¡A la mesa, políticos!

Ha pasado el tiempo de declaraciones, de ponerse dignos y de no escuchar. Dirigentes: ¡Basta de juegos, es hora de soluciones!

Los niños de medio mundo, desde América (norte o sur) al Extremo Oriente, juegan a un duelo que se llama: piedra-papel-tijeras. Es un pasatiempo infantil parecido a la apuesta de “pares o nones”. Dos jugadores cuentan juntos "1, 2, 3, ¡piedra, papel o tijera!" y al acabar muestran al mismo tiempo una mano que representa el objeto elegido. La piedra, mediante el puño cerrado; las tijeras, con los dedos corazón e índice en forma de "V"; y el papel, con la palma extendida.

El juego es de puro azar porque la piedra gana ante las tijeras (las rompe), pero las tijeras vencen al papel (lo cortan) y el papel a la piedra (lo envuelve). De ese modo, no existe un objeto preferente y todo queda en manos de la capacidad de predicción o suerte de cada adversario. Este simple entretenimiento ha sido elegido por un Tribunal Federal de Florida para dilucidar definitivamente algún contencioso interminable. Y no es la primera vez que tal cosa sucede.

El caso y el juego sugieren algunas reflexiones metafóricas para superar el conflicto vasco. Son demasiado años de tijeras (sangre, dolor,…), de piedras (destrozos, intereses,…), y quizá incluso de papeles (prensa, pactos anti-otros,…). Ha llegado la hora de utilizar todos estos elementos,… debidamente. Necesitamos un acuerdo sólido asentado sobre fundamentos firmes, recortando todo aquel sobrante que no sea democrático y midiendo todo con papeletas libres.

Abandonemos la violenta edad de piedra, las armas afilados e incluso los folletos de odio. ¡Estrechémonos las manos abiertas y pactemos algo pensado con la cabeza, como adultos que debemos ser! La ciudadanía está dispuesta, preparada y cansada de esperar. Políticos, ¡a la mesa!
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El día sin calles

El mal llamado “día sin coches” es un paradigma de la hipocresía.

La Unión Europea ha celebrado el “día sin coches”. Un total de 25 Estados con más de 220 millones de automóviles particulares, lo que supone un coche por cada dos ciudadanos. Este porcentaje sigue creciendo imparablemente, con un incremento del 38% desde 1990 hasta 2004.

Los “días sin coches” pretenden concienciar, animar a fórmulas alternativas y anunciar el fin de la entrada masiva de coches particulares en los núcleos urbanos. Pero esto no se consigue simplemente cerrando calles, colapsando aún más las entradas a las ciudades. Así sólo se generan “días sin puntualidad, sin buen humor, y sin vergüenza por parte de los poderes públicos que no hacen lo que deben hacer, limitándose a dar buenos consejos acompañados de malos ejemplos, mientras viajan en coche oficial con conductor”.

Nadie desea aburrirse diariamente en caravanas, ni conducir solo en un coche durante demasiadas horas de la vida. Si se hace es porque no existe transporte público de calidad, ni infraestructuras para ciclistas, ni interés político en desviar el exorbitante dinero del cemento para supercircunvalaciones hacia la subvención o gratuidad plena de un transporte público más extendido, frecuente y cómodo.
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Inteligencia máxima

La niñez es inteligencia y alegría en estado puro, al ser una edad confiada que aún cree que no existe lo imposible.

(Modestamente opino)

Una foto de denuncia del HAMBRE

En la imagen puede verse la figura esquelética de una pequeña niña, totalmente desnutrida, recostándose sobre la tierra, agotada por el hambre, y a punto de morir, mientras que en un segundo plano, la figura negra expectante de un buitre se encuentra acechando y esperando el momento preciso de la muerte de la niña.
En 1994, el fotógrafo Kevin Carter ganó el premio Pulitzer de fotoperiodismo con esta imagen tomada en la región de Ayod (una pequeña aldea en Sudán), que recorrió el mundo entero.

Al recibir el galardón, Carter declaró: “Es la foto más importante de mi carrera, pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla. La odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”. Cuatro meses después, abrumado por la culpa y por una fuerte dependencia de las drogas, Kevin Carter se quitó la vida.

Nadie es imperfecto

Quizá alguien se sienta imperfecto (o perfecto), pero nadie puede ser perfectamente imperfecto (ni perfecto).

Las personas, sea cual sea nuestra edad, nunca somos perfectas. Todos somos imperfectos, en alguna medida, y todos buscamos la perfección, con un ahínco variable. Un posible camino de mejora lo facilita el tiempo y el esfuerzo: Si todos los años arrancáramos una imperfección, pronto seríamos menos imperfectos. Seguramente, sólo en la eternidad lograremos la perfección.

El hombre, por su misma naturaleza, siempre reúne algunas imperfecciones. Nadie nace libre de flaquezas; y la persona más perfecta es la que tiene menos debilidades. El conocimiento de nuestras imperfecciones, lejos de turbarnos, debiera alegrarnos, porque es un medio de enmienda. Acaso por ello, un proverbio sueco asegura que “Por suerte no hay nada perfecto en este mundo”.

Los dones que algunos no tenemos, otros los poseen; y viceversa. De esas imperfecciones compensadas brota la sociabilidad. La unión de seres individualmente imperfectos alcanza la perfección. La pareja, la familia o la sociedad, son fórmulas válidas de sumar perfección, que mejoran a todos sus componentes.

Nos sabemos imperfectos, en un cierto grado; y por tanto, perfectos en otro grado. Además, algunos son muy agradables a pesar de sus muchas imperfecciones, si las intentan superar; y otros resultan muy enojosos, si no reconocen ni un solo defecto. En todo caso, no son los perfectos, sino los imperfectos, quienes estamos más necesitados de amor.
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Atavismos políticos

Las semejanzas con nuestros abuelos lejanos son manifiestas, en comportamientos individuales, sociales y políticos.

Atavismo deriva de antepasado, y en biología significa la reaparición de caracteres propios de ascendientes más o menos remotos, como un cabello pelirrojo de un bisabuelo que renace en su biznieto. Ciertos insólitos signos físicos pueden surgir en forma de hirsutismo extremo, vestigios de dobles o triples pares de pezones, o rastro de cola en las vértebras terminales del espinazo. Siendo sumamente raras estas manifestaciones anatómicas, el atavismo en actitudes sigue presente en nuestro siglo.

El atavismo conductual no es necesariamente positivo ni negativo por razón de su arcaico origen. No obstante, representa una marcada extemporaneidad que denota una notable falta de evolución en la respuesta de la humanidad. Se manifiesta de variadas formas de vida o costumbres primitivas, como la tendencia a mantener la afición a la caza o el goce de oler una fogata al aire libre. En el comportamiento infantil está presente el atavismo y su influencia animista que atribuye voluntad a lo inanimado. Como cuando un niño se consuela al devolver el golpe al pedrusco con el que ha tropezado, para castigar al objeto culpable.

Otros instintos atávicos más sutiles, procedentes de la prehistoria, son perceptibles aún en múltiples aspectos tan inconscientes que pasan desapercibidos. Por ejemplo, el lado de la cama que elige una pareja viene determinado por un reflejo de hace cientos de miles de años. En el 90% de los casos, el varón elige el lado que está más cerca de la puerta, como sus ancestros lo hacían cerca de la entrada de la cueva para defenderla (en una pareja esto funciona en la primera ocasión, pues establecido un hábito de derecha o izquierda, éste no cambia al alojarse en un hotel o en una nueva habitación).

La política actual, en todo el mundo, mantiene numerosos tiques y tintes atávicos, como el patriarcado y la gerontocracia. Sin duda, el peor de los atavismos de estancamiento histórico es la violencia, que aún abunda a todas las escalas, desde el fiero terrorismo bestial del “te voy a matar” hasta las guerras sanguinarias, inacabables y salvajes, con armamento nuclear que no es sino un gigantesco garrote capaz de aniquilar el planeta.

Es manifiesto atavismo el modelo actual de “poder global” basado en la fuerza (bruta, con independencia de la sofisticada tecnología utilizada). Ese “nuevo orden” de tribus superiores (occidente frente a oriente, y norte versus sur), de razas dominantes y dominadas. Recuperemos otros instintos atávicos más justos y solidarios como el libre comercio (sin ventajas) derivado del trueque que a todos beneficia, o el legado ancestral del neolítico de ayudarnos y educarnos mutuamente todos a lo largo de la vida.
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