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Maestro retirado

Una visión actual de un sabio docente octogenario.

Fue un agradable encuentro con mi antiguo profesor, que acumulaba más de tres lustros de jubilación. A pesar del paso y el peso de los años, seguía con la misma mirada inteligente que acompañaba a su permanente sonrisa. Era uno de mis héroes predilectos, un maestro capaz de imprimir huella indeleble en sus alumnos más conspicuos de muy diversas generaciones. Ahora me llamaba por mi nombre, superando el primigenio apellido, común a todos los hermanos. Este etéreo pormenor quizá traslucía que, ocasionalmente, algunos alumnos con los que mantenía el contacto ascendían un escalón y adquirían la consideración de discípulos.

Cuando, tras numerosas e irreparables reformas ministeriales, el aula parece haberse transfigurado en un exótico laboratorio híbrido entre un circo y un programa de “Gran Hermano”, mi recuerdo de aquel antiguo bachillerato pausado era reconfortante. Así se lo comenté, añadiendo que la educación se había convertido en una profesión de alto riesgo. Él me dio una última lección, siempre con su habitual perspicacia, que exigía el concurso del aprendiz mediante la reflexión y el descubrimiento.

- Mikel, seguimos en una sociedad que paga menos a sus mejores profesores de cualquier nivel y especialidad que a sus peores entrenadores de fútbol. Los docentes competentes son tan escasos como los médicos ilustres, pero mucho menos reconocidos. Pero continuamos siendo insustituibles, porque sólo los profesores creamos riqueza espiritual y material. Aquí mismo, ¿donde ves tú nuestro mayor y mejor patrimonio?

Estábamos en medio de Bilbao, sobre el Puente de Deusto entre el Museo Guggenheim, la Universidad de Deusto, el Palacio de Congresos y de la Música Euskalduna, el Museo de Bellas Artes y el Parque de Doña Casilda, donde se veían muchos niños en un primer lunes de vacaciones escolares por la Semana Santa.

Creí que adivinaría su intención indicando el campus, donde todavía acudían a clase los universitarios. Él me corrigió, parcialmente, apuntando con un gesto fugaz hacia el parque.

- Esos niños y niñas son nuestro futuro, nuestro tesoro aún más preciado que la juventud. Como ya señaló Montesquieu, nuestra infancia recibirá tres educaciones: la de sus padres, la de nuestros profesores y la del mundo. La tercera contradirá todo lo que las dos primeras enseñan; incluso los más desvalidos apenas podrán aprender de sus familias. Sólo la escuela y el profesorado son garantía universal para todos; muchos no llegarán a la universidad, ni a la formación profesional.

Nos despedimos, pero su análisis me dejó cavilando. Pensé que, sin advertirlo, hemos ideado un sistema educativo donde el docente competente no obtiene reconocimiento oficial, excepto la vocación cumplida, mientras que el profesor inepto raras veces es reprendido. Me consolé pensando en tantos buenos maestros y maestras que, sin contabilizar las horas extraordinarias, han conducido a millares de alumnos y alumnas adonde hoy están.

¡Cuántos profesores, como los grandes médicos, saben que el verdadero éxito se logra con los casos aparentemente perdidos! Es el alumnado menos dotado quien obliga al profesorado a enseñar mejor. Lamenté no haber podido apostillar a mi profesor con una cita de Gertrude Stein que él ya conocería. La genial escritora norteamericana escribió: “Podría pensar en ser una buena alumna,… si fuera posible encontrar un buen profesor”. Su interesante vida y su inigualable obra son la mejor prueba de que sí debió descubrirlo.

Querubines extraterrestres

Ellos ya están aquí; yo los he visto. Hace diecinueve años que descubrí el primer extraterrestre. Fui abducido hasta su presencia paranormal. Fue un estremecedor e inolvidable encuentro en la tercera fase. Yo tenía entonces treinta años y creía saberlo todo. Cuando la deidad, porque era ELLA, se apareció ante mí, se me nubló la vista, pero al aproximarme clarividentemente intuí que me hallaba ante un ser superior. La inteligencia de su especial mirada y la armonía de sus movimientos definían por antonomasia el concepto de belleza. Era majestuosa y sublime. El candor que desprendía toda su persona se manifestaba en minúsculas acciones, aparentemente inconexas, pero que proclamaban abiertamente su perfección. No era un espécimen de este planeta. Obviamente era una criatura celeste.

Pocos años después, se le agregó otro aliado galáctico, un ejemplar sideral. Precursora y sucesor telepáticamente mantenían la bonachona y tolerante supremacía sobre el género humano preexistente, si bien entre ambos había profundas desemejanzas que exigían una consideración individualizada. Después he comprobado que no están solos, que muchos otros compañeros suyos aparecen infiltrados por doquier, pese a que nadie quiere verlos como sujetos aventajados y menos aún admitir el inmenso poder que atesoran.

Usted, amigo lector, también los debe haber avistado. Aunque le hayan pasado desapercibidos en un primer momento, los podrá recordar si recapacita sobre los detalles que les delatan. Anatómicamente son antropomórficos, con un lejano aspecto humano cambiado de escala. Pequeña estatura, gran cabeza, pelo ralo o inexistente, coloración diversa y cambiante, emisión de sonidos psicofónicos, complejos sistemas de alimentación que se ajustan gradualmente, desplazamiento torpe en nuestro pesado campo gravitacional desconocido para ellos durante su viaje de venida en el ‘ovni’ que les transportó.

Su capacidad cognitiva es insondable con los parámetros de nuestra atrasada educación convencional. Su insurrecta creatividad es inagotable y su insensata afectividad a flor de piel despierta una irresistible ternura. Desconcierta su estado emocional biestable: pueden ser plenamente felices o pueden sumirse en una infelicidad desoladora cuyo dolor nos resulta insoportable. Aprenden rápidamente las costumbres de la colonización contactada, así como los usos y lenguajes humanos: uno, dos, tres o siete idiomas si sus interlocutores les adiestran.

Todas sus cualidades son positivas y en un grado desconocido para nosotros. Solamente una de estas propiedades, su adaptabilidad - la máxima facultad de cualquier forma de vida-, se vuelve contra ellos, y por ende contra nosotros mismos. En su deseo de aprendizaje de otras civilizaciones, se integran tanto en las sociedades donde hay desembarcado que pueden perder su propia identidad. De hecho, la mayoría se insertan con tal conveniencia que se desvanecen en el grupo humano al que se habían incorporado, y con el tiempo se olvidan de su peculiar destino. Si el entorno en el que son recibidos lo impone, se metamorfosean en simples y anodinos humanos adultos, indistinguibles de sus tutores.

ELLOS no constituyen peligro alguno para nuestra caduca civilización. Por el contrario ofrecen la más inmensa oportunidad, hasta ahora inédita, de pervivencia y futuro. Algunos gobiernos no saben cómo tratarlos y prefieren ocultarlos (con sus ‘Men in Black’), ignorarlos o desconocer su existencia para conservar un fútil control vetusto. Los poderes fácticos les envían embajadores inflados por la edad, que recusan su singularidad alienígena. A veces, intermediadores ineptos y autoritarios que desdeñan su supuesta impericia y explotan su pacífica ingenuidad, tratándoles como bobos enanos, simplemente porque ELLOS no dominan los arcaicos elementos de nuestra rudimentaria y vetusta cultura.

Algunas autoridades terráqueas desconfían y no toleran que una dedicación mayor a estos extraños entes ya localizados, un mayor esfuerzo para comunicarnos con ellos y para comprenderles mejor, podría mejorar nuestra viabilidad futura como terrícolas o al menos, y en el prosaico discurso actual puede ser más vendible, incrementar la mezquina competitividad entre subsociedades terrestres. Con los secretos que ellos pueden aportarnos podríamos cambiar radicalmente nuestras vidas. Increíblemente, en lugar de observarles y aprender de ellos, tras comprobar su candidez algunos se empeñan en manipularles, truncarles y asemejarles a nuestra medianía.

Pero otros, más esforzados, pretenden establecer las pautas de este enlace entre estos dos universos. Aspiran a compartir eficazmente la visión inédita que ELLOS aportan a nuestra heredada realidad pertinaz, pero transmutable. Y con ELLOS siempre se gana. Algunos de ELLOS siempre sobreviven a la mediocridad y fecundan la Tierra.

Como en ET o el matrimonio Clark que recibió a Superman, también nosotros hemos sido bendecidos por un regalo celestial. Mi esposa y yo nos enorgullecemos infinitamente de nuestros propios aliens, que han consentido en pertenecer a la familia, aceptando los nombres con los que les designamos inicialmente e, incluso, han adoptado nuestros apellidos.

Nota final: Si usted, por no ser ya uno de ELLOS, no los ha reconocido, sustituya el término ELLOS por los HIJOS o los NIÑOS.

Dedicado a la etapa educativa de 0-3 años.

Frase del día

Cada día, al menos, una cita destacada,...
"No hay espectáculo más hermoso que la mirada de un niño que lee".

Günter Grass, Premio Nobel de Literatura 1999.

Motores del aprendizaje

Nos conviene saber qué secretos impulsos nos mueven a aprender desde la edad más temprana hasta el final de nuestra vida.

La psicopedagogía moderna parece haber determinado las tres claves básicas del aprendizaje continuo a lo largo de la vida. Fomentándolos en nuestros hijos, alumnos o en nosotros mismos descubriremos la potencialidad de las inmensas capacidades que yacen en nuestro interior, dispuestas a ser despertadas y desplegadas mediante el poder del aprendizaje.

Primer motor: La curiosidad. Es el factor primario que conduce al conocimiento, el principio de la inteligencia activa y el más despierto instigador del género humano. Quizá sea hija de la ignorancia, pero es madre de la sabiduría. Es un impulso humano de amplitud infinita que oscila entre lo vulgar y lo sublime: Puede llevar a escuchar detrás de una puerta, o a descubrir América. El proverbio dice "la curiosidad mató al gato", pero la falta de curiosidad mata la mente.

Si en el nacimiento de un niño la madre pudiese pedirle a un hada madrina que lo dotase de alguna gracia, la más ventajosa sería la curiosidad. La curiosidad debe mantenerse viva siempre, porque la vejez sólo aparece con su pérdida. La curiosidad es viva en las almas felices, que la distinguen como la primera y la última pasión.

Segundo motor: El logro. Es el inmenso descubrimiento de la validez de un aprendizaje, como cuando uno comprende para qué sirve la lectura. La aplicación del conocimiento produce más sed de nuevos aprendizajes. Los pequeños éxitos son estímulos que conducen a éxitos mayores. El logro nos da confianza y constancia para superar los fracasos e interpretarlos como meros ensayos de futuros éxitos. Como el niño que pasa de gatear a andar e inmediatamente aspira a saltar y correr.

Gozar del valor de un aprendizaje otorga una experiencia de triunfo, que anima a proseguir con ulteriores aprendizajes. Así se decide que el aprendizaje no es meta, sino camino. De este modo un aprendizaje logrado espoleada la voluntad para el esfuerzo requerido por sucesivos y mayores conocimientos.

Tercer motor: El reconocimiento. Ya el bebé que consigue una meta, por pequeña que sea como poner en fila una serie de objetos, busca la mirada de sus padres o el aplauso de su profesora. Ello le alienta a nuevos objetivos. Grande siempre es el amor materno o la vocación docente, pero roza lo sublime cuando llega a la admiración por el hijo amado o el alumno apreciado.

Es muy difícil resistirse a la gran potencia de la admiración. La necesidad de autoafirmación y autoconfianza en nuestra capacidad de aprendizaje se revalida mediante el criterio de los demás, con la aceptación social de nuestros condiscípulos y con las altas expectativas en nosotros depositadas por nuestros padres y maestros. El reconocimiento contrastado impele hacia la madurez del aprendizaje, que busca triunfar en actividades trascendentes para el grupo social al que se pertenece. Versión .DOC para imprimir

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/aprendizaje.htm

La palabra más bella (II/III)

Segunda entrega donde se defienden algunas voces candidatas a un espléndido concurso sobre la palabra más sublime del castellano.

1. Hijos e Hijas (Sobreponiéndose a Historia e Humanidad)

Ella y ellos son lo mejor que nos puede pasar y el gran motivo de la existencia de cada padre o madre, además de la base para la supervivencia de la humanidad. No existe palabra más emotiva, porque sugiere amor, familia, hogar, maternidad, paternidad, parentesco,…

2. Ilusión (Ideal Identidad de la Infancia Ingenua e Inmarcesible)

Es una palabra que, en su acepción de esperanza o anhelo que no de ficción, mueve el mundo y es capaz de perfeccionar el verbo sobrevivir en vivir. Basta para arrancar una sonrisa a cualquiera. Es suficiente para hacernos creer en la magia y necesaria para mostrarnos la belleza de las cosas más sencillas. La ilusión es lo último que debe perderse, porque con ella se vive feliz y se puede llegar hasta el fin del universo. No importa su adjetivo: mínima, loca, última, antigua, perdida, patética, fundada u óptica; sólo que sea ilusión, el principio de la felicidad. Hasta su fonética, con vocales infrecuentes, es musical, sonora y potente.

3. Jardín (Jacarandoso como Juventud, Juego y Justicia)

Aunque tiene retintín, evoca una reproducción a pequeña escala del paraíso perdido, lleno de vida y colorido, donde se puede contemplar y admirar la belleza con sosiego. También combina muy bien con libros…

4. Lluvia (Llanto que Llama)

Suena a palabra fresca, frágil (por sus vocales débiles), limpia, suave, llena de nostalgia y, al tiempo, de tenaz personalidad. Fluye entre los labios con la naturalidad del agua de un manantial que orada la piedra. Quizá quiera esconder su verdadero propósito, como el llanto de la naturaleza que desahoga y purifica el alma. La belleza de su voz sugerente, que huele a tierra mojada que trae recuerdos, se asemeja a la melodía que produce cuando cae a nuestro alrededor.

5. Libertad (Librada por las Letras, la Lírica, la Lengua, la Lectura y el Libro)

Es una palabra demasiado grande y libre para quedar encerrada en un diccionario. Denota un derecho y una obligación, siendo la condición más preciada del ser humano y la utopía de máxima expresión del respeto hacia cada persona. Ha inspirado a muchos que la han defendido y han muerto por ello, y ha conducido el progreso de la humanidad como promesa que aún deseamos alcanzar en su plenitud. Su sonido, con todas las vocales abiertas del alfabeto, es un grito que estremece de esperanza, compromiso, desahogo y felicidad. Encierra la primera aspiración de la humanidad desde tiempo inmemorial. Evoca el camino solidario que cada uno debe buscar para desarrollarse como persona única y singular que elige su camino y su destino.

6. Madre (Miscelánea Mágica de Mar, Maravilla, Milagro, Mirada, Mariposa, Muchacha, Musa, Murmullo, Música y Materia)

La primera voz que se aprende de quien nos trae al mundo es la expresión sublime, cálida, dulce y hermosa, porque denota amor infinito, cariño incondicional, comprensión total, paciencia ilimitada, entrega máxima, educación esencial y protección perpetua. Nos identifica con el milagro de la vida, nos conmueve y nos pertenece porque todos tuvimos una, que nos acompaña durante toda la existencia. Mamá mía es todo, llamada inicial y final: La primera que pronunciamos a viva voz y, en silencio, la última.

7. Nosotros y nosotras (De la Noble y Nítida Naturaleza a la Nostálgica Novedad)

Un fabuloso pronombre (en primera personal pero del plural) que hace referencia a la unión, al amor, a la amistad, al compartir y relacionarse con todo y con todos. Implica la existencia de otros a quienes nos sumamos en una colectiva aspiración común. Enlaza, establece lazos y nexos para la buena convivencia. Sólo pierde belleza y se pervierte cuando es seguida por “los... (altos, blancos, europeos,…)” ; entonces se torna clasista y excluyente al establecer un “nosotros” frente a un “vosotros o ellos”.

8. Oasis (Ojalá Oigamos los Olvidados Ojos del Ocaso)

Entraña sosiego en la aventura, descanso en agobio, agua, naturaleza, refugio, encuentro, convivencia, armonía, paz,... Inspira un nirvana idealizado, un espacio abierto, nuevo y despejado, donde recuperar fuerzas para seguir el día a día. Supone un lugar de esperanza, donde cobijarnos en cada noche oscura, calmar la sed y reemprender el camino, sabiendo que el objetivo es el viaje y no el destino.
Versión .DOC para imprimir

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/palabra2.htm

La revolución de la ternura

La última revolución habrá de ser de ternura para comprender las diferencias y hallar el camino hacia una singularidad convivida en la abundancia de la multiplicidad.

Pablo Neruda citó, hablando del poeta Mayakovski, el invento de una alianza indestructible entre la revolución y la ternura. También Víctor Hugo sugirió que “la indignación y la ternura constituyen la misma facultad vuelta en los dos sentidos de la dolorosa esclavitud humana; y quienes son capaces de encolerizarse son también capaces de amar”. El mismo Ernesto "Ché" Guevara señaló que “a veces debemos endurecernos, pero jamás debemos olvidarnos de la ternura”. Antes se decía que una mujer sin ternura era una monstruosidad, todavía más que un hombre sin coraje; ahora, hemos de considerar que toda persona sin coraje y sin ternura es alguien truncado.

Lo cierto es que la ternura aunque soterrada, se halla por doquier. Jacques Brel, el trovador de la ternura, cantaba “Cuando sabemos dar la ternura y también sabemos recibirla, nos damos cuenta que se halla presente todas partes: en un perro, en un amigo o en una desconocida”. Hay una ternura infinita en todos los corazones humanos como en una noche llena de estrellas.

Aún los más centenarios y gigantes árboles, los que inspiran solidez, altura y firmeza, se rodean de una tierna corteza donde los amantes graban sus nombres y amores para la posteridad. La ternura nos hace vulnerables, nos convierte en humanos, y nos eleva a la categoría de ángeles mortales. Tenemos la misma edad que nuestra ternura. Nuestro desgaste de ternura no es más que amor sin utilizar, porque el amor crea ternura… que sobrevive al amor. La ternura es esa realidad que consigue superar al ensueño de la utopía.

Hay ternuras de todas clases. Todas, menos las ternuras postizas, son válidas. Un niño describió la ternura como una luz y un calor que permanece en nuestro corazón aunque afuera esté lloviendo. Por ello, la ternura infantil es la más entrañable, pero en la mirada de una mujer alcanza la ternura su expresión suprema. Aunque jamás en la vida encontraremos ternura mejor, más profunda, más desinteresada, ni más verdadera que la de una madre. Nunca agradecemos lo suficiente a las mujeres del mundo, por mantener algo de ternura y sensatez en nuestras infancias, en nuestros juegos y en nuestra existencia a lo largo de la historia.

La ternura es el reposo de la pasión, eso que convierte la existencia de la otra persona en nuestra segunda piel. Por ello, cuando se expresa la ternura, se expresa en plural. El escritor de la ternura, Jacques Salomé, cree que la ternura no es un estado permanente, sino un descubrimiento perpetuo que cada uno de nosotros podemos hacer, no a través de la fragilidad de las apariencias o la rutina de las costumbres, sino en una vivencia consciente y completa del presente. La ternura no nace de lo imposible, sino que engendra vitalmente lo posible.

Nada es pequeño para la ternura. Aquellos que esperan las grandes ocasiones para probar su ternura,… no saben amar. Si sólo por el sufrimiento se alcanza la grandeza, sólo por la ternura se descubre los grandes amores. Ternura es una palabra o un silencio convertido en ofrenda... para quien sabe escucharlo con confianza. Saber escuchar con tolerancia es otra de las mejores manifestaciones de la ternura. Una risa sin fronteras, un ligero roce y una caricia que hace temblar el suelo bajo nuestros pies,… son cumplidos reflejos de la ternura.

La ternura reencontrada es igual que unas gafas graduadas, destinadas a corregir nuestra prosaica visión de la vida. Cuando la muerte, la gran reconciliadora, llega a nosotros, nunca nos arrepentimos de nuestra ternura, sino de nuestra severidad. Nadie puede llamarse feliz hasta que haya aprendido a cultivar la alegría, la estima, la ternura y la buena voluntad hasta el punto de hallarse determinado a ser feliz todos los días, haciendo felices a los otros.

Todos buscamos ternura natural de forma desesperada. Jacques Brel lo cantó “Somos como barcos partiendo todos juntos en la pesca de la ternura”. Y recuerda: La ternura no pide nada, no espera nada, se basta a sí misma. Jamás hay que prestar la ternura; hay que obsequiarla, si no, duele demasiado.
 Versión final en: http://www.agirregabiria.net/mikel/2006/ternura.htm
Post reparado en 2021, sustituyendo el vídeo final.

Mirada a Obaba

Recomendando la película "Obaba", adaptación cinematográfica de Montxo Armendariz basada en “Obabakoak" de Bernardo Atxaga.

Obaba es una película inclasificable pero predecible, alegórica aunque de mensaje directo, emotiva si bien obliga a la reflexión, y rotundamente aconsejable por su lirismo sobrio, por su misteriosa fotografía (de Javier Aguirresarobe) y por lo mejor de todo: su guión que expresa fielmente la atmósfera mágica del libro original. Hasta la lentitud de la narración se atenúa por la crónica fluida, y convierte en virtud lo que en pantalla suele ser el defecto pésimo.

Han transcurrido más de tres lustros desde que en 1988 Atxaga publicó su premiada y traducida novela, y muchos nos preguntábamos cómo quedarían en el cine algunas de las 28 historias que conformaban la obra. El resultado de Armendariz despeja todas las dudas. Además, no hace falta en modo alguno haber leído el libro para disfrutar del film, que llevará el mundo literario de Obaba a más destinatarios de todo el mundo.

En un metraje de autor doble, el lujo del reparto con excelentes intérpretes (Mercedes Sampietro, Pilar López de Ayala, Juan Diego Botto, Bárbara Lennnie, Eduard Fernández,…) transforma la obra en una película coral de mesura controlada que explota sordamente. Los relatos son explícitos y metafóricos, destacando los de la maestra enamorada que espera una carta que nunca llega, el del niño que aprende cultura alemana mediante cartas de amor, y el del asesino soñador de una isla paradisíaca. Además se narran aprovechando las resonancias de cuatro lenguas: castellano, euskera, francés y alemán.

La película recoge mucho de la esencia vasca, propio del alma de cualquier ser humano: Su lenguaje simple explica lo más complejo, como la niña que cuenta cómo su abuelo cuando mide el crecimiento del maíz sabe que el mundo sigue su curso, o cómo cantando un villancico en euskera los corazones se entienden.

Algunas frases míticas son, y serán, los mejores referentes de Obaba, como “hasta hace muy poco, yo era una persona normal”, “aún faltan 87 curvas”, “¿a que no sabe cuántos pasos hay entre su casa y la escuela”, “ya sé que no es fácil vivir entre esta gente, pero tienes que ser fuerte”, “siempre es verano en la Isla de las Tortugas”, “la gente inteligente sabe adaptarse a cualquier situación”, “¿no quiere irse de aquí? No, ¿para qué? Cualquier sitio es inmejorable, si…”. Con ellas, se ratifica la creencia de que el paraíso, aún en la tierra, está abierto a todo espíritu bondadoso.

Dicen que no hay que temer a las sombras, porque sólo indican que en un lugar cercano resplandece una gran luz. La película Obaba habla del odio y del amor, de la soledad y de la compañía, de la escuela y del cine, de la vida arcaica y eterna, de los niños, jóvenes y ancianos,… ¡No te la pierdas!

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/obaba.htm

Te recuerdo joven

Un consejo para la juventud, quizá en desacuerdo con la tendencia actual, sobre la conveniencia de hallar pronto el amor.
 

Hace unos días, conversando con una familiar con padres nonagenarios, discrepábamos sobre cómo recordamos a nuestros mayores. Ella se lamentaba de la última etapa vital, ahora tan extendida y -en muchas ocasiones- con dependencia total durante muchos años. Concluía que uno de los peores efectos es que terminamos recordando a nuestros antecesores sólo en su última fase, olvidando cómo eran de jóvenes o en su madurez. 

Para alguien como yo, que perdió a su madre siendo un niño, el desacuerdo no podía ser mayor. Ciertamente que con nuestros abuelos o bisabuelos, a quienes sólo hemos conocido en su ancianidad, su memoria nos evoca únicamente sus últimos años. Pero de mis padres, recuerdo con precisión todo el recorrido que he podido compartir con ellos, desde que mis dos hermanos y yo éramos niños. De todas las reminiscencias paternas me quedo con una de las más tempranas, cuando nos cobijábamos bajo su amplia gabardina al caminar bajo la lluvia hacia la parada del trolebús número 4 en el Arenal bilbaíno. De las remembranzas maternas, prefiero aquélla de cuando, siendo muy pequeños, nos llevaba de la mano desde nuestra casa en Indautxu al Colegio de los Escolapios. 

Ahora, para nuestros hijos jóvenes saliendo de la adolescencia, el consejo de mi esposa Carmen y el mío propio es que encuentren a su amor definitivo lo antes posible, para convivir desde sus mejores edades con la persona que elijan. Anoche, cuando nos quedamos “de novios” por unas horas sin hijos, al despedirse el menor para ir a estudiar lejos y esperar a su hermana que venía de trabajar en el extranjero, nos sorprendió una exuberante tormenta nocturna a las tres de la madrugada. Carmen y yo salimos a recoger los enseres del patio, y nos quedamos a sentir el efecto del aguacero. La observé, mientras ella miraba por una ventana enrejada, y vi exactamente a la misma muchacha de 18 años que era cuando la conocí, a pesar de que median 32 años desde aquel verano. 

Ella me devolvió la mirada, con la misma complicidad y el mismo encanto. No sé cuánto más viviremos, no sé cómo seremos cuando uno de los dos muera; sólo sé que ella para mí siempre será la misma chica que encontré allá por 1973 en San Miguel de Basauri, la misma con la que me casé en agosto del 1977 cuando sólo éramos dos jóvenes de 22 (ella) y 24 años, y la misma que era cuando tuvimos a nuestros hijos. Te recuerdo joven, Carmen; siempre, porque no ha cambiado nuestro amor. 

Y a ti, lector o lectora, joven o no tan joven, te recuerdo que la felicidad está construida con dulces recuerdos y bellas esperanzas. Que nunca te falten ni unas, ni otros. Además, Unamuno advertía que “con maderas de recuerdos armamos las esperanzas”. Este verano (re)encuentra a tu amor o, al menos, colecciona recuerdos felices y construye grandes esperanzas, que son la base del equilibrio personal y la pértiga para superar las dificultades presentes y futuras.

Beso reimpreso

Más besos...
El beso es una forma romántica de diálogo, que se firma con los labios.

En 1950, Francoise Bornet y Jacques Carteaud se besaron ante el fotógrafo Robert Doisneau que se apostaba en la terraza de un 'bistrot' parisino. La imagen de un muchacho de pelo alborotado besando apasionadamente a una estilizada chica se convirtió en un símbolo internacional del amor cuando se difundieron millares de copias en forma de póster en la década de los años ochenta, siendo récord de ventas en 1992.

Le Baiser se consideró una estampa tomada espontáneamente hasta que otra pareja, formada por Jean y Dense Lavergne, aseguró al periódico L’Express que eran ellos los actores involuntarios, exigiendo una compensación. Doisneau fue obligado a revelar que la fotografía era un posado: había visto a una joven pareja besarse vehementemente, y éstos aceptaron repetir la escena ante la cámara. Tanto la señora Bornet como la señora Lavergne demandaron a Doisneau, asegurando ambas ser la mujer retratada y exigiendo recibir un porcentaje de las ganancias obtenidas con la instantánea en todo el mundo. Un tribunal francés desestimó ambos casos en 1993, alegando prosaicamente que “un beso no es más que un beso”, y que 40 años más tarde la foto “no ofrecía prueba alguna de identificación”. Esta semana un coleccionista suizo que prefiere el anonimato ha adquirido por 155.000 euros el original que poseía la modelo genuina, Francoise, que hoy es una bella mujer de 75 años.

Una vez más, una imagen vale por mil palabras. Nos refresca toda la poesía escrita sobre besos. Todo aquello de que no olvidemos que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos. Pero también que nunca besemos con los ojos abiertos, porque es la forma más ciega de besar. Lo cierto es que se recuerdan los besos prometidos y se olvidan los besos recibidos. No en vano los besos son como las cerezas: uno lleva a otro. Aunque Dino Segre, Pitigrilli ya reconocía que la secuencia suele ser: “Un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, cinco besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso”.

El suceso confeso del beso impreso, ya sea travieso o ex profeso, es un exceso que no deja ileso, sino preso. Es un proceso de regreso y retroceso al fuego del acceso expreso del reingreso en el beso, que Alfred de Musset definió como “el contacto de dos epidermis y la fusión de dos fantasías”. El mismo temblor celestial que Gustavo Adolfo Bécquer declarara, “por una mirada, un mundo;/ por una sonrisa, un cielo;/ por un beso..., ¡yo no sé/ qué no diera por un beso!”, lo había predicho el gran Víctor Hugo cuando supuso que “es imposible que por encima de un beso inefable no haya un estremecimiento en el inmenso misterio de las estrellas”. Esa misma vibración la hemos sentido observando la sublime galería de besos con la que nos obsequió Robert Doisneau.

Artículo ilustrado en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/besos.htm