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Aligerando la carne y el espíritu

Seguir una dieta de adelgazamiento implica muchos más aspectos que los meramente externos.

Este mes de mayo he iniciado un proceso de aligeramiento, no sólo del peso físico que ralentiza mis movimientos, sino de otros lastres más anímicos y vitales. La eliminación de los ‘michelines’ no significarían nada si no es acompañada de una catarsis mental, más profunda y que da significado al esfuerzo reductor de cargas.

Mi proyecto físico trata de reducir el peso corporal desde 101 a 89 kilos, equivalentes a dejar de transportar permanentemente una caja de leche con 12 tetrabriks. Doce kilos menos representa un alivio gravitatorio importante, pero la sensación de pesadez proviene más del sedentarismo espiritual y de la molicie intelectual. Ellas son las causas profundas que originan la percepción de pesadez y la consiguiente displicencia, que a su vez provocan la obesidad.

Adelgazar sólo es posible desde un cambio profundo de actitud, que rompa la espiral viciosa de no moverse por pesar mucho y fatigarse cada vez más hasta la inercia suprema. Una dieta de reducción, además de reglar la alimentación y el ejercicio físico, debe incorporar medidas psíquicas para asegurar el éxito final.

Aligerarse significa mucho más que una mera cuestión estética: es una cuestión ética, de purga integral, bajo el criterio general de desprenderse de lo superfluo. La dimensión orgánica carece de efecto si no se antecede y acompaña desde la perspectiva organizativa. ¿Para qué valdría el descenso somático de 12 kilos sin remover las causas últimas del sobrepeso?

Así que la dieta ha de ser completa y radical: Cada día perderemos algunos gramos corporales, pero sólo si se produce simultáneamente una limpieza de nuestro entorno existencial. Al salir a caminar, pasemos previamente por el contenedor de basura donde depositaremos esos papeles sobrantes que se acumulan en nuestra mesa, estanterías o armarios. Limpiemos nuestro cuarto de trabajo de restos que acumulamos por simple pereza, y que terminan ahogándonos. Cada kilo de grasa que perdamos deberá estar precedido por el abandono de 20, 50 ó 100 kilos de objetos agobiantes que ya han cumplido su misión con nosotros, y que quizá pueden ser útiles para otros.

Viejos trastos, libros marchitos, bártulos desusados, cosas que nos encadenan… mejor regalarlos a quien puedan servir. Después de haber colmado opulentamente nuestro esqueleto y nuestra casa, sólo nos queda desembarazarnos de los pesos muertos. Adoptemos actitudes dinámicas, hábitos incansables y decisiones emprendedoras. Así comprendemos con plenitud que la riqueza máxima reside en los espacios libres, donde la elegancia del vacío nos permite movernos con la agilidad, dinamismo y frugalidad propios de los mejores seres vivos, que sin duda son los más etéreos.

Artículo ilustrado en: http://www.geocities.com/de100a90/espiritu.htm
Proceso de adelgazamiento: http://www.getxoweb.com/adelgazando

Regalos en persona

Hay muchos tipos de regalos: los mejores vienen en forma de personas. El corazón es una riqueza que no se compra ni se vende, se regala.

La vida nos regala muchos obsequios materiales, pero las personas son los mejores regalos que recibimos. Una madre y un padre, unos hermanos, una familia,… son regalos que nada puede igualar. Al igual que los regalos, las personas vienen envueltas: unas en forma muy bella y otras de un modo menos atractivo, y que quizá contengan la máxima sorpresa. Sólo al abrir y retirar la envoltura, reconocemos la calidad del contenido. Muchos vienen maltratados por el transporte o por el pasado; unos llegan como "entrega urgente"; otros demasiado cubiertos y ocultos; y algunos cerrados con muchos cerrojos.

A menudo, es fácil equivocarse juzgando el contenido por el estuche. Pero la envoltura no es el regalo y es importante saberlo. Hemos de buscar en el interior de las personas hasta descubrir su regalo secreto. El regalo de la felicidad pertenece a quienes lo desenvuelven. A veces el regalo se abre con facilidad, otras se necesita la ayuda de otras personas. Tal vez porque algunas personas tienen miedo, quizá al haber sido heridas antes y no quieren ser lastimadas de nuevo, por lo que se encerraron bajo muchas capas. También puede ser que alguna vez se abrieron, pero luego quedaron olvidadas en un rincón. Antes de que empiecen a sentirse más como "cosas" que como seres humanos, conviene que apreciemos sus dones.

Todos somos personas, y también podemos ser un gran regalo. Nuestra envoltura es maltratada por el tiempo y las circunstancias, pero lo que atesoramos dentro siempre será hermoso, pues constituye la esencia de un ser humano. A veces, no entendemos y aceptamos el auténtico regalo que podemos ser para los demás. Somos obsequios de la vida, los unos para los otros. Mi regalo para ti soy yo mismo, y tú misma eres para mí tu mejor regalo. Nunca fue más cierto aquello de que el regalo tiene el rango de quien lo hace, o que siempre son los mejor recibidos aquellos regalos que toman todo su valor de quien los hace.

Cada encuentro entre personas es un intercambio de regalos. Creamos y confiemos en nuestra propia bondad, a fin de estar dispuestos a darnos a los demás. Comprendamos que nos necesitan, como nosotros los necesitamos a ellos. La felicidad es entregarse y recibirse con amor como los regalos más dignos de la creación.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/regalos.DOC