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Malditos pacifistas

Un peligroso espectro recorre Europa, el espectro del pacifismo. Incluso se ha infiltrado en algunos medios de comunicación, donde unos pocos desaprensivos periodistas no valoran debidamente el espectáculo brindado a la audiencia por la reluciente tecnología militar de matar televisada y limpiamente. Además, sólo se va a “desarmar” al poseedor de armas de destrucción masiva, que casualmente cuenta con el segundo mayor yacimiento de petróleo y que solamente se defenderá con las vidas de sus infelices gentes. Por supuesto, también se ha previsto la reconstrucción (tras la inevitable destrucción, y que durará menos porque no será noticia), y que dejará a los vivos, incomparablemente mejor que antes, como se ha comprobado en Afganistán.

Garantizando la ausencia de bajas propias, se ofrecen guerras rápidas que acaban antes de que la opinión pública se pregunte cuánto cuestan, o lo que todavía es peor: ¿por qué morirán hombres, mujeres y niños en Irak? Debe entenderse que Osama Bin Laden, aunque saudita como los pilotos suicidas y con ramificaciones en Pakistán, puede convertirse en Sadam Husein y pasar a Afganistán, a fin de que el 11-S justifique sobradamente el exterminio de afganos o iraquíes.

Los asesores advierten que el retraso sería desfavorable para el calendario electoral americano, porque las guerras se organizan, con cualquier excusa y contra cualquier país remoto, para que Bush gane popularidad y no se vea tan apurado en su próxima reelección. Por todo ello, conviene que la ciudadanía europea no se despierte y contagie a la norteamericana. Podrían llegar a escandalizarse de que para detener terroristas del cutter se derrochen 360.000 millones de dólares anualmente en la “guerra de las galaxias” o en la renovación periódica de los arsenales, tras consumirlos contra “enemigos” escondidos entre poblaciones de extrañas razas, ahora mejor musulmanes porque los comunistas asiáticos quedan pocos y son más peleones.

Los líderes europeos, cabos furrieles en el ejército del bien, para reengancharse en sus poltronas deben acallar esas patéticas voces que piden la antieconómica paz, surgiendo de esa ciudadanía que no comprende la trascendencia de la industria bélica en el bienestar y progreso de la humanidad.

Nosotros, sí, gracias

En educación, los aspectos de relación son centrales, incluso en los casos límite con alumnado autista, por ejemplo. De ellos, hemos aprendido mucho y estas enseñanzas son válidas para todas las personas que deseen, real y sinceramente comunicarse mejor. Además, conociendo estas técnicas podremos desenmascarar a quienes las emplean con profusión para manipularnos, como algunos politiqueros y gacetilleros.

Muchos estudiantes, con o sin autismo, están condicionados a reaccionar negativamente a un ‘‘NO’’ imperativo (‘‘no hagas eso’’...). Estas negaciones indican frecuentemente que el hablante está disgustado o que algo está mal, pero no informan sobre cómo remediar el problema. Así que recomendamos al profesorado (y a las familias) el uso de palabras o expresiones negativas con extrema moderación y sólo cuando requieran obediencia inmediata en casos de emergencia. También es mejor hablar concisa y ordenadamente. Demasiadas instrucciones y explicaciones crean frustración y confusión. Es necesario que el profesor señale claramente qué es lo que quiere que los escolares hagan y por qué. Hay que ser razonable en lo que se pide y la demanda debe ser tal que los alumnos sean capaces de cumplirlo. Los enunciados negativos no aportan las indicaciones necesarias para aprender cómo comportarse de un modo más apropiado y, por el contrario, sugieren que lo negado es apetecible.

Debe evitarse las instrucciones formuladas de un modo amenazador o impositivo, porque los oyentes tenderían a ponerse a la defensiva y les provocaría a hacer justamente lo contrario de lo pedido. Un tono neutro puede ayudar. Por ejemplo: es mejor indicar: ‘‘Es la hora de estudiar’’, en vez de ‘‘Tienes que estudiar ahora mismo’’.

En comunicación, las críticas, los reproches, las amenazas, lo negativo, lo confuso…, sobra. Si nos dicen: «No pienses en un elefante rosa», ya lo estamos evocando en la imaginación… Queremos y necesitamos ideas positivas, claras, conciliadoras, específicas…, justamente lo casi inexistente en la comunicación social y política. Hasta las campañas más costosas y bienintencionadas caen en este craso error: ‘‘NUNCA MÁIS’’, ‘‘NO a las DROGAS’’, ‘‘PLAN ANTITABACO’’, ‘‘NO a la VIOLENCIA DOMÉSTICA’’… Forges, al menos y sólo por sobreabundar, en sus viñetas dice: ‘‘PAZ SÍ, guerra no’’, y el lema hippie decía ‘‘HAZ EL AMOR, y no la guerra’’. Otros aciertan de pleno como ‘‘Gesto por la PAZ’’.

Las frases negativas son nefastas, porque ­aparte de ser cognitivamente más difíciles de interpretar y más si son extensas­, declaran y despliegan una sensación general de inseguridad, desaprobación y hostilidad (a lo sumo condescendencia) que invade a lo dicho. Fíjense que, aunque gramaticalmente digan lo mismo, las tres oraciones siguientes trasladan una impresión muy diferente:
1. ‘‘Estoy contigo’’ (concluyente, enfática y con empatía).
2. ‘‘No discrepo de ti’’ (breve, pero displicente y apática).
3. ‘‘Nunca puedo evitar negar que no esté en desacuerdo con lo contrario que tú refutas rechazar’’... (pura confusión grouchiana).

Los diccionarios desperdician casi el 10% de su contenido con palabras con prefijos destructivos como a-, anti-, contra-, dis-, des-, i-, im-, in-, mal-…, (por ejemplo: a-moral anti-héroe contra-indicado dis-funcional des-acreditado i-lógico im-paciente in-activo mal-educado), y el habla popular desaprovecha un porcentaje de comunicación aún mayor con estas inexpresividades desventuradas y malhadadas (¡lo siento, me he dejado llevar!). La única expresión pseudo-negativa válida que se me ocurre, es la que aconseja el pez padre a su pececito: ‘‘Nada, hijo, nada’’. Hasta se ha impuesto un sistema negativo de votación, con los descartes en los concursos televisivos como ‘‘Gran Hermano’’…, sólo falta que esta fórmula se aplique a la política.

En política, asistimos a la ceremonia de la confusión desde el poder mediático. Se invierte la simplificación de convertir la doble negación en afirmación, para pedir en vez de ‘‘PAZ’’ el desalentador ‘‘NO a ETA’’, ‘‘NO al Nacionalismo Obligatorio’’... No nos merecemos la anacrónica época de violencia que hemos de vivir con bandas terroristas cuyo único sentido es la muerte y la coartada de gobernantes como el ‘‘gran dictador’’ que añora la conquista del Oeste (ahora del mundo) con la política del cowboy bueno frente al ‘‘eje del mal’’, y sus emuladores como el ‘‘pequeño dictador’’, que con nostalgia de reconquista nos abruma con más represión, venganza, pudrirse en las cárceles,… para ocultar esta ‘‘negra navidad’’. Todo ello adobado con la confusión entre valores e intereses, que siguen siendo el motor de la inacabada colonización perpetua de la humanidad por una minoría interesada y belicista.

En prensa oímos demasiadas veces desgobierno, deslegitimización, desinvestigación…, y seguramente asistiremos a la aparición de otros neologismos: desprograma, despolítica, desoposición… El periodismo ha perecido de éxito. Su creciente poderío ante la opinión pública, la que vota bajo su influjo en las democracias, lo había ensalzado hasta un punto en el que debía comprarse su subordinación. Así parece que ha sido ‘‘el cuarto poder’’, no ha resistido la embestida del poder último: la prepotencia económica que necesita controlar el poder político.
Falta veracidad, y pulula el cinismo. No hace falta leer, impertérrito, que Bush pagará a los periodistas o que se defienda públicamente la creación de una agencia de desinformación, la Oficina de Influencia Estratégica (OIE), cuyo supuesto cierre posterior por presiones quizá sea su primera obra y su inaugural patraña.

Nosotros queremos caminos, soluciones, propuestas de PAZ y de CONVIVENCIA a las que podamos decir, ‘‘Sí’’. Queremos más periodistas pacifistas que nos cuenten de Lula. ¡Gracias, presidente Lula, por protagonizar nuestra diaria noticia política agradable, que demuestra que no es imposible ser un político de verdad, que construye, que alivia desigualdades, que no anuncia ni prepara guerras! Lula, tú sí eres grande, cancelas la compra de juguetes bélicos a los militares y les pides que arreglen carreteras y repartan comida; visitas las zonas más pobres de tu país, y no te vas a televisiones italianas en pleno cataclismo ecológico. Sigue así, no desesperes, te esperan grandes desafíos, pero quizás sea la primera figura histórica de este todavía triste siglo XXI.

Truco final: Hagamos una prueba durante una semana. Hablemos sólo cuando lo que tengamos que decir cumplan tres condiciones: Que sea cierto, necesario y amable. ¡Usemos sólo enunciados positivos y veremos cómo mejora nuestra vida, y la de los nuestros! Seamos positivos. Aprovechemos toda oportunidad de felicitar o alentar a alguien. Definámonos por lo que amamos, por lo que creemos; acumulemos amigos. Olvidemos odios, enemigos… ¡Ah, y las palabras mágicas! Pero antes, la palabra más usada y la que más nos fastidia, que es ‘‘NO’’ (se dice que un niño a los 10 años ha escuchado 9 ‘‘Nones’’ por cada ‘‘SÍ’’) y la más superflua, ‘‘YO’’ (que indica egocentrismo). En el ranking de las frases más poderosas, junto a la palabra que más nos agrada escuchar y que es nuestro nombre propio, están:


­ NOSOTROS (equipo: grupo + estructura + objetivo común)
­ ¡MUCHAS GRACIAS! (amabilidad, cortesía,...)
­ ¿SERÍAS TAN AMABLE...? (ayuda, colaboración,...)
­ ¿CUÁL ES TU OPINIÓN? (interdependencia, altruismo)
­ ¡HABÉIS REALIZADO UN BUEN TRABAJO! (reconocimiento, generosidad)
­ ¡ADMITO QUE HE COMETIDO UN ERROR! (perdón, corrección, rectificación)

Esta pirámide de frases, de una a seis palabras, obra maravillas. Digámoslas como si tal cosa, y veremos los resultados. Con nuestros padres o con nuestros hijos, con nuestros amigos o con nuestros hermanos…, que son todos los demás.