Podemos ser felices

Receta para disfrutar de momentos dichosos en la comedia trágica de la vida.

La existencia, demasiado frecuentemente, nos hace sentirnos como David enfrentándose a los gigantes filisteos, sabiendo que sólo una vez en la Historia David ganó a Goliat. Nos abruma el sentimiento del mítico Sísifo, que cada jornada subía su roca a la cima para verla caer cada anochecer.

Somos fallidos perdedores, émulos del Hamlet de Shakespeare, del Fausto de Goethe y del Raskolnikov de Dostoievsky. Nos debatimos atormentados entre lo mímico mínimo y lo típico lícito, entre lo nítido físico y lo cívico lívido, entre lo tímido lírico y lo cínico rígido. Hemos vivido el ricino de lo finito y, quizá con sigilo, un pellizco del divino infinito.

Merecemos ser felices: Si no podemos abrazar a un ser querido, al menos evoquemos su recuerdo. Si no podemos oír una voz amiga, escuchemos una canción de amor. Si estamos solos, advirtamos el palpitar de nuestro corazón que late acompasadamente con otros. Si no podemos escapar de las preocupaciones, démonos un minuto de descanso. Si no podemos ver la esperanza cerca, cerremos los ojos. Si no podemos dormir sin pesadillas, soñemos despiertos. Si hoy no podemos ser dichosos, esperemos un nuevo mañana. Si la muerte nos ronda, confiemos en el más allá. Si no podemos ser felices, siempre nos queda el recurso de ser… inocentes.

La única fórmula de la alegría es sentirnos livianos, como ángeles capaces de volar al tomarse a sí mismos muy a la ligera. Kierkegaard nos dio un consejo: "La puerta de la felicidad se abre hacia fuera". Sólo olvidándonos de nuestro yo y pensando en los demás podremos ser dichosos. La felicidad es para quien la busca… en los demás. Vivamos tan intensa y altruistamente como podamos. No podremos ser felices sino regalando felicidad.
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Coche vasco

Política vasca en un sueño de verano.

El estío, el alejamiento, las lecturas de caballerías, la sangría y las tertulias con amigos de toda Europa producen extrañas siestas. En las abstracciones aparece Adenauer recordando: "La Historia es la suma de todas aquellas cosas que hubieran podido evitarse". Imaginas Euskadi y piensas: Aprendamos a construir nuestra historia con menos dolor, con menor sacrificio, con menores costes humanos.

El próximo curso tendremos nuevo gobierno, y la campaña electoral comenzará tras la pausa veraniega. Será un gobierno de coalición, seguro, por la pluralidad de partidos: un matrimonio, como el chiste internacional que hemos contado. Un inglés se casa porque Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber; el francés, porque así se asegura una cocinera francesa; el ruso, porque la desventura busca compañía; el norteamericano, sólo para tener alguien… de quien divorciarse. El PNV es inglés, y cumplirá con su obligación; el PSOE es francés, y necesita participar en más gobiernos autonómicos; Batasuna es rusa y necesita compadres de tribulaciones; el PP es norteamericano y necesita aliados de quienes enemistarse.

Después de las nupcias, se necesitará un coche para el viaje de bodas. Surge la autobiografía de Lee Iacocca, el carismático presidente de Ford y Chrysler, inventor de "Si encuentran un coche mejor, cómprenlo". No cuenta la famosa anécdota, quizá por apócrifa, de cómo perfeccionó un sistema psicológico para determinar la nacionalidad de un visitante en una feria internacional de automóviles. Si un desconocido levantaba el capó y examinaba el motor, era alemán; si se fijaba más en la calidad del tapizado y acabado interior, era inglés; si le interesaba más el estilo de la línea exterior, era francés; si medía el tamaño y preguntaba el precio, americano; finalmente, era italiano si sólo hacía sonar la bocina.

En Euskadi se expone a la venta desde hace un par de años el "nuevo prototipo Ibarretxe", con tres fabricantes unidos, frente al cual se presentan un "modelo anterior con restyling a la catalana de Patxi" y el quimérico proyecto HB (planeado con Iparralde y Navarra, donde todavía o hay poca industria o montan para la competencia), mientras los "huidos a Estrasburgo" recomiendan que sigamos alquilando el vehículo en su negocio, con la máxima de Henry Ford: "Podrán escoger el color del coche que quieran,… siempre que sea negro". Lo peor es que, en el salón vasco del automóvil, mientras unos analizan mecánicas y equipamientos para comparar calidad y precio, persisten quienes incordian a bocinazos.

Ya se sabe lo difícil que es ponerse de acuerdo en cuestión de gustos, porque la política es como la moda: Si se adelanta es indecente, pero si se retrasa resulta desfasada; sólo cuando pasa un siglo se convierte en clásica e histórica. Lo cierto es que para avanzar necesitamos un coche moderno, elegido por nosotros mismos, donde quepamos todos, sin incomodidades para nadie, y que acelere debidamente pero con total seguridad. [Foto inferior de Alatz Ugalde]

Familias europeas

No existe mejor política que la del apoyo familiar.

Primer día de vacaciones estivales en un destino turístico de la costa alicantina. Durante la cena en una terraza, con ojos aún desacostumbrados advertimos una diferencia obvia entre la familia media de origen extranjero (centroeuropea, nórdica, británica o francesa) y la familia de turismo interior (valenciana, madrileña, murciana o vasca). Frente a nuestra familia promedio de padres maduros y sólo uno o dos hijos, los progenitores foráneos son jóvenes y cuentan con más hijos, de tres a cinco.

La conversación con amigos noruegos, flamencos y bávaros nos descubre dos razones determinantes: El apoyo familiar que brindan las instituciones europeas en otros Estados es hasta diez veces superior a nuestras raquíticas y variables bonificaciones fiscales, y la ciudadanía de otros países ha revalorizado la familia anteponiéndola a la "economía de la comodidad". Además, el electorado europeo más avanzado analiza decisivamente y sanciona con su voto, positiva o negativamente, las políticas familiares en todos los comicios.

Margaret Thatcher, neoliberal a ultranza, pronosticó la inexistencia de la Sociedad y la desaparición de la Política e incluso de la Historia: “La sociedad es un fantasma; sólo existe la Familia, el Mercado y el Estado”. Lo cierto es que, mientras el mercado se expande y las administraciones fluctúan, hemos permitido que la familia sea cada vez más minúscula.

¿Incluirá algún partido político como prioridad una administración de protección familiar activa, con fuertes medidas fiscales, de vivienda y de conciliación de la vida laboral y familiar, declarando como objetivo superar netamente la tasa de reposición del 2,1% de natalidad? Desde el máximo respeto a la libre decisión personal, ¿hasta cuándo habremos de esperar de nuestros líderes una apuesta humanista por la vida y por la familia? Nunca olvidemos que la familia es el primer y mejor ministerio de educación, sanidad y bienestar social, y que una sociedad vale exactamente la suma de las familias que la integran.