia y el “miedo al diferente” privativo de espectros hechos de etérea vacuidad.

Un individuo sólo es una persona integral si pertenece a una familia a la que engrandece; si demuestra poseer un alma que busca la trascendencia con su religión, un espíritu de defensa de su tierra y de sus lenguas con su cultivo, de la sociedad que le protegió con su trabajo; si escucha a su corazón para creer y practicar alguna fe; si encuentra energía para militar por alguna utopía política, solidaridad para asociarse sindicalmente y fraternidad para socorrer a los desheredados de la raza humana.

La alternativa actual no se establece entre laicismo o religiosidad, ni entre neutralidad o militancia, sino entre “hombres o robots”. Esta época también es tiempo de “seres humanos”, complejos, paradójicos, buscadores de ideales, desde la diversidad, desde la complementariedad, desde el esfuerzo por la convivencia con pleno respeto a la pluralidad. No pidiendo inadmisibles renuncias a los demás, sino desde la tolerancia máxima hacia todas las religiones (agnosticismo incluido), todas las ideologías, todas las culturas, tradiciones, símbolos o vestimentas. Cada persona es alguien irrepetible, que se auto-describe con esas visibles opciones religiosas, culturales, lingüísticas, políticas y sindicales.

Hagamos que sea realidad en cada uno de nosotros aquel desafío del poeta W. E. Henley: “Yo soy dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma”. Apuraremos la vida terrenal con pacifismo militante, con defensa activa de los demás, desarrollando y transigiendo con todas las infinitas capacidades de los seres humanos.

Amores humanos

¿Cuántas clases de amor hay?

Antes de morir, por una vez al menos, hemos de declarar nuestros amores. En público, ante el ágora de nuestro entorno, sin reparos ni escrúpulos. Lo más íntimo es para ser vivido y lo vivido sólo adquiere sentido si es compartido. El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.

Los amores son algo personal, muy de cada uno, pero pueden clasificarse en dos categorías básicas. Hay amores humanos y querencias espirituales. Seguramente los deseos idealistas son superiores a las pasiones humanas, pero éstas son más universales y la base de otros anhelos más sutiles. La aspiración de inmortalidad, la fe en Dios, la admiración por la Bondad, la esperanza en la Humanidad, la propensión hacia la Verdad, el éxtasis con la Ciencia o la complacencia con el Arte,… son amores de los humanos, pero no dirigidos hacia otros humanos, sino a entes o conceptos que trascienden.

Entre los amores de humanos hacia humanos existen tres clases, muy diferentes pero no preferenciales. Se distinguen por el parámetro más dimensional de la existencia: el tiempo. Muy pronto todos seremos polvo de estrellas, pero antes en este breve lapso de vida terrenal, la edad es nuestro reloj implacable.

Los primeros amores son los más decisivos, propios de todas las personas que alcanzan la consciencia. Son el amor hacia nuestros padres, a nuestros abuelos y a nuestros familiares mayores, a quienes nos cuidan y a quienes nos enseñan. Este querer siempre lo llevaremos con nosotros, aún alcanzando las puertas de la muerte, allí nos acompañarán nuestros antecesores. Son los amores más hondos, más arraigados, más instintivos, más entrañables, más determinantes, los más sagrados.

Los segundos amores son a nuestros coetáneos, a nuestros hermanos, a nuestros primos, a nuestros amigos y, muy especialmente en el caso de personas emparejadas, a nuestros cónyuges. Estos amores son los más presentes, los más envolventes, los más elegidos, los más trabajados, los más forjados, los más recreados y reconstruidos.

Los terceros amores son hacia nuestros sucesores directos en la familia o en nuestro legado. Destacan, en el caso de personas con descendencia, el cariño de padres y abuelos hacia sus descendientes, pero este cariño también es vivificante con los sobrinos, con quienes nos relevan, con quienes han aprendido con nosotros (alumnos, lectores,…) o simplemente con quienes nos recordarán. Son los amores más alentadores, más gratificantes, más culminantes, los más esperanzadores.

Sólo hay vida donde hay amor. Quienes viven de amor viven de eternidad. El sentido de la vida radica en el amor, que sostiene el Mundo y mueve el Universo. Amar es el principio, amar es la fuerza, amar es el método, amar es el fin.

Valor de una vida

Sabemos el precio de todo y el valor de nada.

Vivimos en un momento histórico tan mercantilizado que desde muy pequeños nos enseñan a cuantificar en dinero el importe de casi todo. Parece que todo se pudiese comprar, alquilar o vender. “El precio justo” no ha enseñado a tasar mercancías y servicios, pero los noticiarios nos informan y demuestran que, desgraciadamente, también se pueden adquirir con dinero valores, principios, órganos o personas.

Había una antigua estimación que aseguraba que el cuerpo humano, por las materias químicas que lo componen, apenas valía 98 centavos de dólar. Posteriormente, a la luz de la posibilidad de fusión de la materia para producir energía eléctrica, la empresa Du Pont afirmó que con la masa de un ser humano medio se podría producir más de 85.000 millones de dólares, en kilovatios-hora facturados a precio de mercado según la ecuación de Einstein E=mc2.

Lo cierto es que el valor de una vida humana ha sido muy variable, en función de factores tan arbitrarios como la época histórica, el continente, la nacionalidad, el sexo o la edad,… Hace apenas 60 años, en Europa los nazis convertían a un ser humano, proscrito por ser judío, gitano u homosexual, en productos de utilidad para el Reich: se comercializaba su grasa para elaborar jabón, sus huesos para fabricar fertilizantes, sus cabellos para la industria textil... Sólo el campo de Auschwitz entregó 60 toneladas de cabello a una fábrica de fieltro, que pagó por ellas 30.000 marcos.

La esclavitud fue abolida, pero pervive todavía hoy día, en nuestra misma civilizada sociedad la creciente trata de personas, impunemente por “razones macroeconómicas de globalización” que justifican el trabajo infantil o para la omnipresente explotación sexual. Y se han amplificado las migraciones impulsadas por el subdesarrollo y la miseria, enmascaradas por necesidades del mercado laboral o simples motivos de servidumbre doméstica. Éxodos desatados por intereses financieros y, al tiempo, combatidos con pretextos de delincuencia congénita; destierros masivos donde la vida de los afectados no vale casi nada.

Incluso los tribunales o las compañías de seguros establecen cuantías muy variables para compensar la muerte en accidente de dos personas similares, solamente por el hecho de que uno sea un ejecutivo y el otro un vagabundo, o porque uno sea un adulto y otro un anciano o un niño. No valen lo mismo un soldado norteamericano o uno iraquí, o dos civiles de ambos países, ni se toma la Humanidad el mismo cuidado en su educación y ni siquiera en su sepelio. Por no citar la aberración que representa la proliferación de los abortos provocados, aunque se respete y compadezca a quienes transigen con ello.

Todos creemos en el valor infinito de cada vida humana. Para muchos, las personas fuimos creadas a imagen y semejanza de Dios. Pero, ya sea porque existe un Ser Supremo o porque existen otros seres humanos, lo ineludible es que todos nos debemos al cuidado de nosotros mismos y de los demás. Los dos primeros artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos lo condensan admirablemente en dos frases dignas de ser aprendidas de memoria: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Ojalá que algún día se cumplan en toda su extensión tan excelsos deseos.

Amor se escribe siempre con mayúscula

No lo llames Amor, si no lo puedes escribir con mayúscula.

Amor se escribe con mayúsculas porque no hay amores pequeños; toda clase de amor verdadero es grandioso e imperecedero. La vida mancha, pero el Amor salva. El Amor es una caja de herramientas que puede transformar el universo. El Amor es un caballo de Troya que desde dentro abrirá las puertas de la ciudadela y nos salvará del odio.

Amor se escribe con A de almas anidadas, de aventura y de altruismo, de audacia y de aceptación, de arrebato y de alegría, de amistad y de ayuda, de afirmación y de agradecimiento, de atención y de apoyo, de ánimo y de acompañamiento. Amor se escribe con M de mocedad y de madurez, de mesura y de modales, de maestría y de modestia, de melancolía y de magia de misterio musical. Amor se escribe con O de optimismo y de oportunidad, de originalidad y de observación, de obstinación y orgullo. Amor se escribe con R de rebeldía y rigor, de recato y reflexión, de respeto y de rectitud. Amor se escribe sin E de egoísmo, sin I de ingratitud y sin U de urgente. Amor, a veces, se escribe con H de humor, con una H superflua, porque lo nimio y el detalle son importantes en el Amor.

Hay muchas clases de Amor: a la pareja, a los padres, a los hijos, a Dios, a los hermanos, a la familia, a los amigos, a los necesitados, a la Humanidad, a un oficio, a una dedicación,… Pero todo Amor se escribe con letras de oro, porque el Amor es lo mejor de la vida. Todo lo que vale la pena es, al fin y al cabo, Amor. Al final, sólo perduran los frutos del Amor. El recuerdo y las obras de quienes amamos o nos han amado.

La vocación de vivir no es sino la profesión de amar. Los niños, y en toda casa debiera haber un niño, nos enseñan que vivir es tan sencillo como amar y ser amado. En la sociedad de adultos adustos, donde sólo la maldad es noticia y donde la ternura viaja en trenes rigurosamente vigilados, el puzzle de almas difícilmente encaja. Convirtámonos en ciudadanos del Amor proclamando: "Mi patria es el Amor". El Amor es contagioso, al igual que la falta de Amor. ¡Amémonos! ¡Sólo por hoy! ¡Sólo por ti, Amor! ¡Cuánto te quiero, Amor!