La vida en un momento

Hay bajo el cielo un momento para todo.

"Esencia de Mujer" es una película desigual, aunque cuenta con algunos parajes memorables. Al Pacino interpreta a Frank Slade, un retirado militar ciego y amargado que, antes de suicidarse, emprende un breve viaje final. En una inolvidable escena, Frank invita a bailar a una bella joven. Ésta se excusa: “No puedo, porque mi novio llegará en un momento”. Él responde: “En un momento, ¡se vive una vida!”, al tiempo que la conduce a bailar un tango.

En el diálogo, el protagonista comenta: "En el tango uno no se equivoca. No es como en la vida. Si uno se equivoca o se enreda, sigue bailando". Podríamos corregirle: la vida es como el tango. Acertando, equivocándose o, lo más frecuente, enredándose, hemos de seguir viviendo la vida y aprovechando al máximo cada instante.

Vivamos el presente, el regalo de cada día. Que cada momento sea eterno. Sintamos la vida y el amor en cada segundo. Que cada segundo sea profundo. Después de todo, vale la pena vivir la vida. Para bailar un tango, para vivir un amor, para descubrir lo que nos depara cada momento futuro. Quizá ya habremos vivido grandes momentos, pero seguro que nos quedan aún momentos gloriosos.
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Sergio Dalma: Bailar Pegados...

Padre e hijo


Un video sobrecogedor, que explica lo que es el poder del valor, de la familia, del vínculo paterno-filial. Es el viaje de un padre y de su hijo, no un simple triatlón. El viaje de una vida,.. juntos, formando un equipo… admirable. La música, "I Can Only Imagine" de Mercy Me, colabora a meterse en la historia.

La pesadilla de Bush

¿Los extranjeros superarán a los nativos? ¿Se puede evitar un proceso histórico?

Quizá sólo fue un mal sueño, tras una jornada en la que Bush animó al Senado a extender los muros existentes en la zona de Tijuana y California a lo largo de los 3.200 kilómetros de la frontera que comparten Estados Unidos y México. El río Bravo era un coladero de “espaldas mojadas”. Había que hacer algo. América estaba amenazada.

Incluso peligraba el idioma inglés con la llegada masiva de inmigrantes, con una prolífica natalidad que superaba a la autóctona. Había que hacer cerrar las fronteras, y combatir a los forasteros que provenían de todas partes. La frontera con México siempre había sido el punto débil para la invasión de los “sin papeles”. Claro que tampoco había que descuidar las costas. Las pateras y los cayucos no llegaban hasta América, pero en algo parecido a una gran piragua había arribado el primer extranjero, nacido en no se sabe muy bien dónde, un tal… Cristóbal Colón. Después se extendió el “efecto llamada” y comenzaron a llegar de todas partes, superando y desplazando a los propios del lugar.

¿Qué misión me encomienda el Gran Manitú para mi tribu? ¿Qué será de nosotros, los “pieles rojas”? Sobresaltado y empapado en sudor, Bush despertó. Dudó por un momento pensó: ¿Soy un indio o un WASP (blanco, anglo-sajón y protestante)? Incluso se preguntó: ¿Soy yo o mi doble cómico? Paulatinamente comprendió que lamentablemente él era… él.
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Su último homicidio

Un cuento minimalista sobre un crimen que finalizaba una serie de asesinatos dejando impune al culpable, aunque era obvia su identidad.

Su último muerto estaba allí. Rodeado de testigos, alertados por el mismo asesino que les llamó poco antes de consumar su tremebundo crimen. Aquel programado envenenamiento, apuñalamiento y ahorcamiento era un sadismo inusual, incluso para un asesino en serie al que se perseguía infructuosamente desde hacía años. Nunca se había ensañado tanto, si bien estos medios de ejecución estaban entre sus preferidos en los crímenes precedentes.

Un nuevo caso difícil, pensaron ante la escena del crimen. Una habitación cerrada por dentro, sin más enseres que la soga de la que pendía el cadáver con un puñal clavado en el vientre, la silla volcada, el veneno derramado y un móvil sin huellas. Apenas entraba la luz por una mínima ventana abierta por donde quizá pudo escapar el escurridizo autor del más despiadado parricidio.

Incluso los expertos más experimentados estaban desconcertados, hasta que llegó un líder que merecía su puesto. Sus palabras fueron reveladoras para quienes le escucharon sin interrumpirle, comprendiendo a un ritmo marcado por las respectivas inteligencias.

“Creo que no cabe duda. Otra vez, la víctima y el verdugo se conocían. En este caso, demasiado. Seguramente pasaron de ser los mejores amigos, a convertirse en los peores enemigos. Todo ello ha conducido a esta conclusión”. Sólo con esto, alguno de la concurrencia ya lo entendió.

“Imagino que a nuestro criminal, cada vez más acorralado, se le ocurrió que no podía haber otra escapatoria, trágica pero que le permitía eludir el castigo”. Otros lo comprendieron todo.

“Definitivamente no volveremos a tener noticias de este criminal, porque esta violencia terminal deshace las pistas que conducían a su detención”. Muchos asintieron, al descubrirlo todo.

“Imposible será castigar a este asesino cansado de sus propias fechorías. Aquí ha terminado su cadena de crueldades, amenazando hasta el final”. Casi todos adivinaron la trama.

“Opino que hemos dedicado demasiados esfuerzos a este caso. Es tiempo de pasar página, porque esto ya sólo asusta a quienes nunca entendieron nada”. [Si eres de éstos, lee la palabra escondida en las iniciales de los párrafos]. Todavía alguien preguntó: ¿Su homicidio último? Él respondió: “Sí, su homicidio ultimó”.
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Campanas de Gauss

¿Somos de los buenos, de los regulares o de los malos? Todo depende de con quiénes nos comparemos.

Según refiere la wikipedia, en matemáticas la campana de Gauss es la representación gráfica de una distribución normal, donde un grupo aleatorio de datos se reparte entre valores bajos, medianos y altos, con mayor frecuencia de los valores intermedios. Recibe su nombre en función de su forma acampanada y en honor a su descubridor, Carl Friedrich Gauss.

Esta campana está muy presente en el conjunto de la realidad social. En multitud de escalas, algunas más explícitas como riqueza y otras menos visibles como el esfuerzo, todos conocemos casos de personas muy ricas y muy pobres, si bien la mayoría oscilan entre valores intermedios. Más difícil resulta estimar el ánimo, la voluntad, o la constancia,… aunque tampoco todos estamos igualmente dotados en estas u otras cualidades.

En el panorama educativo, en las aulas conviven alumnos y alumnas de diferentes capacidades y actitudes, factores ambos que se retroalimentan recíprocamente. Lo más duro resulta para aquellos estudiantes que crónicamente ocupan los puestos de cola, al apilar ciclos de peores condiciones de partida, pequeños reveses y desalientos acumulados. Si no superan esta posición de “hundidos”, a medida que crecen en edad acumulan frustración, rechazo y agresividad hacia el entorno (y no sólo el escolar). A pesar de los refuerzos docentes, y de programas específicos de intervención o de diversificación curricular, en muchos casos están predestinados al “fracaso escolar”.

Recuperar social y académicamente a estos “desertores educativos” es un objetivo de primer orden. Los Centros de Iniciación Profesional son una acertada opción, que facilita su inserción laboral al tiempo que prosigue su maduración personal, y con ella su posible reenganche en una sociedad que exige formación continua. Entre estos no-graduados también se aprecia estadísticamente una campana de Gauss. En su tramo inferior quedan los más marginados tras su proceso de escolarización, con un largo expediente de “naufragio escolar”. Son aquéllos a quienes siempre les ha resultado difícil estudiar, leer, entender,… Se ven a sí mismos como los “últimos de la fila”, con el consiguiente riesgo de que tiren la toalla respecto a su futuro.

Afortunadamente nos quedan fórmulas válidas en los programas complementarios de escolarización. Visitando uno de nuestros centros de referencia, dirigido por la Fundación Peñascal y sostenido con financiación pública, su director comentaba una de las bases para la recuperación de este alumnado: el agrupamiento donde conocen a otros compañeros parecidos que han superado las mismas desgracias. Juan Bedialauneta apunta que “aquí les cambiamos la campana de Gauss, y la mayoría por primera vez se reasienta en zonas medias o altas de un grupo, viéndose como buenos alumnos y potenciales ganadores en el proceso de integración social”.

Hay muchas campanas de Gauss, en cualquier medición que hagamos. Es el eterno dilema de oscilar entre cabeza de ratón o cola de león. Y todos estamos en posiciones distintas según el grupo con el cual nos comparemos. La postura negativa sólo envidia a los más afortunados y se lamenta de su peor condición. Resulta más constructivo saber todos estamos en valores altos de algunas escalas, y desde la confianza en nuestras capacidades avanzar hacia nuestros objetivos con decisión, trabajo y convicción.
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¡Oh, Mamá!


Excelente vídeo, con mensaje social (no sólo publicitario):
"No malgastes tu vida limpiando".
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