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La estupidez explícita

Hace unos años corrió el rumor en nuestra urbanización de que había pasado unos días entre nosotros un Premio Nobel (o ¿fue una Miss Universo?).

¿Cómo saber si nuestro vecino es un Premio Nobel? Resulta casi imposible. Ese anciano de pelo cano que suele leer libros, ¿es un Nobel? ¿Quizá de Literatura o de la Paz (que siempre son más famosos), o acaso sólo de Física, Química o Medicina? ¿Será éste el Premio Nobel que se baña en nuestra misma playa? Definitivamente, la sabiduría, o la virtud en general, son comedidas, reservadas y sólo se aprecian con plenitud con el trato próximo o en la intimidad. Incluso se requiere ser un poco culto para percibir la sabiduría, y un poco amable para deleitarse con la bondad.

Por el contrario, la ignorancia o la falta de educación siempre son escandalosas, descaradas… y pueden ser infinitas. Ahora mismo, en plena madrugada, no sabemos quién conduce ese coche con la música a tope y tocando la bocina. Pero su conductor pregona, a diestro y siniestro, que es un declarado idiota, que con todo lo que desconoce se podría concluir la wikipedia y que la escuela no dejó el menor rastro en su identidad actual.

¿Qué fue de aquella entrañable y prudente discreción? ¿De aquel saber estar, desvelándose poco o mucho, pero siempre en función de las circunstancias? Algunos mejor harían tratando de pasar desapercibidos, que no desplegando todas sus miserias. Por desgracia, no suele suceder así. Son, con frecuencia, quienes se recogen en su interior quienes más debieran manifestarse,… y viceversa. Aprendamos del poeta cuando dijo: Es discreción saber disimular lo que no se puede remediar.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/estupidez.DOC

Melancolía educativa

Dos anécdotas, verídicas y tristes, en homenaje a los educadores y desde la melancolía vacacional que acompaña al entusiasmo laboral.

Hace ya muchos años, unos alumnos que me seguían con gran fidelidad, me hicieron una pregunta que, a un mismo tiempo, me halagó y me desconcertó: “Tú, con lo que vales, ¿qué haces aquí,… enseñando?” Lo más doloroso fue que la pregunta no provenía de físicos o ingenieros en formación, sino de estudiantes de último año de Magisterio y, por tanto, de próximos profesores.

El segundo caso fue más reciente, trabajando en la administración educativa. El padre de un alumno de Educación Especial, un caso de Síndrome de Down, vino a cursar una petición. El padre, creyendo plena y meritoriamente en su hijo, llegó a confiarme sus expectativas máximas, lo que le enaltecía y demostraba que era un padre ideal. Pero lo hizo de un modo que transmitía su valoración de la acción educativa. Literalmente, y en la discreción de una conversación privada sin la presencia de su hijo, me confesó: “Ya sé, que Jon (nombre ficticio) nunca podrá ser médico o abogado. Pero aspiro a que mi hijo haga un trabajo sencillo, algo como lo que hacen ustedes, los funcionarios de educación”.

La docencia no ha encontrado aún la estima profesional y social que merece entre nosotros, comenzando por el propio profesorado. Si un futuro docente no cree que ejerce un puesto crítico para el futuro, probablemente no merezca ser educador. Si una familia no considera trascendental la labor del profesorado, posiblemente esté limitando la educación de sus hijos.

Un inesperado regalo de cumpleaños... por ser bloguero

Manu, Tomás, Etxeba y Mikel, por si nadie nos reconoce...(Hacía 32 años que no tenía noticias de este antiguo amigo, que parece lee mi blog...)

Felicidades, Josemi

Mira lo que he rescatado del baúl de recuerdos... es ¡inédita!

Est-ce que tu t'en souviens?

Saludos

Tomás S. A.

(Por discreción oculto los apellidos, pero éstos de IBM...)

En la foto, de izquierda a derecha, Manu, Tomás, Etxeba y Mikel (JoseMi con gafas). Y una 2ª foto remitida por Tomás...

[Cumpleaños para un 3 de abril,....]

Fortaleza y tolerancia

Sé blando hablando, no temblando; sé un duro maduro, redoblando.

En la vida y en las relaciones sociales, quizá lo más difícil sea elegir debidamente el grado de firmeza necesario en cada caso, en cada ocasión y con cada persona. Hasta los dioses y diosas están divididos por su consistencia, atribuyéndose la dureza al ancestral rol masculino y la blandura a la sexista representación femenina, siendo en la mitología romana sus prototipos extremos el duro Marte (dios de la guerra) y la blanda Venus (diosa del amor).

Los proverbios chinos, que son muy sabios, abundan en este tema. Aseguran que “El elemento más blando del mundo atraviesa el más duro”, se supone que refiriéndose al agua que perfora la piedra con su constancia, para remarcar que la insistencia es el poder de la impotencia, la tenacidad de la debilidad y la fuerza de la ternura. También advierten que, ante la hoguera de la adversidad, “el barro se endurece al fuego, mientras el oro se ablanda”. Incluso en la recomendación de flexibilidad advierte que “la lengua resiste porque es blanda, pero los dientes ceden porque son duros”. Finalmente, con su observación de que “la persona al nacer es tierna y débil, pero muere rígida y dura”, asocian el concepto de blandura a la vida y el de dureza a la muerte.

Se reconoce que el bienestar obra un efecto sobre la solidez de las personas, sugiriéndose que la falsa felicidad nos vuelve duros y soberbios incomunicándonos de los otros, mientras que la felicidad verdadera nos torna dulces y sensibles, encontrando el modo de extenderse a los demás. El equilibrio entre ser duro o blando es una cualidad difícil de adquirir y que, acaso sólo con la edad, se aprende a gestionar.

La dificultad radica en el difícil equilibrio entre un guante de seda para un puño de hierro. Lo idóneo es una prudente combinación de energía y modales, evitando ser siempre riguroso o siempre laxo, y escogiendo el equilibrio entre esos dos extremos, que en ello está el punto de la discreción. Quizá exista una fórmula perfecta y fácil de recordar: Conviene ser duro con los errores, pero blando con las personas. Como Kafka recomendaba, sin confundir nunca el asunto con la persona.

No renunciemos a corregir lo que está mal en el mundo, en nuestro entorno, en la vida. Ataquemos con dureza los problemas y busquemos soluciones, por difíciles que sean, sin renunciar a la utopía. Mas para ello, conviene comprender y respetar a todos los que podríamos hacer más y mejor, entendiendo las limitaciones y buscando la superación conjunta de nuestras flaquezas. En resumen, firmeza con nuestros objetivos y bondad con nuestros semejantes conforman el mejor espíritu.

Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2007/tolerancia.DOC