Para nosotros siempre ha sido un deseo los lugares amplios, ordenados, limpios,... entendiendo que el lujo es el puro espacio vacío. Ahora en inglés dan nombre a esa tendencia: Declutter, despejar. Y se trata de despejar no sólo los lugares que habitas, sino tu propia vida: Despejar tu mente, tu armarios, tu casa, tu entorno, tus relaciones,...
Se trata de seleccionar lo esencial y apartar lo accesorio, lo que distrae, confunde o molesta. Recurrir a una decoración minimalista, retirar el viejo mueble que nadie usa o que sólo sirve para sostener otros "botijos" igualmente prescindibles.
Despejar no sólo los objetos, sino todos esos entes materiales o inmateriales que ocupan tu tiempo sin aportar valor añadido. Como siempre, la clave es CAMBIAR UNO MISMO, centrarse en lo fundamental, seguir un proyecto cada vez y olvidar lo intrascendente.
La elección del decluttering se concentra en cuatro opciones:
- Mantener bien elegido lo que es sustancial e imprescindible en nuestra existencia. Criterio para conservar: que funcione, que se use y que no haya otro mejor.
- Donar aquello que puede ser valioso para otras personas.
- Vender lo que puede mantener interés remanente. Aquí el truco es pensárselo dos veces antes de comprar más trastos.
- Tirar a la basura lo que falsamente creíamos que aún tenía algún significado, si esto no es así.
Dicen que el truco es no ser muy radical al inicio, comenzar por las superficies más visibles y planas como las mesas de trabajo,...
Hay quien sugiere un mes, 31 días, para ir despejando, desde zapatos sobrantes el primer día hasta TODO LO QUE AÚN NO POSEES. En nuestro caso nos concedemos todo el año para tamaña tarea.
Por último, la mejor fórmula de conservar el alma de muchos recuerdos pero no su soporte es DIGITALIZAR. Dibujos infantiles, viejos mapas, fotografías desteñidas,... Por el momento hacemos una fotografía de nuestra mesa de trabajo en casa,... y nos
comprometemos a reducir a la cuarta parte los objetos que aparecen en esta imagen del 1-1-2017.