¡Hagan algo!


Todo el mundo habla de lo mismo, pero nadie hace nada. Los periódicos y las televisiones dedican secciones enteras, todos los días, pero nada parece mejorar. Realmente es obvio que nadie, ninguna institución, ningún responsable, ningún político propone medidas para atajar este problema, que nos afecta a todos, pero es en el Norte donde el tema está más agudizado, lógicamente. Nadie tiene toda la culpa seguramente, pero lo cierto es que nadie lo resuelve ni parcialmente. ¡Ah, quizás si el gran Mariano, el hombre de su tiempo, estuviese en el Poder…!
En verano parece que todos, al menos cuando estamos de vacaciones, y si no tenemos mala suerte, nos olvidamos por completo. Pero el mal está ahí, acechando para dar sus zarpazos. Cuando se despliega con toda su maligna naturaleza, comprendemos que nunca cambiará. A menudo pensamos: lo dejamos todo y nos largamos al Caribe o a Tahití. Y que les den morcilla… que se queden con lo que han elegido por vivir donde viven, que siempre seguirá rondando, con sus ciclos, sus momentos buenos y malos, con sus periódicas catástrofes, pero sin solventarse el tema de fondo: la inestabilidad, la falta de calidez de nuestras vidas, lo crudo de la situación general, el frío de cada amanecer borrascoso cuando la radio te adelanta las malas noticias de la jornada.

Nadie quiere emprender alguna fórmula de solución que nos facilite la vida diaria. Se hace muy duro salir de casa, cada mañana, comprobando que las cosas están parecidas al año pasado, al decenio pasado y hace un siglo tampoco era muy diferente. Te encuentras en la calle con los amigos, lo comentas, hablas de qué sucederá mañana, y te despides para ir a ver el noticiario donde siempre te dan buenas palabras, a veces malos augurios, pero las predicciones raramente se cumplen. No aciertan en sus pronósticos casi nunca, ninguno de los supuestos expertos. Sinceramente creo que no tienen ni idea, y eso lo dice alguien de la profesión. Siempre promesas: Algún día podremos adelantarnos suficientemente, cuando los ordenadores sean más potentes y calculemos con suficiente anticipación. La sociedad demanda urgentemente que se destinen más recursos para prevenir estos sucesos. Más profesionales, más medios. Porque este tema lo solucionarán, en un futuro lejano, las computadoras. Los humanos hemos sido incapaces, a pesar de que desde los albores de la Historia siempre ha habido hechiceros, nigromantes, adivinos, profetas y agoreros.

¡Hagan algo, por Dios! ¡Ya está bien! ¡Todo el mundo habla y habla, pero nadie hace nada por mejorar el mal… tiempo! (En homenaje a Mariano Medina).

¿Lotería o bobería?

Según datos oficiales de la última Memoria del Juego, entre loterías, quinielas, casinos y máquinas, excluyendo algunas modalidades como hipódromos, en el Estado se han jugado 25.854 millones de euros (4,30 billones de las antiguas pesetas) durante 2002. El gasto real de los jugadores, lo NO recuperado en premios, asciende a 8.335 millones de euros (1,39 billones de pesetas), el 32,24% de lo jugado y que supone los ingresos de los administradores de los juegos.

De lo que se juega y no se recupera en premios, que además se redistribuyen pésimamente en unos pocos ganadores, cada persona en promedio pierde 202,74 € (37.788 pesetas) al año. Esta cantidad se distribuye fundamentalmente en máquinas, lotería nacional (ahora vienen los atracos de la navidad y el niño), bingos, primitiva, casinos, bono-loto y quinielas. Sólo en loterías y apuestas del Estado, lo jugado al año en promedio asciende a 245 € (45.665 pesetas) por cada madrileño, 239 € (44.546 pesetas) por cada valenciano, 216 € (40.259 pesetas) por cada vasco,... que son quienes más dilapidan en juegos de azar, donde el gestor se queda directamente con el 36.37% del importe (reservándose el 30% en la Lotería Nacional y el 45% de primitivas, bono-loto y quinielas), promedio superior al de casinos (23.52%), máquinas B (25%) o bingo (35.58%), pero inferior al de la ONCE (52%).

Estas escandalosas cifras descubren una extendida y arraigada adicción al juego, que además se alienta desvergonzadamente desde los poderes públicos. Una familia media de cuatro miembros “pierde” (descontando los premios que unos pocos ganan) más de 808 € (151.000 peses) al año. Además la gravedad de este infortunio se agrava por el hecho de que quienes más despilfarran son quienes disponen de menos recursos y de menor cultura para comprender de las loterías son una ruina cierta. El juego además provoca un efecto paralizante, porque muchos jugadores y sus desoladas familias dejan pasar su vida a la espera del próximo sorteo, sin dedicarse a mejorar su formación o su trabajo, que son los únicos cauces firmes para el progreso personal y familiar.

La lotería es un impuesto a la estulticia y a la idiotez, que se ceba en los más desvalidos. Se aprovecha de la desesperación de la pobre gente, reduciendo su única esperanza a que les “toque” un premio. Explotan la ignorancia y la superstición de los más débiles, induciéndoles a desperdiciar su contado dinero en una apuesta segura: PERDER EN LA LOTERÍA. El refranero popular abunda en certeros dichos: “El que juega a la lotería, se arruina cada día” o “Trabajo y economía son la mejor lotería”. Jugar sólo trae suerte para la desgracia. Cada uno es artífice de su propia suerte: Cuanto más trabajemos, más suerte tendremos.

Existe un método infalible para ganar en la lotería, cada día, en cada sorteo y con una ganancia del 100%: No jugar, y guardar el dinero sobrante en una hucha, como dijo con más gracejo un personaje de Arniches. El gusanillo del juego se puede disfrutar exactamente igual, imaginando que jugamos al número 12345, o en la loto al 1, 2, 3, 4, 5, 6, que son tan probables como el número que pudimos comprar. Cuando veamos el resultado en televisión, comprobaremos que hemos ganado por no jugar. Quienes llevamos cuarenta años “jugando” así, sin habernos tocado nunca, hemos conseguido mucho dinero, tiempo y felicidad. Recordemos: La solución consiste en un “juego imaginario” y una hucha real, cuyo mejor destino es la educación propia o la de nuestros hijos.

Ilusión

Leyendo la primera plana de “EL PAÍS” de ayer sufrí una alucinación, porque traduje del irlandés al euskera y creí entender: “ETA anuncia un desarme masivo y el rechazo a la violencia. Aznar intenta desbloquear el proceso de paz en Euskadi. Batasuna, brazo político del terrorismo vasco de ETA, denunció ayer la lucha armada como fórmula para lograr objetivos políticos y defendió la democracia como única vía posible. Poco después, ETA, que guarda una tregua desde 2003, anunció su tercera y masiva operación de desarme y aseguró que suscribe la afirmación de Batasuna. Nunca habían llegado tan lejos en su distanciamiento de la violencia”.

¿Fue sólo un sueño?

Madrid: ¡Resiste!

Ahora que Mr. Aznar habla de “acciones de carácter anticipatorio”, ¿por qué no se adelanta la ciudadanía de Madrid a las restantes, y envían preventivamente a toda la tropa del PP a la oposición?

Madrid: ¡Resiste! Que no pasen otra vez, siempre con desertores y ahora con el dinero de los especuladores urbanísticos que roban escandalosamente con hipotecas de 30 años a las jóvenes familias que necesitan una vivienda.

Euskadi no existe

Estimado amigo lector: Euskadi no existe. Únicamente fue la alucinación de un visionario llamado Sabino Arana, quien según algunos contertulios está probado que fue un declarado admirador de Hitler, lo que tiene su mérito porque cuando murió el primero el segundo era un niño de tres años, hijo de un lejano aduanero austriaco.

No existe historia vasca. Cualquier amnésico historiador se lo confirmará. Romanos y árabes dominaron toda la península, y el Derecho Consuetudinario vasco no ha llegado hasta nuestros días, porque tampoco existe el “Derecho Foral”, que solamente es otra denominación del mismo Derecho Romano. Tampoco existió en el siglo XVIII, un Larramendi que definió la "nación vascongada", ni Perochegui publicó el “Origen de la nación vascongada y de su lengua”. Los términos “País Vasco” (Basque Country), o Euskal Herria no existen ni en los diccionarios, ni en las enciclopedias (no consulten la Británica porque se llevarían un chasco). Nunca históricamente ha existido una comunidad vasca a ambos lados del Pirineo con sus leyes propias, tribunales, parlamento, lengua, costumbres y deportes autóctonos. Nunca existieron los aizkolaris, harrijasotzaileak, pelotaris, arrantzales, ni la ballena vasca.

Tampoco se derogaron los Fueros el 25 de octubre de 1839, ni pasaron los Reyes Católicos en julio de 1476 por Ubidea para jurar los Fueros en Gernika, que tampoco fue bombardeada el 28 de abril de 1937 por nazis y fascistas. Tampoco existe ningún cuadro de Picasso sobre tan desconocida localidad, de la que tampoco Rousseau dijo que era “el pueblo más feliz del mundo porque sus asuntos los gobierna una junta que se reúne bajo un roble, y siempre toman las decisiones más justas”. Tampoco existió, ni existe una Casa de Juntas o Parlamento, como tampoco hubo otra en Abellaneda de la misma Bizkaia. Jamás hubo “provincias traidoras”, ni hay “autonomías hostiles”. Jamás existió nada vasco antes de la Constitución de 1978, ni existirá nada después. No existe la Disposición Adicional Primera que podría decir textualmente que “la Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales”.

El euskera no existe. Por tanto nunca se prohibió ni reprimió su uso. En todo caso, es únicamente Íbero, por lo tanto patrimonio europeo lo que se prueba por el cariño con el que se cuida este dialecto, especialmente por el gobierno navarro donde apenas se habla (en el gobierno, me refiero). Tampoco Daudet dijo que “cuando un pueblo es hecho esclavo, mientras conserve su lengua es como si tuviera la llave de su prisión”.

No existe cultura vasca, ni literatura vasca. Orixe, Lizardi, Aresti o Atxaga nunca escribieron en íbero. Y la escasa prensa que publicaba en íbero pronto desaparecerá por motivos fiscales, que sólo aparecen en los periódicos íberos, por lo que deben ser asaltados a lo “Harrelson”, no dictar ninguna sentencia firme y al cabo de cinco años que pasen los íberos a limpiar el polvo de la redacción. Tampoco existen medios de comunicación vascos, lo que se demuestra con el omnipresente disco rayado de tertulianos que insultan continuamente lo inexistente.

Vascos, lo que se dice vascos tampoco existen. Excepto los terroristas, los demás son sólo españoles o franceses. Tampoco existe ETA [ojalá fuese así, porque entonces se facilitaría que todo lo demás fuese falso], y de subsistir, mata menos que cualquiera de las mafias que pululan por Madrid y sus cómplices de la ‘kale borroka’ han quemado menos coches en toda la historia que en Valencia capital en un solo año.

Lo vasco no existe. Este término debe ser sustituido por íbero o por español, según el caso. Tampoco existe Gobierno Vasco, ni instituciones vascas. Son efímeras irrealidades que dependen del artículo 155 del Nuevo Testamento. Tampoco en Bizkaia están gobernados por nacionalistas vascos 104 de los 111 municipios, ni en Gipuzkoa 81 de los 88, ni en Araba 42 de 52, ni en Nafarroa 39 de 272,… Nunca existió el nacionalismo vasco, ni hay un millón de votantes de tales opciones. Entonces, si nada de esto existe, ¿cuál es el problema? Tout va très bien, madame la marquise.

Así que si quiere visitar un lugar fantástico y mítico, véngase un fin de semana a Euskadi. Vivirá un cuento que dice: Érase una vez… la realidad. Tag Technorati: .

Duerme rápido

Todos los días trabajo 12 horas, duermo 9 horas y mis restantes funciones vegetativas me ocupan durante 3 horas, coincidiendo los tres períodos. Así que por la noche me despierto pronto. Para un insomne, la vida no es un sueño. Leo las versiones digitales de los periódicos más precoces, los que están en Internet a las 3:00 de la madrugada. Cuando surge una idea con alevosía y nocturnidad, una tontería que otro apuntaría en su libreta de mesilla de cama, estoy tan adormilado que redacto y envío mi crónica clónica diaria a la sección de “Cartas al Director”.

No pienso, luego escribo. Basta lanzar un título y el hilo te conduce hasta el final. Pones en letras grandes “No encuentran La Paz… en Bolivia”, “Gravar el grabar”, “¿Faltan alumnos o sobran colegios?”, “El IVA que venía”, “Jaulas escolares”,… y el contenido surge espontáneamente. Casi nunca lo publican, pero siempre hay un alma caritativa en una redacción que piensa: ¿Y por qué no? Y si usted lo está hojeando demuestra que valía, o que está más dormido leyéndolo que yo escribiéndolo.

Suele convenir algo de actualidad política. Lo malo que es el análisis que prima ahora es muy monótono. Sólo se interpreta las noticias de un modo: Si hay chapapote, algo habrán hecho en el norte; y así todo lo demás. Pero siempre añado alguna cita, y un latinajo que actúe como “Deux ex machina” que justifique el argumento (¡a que no va al diccionario para saber si he utilizado bien la expresión!). Y esos palabros que describen ‘problemos’: Dislate, birlibirloque, fáustico, falacia, histriones, sofismas, resabios,… Y aporto alguna cifra que dignifica a un texto. Esto es fácil cuando se lee todo mezclado: Los aviones Eurofighter realmente han costado 8.755 millones de euros; el utópico transporte gratuito para menores y mayores en Madrid, costaría 190 millones de euros al año. Conclusión: Evidentemente no llega para tonterías.

Deprisa, más deprisa, hay que acelerar el metabolismo informativo. Termino, que me estoy despertando y si lo reviso nunca lo enviaré. Cuando lo relea días después, pensaré: ¡Hala lo que he dicho…! Pero más “daños colaterales” provocan otros… Prueba a dormir rápido y ataca con tus cartas.