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El histórico Hotel Entremares al inicio de La Manga

El Hotel Entremares, inaugurado el 8 de julio de 1966 (aunque a veces dicen el 6-6-66), marcó un hito en la historia de La Manga del Mar Menor. Este complejo hotelero de máxima categoría se erigió en la entrada de La Manga, kilómetro1, a escasos metros de las primeras edificaciones ya construidas.

Veamos algunos detalles interesantes sobre su creación y relevancia: El Entremares ocupaba una superficie de 17.000 metros cuadrados y estaba estratégicamente situado a orillas del mar. Su construcción representó una apuesta económica significativa del Régimen, y la prensa de la época destacó su importancia internacional. El hotel contaba con 112 habitaciones, un embarcadero y un campo de deportes. Su costo total ascendió a 75 millones de pesetas. Durante la inauguración, el subsecretario de Turismo, Antonio García Rodríguez-Acosta, afirmó que el Estado español había recaudado unos mil millones de dólares en 1965 para equilibrar la balanza de pagos. 

Esto convirtió el proyecto de Tomás Maestre Aznar (el promotor de La Manga) en una verdadera “razón de Estado” para el régimen. Aquel Entremares (reportaje) y otros hoteles históricos en La Manga contribuyeron al desarrollo económico y arquitectónico de la zona, dejando una huella perdurable en su entorno. 
Histórico Hotel Entremares al inicio de La Manga
Lo mejor es su ubicación en primera línea de playa.

Su impacto significativo en el turismo de La Manga del Mar Menor:
  • Atracción de Turistas: El Entremares, al ser un hotel de máxima categoría, atrajo a turistas nacionales e internacionales. Su ubicación estratégica a orillas del mar y su infraestructura de calidad lo convirtieron en un destino atractivo para los viajeros. 
  • Desarrollo Económico: La construcción y operación del Entremares generaron empleos y estimularon la economía local. Además, su presencia impulsó el crecimiento de otros negocios relacionados con el turismo en la zona. 
  • Promoción de La Manga: El Entremares se convirtió en un ícono arquitectónico y turístico. Su inauguración en 1966 fue ampliamente cubierta por la prensa, lo que contribuyó a la promoción de La Manga como un destino de vacaciones. 
  • Referente para otros Hoteles: La existencia del Entremares inspiró a otros hoteles y complejos turísticos a establecerse en la región. Su éxito demostró que La Manga tenía potencial para atraer a visitantes exigentes. En resumen, el Hotel Entremares dejó una huella perdurable en la historia de La Manga, influyendo positivamente en su desarrollo turístico y económico. 🌴🏨
    Vistas desde el histórico Hotel Entremares al inicio de La Manga
El Hotel Entremares no solo dejó una huella arquitectónica y económica en La Manga del Mar Menor, sino que también tuvo un impacto social significativo:
  • Prestigio y Elegancia: El Entremares se convirtió en un símbolo de prestigio y elegancia. Su construcción y diseño moderno atrajeron a una clientela selecta, incluyendo a personalidades destacadas de la época. La presencia del hotel en La Manga elevó el estatus de la región como un destino de lujo. 
  • Encuentro de Culturas: El Entremares fue un punto de encuentro para personas de diferentes nacionalidades y culturas. Turistas, empresarios y artistas se congregaban en sus instalaciones, creando un ambiente cosmopolita y enriquecedor. 
  • Eventos Sociales y Culturales: El hotel albergó numerosos eventos sociales, como recepciones, bailes y cenas de gala. Además, se realizaron exposiciones de arte y conciertos en sus espacios. Estas actividades contribuyeron a la vida cultural y social de La Manga. 
  • Empleo y Formación: La apertura del Entremares generó empleos directos e indirectos para la comunidad local. Muchos residentes encontraron trabajo en el hotel, lo que mejoró su calidad de vida. Además, se ofrecieron oportunidades de formación y capacitación en hospitalidad y turismo. 
  • Legado Duradero: Aunque el Entremares ya no existe en su forma original, su legado perdura en la memoria colectiva de La Manga. Las historias compartidas por quienes vivieron o trabajaron en el hotel continúan inspirando a las generaciones actuales. En resumen, el Hotel Entremares no solo fue un edificio imponente, sino también un espacio donde se entrelazaron vidas, culturas y experiencias, dejando una marca imborrable en la historia social de La Manga.
Histórico Hotel Entremares al inicio de La Manga

Álbum de imágenes actuales del Hotel Entremares.

Naufragio del transatlántico Sirio en Cabo de Palos

El naufragio del vapor transatlántico SS Sirio, denominado el Titanic del Mediterráneo, ocurrió el 4 de agosto de 1906 en las costas murcianas. El barco italiano Sirio, que se dirigía desde Génova a Argentina, embarrancó en unos bajos entre el Cabo de Palos y las Islas Hormigas. Muchos pasajeros dormitaban en cubierta. Otros se hacinaban en la bodega. Los primeros habían comprado su pasaje. Y se habían embarcado en Italia o en Barcelona, donde el buque había hecho escala. Los segundos habían subido en Alcira, una parada no prevista en la ruta oficial, con la connivencia del capitán y la tripulación, previo pago de un soborno.

Sin embargo, antes de llegar a su destino, el Sirio hacía escalas en otros puertos fuera de la ruta oficial para recoger emigrantes ilegales que deseaban viajar a América, incluso si debían alojarse en las bodegas del barco. Algo que posteriormente se descubrió,​ como era habitual en la época. Después de tocar en Génova y Barcelona, donde recaló oficialmente, el Sirio fondeó frente a Alcira y tenía previsto embarcar más emigrantes en Águilas, Almería y Málaga.

El capitán Giussepe Piccone, con 46 años de experiencia en navegación, estaba al mando del Sirio en lo que sería su último viaje. El barco navegaba de manera inusualmente cercana a la costa cuando, alrededor de las 16:00 horas, encalló. En cuestión de minutos, el Sirio quedó sumergido a popa, con la proa asomando desde el agua y escorado a estribor. 
A bordo del buque iban dos obispos, algunas monjas y varios frailes carmelitas. Cuando se desencadenó la catástrofe, uno de los obispos comenzó a bendecir a los pasajeros que encontraba a su paso, mientras los demás religiosos, hincados de rodillas en el suelo del barco, suplicaban a Dios piedad y socorro.

El capitán del barco y los miembros de la tripulación fueron de los primeros en embarcarse en un bote salvavidas, abandonando cobardemente a los pasajeros a su suerte.​ Nadie organizó la evacuación del Sirio, y se desató el pánico y una lucha feroz por la supervivencia entre los pasajeros. Hasta que el barco se partió en dos y se hundió por completo, pasaron días, durante los cuales el Sirio fue saqueado: equipajes, vajillas, útiles de navegación… Desapareció hasta la caja fuerte, donde se guardaban joyas, dinero, títulos de Bolsa… Fue hallada dos meses más tarde, a 46 metros de profundidad. Estaba vacía. 

La avaricia de una compañía naviera tuvo mucho que ver con lo sucedido. Este trágico evento dejó una marca indeleble en la historia marítima y sigue siendo recordado como uno de los mayores naufragios de un buque civil en aguas españolas.

El rescate involucró a personas sencillas, como el patrón Vicente Buiges Ferrando de un pequeño barco laúd -una embarcación de vela latina- llamado Joven Miguel y otros pescadores. Sin embargo, nunca se ha conocido con certeza la lista completa de pasajeros, los fallecidos, los desaparecidos y los rescatados. Se cree que las estimaciones de alrededor de 580 tripulantes salvados y unos 240 fallecidos se quedan cortas, al no tener en cuenta a los emigrantes ilegales que transportaba el barco.

Hoy en día, la zona donde ocurrió el naufragio es un lugar privilegiado para el submarinismo, un paraíso para los amantes de los pecios. Cuando finalmente el Sirio se hundió el 13 de agosto, aún emergieron numerosos cadáveres. Hasta donde se sabe, no existe un monumento específico dedicado al naufragio del Sirio en las costas murcianas. Sin embargo, la memoria de las víctimas y este trágico evento sigue viva en la historia marítima y en la conciencia colectiva. Aunque no haya un monumento físico, la tragedia del Sirio se mantiene como un recordatorio de la fragilidad de la vida en el mar y la importancia de la seguridad en la navegación. 

Los amantes del submarinismo que exploran la zona donde ocurrió el naufragio pueden considerarla como un homenaje silencioso a las personas que perdieron la vida en ese fatídico día. El mar y sus profundidades albergan historias y recuerdos que no siempre están grabados en piedra, pero que permanecen en la memoria de quienes los conocen.
Naufragio del Sirio. Visita el Faro de Cabo de Palos (Murcia)

El cincel y el martillo, o el éxito según Mario Conde

Entrevista entre Mario Conde y Jaime Cabezas de 2024. 

Un personaje muy singular, que no es lo mismo que ejemplar pero sí digno de estudio, que conversa sobre epigenética, second sight, la referencia a Jesús de Polanco y la democracia, la finezza italiana, el infraconsciente,... con una experiencia vital única con traiciones por un plato de lentejas, grandes metáforas, como el cincel y el martillo,...

Mario Conde, líder social, empresario, emprendedor y abogado del estado, con el título más alto de su promoción y con la mejor nota de la historia. Además, fue presidente de Banesto y escritor, entre otras cosas. Durante la entrevista, abordan temas de actualidad como la amnistía, el caso Koldo y la guerra de Ucrania y Rusia, así como los temas más profundos y personales de su vida. Además, en exclusiva, hemos explorado aspectos que nunca antes había compartido públicamente. 

Sus opiniones nunca dejan indiferente. ¿Te preguntas qué hace a Mario Conde tan especial? No solo es su brillantez intelectual, sino también su perspectiva única sobre la vida y la sociedad. Desde sus comienzos hasta sus mayores logros y desafíos, sus reflexiones sinceras y directas nos invitan a la reflexión y nos brindan valiosas lecciones de vida.  

Mario Conde, cuyo nombre completo es Mario Antonio Conde Conde, nació el 14 de septiembre de 1948 en Tui, Pontevedra. Fue un financiero, empresario y político español. A lo largo de su vida, Conde estuvo involucrado en una serie de eventos notables: Educación y Carrera Inicial: Estudió en el colegio de los Maristas en Alicante y posteriormente cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto. 

Comenzó su carrera como jefe de estudios en la Dirección General de lo Contencioso del Estado. Trabajó en los laboratorios farmacéuticos de Juan Abelló, primero como secretario general y luego como director general en Antibióticos S.A. Banesto: En octubre de 1987, se convirtió en uno de los mayores accionistas individuales del Banesto. La OPA presentada por el Banco Bilbao lo catapultó a la presidencia del banco. Sin embargo, en 1993, el Banco de España reemplazó a los gestores del banco debido a un quebranto patrimonial de 605.000 millones de pesetas. 

Conde fue condenado por apropiación indebida y otros delitos relacionados con el Caso Banesto. Prisión y Sentencias: En diciembre de 1994, el juez Manuel García Castellón ordenó su ingreso en prisión, pero fue puesto en libertad un mes después. En marzo de 1997, fue condenado a seis años de cárcel por apropiación indebida de 600 millones de pesetas. Posteriormente, en 2000, la Audiencia Nacional aumentó su condena a diez años de prisión

Carrera Política: En 2000, fue candidato por la coalición Unión Centrista - Centro Democrático y Social (UC-CDS). En 2012, encabezó el partido Sociedad Civil y Democracia (SCD), con la intención de cambiar el sistema democrático desde dentro. Sus memorias y libros, como “Los días de gloria” y “Memorias de un preso”, ofrecen una visión más profunda de su vida y carrera.

Otras entrevistas interesantes para escuchar la evolución, como en TVE2 (1992), Canal Sur (1997)Ratones Colorados (2009)OndaMezquitaTv (2021), La Primera (2023), hace 13 días sobre el Bitcoin en Lunaticon,...

La gran ola de Kanagawa, una omnipresente imagen

La gran ola de Kanagawa” es una obra maestra del arte japonés que ha cautivado a personas de todo el mundo. Fue creada por el pintor especialista en las estampas ukiyo-e, Katsushika Hokusai (autorretrato en la imagen lateral), y se publicó entre 1830 y 1833 durante el período Edo de la historia de Japón. Es parte de la famosa serie “Fugaku sanjūrokkei” (36 vistas del Monte Fuji).

Aspectos interesantes sobre esta icónica estampa: 
  • La obra muestra una enorme ola que se alza sobre unos barcos, con el majestuoso monte Fuji al fondo. La composición equilibrada y la intensidad de la ola capturan la fuerza y la belleza de la naturaleza. 
  • Contexto Histórico y posibles significados: 
    • Algunos sugieren que la ola podría ser una metáfora de la invasión extranjera en tierras japonesas. En ese momento, Japón reflexionaba sobre si abrirse al exterior o permanecer aislado. Fuerza de la Naturaleza: 
    • Otra interpretación es que la ola representa la virulencia de la naturaleza, capaz de acabar con vidas humanas e incluso elevarse por encima del mismísimo monte Fuji, un símbolo nacional en Japón de eternidad. 
  • Legado Duradero: La obra ha influido en artistas y coleccionistas en todo el mundo. Se ha convertido en un ícono cultural y sigue siendo recreada en diversas formas, desde murales hasta tatuajes. 
Algunas curiosidades de la icónica imagen de Japón.  Fue creada hace casi 200 años y sigue siendo recreada en todas partes. En murales y tatuajes, en estampillas y ropa, en caricaturas y hasta en emojis. En apenas unos escasos 25,7 por 37,8 centímetros, Hokusai logró plasmar una escena épica, un drama oceánico con una composición simple pero tremendamente poderosa.

1. El tema no era 'La gran ola'. En realidad una vista del monte Fuji. En aquellos días, el monte Fuji era visto como una deidad protegida, espectacularmente visible desde Edo, el Tokio moderno. Provocaba cierto temor, por la posibilidad de una erupción del volcán, pero también adoración, pues la nieve de su cima era su fuente de agua, y algunos pensaban que guardaba el secreto de la inmortalidad. De hecho, aunque toda la serie gustó cuando se lanzó, 'Fuji Rojo' fue mucho más popular que 'La gran ola' en el Japón de 1800, debido a la reverencia espiritual hacia la sagrada montaña. 

2. Hokusai la pintó cuando tenía 70 años. Según él mismo dijo, todavía estaba aprendiendo; es más, estaba convencido de que su mejor trabajo estaba por venir. En unas memorias conmovedoras que escribió a los 76 años, abrió su corazón. "Desde los 6 (años), tenía una inclinación por copiar la forma de las cosas. A partir de los 50, se publicaron mis imágenes...", refiriéndose a diez volúmenes de dibujos, cada uno con 60 páginas cubiertas con imágenes de todos los temas imaginables: figuras y animales reales e imaginarios, plantas, paisajes marinos, dragones, poetas y deidades... en fin. Se llamaban "manga", una especie de prototipo de manga moderno, aunque el significado era ligeramente diferente en esa época. Después de una pausa, le encargaron diez volúmenes más de su manga, y pidió que se hicieran con papel más barato para que sus ideas pudieran difundirse más ampliamente. Murió en 1849, a los 89 años, sin sospechar cuán grande era el destino que le esperaba a su gran ola. Al lado, autorretrato de Hokusai a la edad de 83, en el año 1842.

3. Es más que japonesa 'La gran ola' de Hokusai sólo llegó a costas ajenas 18 años después de su muerte, y más de 35 después de que él la creara, pues Japón estuvo aislado durante dos siglos. Desde 1640, el país se había cerrado en gran medida al mundo y solo se permitía una interacción limitada con China y Holanda. Aunque los foráneos no podían entrar en Japón, las cosas extranjeras sin duda podían hacerlo, algo que se ve claramente en 'La Gran Ola'. Está impresa en papel de morera japonés tradicional en sutiles tonos de amarillo, gris y rosa. Pero el color que domina es un azul intenso y profundo... un azul que no era japonés. azul de Prusia.


4. Inspiró a grandes artistas. En la década de 1850, cuando la Revolución Industrial avanzaba, las grandes potencias manufactureras buscaban agresivamente nuevas fuentes de materias primas y nuevos mercados para sus productos. Les parecía incomprensible, de hecho intolerable, la cerrada actitud de Japón. Al final, los estadounidenses concluyeron que el libre comercio tendría que imponerse por la fuerza. Y lo lograron. Cuando se abrieron las fronteras, hubo una avalancha de cultura visual japonesa en Occidente, y su influencia en las artes occidentales fue tal que hasta tiene nombre: japonismo. La presentación en sociedad -occidental- de 'La gran ola' se produjo en la Exposición Universal de 1867 en París, y su impacto fue revolucionario. El contraste de la sencillez con la que expresaba tal dramatismo y los grandes óleos europeos era abismal.

5. Era baratísima. Sabemos que en 1842 el precio de cada impresión de 'La gran ola' se fijó oficialmente en 16 mon, el equivalente a una ración doble de fideos. Hoy cuestan varios millones de raciones dobles de fideos. 
En marzo de 2021, un grabado de 'La gran ola' realizado alrededor de 1831 se vendió por 1,6 millones de dólares en una subasta de arte japonés y coreano de Christie's Asia en Nueva York. Era un arte barato, pero cuando se imprimía en grandes cantidades con estándares técnicos exquisitos, podía ser muy rentable: a la gente le fascinaba para adornar sus viviendas. Roy Fox Lichtenstein tomaron ideas de artistas como Hokusai y reinterpretaron su visión: 'La gran ola' tuvo un significado especial para ellos, como en "Chica ahogándose". 

6. No es un tsunami. Mucha gente asume que 'La gran ola' representa un tsunami. "Podemos estar seguros de que no es un tsunami", le dijo a la BBC el experto en hidrodinámica Chris Swan, del Imperial College de Londres. "Los tsunamis son olas generadas por eventos sísmicos, a menudo en aguas profundas. Cuando eso pasa, la ola tiene una cresta muy larga, que no es el caso en la imagen". "Es una imagen de una ola gigante, vagabunda o monstruo, una ola piramidal. Son olas que se generan por la superposición: la suma de muchas olas existentes, crestas sobre crestas". Así, lo que Hokusai dibujó es un fenómeno natural, infundiendo a la imagen un dramatismo y una escala extraordinarios, y originando una de las mejores representaciones del poder del mar en la historia del arte.

7. Esta obra forma parte de "La historia del mundo en 100 objetos" de la BBC (pronto post con los otros referentes como la piedra Rosetta (post previo),,... En resumen, “La gran ola de Kanagawa” es una poderosa representación artística que trasciende el tiempo y la geografía, evocando tanto la majestuosidad de la naturaleza como las complejidades de la historia humana. Para concluir, una versión animada.

Paremos el genocidio de Gaza / Stop the genocide in Gaza

Vídeo de António Guterres, Secretario General de la ONU, ya en diciembre 2023

Nadie puede alegar ignorancia sobre la matanza, que estamos viendo en vivo y en directo, que se está produciendo en Gaza, desde hace meses, contra seres humanos inocentes y desprotegidos. A día de hoy, más de 13.000 niños han muerto en Gaza, y otros muchos miles están gravemente desnutridos, según UNICEF.

La agencia de la ONU afirma que los niños supervivientes "ni siquiera tienen fuerzas para llorar" mientras se cierne la hambruna sobre el enclave asediado y bombardeado durante meses. 

Poco importa el debate sobre si jurídicamente es "un genocidio", porque la ONU, la Organización Mundial de la Salud, la Cruz Roja Internacional y otros grupos internacionales han declarado en repetidas ocasiones que los palestinos de Gaza no tienen ningún lugar seguro al que ir. Paremos este "crimen contra la humanidad", esta hambruna producida deliberadamente, que nos retrotrae a tiempos que creíamos superados.

El conflicto puede ser enconado y complejo, pero cualquier forma de terrorismo es repudiable (como el ataque de Hamas del 7-10-23 o esta macro-violencia del gobierno de Netanyahu, así como todos los antecedentes que han llevado hasta aquí).
¿Qué podemos hacer? Al menos, denunciarlo donde se pueda y pedir a nuestros representantes sociales y políticos (a escala local, nacional, europea y mundial) que actúen para detener esta vergüenza que llevaremos encima para siempre quienes traten de excusarlo o ignorarlo. Nos sumamos a los esfuerzos de Guterres y la mucha buena gente que comparte esta solidaridad con todas las víctimas, sin importar su nacionalidad, religión, género o edad. 
Obra de Kulturatik esta performance en Donostia contra el genocidio en Gaza.

Viaje en el tiempo con las cuatro hermanas Brown (1975-2021)

Serie: The Brown Sisters (1975-2021). Nicholas Nixon (Detroit, 1947)

Nicholas Nixon, un fotógrafo independiente desde 1974, ha estado fotografiando a las hermanas Brown durante más de 45 años. Este proyecto comenzó en agosto de 1974 cuando Nixon hizo una serie de retratos de las hermanas Brown: Heather, Mimi, Bebe (su esposa) y Laurie

Al año siguiente, 1975, durante una reunión familiar, repitieron la sesión, estableciendo un mismo orden: A la izquierda Heather, de 23 años, luego Mimi, de 15, Bebe, de 25 y Laurie, de 21. Siempre las hermanas en el mismo orden, con los rostros impasibles. posando casualmente y mirando a la cámara.

Desde entonces, han continuado con esta tradición cada año, convirtiéndolo en uno de los proyectos fotográficos más largos. Nixon ha utilizado una cámara profesional Deardorff con placas de 8 x 10" desde el principio, lo que ha dado una excelente calidad a las imágenes, siempre en blanco y negro. 
1975, New Canaan, Conn. Heather, 23 años, Mimi, 15, Bebe, 25 y Laurie, 21.

Las hermanas Brown se muestran relajadas, en exteriores, con iluminación natural y con la ropa que cada una de ellas decide usar, sin afeites o arreglos personales que oculten las huellas que va dejando el paso del tiempo

El Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York montó una exposición y publicó el libro “Nicholas Nixon – The Brown Sisters. Forty Years” para celebrar este proyecto. Además, el MoMA publicó libros en 1999 y 2008 para conmemorar los 25 y 33 años de este proceso. Nixon ha anunciado que la serie fotográfica no tiene fecha de cierre y que "Terminará cuando yo muera". Este proyecto ha sido expuesto en diversos museos de Estados Unidos y Europa.
The Brown Sisters, 2019. Abajo un vídeo en orden inverso.

William James Sidis según James Thurber en The New Yorker

¿Dónde están ahora? ¡Día de los inocentes! por James Thurber. The New Yorker, sábado 14 de agosto de 1937, 22-26.

Una tarde nevada de enero de 1910, alrededor de cien profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias en Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a una audiencia y al principio se sintió avergonzado y un poco incómodo. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una vocecita que no se escuchaba bien y puntuaba su charla con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de cabello rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules se asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "parecido a un duendecillo". El orador vestía medias de terciopelo negro. Tenía once años.

A medida que el niño se familiarizó con el tema, su timidez se derritió y llegaron a los oídos de sus oyentes las palabras más notables que jamás habían escuchado de labios de un niño. William James Sidis había elegido como tema de su conferencia "Cuerpos de cuatro dimensiones". Incluso en este selecto grupo de caballeros eruditos, hubo quienes fueron incapaces de seguir todos los procesos del pensamiento del niño. Para los legos que estaban presentes, la cuarta dimensión, como se demostró esa noche, debía de haber encajado perfectamente en su definición coloquial: "un reino especulativo de relaciones incomprensiblemente involucradas". Cuando todo terminó, el distinguido profesor Daniel F. Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts se sintió impulsado a predecir a los periodistas, que habían escuchado con profundo desconcierto, que el joven Sidis crecería hasta convertirse en un gran matemático, un líder famoso en el mundo. de Ciencia.

William James Sidis, que a la edad de once años apareció en las portadas de los periódicos de todo el país, era un estudiante de Harvard en ese momento. Para explicar cómo llegó allí, debemos mirar a su padre, el fallecido Boris Sidis. Nacido en Kiev en 1868, el padre Sidis llegó a este país, aprendió inglés y fue a Harvard, donde se graduó en 1894. Su especialidad era la rama de la psicoterapia que se ocupa de aliviar las enfermedades nerviosas y los desajustes mediante sugestión mental. Escribió un libro titulado "La psicología de la sugestión" y estaba muy interesado en los experimentos para transmitir la sugestión mediante el estado hipnótico. Creía que en los primeros años el cerebro es mucho más susceptible a las impresiones que en la vejez. Cuando nació su hijo en 1898, nació, por así decirlo, en un laboratorio. Boris Sidis dirigía entonces un instituto psicoterapéutico en Brookline, Massachusetts. Era un admirador y amigo del fallecido William James, y le puso a su hijo el nombre de ese gran psicólogo.

Boris Sidis comenzó sus experimentos con su hijo cuando el pequeño William tenía dos años. Parece que indujo una especie de estado hipnoidal mediante el uso de bloques alfabéticos. Los rápidos resultados que obtuvo deleitaron su mente científica. El niño aprendió a deletrear y leer en unos meses. Al cabo de un año podía escribir tanto en inglés como en francés en la máquina de escribir. A los cinco años había compuesto un tratado de anatomía y había ideado un método para calcular la fecha en que había caído cualquier día de la semana durante los últimos diez mil años. Boris Sidis publicó varios artículos en revistas científicas describiendo los logros de su bebé. A los seis años, el niño fue enviado a una escuela pública de Brookline, donde sorprendió a sus maestros y alarmó a los demás niños al superar siete años de escolarización en seis meses. Cuando tenía ocho años, William propuso una nueva tabla de logaritmos, empleando 12 en lugar del habitual 10 como base. Boris Sidis publicó un libro sobre su increíble hijo, llamado "Filisteo y genio", y entró en Quién es quién en Estados Unidos .

El niño maravilloso tenía nueve años cuando su padre intentó matricularlo en Harvard. Podría haber aprobado los exámenes de ingreso con facilidad, pero las autoridades universitarias, sorprendidas y avergonzadas, no le permitieron realizarlos. Continuó realizando sus maravillas en casa y comenzó a estudiar latín y griego. No le interesaban los juguetes ni ninguno de los placeres normales de los niños pequeños. Los perros le aterrorizaban. "Si veo un perro", le dijo William a alguien en ese momento, "debo huir. Debo esconderme. Me gusta el gato. No puedo jugar, porque mi madre tendría que estar allí todo el tiempo, porque de la posibilidad de que pueda ver un perro." Su principal recreación parece haber sido viajar en tranvía con sus padres. El mayor Sidis le explicó los traslados y le interesó por los nombres de calles y lugares. Incluso antes de cumplir cinco años, William había aprendido a recitar todas las horas y estaciones de un complejo horario ferroviario. De vez en cuando recitaba horarios para los invitados mientras otros niños recitaban rimas de Mamá Ganso o cantaban pequeñas canciones. Quienes lo recuerdan en aquellos años dicen que tenía algo de la intensidad de un adulto neurótico.

En 1908, a la edad de diez años, a William James Sidis se le permitió matricularse en Tufts College, en Medford. Viajaba diariamente desde Brookline con su madre, quien estaba tan interesada en su fenomenal desarrollo mental como su padre. Siempre iban y venían de la universidad en tranvía. El joven asistió a Tufts durante un año y finalmente, en 1909, cuando tenía once años, Harvard le permitió matricularse allí como estudiante especial. Se matriculó como estudiante de primer año al año siguiente, y así se convirtió en miembro de la promoción de 1914. Cotton Mather, en 1674, se había convertido en estudiante de primer año de Harvard a la edad de doce años, y probablemente debido a este distinguido precedente, William Sidis se le permitió matricularse a esa misma edad. Era una fuente de asombro para sus compañeros de estudios y para el profesorado; algunos de los periódicos asignaron periodistas para cubrir "el caso Sidis".

Se pierde en el registro cómo se convenció a William para hablar ante los eruditos eruditos en enero de su primer año en Harvard, pero se sabe que mostró un gran interés en escuchar las conferencias de otros y se unió fácilmente a las discusiones grupales sobre metafísica. En su tiempo libre empezó a componer dos gramáticas, una latina y otra griega. Sin embargo, la presión de sus estudios y su repentina fama comenzaron a hacerle efecto, y no pasó mucho tiempo después de su notable discurso cuando sufrió un colapso general. 

Su padre dirigía un sanatorio en Portsmouth, New Hampshire, en ese momento, y William fue trasladado allí de urgencia. Cuando finalmente regresó a Harvard, estaba retraído y tímido; no se le pudo persuadir para que volviera a dar una conferencia; Comenzó a mostrar una marcada desconfianza hacia la gente, miedo a la responsabilidad y una inadaptación general a su vida anormal. No se relacionaba mucho con los estudiantes y huía de los periodistas, pero estos lo arrinconaron, por supuesto, el día de su graduación como Licenciado en Artes en 1914. Tenía dieciséis años. Entonces vestía pantalones largos y se enfrentaba a los periodistas que bajaban al Yard con menos sensación de vergüenza que cuando era un niño con bragas. Pero en él se habían desarrollado claras fobias. "Quiero vivir la vida perfecta", dijo William a los periodistas. "La única manera de vivir la vida perfecta es vivirla en reclusión. Siempre he odiado las multitudes". Por "multitudes" no fue difícil leer "gente". Entre los que se graduaron con William James Sidis ese día se encontraban Julius Spencer Morgan; Gilbert Seldes; y Vinton Freedley y Laurence Schwab, los productores de la comedia musical. Los periodistas no les prestaron atención.

A los dieciséis años, William James Sidis era un chico grande y, cuando ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard, ya no era la figura incongruente que había sido. Los periódicos tenían poco interés en sus idas y venidas. Asistió discretamente a la facultad de derecho durante tres años y aparentemente fue un estudiante brillante, pero su principal interés eran las matemáticas, y en 1918 aceptó un puesto de profesor en una universidad de Texas. Su fama le precedió, pero incluso si no lo hubiera sido, la extrema juventud de este profesor de matemáticas habría sido suficiente para convertirlo en una curiosidad. Se encontró en el centro de un interés que le molestaba y le consternaba. De repente renunció a su puesto y regresó amarga y silenciosamente a Boston, donde vivió en la oscuridad durante algunos meses.

Fue el 1 de mayo de 1919 cuando el nombre del joven Sidis volvió a ocupar las primeras planas de los periódicos. Con una veintena de jóvenes más, participó en una manifestación comunista en Roxbury y fue llevado ante el tribunal municipal como uno de los cabecillas del grupo y, de hecho, el mismo individuo que había portado la horrible bandera roja en su desfile. En el estrado de los testigos, Sidis demostró ser más franco y sincero que discreto. Anunció ante un tribunal estupefacto que para él no había más dios que la evolución; Cuando se le preguntó si creía en lo que representa la bandera estadounidense, dijo que sólo hasta cierto punto. En un momento dado, para instrucciones del magistrado, se lanzó a explicar la forma de gobierno soviética. Su inclinación marxista se había desarrollado durante un período de varios años. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, se declaró objetor de conciencia y en varias ocasiones expresó la opinión de que los problemas del mundo eran causados ​​por el capitalismo. Un policía que había ayudado a disolver el desfile de los radicales identificó a Sidis como el hombre que llevaba la bandera roja. El oficial dijo que le había preguntado a Sidis por qué no llevaba la bandera estadounidense, y que Sidis respondió: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!". Al regresar al estrado, el famoso prodigio negó vehementemente haber hablado alguna vez con el testigo y haber dicho alguna vez a nadie: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!" Repitió que se oponía a la guerra y que creía en una forma de gobierno socializada. Después de una pausa, anunció que, en realidad, había llevado una bandera estadounidense, tras lo cual, ante el asombro de la sala del tribunal, sacó una bandera estadounidense en miniatura de su bolsillo. Fue condenado a dieciocho meses de cárcel por incitación a disturbios y agresión. Apeló y, mientras estaba en libertad bajo fianza de 5.000 dólares, desapareció del estado en el que había sorprendido a profesores eruditos y a policías patrióticos. Marcó el comienzo de un nuevo y curioso modo de vida para el joven.

Durante los cinco años siguientes, William James Sidis parece haber logrado la "vida perfecta" de la que había hablado el día de su graduación: la vida de reclusión. Aparentemente vagaba de ciudad en ciudad, trabajando como empleado, o en alguna otra función menor, por un salario que sólo le permitía subsistir. En 1924 volvió a aparecer en las noticias cuando un periodista lo encontró trabajando en una oficina en Wall Street, por veintitrés dólares a la semana. Estaba consternado al ser descubierto. Dijo que todo lo que quería era ganar lo suficiente para vivir y trabajar en algo que requiriera un mínimo de esfuerzo mental. Los últimos periodistas que bajaron a su oficina para entrevistarlo no lograron verlo. Había dejado su trabajo y había vuelto a desaparecer.

Dos años más tarde, en 1926, Dorrance & Company, una editorial de Filadelfia que imprime libros "vanidosos", es decir, libros publicados a expensas de los autores, publicó un volumen llamado " Notas sobre la colección de transferencias". Fue escrito por un tal Frank Folupa. Frank Folupa, según descubrió un periodista despiadadamente ingenioso, no era otro que William James Sidis. Nuevamente lo atropellaron y lo entrevistaron. Anunció que durante mucho tiempo había sido un "peridromófilo", es decir, un coleccionista de transferencias de tranvía. Él mismo había acuñado la palabra. Su libro (ahora agotado) tenía trescientas páginas y era un tratado erudito y laborioso sobre el origen, la naturaleza y la clasificación de nada más y nada menos que los trozos de papel que los conductores de tranvía entregan a los pasajeros cuando solicitan transbordos. Muchos psicólogos y analistas deben haber estado interesados ​​al leer en los artículos que el genio del niño precoz que había asombrado al mundo académico dieciséis años antes había florecido de esta manera extraña. El libro es digno de examen. Sidis escribió un prefacio al volumen, que comenzaba así: "Este libro es una descripción de lo que es, hasta donde sabe el autor, un nuevo tipo de pasatiempo, pero que a primera vista parece tan razonable como , tan interesante y tan instructivo como cualquier otro tipo de colección de moda. Esta es la colección de transferencias de tranvías y formas afines. El propio autor ya ha recopilado más de 1600 formas de este tipo." El prefacio revela, en otro lugar, que el autor no carecía de cierto humor. "Podemos mencionar", decía, "el interés geográfico y topográfico, tanto en la exploración como en el análisis de las transferencias mismas. También están las interesantes luces que una colección de este tipo arroja sobre la política en la que necesariamente están involucradas las empresas de tránsito". ; aunque difícilmente recomendamos que este interés político se lleve lo suficientemente lejos como para inducir al coleccionista a tomar partido en tales disputas. Y nuevamente: "Uno puede encontrar mucha diversión con las transferencias: se dice que un estudiante de la Universidad de Harvard se encontró en una calle coche y, deseando un viaje extra, le pidió al revisor un transbordo. Cuando se le preguntó "¿A dónde?" "En cualquier lugar", dijo. El conductor le guiñó un ojo y dijo: "Está bien". Te transferiré a Waverly. Posteriormente se rieron del estudiante cuando contó la historia y se le informó que el asilo para débiles mentales estaba ubicado en Waverly ". Sidis también incluyó en su prefacio algunos versos que había escrito cuando tenía catorce años. Comienzan:

Desde los trenes subterráneos en Central, se toma un transbordo y se va a Allston o Brighton o a Somerville, ya sabes; En los automóviles desde Brighton, haga transbordo al metro de Cambridge este y tome un tren hasta Park Street o Kendall Square, al menos.

"Conocemos", concluye el autor, "a alguien a quien realmente le ayudó a tomar el camino correcto al recordar un fragmento de uno de estos versos". El libro analiza todo tipo de transferencias: tipos estándar, tipo Ham, tipo Pope, tipo Smith, tipo Moran, transferencias Franklin Rapid, transferencias Stedman. De este último (para darle una idea), el Sr. Sidis escribió: "Transferencias Stedman: esta clasificación se refiere a un tipo peculiar elaborado por cierta imprenta de transferencias en Rochester, Nueva York. Las peculiaridades de la transferencia Stedman típica son el límite de tiempo tabular. ocupando todo el extremo derecho de la transferencia (ver Diagrama en la Sección 47) y la combinación de fila y columna de ruta de recepción (u otras condiciones de recepción) con el medio día que ya hemos discutido en detalle".

Un año después de la publicación de su libro (al parecer sólo se vendió a unos pocos peridromófilos más), Sidis regresó a la ciudad de Nueva York y volvió a conseguir un trabajo como empleado en una empresa comercial. A su habilidad y experiencia en el trabajo de oficina en general, el genio matemático había añadido ahora, irónicamente, la capacidad de operar una máquina sumadora con gran velocidad y precisión, y le gustaba alardear de este logro. Vivía en 112 West 119th Street, donde se hizo amigo de Harry Freedman, el propietario, y su hermana, la señora Schlectien. Sidis ya no está con ellos y no te dirán adónde ha ido, pero te reenviarán cualquier correo que llegue por él. Aprecian al joven y aprecian su deseo de evitar la publicidad. "Tenía una especie de amargura crónica, como mucha gente que ves viviendo en habitaciones amuebladas", dijo recientemente Freedman a un investigador de la curiosa historia de William James Sidis. Sidis solía sentarse en un viejo sofá en la sala de estar de Freedman y hablar con él y su hermana. Sidis les dijo que odiaba Harvard y que cualquiera que enviara a su hijo a la universidad es un tonto: un niño puede aprender más en una biblioteca pública. Con frecuencia hablaba de su pasión por coleccionar transfers. "Él puede decirle cómo llegar a cualquier calle de cualquier ciudad de los Estados Unidos con un solo billete de tranvía", dijo el Sr. Freedman con asombro y admiración. Parece que Sidis mantiene correspondencia con peridromófilos en varias otras ciudades y de esta manera se mantiene al día con la situación del tranvía y los transbordos. Una vez, el joven bajó de su habitación un manuscrito en el que estaba trabajando y le pidió a la señora Schlectien si podía leerle "algunos capítulos". Dijo que resultó ser un libro del tipo "Buck Rogers", sobre aventuras en un mundo futuro de maravillosos inventos. Ella dijo que estaba genial.

William James Sidis vive hoy, a la edad de treinta y nueve años, en un dormitorio del destartalado extremo sur de Boston. Por una fotografía de él y de sus actividades, este disco está en deuda con una joven que recientemente logró entrevistarlo allí. Lo encontró en una pequeña habitación empapelada con el diseño de enormes flores rosadas, considerablemente descoloridas. Había una cama grande y desordenada y un enorme baúl medio abierto. En una pared colgaba un mapa de Estados Unidos. Sobre una mesa junto a la puerta había un paquete de transferencias de tranvía cuidadosamente unidas con un elástico. Sobre una cómoda había dos fotografías, una (sorprendentemente) de Sidis como el niño genio, la otra una chica de rostro dulce con gafas con montura de concha y un elaborado saludo de Marcel. También había un escritorio con una pequeña y antigua máquina de escribir, un Almanaque Mundial , un diccionario, algunos libros de referencia y un libro de la biblioteca que el visitante del joven recogió en un momento dado. "Oh, vaya", dijo Sidis, "esa es sólo una de esas historias de delincuentes". Dirigió su atención hacia la pequeña máquina de escribir. "Puedes cogerlo con un dedo", dijo, y así lo hizo.

William Sidis, de treinta y nueve años, es un hombre corpulento y corpulento, con una mandíbula prominente, un cuello grueso y un bigote rojizo. Su cabello claro cae sobre su frente como lo hizo la noche que dio una conferencia a los profesores en Cambridge. Sus ojos tienen una expresión que varía desde la ingeniosa hasta la cautelosa. Cuando es cauteloso, tiene una especie de dignidad incongruente que de repente se rompe en el alegre abandono de un niño de vacaciones. Parece tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas para expresarse, pero cuando lo hace, habla rápidamente, asiente bruscamente con la cabeza para enfatizar sus puntos, hace gestos con la mano izquierda y, de vez en cuando, emite una risa curiosa y jadeante. Parece disfrutar mucho e irónicamente de llevar una vida de irresponsabilidad errante después de una infancia de escrupulosa reglamentación. Su visitante encontró en él cierto encanto infantil.

Sidis trabaja ahora, como de costumbre, como empleado en una casa comercial. Dijo que nunca permanece mucho tiempo en una oficina porque sus empleadores y compañeros de trabajo pronto descubren que él es el famoso niño prodigio y que no puede tolerar un puesto después de eso. "La sola visión de una fórmula matemática me enferma físicamente", dijo. "Todo lo que quiero hacer es ejecutar una máquina sumadora, pero no me dejan en paz". Resultó que una vez le ofrecieron un trabajo en la Eastern Massachusetts Street Railway Company. Parece que los funcionarios creían con cariño que el joven mago de alguna manera sería capaz de resolver todos sus problemas técnicos. Cuando se presentó a trabajar, le presentaron un montón de planos, gráficos y documentos llenos de estadísticas. Uno de los funcionarios lo encontró una hora después llorando en medio de todo. Sidis le dijo al hombre que no podía soportar responsabilidades, ni pensamientos complejos, ni cálculos, excepto en una máquina de sumar. Tomó su sombrero y se fue.

Sidis tiene un nuevo interés que le absorbe actualmente más que los traslados en tranvía. Se trata del estudio de ciertos aspectos de la historia de los indios americanos. Da clases a media docena de estudiantes interesados ​​una vez cada dos semanas. Se reúnen en su dormitorio y se acomodan en la cama y en el suelo para escuchar el intenso pero vacilante discurso del otrora prodigio. A Sidis le preocupa principalmente la tribu Okamakammessett, a la que describe como una especie de federación proletaria. Ha escrito algunos folletos sobre la tradición y la historia de Okamakammessett y, si se le solicita adecuadamente, recitará poesía de Okamakammessett e incluso cantará canciones de Okamakammessett. Admitió que su estudio de los Okamakammessetts fue una consecuencia de su interés por el socialismo. Cuando la joven mencionó la manifestación del Primero de Mayo de 1919, miró el retrato de la niña en su cómoda y dijo: "Ella estaba en ella. Era una de las fuerzas rebeldes". Él asintió vigorosamente con la cabeza, como complacido con esa frase: "Yo era el abanderado", prosiguió. "¿Y sabes qué era la bandera? Sólo un trozo de seda roja". Él soltó su risa curiosa. "Seda roja", repitió. No hizo ninguna referencia a la imagen que tenía de sí mismo en los días de su gran fama, pero su entrevistador supo más tarde que en una ocasión, cuando un alumno suyo le preguntó a quemarropa sobre su precocidad infantil e insistió en una demostración de sus habilidades matemáticas. Sidis logró con dificultad expulsarlo de la habitación.

Sidis reveló a su entrevistador que tiene otro trabajo en marcha: un tratado sobre las inundaciones. Le mostró la primera frase: "California ha adquirido considerable fama gracias a su supuesto clima". Parece que estuvo en California hace unos diez años durante sus andanzas. Su visitante se animó, por fin, a mencionar la predicción, hecha por el profesor Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts allá por 1910, de que el niño que ese año daba una conferencia sobre la cuarta dimensión a una reunión de eruditos crecería hasta Sé un gran matemático, un líder famoso en el mundo de la ciencia. "Es extraño", dijo William James Sidis, con una sonrisa, "pero, ya sabes, nací el Día de los Inocentes".

―Jared L. Manley (James Thurber) 1

1 En Los años con Ross Thurber escribió: "Era uno de los '¿Dónde están ahora?' serie, para la cual hice la reescritura (Grossett & Dunlap, 1957, p. 210)". Pero Jared Manley era el seudónimo de Thurber. "Bernstein escribe: 'A principios de 1936, Thurber comenzó a escribir (en realidad a reescribir, ya que algunos de los mejores reporteros de The New Yorker, como Eugene Kinkead, estaban haciendo la investigación) una serie de perfiles breves y retrospectivos. Bernstein también revela que Jared L. Manley fue un nombre que Thurber improvisó cuando escribió su primer artículo sobre un viejo boxeador basado en las iniciales del boxeador John L. Sullivan y Manley basado en "el arte varonil de la autodefensa".'" — Privacidad, Información y Tecnología.

2 Norbert Weiner, que estaba en la reunión del club de matemáticas, escribió: "El joven Sidis, que entonces tenía once años, era obviamente un niño brillante e interesante. Su interés estaba principalmente en las matemáticas. Recuerdo bien el día en el Club de Matemáticas de Harvard en el que GC Evans, ahora jefe retirado del departamento de matemáticas de la Universidad de California y amigo de toda la vida de Sidis, patrocinó al niño en una charla sobre las figuras regulares de cuatro dimensiones. La charla habría dado crédito a un alumno de primera o segunda dimensión. estudiante de posgrado de cualquier edad, aunque todo el material que contenía era conocido en otros lugares y estaba disponible en la literatura. El tema me lo había hecho familiar EQ Adams, un compañero de mis días en Tufts. Estoy convencido de que Sidis no tenía acceso según las fuentes existentes, y que la charla representó el triunfo de los esfuerzos sin ayuda de un niño muy brillante ( Ex-Prodigy , Simon & Schuster, p. 131 - 132)".


4 Cfr. Siete mitos del fracaso por Dan Mahony: "Las investigaciones muestran que la mayoría de los niños prodigio llevan vidas productivas. Al igual que Sidis".

PDF  Mecanografiando por Bill Paton.

William James Sidis: La persona más inteligente de la historia


William James Sidis (Nueva York, 1 de abril de 1898 - Boston, 17 de julio de 1944) fue un niño prodigio estadounidense. Sus padres eran judíos de origen ucraniano. Desde niño demostró poseer sorprendentes habilidades intelectuales de memorización, especialmente en las matemáticas y en el dominio de múltiples lenguas. 

El joven William Sidis (un curioso apellido palindrómico) a los 18 meses de edad podía leer el New York Times. A los ocho años conocía ocho idiomas —además de su lengua madre, el inglés: el latín, el griego, el francés, el ruso, alemán, el hebreo, el turco y el armenio; a los siete años inventó uno, el vendergood. Aprobó el tercer curso de primaria en tres días. 

Escribió cuatro libros (dos de anatomía y dos de astronomía) entre los cuatro y los ocho años1. Antes de cumplir los ocho años, fue aceptado en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), y después de un intento fallido a los 10 años, a los once años entró en la Universidad de Harvard, formándose como un experto en matemáticas aplicadas.

Así lo describe James Thurber: "Una tarde nevada de enero de 1910, un centenar de profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias de Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a un público, y al principio se mostró avergonzado y un poco torpe. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una voz baja que no se oía bien, y puntuaba su discurso con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de pelo rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "pixie". El orador llevaba medias negras de terciopelo. Tenía once años",...

Su padre, Boris Sidis, médico psiquiatra y filósofo, publicó numerosos libros y artículos, y destacó principalmente en psicología anormal. Había emigrado en 1887 para huir de la persecución política en su país de origen. Era admirador y amigo del gran psicólogo William James, y bautizó a su hijo con su nombre. La familia de su madre, Sarah Mandelbaum (Licenciada en Medicina), había huido de los pogromos en 1889. 

Nunca se le realizó a William James Sidis una prueba rigurosa para evaluar su cociente intelectual en vida; sin embargo, diversas fuentes científicas, tanto modernas como contemporáneas que siguieron su vida, lo consideran la persona más inteligente de toda la historia, con un IQ aproximado de entre 250 y 300. 

Como adulto, William James Sidis llevó una vida bastante reservada y alejada del público. A pesar de su increíble inteligencia, no tuvo una vida familiar propia ni pareja. Su vida adulta estuvo marcada por la soledad y se dice que murió solo y amargado a los 46 años. Trabajó en varias ocupaciones, incluyendo matemático, antropólogo, historiador, lingüista, inventor, escritor y activista por la paz. 

Escribió el libro The Animate and the Inanimate" (leer eb PDF), publicado en 1925, en el que especuló sobre el origen de la vida en el contexto de la termodinámica. Sin embargo, evitó las matemáticas por completo más tarde en su vida, escribiendo sobre otros temas bajo varios seudónimos. 
James Thurber, un famoso humorista y caricaturista estadounidense, describió la vida de Sidis como solitaria, en un "dormitorio en el desaliñado South End de Boston". Aunque Sidis intentó mantener su vida privada alejada del escrutinio público, su soledad y amargura se hicieron evidentes a través de sus escritos y su estilo de vida.

La vida de William James Sidis alimentó la creencia de que los niños prodigios pueden fracasar durante la edad adulta y que la educación acelerada podría ser perjudicial. A pesar de su triste final, la historia de Sidis sigue siendo un testimonio de las extraordinarias capacidades humanas. 

En 1977, la psicóloga Kathleen Montour intentó convencer la comunidad científica y educativa de que la educación especial (posts) o “acelerada” no era desventajosa para el desarrollo del talento, como el caso de Sidis daba a creer. Llamó a esta creencia “la falacia de Sidis” (Sidis fallacy)

Post complementario: