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¿Pesadilla o realidad?

©Mikel Agirregabiria¿Hacia dónde se dirige esta feliz e indolente Europa?

Ante la nueva tienda de chinos del barrio, donde venden los mejores productos de ropa, informática, papelería, electricidad,… a mitad de precio, me encontré con mi viejo amigo Jesús, quien me transmitió sus pesimistas preocupaciones.

“Esto se acaba. Nuestros octogenarios padres, que trabajaron toda su vida y ahora están gravemente enfermos, cuando les visitamos se levantan para que no les veamos en la cama. Mientras nuestros adolescentes hijos duermen todo el día para trasnochar hasta la madrugada. Claro que saben lo que les espera: Un trabajo precario, mal pagado y destinado a la hipoteca eterna. ¿Qué igualdad hemos conseguido? Antes trabajaba 8 horas sólo el marido y sacaban adelante a la familia. Ahora deberían trabajar sólo 4 horas tanto el hombre como la mujer, para cuidar mejor a sus hijos. Y todo ello sin contar la infinita injusticia planetaria, donde la solidaridad reina por su ausencia.

Date cuenta: Son los mismos síntomas de la caída del Imperio Romano, crisis de valores, falta de ideales, baja natalidad, ‘invasiones bárbaras’ que se ocupan casi de todo, dedicación pública sólo hacia lo militar, mientras el pueblo con vocación de jubilado desde la infancia es entretenido con nuevas ‘orgías’ de consumismo y la distracción por edades con PlayStation, Internet y televisión.”

Tras despertarme de esta alucinación (¿sólo soñada?), comprendí cuál es la única solución al dirigirme hacia mi trabajo donde me ocupo de temas educativos. Pero me surgió una última duda: ¿Estamos consiguiendo que nuestros dirigentes se dejen de discusiones bizantinas y se ocupen del futuro más allá de una legislatura a través de la mejora de la educación primaria, secundaria, profesional y universitaria para toda la ciudadanía durante toda su vida?

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/realidad.htm

Comunicar: Un verbo plural

©Mikel AgirregabiriaEn sus múltiples formas verbales sorprende la polisemia de “comunicar”, de mezquina infrautilización en nuestro tiempo.

El mágico vocablo “comunicar” contiene varios verbos en uno. Hasta hace unas décadas, este término era transitivo esencialmente: “Fulano comunica algo a Mengano" o "a la opinión pública". Más recientemente pasó a emplearse como intransitivo: "Alguien comunica bien (o mal)”. También como verbo reflexivo: "Sabe comunicarse". Incluso contiene una cuarta dimensión, de alto interés para el éxito en la vida cotidiana, la educación, la familia o la economía: La voz pasiva, el “dejarse comunicar por los otros, el entorno, el mercado,…”.

Los “medios de comunicación” no siempre ofrecen un buen modelo de comunicación. Exponen muchas noticias, más o menos precisas, pero apenas escuchan a sus audiencias lectoras o audiovisuales. Comunicar, además de extenderse o propagarse (“el incendió se comunicó a las casas circundantes”), también significa establecer un medio de acceso entre comunidades o lugares distintos (“el puente comunica las dos orillas”). La prensa, demasiadas veces, sólo crea o difunde una opinión que cree compartida con su audiencia, pero raramente se esfuerza en tender puentes entre distintas diferentes sensibilidades colectivas.

Communicatio es una palabra latina que designa la comunicación entendida como “facultad de sentirnos unos a otros”. Es un cultismo extraído de la comunión eclesial: “Communicantes et memoriam venerantes”... dice el canon de la misa. Cuando la tecnología extrajo este término de la liturgia para incorporarlo al “nuevo culto” que permitió la transmisión masiva mediante los primeros “medios de comunicación” (prensa, radio, TV), se produjo la preponderancia de una comunicación desequilibrada, truncada, exclusivamente unidireccional.

Esta imperfección, propia del siglo XX por los poderosos grupos de comunicación (y que Internet atenúa en el presente siglo), se infiltró en toda la comunicación interpersonal y causa verdaderos estragos de soledad e incomunicación a escala individual y social. A menudo, el peor referente de monólogo se escenifica pésimamente entre políticos en las grandes cadenas televisivas, con el contraejemplo cómico (si no fuese trágico) de “comunico, aunque sin escuchar ni ser escuchado, sin pretender compartir nada ni convencer a nadie que no esté ya convencido”.

Nuestra mayor torpeza vital proviene de la incapacidad para escucharnos diestra, efectiva y mutuamente como comunicantes que buscan un encuentro. Cuando falta la correspondencia (comunión) en la comunicación entre un comunicador y su audiencia, es culpa del comunicador. Y ésa es una buena noticia, porque la solución reside en cada uno de nosotros, en tanto que somos comunicadores. Bernard Shaw señaló: "El mayor problema de la comunicación es la ilusión de que ha sido realizada con éxito."

Analicemos nuestra capacidad personal de comunicación: ¿Comunicamos? ¿Nos comunicamos? ¿Bien? ¿Qué y a quiénes? ¿Nos dejamos comunicar? ¿Qué y de quiénes? ¿Nos hace bien esa comunicación? Revisemos todos los esquemas de nuestra comunicación activa y pasiva. En caso contrario, probablemente sigamos “comunicando como los teléfonos” cuando la línea está ocupada.

Versión para imprimir en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/verbo.htm