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La política cotidiana

La secuencia consecutiva e inexorable de elecciones europeas, generales, autonómicas y municipales (y forales), sin contar las elecciones internas entre corrientes del mismo partido, no favorece el remanso cíclico de la presión mediática (más que la popular) ejercida sobre la clase política.

Los partidos políticos son organismos vivos cuya primera función es auto-perpetuarse, lo cual pasa por ganar o mejorar en todas las convocatorias electorales. Esto es perfectamente comprensible y humano, pero no hasta el punto de perder de vista sus otras misiones, como está sucediendo en la actualidad en nuestro panorama sociopolítico.

La democracia partidista es la fórmula menos imperfecta que la humanidad ha descubierto para administrar la cosa pública. A los partidos podemos y debemos exigirles que se apresten a solucionar problemas, consultado periódicamente a la ciudadanía, procurando la máxima participación social y dejando para el último trimestre de cada cuatrienio sus campañas preelectorales.

No es de recibo que el mismo día que se dilucida un reparto partidista, tras unas elecciones internas o externas, comience sin solución de continuidad la siguiente campaña electoral. Los votantes valoraríamos mejor a los dirigentes que declarasen que han escuchado a las urnas y que se van a dedicar en cuerpo y alma a cumplir sus promesas electorales, aunque las medidas aplicadas no sean plenamente populistas. Porque la mejor forma de mejorar las expectativas electorales es, simple y llanamente, materializar el programa apoyado mayoritariamente.

En el Estado español, el primer partido… de la oposición ha elevado a la categoría de paradigma la mala práctica de no resignarse a perder las elecciones (por mucho tiempo, esperamos la mayoría). La persecución absurda y disparatada del gobierno, por medios inaceptables como la intromisión judicial (intrumentalización del tribunal constitucional contra el Estatut), ni es coherente con la legítima y necesaria labor de oposición (que ganaría credibilidad con la mesura), ni resulta inteligible para la ciudadanía que no comulgue con ruedas de molino propias de la derecha más extrema (mito del 11-M, la negación del diálogo,…). Sería muy conveniente que el PP recobrase aquel remoto espíritu centrista que proclamó en otro tiempo, aunque sigue pendiente de conseguirse.

Una sociedad moderna debe repudiar estos comportamientos que nacen de la rabieta, de la prepotencia y del nulo espíritu propio de una democracia sana del siglo XXI. La separación estricta de los poderes (legislativo, ejecutivo, judicial e incluso mediático) debe asegurarse para evitar la sospecha generalizada de una realidad fáctica, basada en tenebrosos intereses económicos, que proviene desde las cavernas más regresivas y recalcitrantes de la nunca enterrada ‘leyenda negra’. Intereses que ocultan, con fuegos artificiales extraños, la brecha en el reparto del bienestar y el empobrecimiento de las clases bajas y medias con inauditos incrementos del IPC en los alimentos básicos (seis veces más que la inflación media) o hipotecas por medio siglo.

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Instantes en instantáneas

Grapadoras e hijos

La convivencia de padres e hijos es un inevitable encuentro intergeneracional, donde los hábitos de jóvenes no siempre son coincidentes con los de sus predecesores; sólo en la madurez los hijos se parecen a los padres.

Las grapadoras, independientemente de su marca y modelo, se componen de tres elementos: el cuerpo central, las grapas y la pieza que sujeta las grapas, para ponerlas en su posición. Nuestros hijos, ya desde su más temprana edad, descubrieron que era superflua esta última pieza. Sin patentar el sistema, adoptaron una variante llamada “grapar mediante gravedad” que permite grapar siempre y cuando se sitúe la grapadora de tal modo que las grapas no se caigan al suelo.

Esta habilidad les está reservada a ellos y nosotros, sus progenitores, no acabamos de dominar esta sofisticada técnica, de modo que inevitablemente las grapas se nos desparraman por doquier y tampoco logramos encontrar la pieza descartada que ellos tiraron a la basura en la primera ocasión de uso.

Dado que es imposible cambiar, ya lo intentamos sin éxito, a los hijos y que los fabricantes de grapadoras no comercializan algún prototipo que encadene la pieza de sujeción con el cuerpo de la grapadora, sirva esta carta para localizar a alguna familia, cuyos hijos hayan aprendido a grapar con la pieza en cuestión descartando el cuerpo central. Si tal familia existe, rogamos a los padres que se pongan en contacto con nosotros para intercambiar fragmentos complementarios de grapadoras, a fin de conseguir completar alguna de las numerosas grapadoras truncadas que componen nuestro pequeño museo de “grapadoras por gravedad”.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/grapadoras.DOC