Amores dobles

Confidencias de un hogareño bígamo confeso.

Lo reconozco con mucha vergüenza: Tengo dos. Ya sé que es injusto y que muchos hombres no tienen ni una. Parece que sólo que los ricos y famosos pueden presumir de mantener varias en distintos países, aunque luego las abandonen con la misma ligereza sin preocuparse por su destino. Yo, aunque tuve algunas durante mi infancia y juventud, al casarme creí que con una me bastaría para el resto de mi vida. No fue así: pronto comenzaron las escapadas, en fin de semana o en vacaciones. Con el paso de los años pensé que me convenía escoger adecuadamente una segunda opción permanente, no para abandonar a la primera sino para complementarla.

La búsqueda no fue fácil, y durante años analicé varias candidatas. Hace cuatro años vi a la que luego sería la segunda, e inmediatamente quedé prendido. Fue una locura de madurez, que muchos me aconsejaron evitar. Me alegro de no haberles escuchado. Ahora estoy junto a ella. La miro, y comprendo que la quiero sólo para mí y para siempre. Es cierto que según la admiro, simultáneamente pienso en la primera y también la añoro. Me gustaría tenerlas juntas, en el mismo lugar, pero son incompatibles, y sé que jamás podré vivir junto a las dos, porque son radicalmente inconciliables.

Ambas son parecidas y, al mismo tiempo, tan diferentes… La primera es la oficial, vasca, convencional, recia, aporta seguridad y resulta claramente más confortable para cualquier estación del año. He vivido mucho tiempo con ella y ofrece una imagen más acorde a mi realidad. La segunda es blanca, mediterránea, más joven, más cálida, más informal y me ha enseñado desconocidas facetas de mi personalidad. Pero ambas son costeras, modestas y de gustos sencillos: adoran los libros apilados, las playas cercanas, el susurro de las olas, el vuelo de las gaviotas, la brisa marina a su alrededor y ver la salida o la puesta del sol. Además cada una de ellas aporta su propio grupo de amistades y vecindario. En ello reside gran parte de su peculiar y doble encanto: la suma de los amigos de siempre y de amigos recientes.

Les he declarado a ambas no exclusividad total, pero sí mi fidelidad hasta la muerte, porque estoy seguro que ambas me sobrevivirán. No soy uno de esos cada vez más abundantes promiscuos domésticos, que cada fin de semana o periodo vacacional se van a "conocer a desconocidas". Yo me muevo solamente entre mis dos pasiones, de una a la otra, para estar íntimamente unido a una de ellas mientras pienso en la otra, y así será hasta el fin de mis días. Sin más aventuras, con dos tengo bastante y quizá demasiado.

Ambas me exigen mucho esfuerzo y sacrificio en cuidarlas y mantenerlas. Pero todo ello es tan poco frente la hospitalaria acogida que me brindan… Quiero pensar que ambas ignoran deliberadamente la existencia de la otra, aunque bien podrían sospechar de mis ausencias. Son tan generosas que cada vez que llego ante su puerta, siempre me reciben con los brazos abiertos, como si nunca me hubiese movido de su lado. ¡Ah, cómo podría nadie no corresponder a una dulzura tan grande!

Hay quienes no comprenden que un cariño así pueda duplicarse. También hay quienes consideran que este tipo de amor es desproporcionado, y que debo ignorar sus sentimientos mirando únicamente por mis intereses. Hoy mismo, unos desaprensivos me han sugerido que "dado que uso poco la segunda, la alquile". ¡Hasta dónde hemos llegado! Jamás trataré como cosas a mis casas, que para mí son hogares donde habitan encantadoras almas como hadas-duendes que suspiran por sus dueños. Las casas propias son como seres vivos. "Somos el uno para el otro; vivimos en común lo que aquí acontece", nos dice cada hogar que nos ofrece dos placeres incomparables: la libertad de salir y la delicia de regresar.

1. MANIPULACIÓN FLAGRANTE, publicada por 'EL MUNDO' el 22-7-2004.

2. Usurpación de mi nombre en EL MUNDO del 23-7-2004, publicando una carta no remitida, en lugar de la versión literal.

3. Finalmente, el 11-10-2004 (un lunes de puente) tras demanda judicial ante la que se allanan, EL MUNDO atiende la petición de rectificación con la publicación íntegra (véase aquí).

¿Carbura la Comisión del 11-M?

Sensaciones por los "errores y negligencias" reconocidos ante la Comisión Parlamentaria sobre el 11-M.

Hace muchos años cuando era joven y pobre (aún conservo una de estas cualidades), mi padre me regaló un SIMCA destartalado. Continuamente debía llevarlo a un taller barato, donde un "chapuzas" intentaba arreglarlo. Siempre recordaré los conocimientos de mecánica que me brindó, porque pronto supe que él podía enseñarme todo lo que NO hay que hacer. Una vez, tras desmontar enteramente el carburador para soplar un chiclé, lo volvió a ensamblar sobrando una docena de pequeñas piezas que arrojó directamente a la basura, indicando que el fabricante incluía componentes innecesarios. Ahora, cada vez que leo las extensas y aburridas crónicas sobre la investigación parlamentaria del 11-M recuerdo el mismo asombro que experimenté cuando mi carburador se aligeraba en cada revisión.

La mayor matanza terrorista ocurrida en Europa, donde murieron 190 personas y casi 1.500 resultaron heridas, se espesa y transmite en unas agotadoras sesiones donde se enmarañan contradictoriamente conclusiones y confusiones. Pero asoma una verdad incontrastable: Entre la neblina de "medias verdades", "retraso de la verdad" y "gestión de la información" hubo ánimo de mentir y engañar. Parece probado que Aznar y su gobierno pretendieron que hasta el 16-M no funcionase el CNI, expresando con estas siglas el Coeficiente Nacional de Inteligencia.

Aún con todo, el electorado el 14-M, con esa intuición que no es sino la razón actuando deprisa, descubrió lo mismo que más trabajosamente revelará la comisión parlamentaria. Recordando a Bécquer, "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!", podríamos añadir que no hace mucho, ¡qué solos estaban los cuerdos!

Como novios

Las peripecias de un padre que creyó poder olvidarse de los hijos.

Tras ejercer todo un año, en realidad casi una vida, en las fatigosas funciones de padre, educador, colega, amigo, vasco y pacifista, todo ello con gran dedicación aunque escaso éxito, decides tomarte unos días de vacaciones con la "parienta". Descansar es cambiar de rutina, así que te alejas mil kilómetros, te rodeas de vecinos noruegos, y cambias algunos parámetros vitales: ralentizas Internet desde el cable-módem al módem de 56 Kb, retrasas el horario general en tres horas, duermes diariamente el doble siesta incluida, elevas el termostato de temperatura exterior en 10 grados y adoptas preferentemente la posición horizontal. Por cierto, dado que se puede estar 20 horas diarias tumbado o flotando y que el Imperio Romano descubrió el modo de comer reclinado, ¿cómo es posible que el Imperio Microsoft no haya inventado un modo cómodo de navegar por la red en posición tendida?

Tras pegarte una paliza de viaje, acondicionamiento y aprovisionamiento en tu destino vacacional, llega el día en el que puedes embadurnarte de bronceador y antimosquitos para abrazar a tu "cosa más querida": la tumbona. Con el tributo de haber comprado una exitosa serie de libros policíacos a tu mujer para que se entretenga sin encomendarte fastidiosos trabajos domésticos, al fin crees que ha llegado tu momento de sosiego anual. Con tu música seleccionada durante un interminable curso, te recuestas y mirando al cielo azul te pones… a pensar, si te lo permiten la somnolencia ascendente y el infalible ruido de múltiples charangas externas.

Por un instante, parece que todo está en relativo orden. La familia está bien de salud, la ruina económica no es inminente y, con estos calzones inmensos, hasta las gorduras conyugales parecen despistarse. Tu media naranja está a tu lado, extrañamente silenciosa abstraída en sus lecturas, y crees que ésta puede ser la semana feliz, ésa que encadenarías para vivirla repetidamente como una cinta continua. Los hijos, esos seres queridos que desde que nacieron no han dejado de darte alegrías y preocupaciones, parecen que están perfectamente en sus lejanos destinos, según hemos constatado reiteradas veces por teléfono, SMS y e-mail.

¡Como novios!, nos dicen que estamos otros progenitores con confesada envidia. Porque hoy día parece que el mundo está al revés. Los novios quieren vivir como casados y los casados, tras criar hijos, anhelan la vida de novios. Incluso el mes de julio está organizado para enviar los hijos al extranjero, mediante oportunas becas o afanosos ahorros, y con un poco de suerte un matrimonio puede veranear unos días sin la prole.

Las madres, ya se sabe, son gallinas cluecas que no pueden olvidar a sus hijos. Pero los padres vamos de gallitos, y decimos que la perfección familiar reside en hijos lejanos y esposas mimosas. Y entonces, desparramado en esta tumbona que debiera ser el monumento mundial a la reflexión, comprendes que añoras a tus hijos, que quisieras tenerlos a tu lado para abrazarles y seguir regañándoles, aconsejándoles y, sobre todo, escuchándoles y reviviendo la existencia a través de sus ojos. Creo que, sin reconocerlo jamás, animaré a Carmen a que llame otra vez a nuestros hijos. Sólo para que se tranquilice ella, que quede claro.

Podemos ser felices

Receta para disfrutar de momentos dichosos en la comedia trágica de la vida.

La existencia, demasiado frecuentemente, nos hace sentirnos como David enfrentándose a los gigantes filisteos, sabiendo que sólo una vez en la Historia David ganó a Goliat. Nos abruma el sentimiento del mítico Sísifo, que cada jornada subía su roca a la cima para verla caer cada anochecer.

Somos fallidos perdedores, émulos del Hamlet de Shakespeare, del Fausto de Goethe y del Raskolnikov de Dostoievsky. Nos debatimos atormentados entre lo mímico mínimo y lo típico lícito, entre lo nítido físico y lo cívico lívido, entre lo tímido lírico y lo cínico rígido. Hemos vivido el ricino de lo finito y, quizá con sigilo, un pellizco del divino infinito.

Merecemos ser felices: Si no podemos abrazar a un ser querido, al menos evoquemos su recuerdo. Si no podemos oír una voz amiga, escuchemos una canción de amor. Si estamos solos, advirtamos el palpitar de nuestro corazón que late acompasadamente con otros. Si no podemos escapar de las preocupaciones, démonos un minuto de descanso. Si no podemos ver la esperanza cerca, cerremos los ojos. Si no podemos dormir sin pesadillas, soñemos despiertos. Si hoy no podemos ser dichosos, esperemos un nuevo mañana. Si la muerte nos ronda, confiemos en el más allá. Si no podemos ser felices, siempre nos queda el recurso de ser… inocentes.

La única fórmula de la alegría es sentirnos livianos, como ángeles capaces de volar al tomarse a sí mismos muy a la ligera. Kierkegaard nos dio un consejo: "La puerta de la felicidad se abre hacia fuera". Sólo olvidándonos de nuestro yo y pensando en los demás podremos ser dichosos. La felicidad es para quien la busca… en los demás. Vivamos tan intensa y altruistamente como podamos. No podremos ser felices sino regalando felicidad.
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Coche vasco

Política vasca en un sueño de verano.

El estío, el alejamiento, las lecturas de caballerías, la sangría y las tertulias con amigos de toda Europa producen extrañas siestas. En las abstracciones aparece Adenauer recordando: "La Historia es la suma de todas aquellas cosas que hubieran podido evitarse". Imaginas Euskadi y piensas: Aprendamos a construir nuestra historia con menos dolor, con menor sacrificio, con menores costes humanos.

El próximo curso tendremos nuevo gobierno, y la campaña electoral comenzará tras la pausa veraniega. Será un gobierno de coalición, seguro, por la pluralidad de partidos: un matrimonio, como el chiste internacional que hemos contado. Un inglés se casa porque Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber; el francés, porque así se asegura una cocinera francesa; el ruso, porque la desventura busca compañía; el norteamericano, sólo para tener alguien… de quien divorciarse. El PNV es inglés, y cumplirá con su obligación; el PSOE es francés, y necesita participar en más gobiernos autonómicos; Batasuna es rusa y necesita compadres de tribulaciones; el PP es norteamericano y necesita aliados de quienes enemistarse.

Después de las nupcias, se necesitará un coche para el viaje de bodas. Surge la autobiografía de Lee Iacocca, el carismático presidente de Ford y Chrysler, inventor de "Si encuentran un coche mejor, cómprenlo". No cuenta la famosa anécdota, quizá por apócrifa, de cómo perfeccionó un sistema psicológico para determinar la nacionalidad de un visitante en una feria internacional de automóviles. Si un desconocido levantaba el capó y examinaba el motor, era alemán; si se fijaba más en la calidad del tapizado y acabado interior, era inglés; si le interesaba más el estilo de la línea exterior, era francés; si medía el tamaño y preguntaba el precio, americano; finalmente, era italiano si sólo hacía sonar la bocina.

En Euskadi se expone a la venta desde hace un par de años el "nuevo prototipo Ibarretxe", con tres fabricantes unidos, frente al cual se presentan un "modelo anterior con restyling a la catalana de Patxi" y el quimérico proyecto HB (planeado con Iparralde y Navarra, donde todavía o hay poca industria o montan para la competencia), mientras los "huidos a Estrasburgo" recomiendan que sigamos alquilando el vehículo en su negocio, con la máxima de Henry Ford: "Podrán escoger el color del coche que quieran,… siempre que sea negro". Lo peor es que, en el salón vasco del automóvil, mientras unos analizan mecánicas y equipamientos para comparar calidad y precio, persisten quienes incordian a bocinazos.

Ya se sabe lo difícil que es ponerse de acuerdo en cuestión de gustos, porque la política es como la moda: Si se adelanta es indecente, pero si se retrasa resulta desfasada; sólo cuando pasa un siglo se convierte en clásica e histórica. Lo cierto es que para avanzar necesitamos un coche moderno, elegido por nosotros mismos, donde quepamos todos, sin incomodidades para nadie, y que acelere debidamente pero con total seguridad. [Foto inferior de Alatz Ugalde]

Familias europeas

No existe mejor política que la del apoyo familiar.

Primer día de vacaciones estivales en un destino turístico de la costa alicantina. Durante la cena en una terraza, con ojos aún desacostumbrados advertimos una diferencia obvia entre la familia media de origen extranjero (centroeuropea, nórdica, británica o francesa) y la familia de turismo interior (valenciana, madrileña, murciana o vasca). Frente a nuestra familia promedio de padres maduros y sólo uno o dos hijos, los progenitores foráneos son jóvenes y cuentan con más hijos, de tres a cinco.

La conversación con amigos noruegos, flamencos y bávaros nos descubre dos razones determinantes: El apoyo familiar que brindan las instituciones europeas en otros Estados es hasta diez veces superior a nuestras raquíticas y variables bonificaciones fiscales, y la ciudadanía de otros países ha revalorizado la familia anteponiéndola a la "economía de la comodidad". Además, el electorado europeo más avanzado analiza decisivamente y sanciona con su voto, positiva o negativamente, las políticas familiares en todos los comicios.

Margaret Thatcher, neoliberal a ultranza, pronosticó la inexistencia de la Sociedad y la desaparición de la Política e incluso de la Historia: “La sociedad es un fantasma; sólo existe la Familia, el Mercado y el Estado”. Lo cierto es que, mientras el mercado se expande y las administraciones fluctúan, hemos permitido que la familia sea cada vez más minúscula.

¿Incluirá algún partido político como prioridad una administración de protección familiar activa, con fuertes medidas fiscales, de vivienda y de conciliación de la vida laboral y familiar, declarando como objetivo superar netamente la tasa de reposición del 2,1% de natalidad? Desde el máximo respeto a la libre decisión personal, ¿hasta cuándo habremos de esperar de nuestros líderes una apuesta humanista por la vida y por la familia? Nunca olvidemos que la familia es el primer y mejor ministerio de educación, sanidad y bienestar social, y que una sociedad vale exactamente la suma de las familias que la integran.