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Absurda hora central europea en husos horarios tan distantes

El pasado domingo 26 de octubre de 2003 concluyó el horario de verano válido durante 7 meses y debimos retrasar los relojes una hora. Los más remisos dejamos la tarea para el domingo último del próximo mes de marzo, con lo que nos ahorramos dos ajustes a cambio de 5 meses sin la hora oficial. También es una forma íntima de protesta contra la normativa vigente por la que sufrimos un retrasado y ridículo horario, sin que la ciudadanía parezca conocer siquiera sus múltiples efectos negativos. Maticemos que nuestra protesta no es por el cambio de hora en verano, sino por la falsa hora que utilizamos siempre, no ajustada a nuestra posición geográfica.

Aceptable “sistema de cambio horario de verano”, a pesar de esos extraños días con 25 o 23 horas que desreglan los biorritmos del reloj corporal, por sus innegables ventajas económicas y por su implantación casi universal en el planeta. El considerable ahorro energético en la Unión Europea, de estimación variable según las fuentes, demuestra que el aprovechamiento solar se optimiza globalmente, si bien se discute si el ahorro es industrial beneficiando a las grandes empresas y el coste generado doméstico pagado por cada hogar, o por cada contribuyente que trabaja con sol pero debe retirarse a casa antes para pagar allí la luz eléctrica. En todo caso, con una visión macroeconómica, consideramos válidos este cambio horario de verano e invierno, que fue insinuado por primera vez en el siglo XVIII, a fin de aprovechar la iluminación natural y consumir menos velas. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue cuando los países en conflicto recurrieron por primera vez al Horario denominado originalmente “horario de guerra”. En España se estableció el horario de verano por primera vez en 1918, con el objetivo de ahorrar carbón, y durante años se aplicó intermitentemente la medida, hasta que se abandonó esta práctica entre 1950 y 1973. La crisis del embargo petrolero de la OPEP en 1974, aconsejó recurrir al adelanto veraniego en Europa. Desde entonces muchos países de todo el mundo, atrasan y adelantan el horario oficial anualmente. La normativa europea otorga carácter indefinido a esta práctica por lo que el debate que se suscitó en épocas pasados ha decrecido. Pero subsiste otra polémica…

Rechazable y arbitrario “horario oficial GMT+1 (y GMT+2 de verano)”, propio de la Europa central cuando en nuestro caso debiera ser GMT (y GMT+1 en verano) porque nuestros meridianos son los del Reino Unido e Irlanda. El horario oficial, basado en el tiempo solar, fue introducido en 1912, por acuerdo internacional para evitar complicaciones en los medios de transportes cuando cada nación empleaba su propia hora solar. Se dividió la Tierra en 24 husos horarios, partiendo del meridiano que pasa por Greenwich. Este Tiempo del Meridiano de Greenwich (GMT), que en astronomía se denomina Tiempo Universal Coordinada (UTC) o hora universal Z o zulú, fija con más o menos 11 horas el horario de cualquier zona mundial. En toda la Europa “central”, desde España a Polonia, Suecia y Noruega, el horario oficial es GMT+1 (y GMT+2 en verano), mientras que Islandia, Irlanda, Reino Unido, Portugal, o el archipiélago adoptan el horario GMT sincronizado con Greenwich.

He aquí el absurdo: España, Francia y el Benelux están en el uso horario del Irlanda, Reino Unido y de Portugal, pero copiaron la hora de Alemania, Suecia, Noruega, Polonia,… con algunas ventajas y muchos inconvenientes. La Unión Europea cuenta actualmente con 3 usos horarios, desde GMT de Portugal hasta GMT+2 de Finlandia y Grecia (a las que en 2004 se sumarán los países bálticos y en 2007 Rumania y Bulgaria). Incluso la incorporación sin fecha de Turquía o la de Islandia (en la doble hipótesis de su inclusión en la UE y de la adopción de un horario natural) ensancharía a 5 los husos solares europeos desde GMT+3 hasta GMT-1. La hora europea continental única pierde sentido, y debería adoptarse con naturalidad las auténticas zonas horarias al igual que EE.UU., e incluso como Australia, Brasil o México.

Siendo la incorrecta “homologación continental de hora” algo más disculpable en el caso de Francia o el Benelux, por proximidad a la Europa central (aunque existen numerosos grupos organizados para restablecer el horario solar), España copió pésimamente una vez más a Francia, olvidándose de su posición en el mapa y en lugar de seguir la hora GMT (la británica, con quien comparte Longitud) prefirió el horario que rige no ya sólo en Alemania,.., sino incluso en Polonia, Suecia y Noruega. Esta fijación de compartir la “hora” centroeuropea, provoca como resultado divergir en “horario”: Cuando un día de equinoccio amanece en el Noreste de Noruega todavía faltan 3 horas para que amanezca en Cádiz, y además esto se agudiza por la diferencia de latitud en el invierno o en el verano.

Así las “peculiares y caóticas costumbres hispanas de trabajo-reposo”, se basan en un horario pésimamente escogido por “homologarse” con la Europa central, agudizando el “Spain is diferent”. A las 5:00 pm ha oscurecido en Polonia tras la jornada laboral, mientras simultáneamente los andaluces se levantan de la siesta para disfrutar el ocio del sol en una interminable tarde. Cierto que se puede viajar de punta a punta de la Europa continental sin cambiar el reloj, pero hay que “cambiar de mentalidad” por no hacerlo.

Muchos reivindicamos aquel natural horario agrario, que rezaba el Ángelus en el campo sin necesidad de reloj, que sitúe realmente el mediodía a las 12:00 am, y no que el sol esté en su cenit a las… 3 de la tarde, como ridículamente sucede en verano en España, atribuyendo muchos turistas y oriundos esta idiosincrasia a las esencias carpetovetónicas cuando su origen más prosaico radica en una hora oficial mal establecida. Quizás 2004, fuese el momento de reajustar a GMT los horarios del Benelux, Francia y España como Portugal o Reino Unido (Canarias GMT-1), respetando el huso horario que les corresponde por su posición en el mapamundi.

¡Viva lo ARTIFICIAL!

Está de moda la "naturalidad". Sólo la frase anterior ya es un contrasentido en sus términos, lo verdaderamente natural no puede estar de moda. Pero hoy se estila la "falsa naturalidad". En TV, y todo lo que aparece por televisión ya está mistificado por el propio medio, se nos aparece una estilizada anoréxica, presumiblemente maquillada para no parecerlo, que extrae de un extraño recipiente de plástico policromado, cubierto con una tapa de aleación metálica térmicamente pegada, y come una plástica cucharada de una sustancia cremosa, edulcorada con productos químicos de bajo contenido energético, teñida por el colorante autorizado E-127, estabilizada por el conservador H-4512, fermentada industrialmente. Esta sofisticada criatura, que viste un llamativo atuendo deportivo ultraligero, construido con muy variadas fibras que no existían en tiempos de su madre, dirige hacia la cámara una estudiada mirada, que ha repetido en más de cien tomas y dice "¡Yogur MARCATAL, natural!"

Lo mismo sucede con los ordenadores. Todavía para muchos ciudadanos son artilugios "artificiales". ¡Y claro que lo son!, pero no menos que otros cacharros, ya asimilados culturalmente y que sirven incluso como portaestandartes de la "autenticidad postmoderna", que no son sino "tecnología light o asimilada", por ejemplo las bicicletas o los pantalones vaqueros. Nada hay más artificioso que el pretendido retorno a la inaccesible (¿o ya inexistente?) naturaleza.

La humanidad sólo existe como tal desde que se empezaron a utilizar instrumentos. El "homo sapiens" se diferencia del mono al utilizar un fémur o un hacha de sílex para cazar, o construye herramientas que dan lugar a la agricultura. Los medios traen consigo métodos, éstos crean nuevos recursos y el círculo se realimenta positivamente. Así la Tecnología es la composición de metodologías e instrumentos para satisfacer las necesidades humanas y el conjunto de las soluciones se conoce como Cultura. Es obvio, que el largo proceso de la humanización se ha recorrido mediante la búsqueda de la artificialidad. Humanización es sinónimo de artificialidad.

La informática es especialmente valiosa, porque no sólo consta de elementos y métodos artificiales en el mundo real, sino porque permite constituir fantásticos mundos irreales de naturaleza eminentemente artificial. Cualquiera que haya llegado a profundizar la síntesis con su ordenador, en algún instante ha sentido que traspasaba el cristal del monitor, y cual Alicia que cruza el espejo, se ha sumergido en la entelequia de un universo abstracto donde todo es posible y donde, con esfuerzo pero no menos sorprendentemente, todo tiene solución. y esta máquina universal, juguete por excelencia, nos absorbe y penetramos en su laberíntico interior abandonándonos en la complaciente irrealidad que nos ofrece,... hasta que nos llaman para dar de cenar a los niños. Y uno despierta, bruscamente de la ensoñación y se encuentra ante la pantalla, pero ya al lado real -menos grato- de la existencia. Sin duda es más placentero reorganizar un disco duro o "despiojar" (debug) un complicado programa que pintar las ventanas de la casa.

Para mí, el rincón más "natural", donde más a gusto me encuentro es una ajustada mezcla de artificialidad más o menos moderna. Que me dejen de islas desiertas, sometidas a las inclemencias de la meteorología hostil, viviendo como trogloditas. Creo firmemente en la doctrina del "Nature abhors people" (La Naturaleza aborrece a las personas).

Prefiero sentarme ante una mesa de las que se encuentran en las tiendas de los anticuarios, de rancia madera de sólido nogal auténtico, cuidada sólo con ceras y barnices. Cien años más joven, la silla muy actual, ergonómica, giratoria, reclinable, multiajustable, con un mullido reposapiés al otro lado (la silla de ruedas motorizada me parece un exceso, por el momento). Sobre la mesa, ocupando toda su superficie, el más moderno microordenador que sea posible, permanentemente encendido (lo está desde 1985 ininterrumpidamente) y conectado a Internet (desde 1997) y con la más profusa periferia, en red local con el portátil y el resto de los equipos familiares. Junto al ordenador, papel del galgo, una pluma estilográfica de carey de los años 50, un lápiz, un sacapuntas automático a pilas,... Detrás el equipo de alta fidelidad, invadiendo toda la atmósfera vital con su sonido de MP3 o compact-disk inalterado e inalterable. Un poco más allá, la televisión, el video y el DVD permanentemente encendidos, ocasionalmente sometidos al ajetreo producido por el mando a distancia, parpadeando en silencio absoluto y proyectando su intermitente luminosidad sobre la estancia. Alrededor la biblioteca. Sobre una pared visible el viejo reloj de carillón, cuya información se contrasta con un liviano reloj digital, radiocontrolado, ultrapreciso y luminiscente.

Objetos, sólo objetos, pero son necesarios para crear ese clima que permite la ascensión al Olimpo de los vericuetos transcatódicos. Como representantes antropomorfizados de los mundos mineral y vegetal, una geoda y un bonsái. El mundo animal, y no me refiero a mascotas, ya corretea por el pasillo y se acerca cada diez minutos para pedir agua, pis o caca. La coloración de la estancia surge de la composición de la luz artificial que proviene de distintos focos más o menos pálidos, cálidos o halógenos y de la luz "natural" que se recibe desde la ventana. Luz del Gran Bilbao. Luces a menudo sombrías de los cielos encapotados de nuestra geografía que es tamizada y filtrada por la decreciente contaminación que se erige desde la margen izquierda y cruza el Nervión. Todo combina muy bien. Todo es artificial. ¡Viva!

Reloj de Coca-Cola

Póngase una botella de Coca-Cola semillena en el congelador. Tras congelarse su contenido, inviértase sobre un vaso y váyase bebiendo a medida que se descogela. Descubrirá cómo pasar una hora degustando Coca-Cola 'destilada' en concentraciones crecientemente acuosas. Es una experiencia irrepetible, es decir, que nadie en su sano juicio repetiría. Posted by Picasa