El concepto fue desarrollado en 2012 por el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. (DHS) y el Departamento de Policía de Houston, que produjeron un video instructivo con el título “Run. Hide. Fight. Surviving an Active Shooter Event”. Su objetivo era ofrecer una guía clara y sencilla para que la población civil —no entrenada en defensa— supiera cómo reaccionar durante los primeros minutos de un tiroteo, antes de que llegaran las fuerzas del orden. El modelo se difundió rápidamente por todo el país y se convirtió en referencia oficial en manuales de seguridad escolar, protocolos universitarios, centros comerciales y oficinas gubernamentales.
Los tres pasos del protocolo:
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Run (Corre). Si hay una vía de escape segura, huir inmediatamente del lugar. Dejar pertenencias atrás y ayudar a otros si es posible. Evitar atraer la atención del agresor.
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Hide (Escóndete). Si no es posible huir, buscar refugio seguro: cerrar y bloquear puertas, apagar luces, silenciar teléfonos. Permanecer en silencio y fuera de la vista. Prepararse mentalmente para actuar si el agresor entra.
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Fight (Lucha). Como último recurso, si la vida está en peligro inminente, resistir con decisión: lanzar objetos, improvisar armas, coordinarse con otros para desarmar al atacante. No es una invitación a la violencia, sino a la autoprotección extrema cuando no hay otra salida.
Implementación en colegios y universidades
Casos de aplicación exitosa
Aunque cada incidente es trágico, en varios tiroteos escolares se ha demostrado que conocer el protocolo salva vidas: Seattle Pacific University (2014): estudiantes entrenados en Run, Hide, Fight lograron reducir al atacante y evitar más muertes. Townville Elementary School, Carolina del Sur (2016): el personal aplicó el protocolo; la mayoría de los niños fue evacuada rápidamente y se evitó una masacre mayor. Michigan State University (2023): varios grupos de alumnos lograron refugiarse eficazmente siguiendo las pautas de Hide y comunicarse con las autoridades. Nashville Covenant School (2023): la reacción rápida del personal y las fuerzas de seguridad, apoyada en el protocolo, limitó las víctimas.
Casos en los que fracasó o mostró sus límites
Aunque el modelo ha salvado vidas, no siempre ha sido suficiente: Parkland, Florida (2018): en la escuela Marjory Stoneman Douglas, muchos estudiantes no recibieron instrucciones claras o no pudieron ejecutar Run o Hide a tiempo; hubo 17 víctimas mortales. Uvalde, Texas (2022): el protocolo se bloqueó en la práctica por errores policiales; alumnos y maestros permanecieron ocultos durante más de una hora sin intervención, con resultado trágico (21 muertes). Virginia Tech (2007) —anterior al protocolo, pero origen de su creación— mostró la necesidad de formación: las víctimas desconocían cómo reaccionar o refugiarse.
Estos casos evidencian que el éxito de Run, Hide, Fight depende tanto del entrenamiento como de la respuesta institucional (comunicación, rapidez, puertas bloqueables, coordinación con la policía). Su enseñanza busca empoderar, no asustar, a estudiantes y profesores, enfatizando que tener un plan puede marcar la diferencia. Enseña reacciones simples, que pueden salvar vidas. Fomenta una cultura de prevención y autoprotección.
Sin embargo, también ha recibido críticas: Algunos educadores consideran que puede generar ansiedad en niños pequeños. Puede culpabilizar a las víctimas, sugiriendo que “no actuaron bien”. No aborda la raíz del problema: la disponibilidad masiva de armas y la salud mental.
En resumen, “Run, Hide, Fight” es hoy el protocolo estándar de autoprotección civil en EE. UU., nacido tras una ola de tiroteos escolares, y cuyo enfoque pragmático —basado en opciones simples y secuenciales— ha demostrado salvar vidas cuando se ha aplicado correctamente.